jueves, 18 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 18 de agosto del 2011

11-08-18.
JUEVES XX. Mt 22, 1-14.

SOY INVITADO DE DIOS.

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. San Mateo presenta otra parábola del Reino de los Cielos. En esta ocasión Jesús compara el Reino de los Cielos a una fiesta en la que varios invitados ponen pretextos para no acudir. El Rey, que es el anfitrión ordena que salgan a invitar a otras personas, sin distinguir si son buenas o malas. El salón se llena, entre los comensales hay uno que no va vestido apropiadamente y es expulsado. La parábola concluye señalando que “muchos son los llamados y pocos los elegidos”.

Recordemos que equivalente a la expresión “Reino de los Cielos”, es, el “Reino de Dios”. San Mateo utiliza preferentemente la primera expresión, pues escribe la narración del Evangelio para las comunidades judías. Po otro lado y dado el aspecto dinámico de la parábola que hoy comentamos, vemos la conveniencia de hablar del “Reinado de Dios” para no confundir el “Reino de Dios” con un lugar físico o temporal.

El Rey es Dios, el salón de fiestas: la vida, la Iglesia, el Cielo. Los invitados: cada uno de nosotros. ¡Yo soy un invitado de Dios! Agradecido con Él, disfrutaré de la alegría de su presencia.

Que importante es saber que nuestra vida tiene un destino y que por lo mismo no somos “una pasión inútil”, ni un producto del azar o de una vicisitud. Que importante es saber que no estamos solos, que además de contar con nuestra familia de sangre, contamos con nuestra familia católica. Que importante es también reconocer que somos libres y no presa de condicionamientos astrales o determinismos cósmicos, sino en relación amorosa con Dios.

Para que cada quien amplié sus reflexiones personales, al final aparece el texto bíblico.

MEDITAR: La vida es un don de Dios, yo no me la he dado. Él me llamó a existir. Ser católico es un don. Él me llamó a ser su Hijo, yo decido si lo quiero seguir. Mi respuesta personal al llamado que Dios me hace a vivir es la felicidad. La respuesta a ser católico es la santidad. La conjunción de ambas respuestas es el “Reinado de Dios” en mi vida. En esta parábola,  el “Reinado” no sólo es motivo de alegría, es una fiesta en la que hay que compartir y departir gozosamente.

Dios me ha llamado a la vida, no solo a la biológica, sino sobre todo a la Vida Eterna, por lo que movido por la fe, en la realización de mi existencia terrena debo tener siempre en cuenta mi destino final: el Cielo, de tal manera que este sea una motivación que oriente mi vida.

¿Cómo estoy vestido para la vida, para ser católico y para llegar al Cielo? ¿Me parezco al convidado que no llevaba traje de fiesta y por eso fue expulsado? Recordemos el uso de la hipérbola en los textos bíblicos, la expulsión y el castigo destacan la importancia de tener una actitud ante la “fiesta” que se me ha invitado. La parábola en relación a la ropa del invitado expulsado no se refiere a que si su ropaje era lujoso o no, simplemente que “no era de fiesta”, por lo que podríamos pensar, que la expulsión se debe, a su actitud ante el anfitrión, ante los demás y ante la fiesta.

Cuánto desánimo siembran a su alrededor aquellos que todo critican. Qué mal ambiente generan, aquellos que son groseros en su trato. Cuánta pobreza crean aquellos que son mentirosos. Cuánto dolor, producen aquellos que son violentos. Cuánto… (pon tu lista), ocasionan aquellos que… (completa tu listado)      .
La fiesta de la vida, de la fe y del Cielo, son para todos, pero no todos las quieren, algunos ni cuenta se han dado de la fiesta a la que han sido invitados y algunos incluso la rechazan y pretenden destruirla.

Un signo de madurez es responder adecuadamente al estímulo que se recibe. Sí he sido invitado a la fiesta de la vida, de la fe y del Cielo, mostraré madurez humana y cristiana, siendo agradecido con Quien que me invitó, disfrutando con los demás los bienes recibidos, haciendo un mundo mejor, llevando la Buena Noticia, dirigiéndome en comunidad a Dios y guiando a muchos hacia Él.

Hoy me preguntaré cual ha sido mi actitud ante el “Reinado de Dios” en mí. Siendo honesto quizá me daré cuenta que en ocasiones no me he sabido definir. Afortunadamente la invitación es para buenos y para malos. Lo mejor es que soy libre y puedo cambiar para mejorar. LO IMPORTANTE ES QUE SOY UN INVITADO DE DIOS, a la vida, a la Iglesia, a la santidad, es decir a la Vida Eterna.

ORAR: Señor, hoy reconozco que no he aprovechado del mejor modo la invitación que de Ti he recibido. Hoy te digo que quiero cambiar y ser mejor. Ayúdame a disfrutar la fiesta de la vida y a hacer este mundo mejor, ¡Quiero ser feliz! Guíame para ser un mejor católico; ¡Quiero ser santo! Llévame al Cielo, ¡Quiero estar junto a Ti!

CONTEMPLAR: Dios me ha invitado a la fiesta de su Reinado de amor, de la vida, de la fe y del Cielo y me ha dado también “el ropaje”: todos los elementos para ser feliz y ser santo. Dios respeta mi libertad, de mí depende ser peor, quedarme igual o mejorar. Decía san Agustín: “Dame Señor el querer, <querer>” y eso es lo que hoy le pediré al Señor, para dejar lo que me impide ser feliz, para trabajar en mí de tal manera que se incremente en mi corazón la presencia de Dios y siendo testigo suyo, compartir la alegría de vivir, de ser católico y estar llamado(a) al Cielo.

ACTUAR: Haré un listado de mis acciones y actitudes contrarias al Reinado de Dios en mi y también un listado de las expresiones de su presencia en mí. Me esforzaré por superar las cosas negativas de tal manera que su Reinado crezca en mí. Después de un tiempo revisaré mi lista para evaluar los resultados. Mi mayor alegría será que cada día crezca en la experiencia del amor de Dios en mí.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.
Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar

Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (22,1-14):

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda". Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda". Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes". Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

miércoles, 17 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 17 de agosto del 2011

11-08-17.
MIÉRCOLES XX. Mt 20, 1-16ª

Trabajar para que el Reinado de Dios crezca en mí.

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Este fragmento del Evangelio nos presenta una parábola del Señor Jesús referida al Reino de los Cielos, el cual es presentado como una viña en la que todos estamos invitados a trabajar. El dueño del viñedo sale a diversas horas del día e invita a jornaleros a trabajar en ella a cambio de un denario. Cantidad mayor de la que de manera ordinaria se les pagaría. A todos les ofrece lo mismo, independientemente de la hora en que comienzan a trabajar. Al término de la jornada los empleados pasan a cobrar, iniciando por los últimos contratados. Los que iniciaron primero reciben la misma paga y por eso se quejan. El dueño de la vida, señala que cumplió con lo pactado, pues todos están pagados de más. Concluye la parábola con la expresión “los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”.

La expresión “Reino de los Cielos” es equivalente a la de “Reino de Dios”. Esta expresión judeo-cristiana tiene dos connotaciones, una inmediata y actual: “el Reino de los Cielos” está en medio de ustedes” (Lc 17,21) y otra escatológica hacia el final de los tiempos, en los que se establecerá el “Reino de Dios”.

El Señor Jesús, a través de sus parábolas habla del Reino de los Cielos, como algo dinámico y es por eso que algunos estudiosos de la Biblia, señalan que al término Reino es mejor entenderlo como Reinado, para no pensar tanto en un lugar sino como un proceso de vida.

El Papa Benedicto XVI en su libro “Jesús de Nazaret” (en “El Evangelio del Reino de Dios”, pág. 28), señala que el “Reino de Dios” tiene 3 acepciones: 1. Es una expresión de la presencia de Dios, es una persona, es Jesús mismo. 2.- El Reino de Dios está en el interior del hombre. 3.- La Iglesia es expresión del Reino, aunque en sí misma no lo abarca todo.

Para nuestra meditación tomamos la segunda acepción y usaremos la expresión “Reinado de Dios”.

Para que cada quien amplié sus reflexiones personales, al final aparece el texto bíblico.

MEDITAR: Es necesario que el Reinado de Dios se realice en todo el mundo y para ello puedo comenzar esforzándome para que Reine en mí. Este es el ejemplo de los santos, de los cuales dice el Papa Benedicto XVI en el corazón de ellos reina Jesús, está el Reino de Dios. Ellos son expresión viva y testimonial del “Reinado de Dios” en el hombre.

Desde esta perspectiva, el Dueño de la Viña es Dios. La viña es mi corazón. El jornalero cada uno de los que escuchamos la Palabra de Dios y nos esforzamos en hacerla vida. La paga: a.- apropiarnos de nuestro corazón, b.- tener Vida nueva y abundante, c.- alcanzar la Vida Eterna. La mayor y mejor recompensa, el haber trabajado para, y con, el Dueño de la Viña, para, y con, Dios. Él quiere que yo sea feliz, quiere que yo sea santo.

Ciertamente debo de trabajar por la evangelización del mundo, pero “el buen juez por su propia casa empieza”. Esto  no es por egoísmo, sino incluso por método. No sé si podré cambiar a otros, pero ciertamente puedo empezar por cambiar yo. Por otro lado debo experimentar en mi vida los efectos de la Gracia, para guiar a otros. Un ciego no puede guiar a otro ciego.

En mi vida, en mi viña, ¿creo que ya he dado los mejores frutos para Dios? Si un viñedo no produce las mejores uvas, debo investigar las causas. Puedo mejorar trabajando la tierra, puedo quitar los abrojos, puedo limpiar de insectos y parásitos la planta, debo procurar que haya suficiente agua y buen clima. Debo confiar en que tendré buena cosecha y querer los frutos que obtendré.

¿Cómo me veo hoy? ¿Cómo me veré si, junto con Jesús, trabajo en el viñedo de mi vida? Él es el dueño de mi vida (viña). Debo dejar que Él haga en mí y debo seguir sus orientaciones. La paga: experimentar su presencia origen y fuente de felicidad y santidad.

Trabajar en la viña del Señor, en mí mismo, me llevará a trabajar no sólo, sino acompañado de Jesús, así, Él me ayudará a trabajar con mi personalidad y mi psicología ( mi tierra). Revisaré los conceptos equivocados que tengo de Dios, de su amor y de mí mismo (los abrojos). Podré revisar mis vicios y errores (insectos y parásitos). Procuraré incrementar mi oración (agua) y el buen clima (las buenas obras). Debo confiar y trabajar pacientemente para obtener los frutos que quiero: una personalidad modelada a la manera de Cristo. Debo amarme a mí y debo trabajar para alcanzar el proyecto de Dios.

ORAR: Señor, Tú me conoces mejor que yo mismo, acompáñame y guíame en la revisión de mi vida (viña) para que bajo tu dirección dé los mejores frutos de santidad. Quiero ser feliz aquí y alcanzar la Vida Eterna. Yo sin Ti no puedo nada, yo Contigo lo puedo todo.

CONTEMPLAR: Señor Jesús, me pongo delante de Ti con los pocos o nulos frutos de mi vida. Al escuchar que Tú me invitas a trabajar en tu viña, comprendo que te pertenezco y te digo que sí trabajaré contigo. Tú, Divino Viñador, sabes lo que hay en mí. Sana mi psicología herida por experiencias pasadas (puedes hacer un recuento de ellas). Enséñame a confiar en Ti y en mí (revisa las ideas que tienes de Dios y los sentimientos que manejas en contra de Él o de ti). Ayúdame a no cometer los mismos errores pasados y a romper las cadenas de resentimientos que me esclavizan (revisa, bajo la mirada amorosa de Dios, las cosas que quieres cambiar de ti). Enséñame a orar para escuchar tu voz y hacer tu voluntad y concédeme que me entusiasme al amarme en Ti y ver, cómo tu obra, día a día se va realizando en mi. Señor, Tú lo sabes, la única recompensa que quiero es que todos te conozcan y te amen, por lo al ver tu obra en mí, como única recompensa: quiero conocerte y amarte más.

No importa los años que tenga, nunca es tarde para empezar a trabajar en mi vida (viña). La paga es la misma: la presencia de Dios en mi corazón.

ACTUAR: Si te es posible ve anotando en un cuaderno lo que el Divino Viñador y tú van realizando en tu vida. Recuerda, Dios puede hacer sólo las cosas, pero su modo habitual de actuar es contar con la colaboración del ser humano, por lo que tu sinceridad, empeño y constancia en el trabajo de tu vida (viña), aunque querido y acompañado por Dios, en buena medida depende de ti. Dice san Agustín: Dios que te creó sin ti, sin ti no te salvará. Persevera, los santos nos dan ejemplo del Reinado de Dios, con su vida feliz en esta tierra y su vida plena en el Cielo.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (20,1-16a):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

martes, 16 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 16 de agosto del 2011


11-08-16.
MARTES XX. Mt 19, 23-30.
 ¡Jesús te mira con amor!

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. San Mateo, en este fragmento del Evangelio, nos muestra al Señor Jesús enseñando a sus discípulos, por eso no es de extrañar que en tan pocos versículos aparezcan cinco temas, el Reino de los Cielos, la Salvación, el Abandono de todo para seguir a Jesús, la Recompensa por esa acción y sobre la Humildad.

Al estilo del Medio Oriente y de su época, el Señor Jesús en sus enseñanzas utiliza las parábolas, que son comparaciones a través de palabras o pequeñas narraciones para hablar de realidades más profundas y también se vale de hipérboles (exageraciones) con la misma finalidad. Todo esto con la intención de que la enseñanza quede grabada en la mente a través de una imagen, que es más fácil de recordar que un concepto abstracto.

Desde la antigüedad se conoce el tamaño del ojo de una aguja y de un camello. De esta comparación los discípulos preguntaran sobre la salvación, san Pedro dirá que ellos, los discípulos lo abandonaron todo, pero al mismo tiempo preguntará por la recompensa, Jesús le responde y luego hablará sobre la humildad, con un juego de palabras entre quienes serán los últimos y quienes los primeros.

La riqueza del texto que hoy meditamos nos lleva a enfocarnos en un versículo. ¿Jesús se les quedó mirando?

Para que cada quien amplié sus reflexiones personales, al final aparece el texto bíblico.

MEDITAR: San Mateo y quizá como parte de una experiencia personal, pues él era un discípulo, señala que ante la pregunta “Entonces, ¿quién puede salvarse?”, antes de responderles; Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo”.
En primer lugar, me llama la atención: la mirada de Jesús, sobre sus discípulos. Una mirada llena de amor, de comprensión y de esperanza. En segundo lugar su respuesta: “Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo”.

La salvación es para todos, en particular para quienes son sus discípulos. Referido a ti, a mí y a todo aquel que se pone bajo la mirada de Jesús, el texto señala que la salvación de Jesús es para todo aquel que acepta su amor y su perdón, que son infinitos y eternos, pues Él es Dios.

La consecuencia es lógica: Ante la mirada de Jesús, todo yo, soy amado por Él. Todo mi ser, es amado por Dios. Esto lo tengo que creer y experimentar. Si en mí cupiera alguna duda, las palabras de Jesús tienen que hacerla desaparecer. “Dios lo puede todo”. Incluso amarme a mí.

¿Cómo se siente un(a) joven, cuando la persona que ama le corresponde a su amor? Hoy tú puedes ser la felicidad de Jesús. Él te ama, déjate amar por Él. Correspóndele a su amor por ti.

¿Cómo se siente una persona cuando se reconoce amada?: Feliz, llena de alegría y gozo, valorada (añade tus propias palabras). Pues así te puedes sentir hoy y siempre, pues ¡Jesús te ama!, tal y como eres, pues para Él no hay imposibles. No lo dudes: ¡Jesús te ama!

Dios es amor y por amor nos envía a su Hijo, y Jesús, por amor a ti, muere en la Cruz.
Abre tu corazón a Él. El Amor Divino, sana, salva, porque es Jesús. Él te mira y te mira con amor. Déjate amar por Él.

Dice san Agustín que el amor se da entre iguales o los hace iguales. Jesús te ama, se encarna, se hace como tú y como yo, se hace igual a nosotros y nos ama para hacernos semejantes a  Él.

ORAR: Señor Jesús, mírame, Jesús sáname, Jesús ámame. Jesús renuévame. Jesús transfórmame. Gracias por amarme tal y como soy, haz que me transforme hasta ser como Tú quieres que sea.

CONTEMPLAR: Quizá en más de una ocasión, sino es que cotidianamente, no me siento amado(a), me siento sólo y aislado. En otras ocasiones tengo enojo conmigo mismo porque no me acepto como soy. En otros momentos he actuado manejado por mi tristeza, desesperación o enojo. Hoy quiero ponerme bajo la mirada de Dios. Hoy más que fijarme en mis errores o pecados, en mis errores y defectos, quiero ponerme bajo tu mirada de amor Señor y quiero caminar y hablar seguro(a) que tu amor no se aparte de mí, para hacerte presente en mi corazón y en la relación con quienes me rodean.

ACTUAR: Hoy con mis actitudes y palabras mostraré que me experimento amado(a) por Dios e invitaré a quienes me rodean a que abran su corazón a Dios. En la confesión y en la Eucaristía, Jesús me manifiesta su amor.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.


Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (19,23-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios.”
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo”.
“Entonces le dijo Pedro: “Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?” Jesús les dijo: “Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la Vida Eterna.
Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.”

lunes, 15 de agosto de 2011

María, el Arca de la Alianza, nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría: Papa Benedicto XVI

Hoy, lunes 15 de agosto, al celebrar la Misa por la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el Papa Benedicto XVI reflexionó sobre el pasaje de la Visitación de María a su prima Isabel, para luego señalar que la Madre de Dios enseña a los cristianos a ser diligentes con las cosas de Dios, las únicas “que tienen verdadera urgencia para nuestra vida”.

El Santo Padre relató que María acudió presurosa a la casa de su prima, luego destacó que “las cosas de Dios merecen diligencia, es más las únicas cosas del mundo que merecen diligencia son precisamente las de Dios, que tienen verdadera urgencia para nuestra vida”. Además agregó que “María entra en esta casa de Zacarías y de Isabel, pero no entra sola” pues lleva “en su seno el hijo, que es Dios mismo hecho hombre. Ciertamente se la esperaba y también para que ayudara en aquella casa, pero el evangelista nos guía para comprender que esta espera lleva a otra, más profunda”.

“Juan Bautista en el seno de su madre baila delante del Arca de la Alianza, como David, María – y reconoce así – María es la nueva arca de la alianza, ante la cual el corazón exulta de alegría, la Madre de Dios presente en el mundo, que no tiene para sí esta divina presencia, sino la ofrece compartiendo la gracia de Dios. Y así – como dice la oración – María realmente es ‘causa de nuestra alegría’, el ‘arca’ en la que realmente el Salvador está presente entre nosotros”, indicó.

Seguidamente, el Vicario de Cristo dijo que “Al contemplar a la Virgen María se nos ha dado otra gracia: la de poder ver en profundidad también nuestra vida. Sí, porque también nuestra existencia cotidiana, con sus problemas y sus esperanzas, recibe luz de la Madre de Dios, de su camino espiritual, de su destino de gloria: un camino y una meta que pueden y deben convertirse, de alguna manera, en nuestro mismo camino, nuestra misma meta”.

“Hoy la Iglesia canta el amor inmenso de Dios por esta criatura: la ha elegido como verdadera ‘arca de la alianza’, como aquella que continua a generar y a donar a Cristo Salvador a la humanidad, como Aquella que en el cielo comparte la plenitud de la gloria y goza de la felicidad misma de Dios y, al mismo tiempo, nos invita a devenir también a nosotros, en nuestro modo modesto, ‘arca’ en la que está presente la Palabra de Dios, que es transformada y vivificada por Su presencia, lugar de la presencia de Dios, para que los hombres puedan encontrar en el otro hombre la cercanía de Dios y así vivir en comunión con Dios y conocer la realidad del cielo”, expresó.

“María es el arca de la alianza, porque ha acogido en sí a Jesús, ha acogido en sí la Palabra viviente, todo el contenido de la voluntad de Dios, de la verdad de Dios, ha acogido en sí a aquel que es la nueva y eterna alianza, culminada con la ofrenda de su cuerpo y de su sangre: cuerpo y sangre recibidos de María”.

Por último, el Pontífice explicó que “estamos hablando de María, pero, en un cierto sentido, estamos hablando también de nosotros, de cada uno de nosotros: también nosotros somos destinatarios de aquel amor inmenso que Dios ha reservado - ciertamente, de una forma absolutamente única e irrepetible - en María”.

“En esta Solemnidad de la Asunción miramos a María: Ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe, a su Hijo; no perder jamás la amistad con Él, dejarse iluminar y guiar por su palabra; seguirlo cada día, también en los momentos en los que sentimos que nuestras cruces se nos hacen pesadas”, concluyó el Papa.

Meditación del Evangelio del 15 de agosto del 2011


11-08-15.
LUNES XX. Lc 1, 35-56.

Mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador.

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Hoy celebramos la Asunción de la Virgen María al Cielo. El texto bíblico tomado del Evangelio de san Lucas, nos habla de la visita que la Virgen María hace a su prima santa Isabel. Señala como al oír la voz de María, el niño que está en el vientre de Isabel, salta de gozo. Este bello pasaje, que aparece íntegro al final de este documento, también presenta la oración que conocemos como “La Magnífica”. Concluye el texto señalando que la Virgen María después de unos tres meses regresó a su casa.

MEDITAR: El texto bíblico es tan rico, que muchos temas de meditación podemos obtener de él, por eso aparece al final, para que cada quien lo lea y haga su propia meditación. Hoy, de manera común reflexionaremos sobre la expresión de la Virgen María: ¡Mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador!

La Virgen María es modelo para todo cristiano. Ella es plenamente humana, lleva en su vientre al Hijo de Dios, pero no es una diosa. Su alegría es porque tiene fe, porque se siente amada y elegida por Dios, porque tiene una misión que cumplir, porque Dios es fiel a su Palabra y será llevada al Cielo.

Estos motivos de alegría de la Virgen María también han de ser motivo de alegría para cada uno de nosotros, en particular cuando, comulgamos el Cuerpo de Cristo. ¿Acaso no tendríamos que maravillarnos y alegrarnos porque tenemos fe, porque nos experimentamos amados y elegidos por Dios, porque nos da una misión, porque Jesús mismo nos dijo que al alimentarnos de su Cuerpo y de su sangre tendremos Vida Nueva y Vida Eterna?
Hoy dejemos que sea el Espíritu de Dios el que llene nuestra vida, como lo hizo con la Virgen María, de tal manera que la fe, el gozo y el servicio, que de Él brotan, se manifieste en nuestro corazón y en todo nuestro ser.

ORAR: Padre amoroso, gracias por darme la vida y la fe. Gracias por darnos a tu Hijo Jesús y derramar  la gracia de tu Espíritu en mi corazón. Gracias por la Virgen María y los santos, que alegrándose en Ti, Te hacen presente en medio de la humanidad. Gracias por la Iglesia que conserva tu Palabra y difunde tu Misericordia en los sacramentos, particularmente en los de la Reconciliación y la Eucaristía. Gracias por mi familia, mis amigos y el mundo que me rodea. Gracias por darme la vida y permitirme ser tu hijo(a), gracias por darme tu Espíritu y la alegría que llena todo mi ser. Junto con la Virgen María diré: ¡Mi espíritu se alegra en Jesús, mi Salvador!

CONTEMPLAR: El fragmento bíblico que meditamos, señala que la Virgen María regresó a su casa, es decir a su vida ordinaria. Sabemos lo que ocurrió con Ella, las dificultades que experimentó, incluso del dolor de ver a su Hijo, clavado en la Cruz. A pesar de que son pocos los textos del Evangelio que hablan de Ella, podemos percibir en la Virgen María la constante permanencia de: ¡Mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador!

Nosotros, ciertamente no podemos evitar ni las ocupaciones ni las preocupaciones de cada día y ellas nos distraen de lo que realmente es importante. Esto nos produce miedo, angustia, enojo, que con el tiempo incluso se pueden volver habituales y enfermizas generando neurosis, traumas y complejos que pueden llegar a requerir atención psiquiátrica. Los psicólogos reconocen que la alegría es una expresión de salud mental.

Jesús, nuestro Señor y Salvador, nos ofrece la Vida Eterna, un día estaremos en el Cielo con Él, con la Virgen María y con los santos, pero también nos ofrece la Vida Nueva: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Un signo de esa “abundancia” es la alegría que procede de Él, que es auténtica y mucho más grande de la que el mundo nos puede ofrecer, pues es eterna y es un anticipo del Cielo. Para conservarla y acrecentarla es importante que siempre tengamos puesta nuestra atención en Dios, realidad fundante, que nunca cambia. Para lograr esto contamos con su Gracia, con la Iglesia, los sacramentos, las buenas obras y la compañía de los demás.

Hoy, y ojalá siempre, dejemos que nuestra vida se llene de Dios.; hagámosle presente en medio de nuestros familiares y amigos y en los ambientes, donde realizamos nuestra vida. Con nuestras palabras y acciones demos testimonio de que ¡Mi espíritu se alegra en Jesús, mi Salvador!

ACTUAR: Que importante es vivir todos los días en la alegría del Señor. Hoy procuraré vivir en el gozo de Dios mi Salvador.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Del santo Evangelio según san Lucas (1,39-56):
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita Tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa Tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por Mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.



Meditación del Evangelio del 14 de agosto del 2011


11-08-14.
DOMINGO XX. Mt 15, 21-28.

Señor, Socórreme. Mi relación personal con Jesús.

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Este texto, ya lo comentamos en días pasados (11-08-03. Miércoles XVIII). Se refiere a una dolida mujer cananea, que pide por la salud de su hija. El texto hace notar que aparentemente el Señor Jesús no le hace caso y que debido a su insistencia será atendida en su súplica. Hoy lo meditaremos con otro orden de ideas.

MEDITAR: Todos los seres humanos, a causa del pecado original y de nuestros propios pecados, tenemos una fuerte herida de relación con los demás, con nosotros mismos y con Dios. Nos valoramos no por nosotros mismos sino en base al número de personas con las que nos relacionamos. Nos importa mucho el qué dirán y así nos despersonalizamos; “lo importante” no somos nosotros sino los demás. Esto también afecta nuestra relación con Dios porque, muchas veces nos dirigimos a Él en función de las necesidades de los “otros”. Esto no es malo, pero tampoco es lo mejor. Dios que te ama personalmente, quiere que le abras tu corazón y le expreses tus sentimientos. Esto es totalmente provechoso, porque así, siendo beneficiado(a) por esta relación personal con Dios, dejarás de verlo como un proveedor; lo podrás reconocer como tu Padre, tu Salvador y Santificador y serás mejor testigo Suyo.

Para comprender mejor el texto del Evangelio de hoy, podríamos ponernos nosotros mismos en el lugar de la mujer y en el lugar de la hija enferma, a nuestros familiares y preocupaciones. Probablemente la mayoría de las veces nuestra oración es por lo que pasa a nuestro alrededor, pero pocas veces o quizá nunca, le pedimos que nos sane en nuestro interior. Si así lo hiciéramos quizá podríamos comprender mejor la acción de Jesús como Sanador - Salvador nuestro. Jesús nos sana porque subsana nuestra carencia de amor. Jesús nos salva porque nos da Vida Nueva y la Vida Eterna.

La mujer reconoce y manifiesta su dolor: Jesús “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David”, e intercede por su hija: “Mi hija tiene un demonio muy malo”. Ella es capaz de reconocer a Quien se está dirigiendo: a Dios. Está consciente de lo que le aqueja a su hija, pero no será atendida hasta que reconozca su situación personal: “¡Señor, Socórreme!”.

En nuestra relación con Jesús en ocasiones podríamos ser buenos en orientar a otros y de pedir por ellos: mi cónyuge, mis hermanos, mis hijos, mis nietos, mis vecinos, mis cosas, mis negocios, el mundo, la violencia, la economía, etc. ¿Pero pedir por mí, ponerme en presencia de Dios y decirle que necesito experimentar su amor?...

Mientras no me dé cuenta que la relación que Jesús espera tener conmigo es personal, estaré hablando de “oídas” del amor de Dios. Cuando la mujer persevera en la oración y le abre su corazón a Jesús: “¡Señor, socórreme!”, experimentó en sí misma el amor de Dios y entonces pudo ser testigo de la acción de Jesús en su vida y por eso se le dirá: “Mujer que grande es tu fe”.

¿Cuántas veces rehuimos a una relación personal con Dios porque pensamos que no somos muy buenos, que le fallamos, que nos da pena, que no nos escucha, que no le interesamos, que valemos poco, que somos muy pecadores, etc.? ¿Podrías poner tu excusa?

Cada uno de nosotros somos importantes para Dios. Tú eres importante para Él, Jesús murió en la Cruz por ti. Él sale en tu búsqueda y espera que tú salgas a su encuentro no con evasivas, sino diciéndole, Yo Señor soy quien necesita de Ti, Yo necesito experimentar tu amor para ser testigo tuyo. “¡Señor, socórreme!”.

ORAR: Señor Jesús, hoy no te vengo a pedir por nadie, te vengo a pedir por mí. Tú me conoces aún mejor que yo mismo(a) y más allá de cualquier sentimiento o idea que yo pudiera tener para justificar el por qué me da pena abrirte mi corazón o expresarte lo que sufro, simplemente quiero ponerme delante de Ti, para experimentar tu amor, pedirte perdón por mis errores y pecados, para perdonar a los que me han ofendido y darte las gracias por todo lo que me has dado. Señor, permite experimentar tu presencia en mi vida, para ser testigo de tu amor. Señor, gracias por tu paz.

CONTEMPLAR: Para Dios no hay imposibles, ciertamente no sabemos qué pasó con la mujer después, pero tenemos el testimonio de muchos hombres y mujeres que encontrándose con Jesús, su vida cambió y alcanzaron la Vida Eterna. Ahí están los apóstoles, María Magdalena, san Pablo, san Francisco, Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, María Inés Teresa Arias. Tú también estás llamado(a) a ser parte de la lista. Dite a ti mismo(a), yo quiero ser parte de esta lista. “¡Señor, Socórreme!”.

ACTUAR: Procuraré darme un poco más de tiempo para meditar estas reflexiones. Me pondré delante de un crucifijo o en un templo, delante del Sagrario, y le diré a Jesús: Señor aquí estoy. ¡Me dejaré amar por Él!

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Meditación del Evangelio del 13 de agosto del 2011


11-08-13.
SÁBADO XIX. Mt 19, 13-15.

Deja que tu yo niño, se acerque a Jesús

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. El fragmento del Evangelio que hoy meditamos es tan corto y tan expresivo, que vale la penar ponerlo íntegro sin más comentarios: “En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: “Déjenlos, no impidan a los niños acercarse a Mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos”. Les impuso las manos y se marchó de allí.”

MEDITAR: Es de llamar la atención que sean los discípulos los que no dejan que los niños se acerque a Jesús. Se entiende porque ellos le querían mucho y lo reverenciaban. Le tenían mucho aprecio y querían aprender de Él. Por lo mismo consideraban que Él no debería perder el tiempo con “niñerías” y mucho menos con los niños y niñas que se le acercaban. Nosotros muchas veces nos parecemos a ellos y no sólo no dejamos que los niños(as) se acerquen a Él, sino que incluso impedimos que “nuestro yo niño(a)” se acerque a Él. Ponemos un gesto adusto, ponemos una máscara para ocultar que en nuestra infancia, además de los momentos alegres, también hubo algunos o muchos difíciles. Los años nos han hecho ser complejos y dejamos de ser sencillos. Jesús es el Hombre-Dios para todos, en particular para los más pequeños, sencillos y débiles. Seamos sencillos ante Dios y veamos cómo Jesús nos llama para que le entreguemos a Él, también nuestro “yo niño”, con toda mi historia, con todo mi pasado, para que ya no sea mi historia, sino “nuestra historia”, la de Él que me redime y la mía que soy redimido. Así se realiza en mí, mi historia personal de Salvación.

Jesús nunca olvidó que fue niño, esa etapa de su vida es parte de su identidad. Él guardaba el recuerdo de su hogar de Nazaret y de todo lo que aprendió de María su Madre y de san José, su padre adoptivo. Recordaba los momentos en que con Ellos acudía a la Sinagoga y las veces que peregrinó a Jerusalén. Los recuerdos de su infancia eran bellos: Pero también recordaba cómo, según la costumbre de la época los niños no eran tomados en cuenta. Además Él, junto con sus padres, había sido migrante, había vivido situaciones de extrema pobreza y desde su infancia sabía que había quienes lo querían matar. Tanto los recuerdos gratos, como los difíciles estaban en su memoria. Por eso quiso acercar el amor de Dios a los más pequeños. Si eran felices, para que lo fueran más y si en su corazón infantil había pena, tristeza o dolor, para llevarles consuelo, fortaleza, alegría y su amor.

Él sabía del sufrimiento de los pequeños y también sabía del amor de su familia y de su Padre Dios. Estaba consciente de muchos niños y niñas, y personas adultas hoy, incluso ancianas, nunca tendrían una infancia plenamente feliz. Por eso, Jesús  como infante, atento a su misión salvífica y redentora, desde su propia experiencia y dolor, redime el “corazón del pequeño” que sufre y el “corazón de niño” del adulto que guarda alguna pena o congoja desde su infancia. El Señor Jesús, a todos lleva el amor de su Padre Dios.

ORAR: Señor Jesús, Tú lo sabes: por más años que tenga una persona, siempre llevamos en nuestro ser, el “corazón de un(a) niño(a)”, que requiere de tu amor. Para Ti todo es un eterno presente y hoy puedes sanar las heridas que llevo en mi “corazón de niño(a)”. Hoy me puedo reconocer, profundamente amado(a) por Ti, desde las etapas más tempranas de mi vida. Me puedo sentir perdonado(a) por Ti y experimentar purificados: mi mente, mi corazón y mi cuerpo de lo que ocurrió en mi infancia. También me reconozco capaz de perdonar en tu nombre, Jesús, a quienes me hicieron dañó, me abandonaron o me rechazaron.

Señor Tú lo puedes todo, por eso te pido que me purifiques, me renueves, me sanes y santifiques, de tal manera que “mi yo niño(a)” tenga paz y pueda sonreír de felicidad por contar Contigo y con tu amor.

CONTEMPLAR: La expresión del Señor Jesús en la que nos exhorta a que nos hagamos como niños para entrar en el Reino de Cielos, también lo podríamos entender como que: es necesario que dejemos que Él reine totalmente en todas las etapas de nuestra vida, de tal modo que no haya resquicio ni rescoldo en nuestra vida que nos impida experimentar su amor que nos hace hijos de Dios.

Puede ser que nos cueste trabajo reconocer, que necesitamos que Jesús reine también en nuestros recuerdos de la infancia, en todo nuestro ser, incluido nuestro “yo niño”. El reto de hoy es dejar que el amor de Dios sane nuestras heridas de la infancia y experimentemos la paz y la fortaleza que Él nos da. No forcemos situaciones pero si sentimos que alguna lágrima quiere brotar, dejémosla correr.

ACTUAR: Abierto mi “corazón de niño(a)” a Jesús, dejaré que su alegría brote de manera más espontánea en mí, le daré las gracias por lo que hace en mi vida y procuraré poner mayor atención a los niños(as) que se acerquen a mí, para hablarles de Dios y llevarlos a Jesús.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

viernes, 12 de agosto de 2011

Fiesta de la Asunción

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María
15 de Agosto

El 1 de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus, el Papa Pío XII proclamó dogma, es decir, una verdad de fe que ha sido revelada por Dios, la Asunción de María, donde se manifiesta que la Madre de Dios, luego de su vida terrena, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.

El Pontífice manifestó que después de “invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo”, proclamaba “ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".

Por ello, para los católicos este dogma constituye una participación singular de la Virgen María en la Resurrección de su Hijo y es también una anticipación de la resurrección de todo cristiano. Así, el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica explica que "la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original” fue llevada “a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte".

Al respecto, el ahora beato Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la Asunción indicó que el dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte y antes del fin del mundo, debido a un “singular privilegio", con el que “es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos".

Por último, insistió que María Santísima muestra el destino final de quienes escuchan y cumplen la Palabra de Dios, y que así estimula a los fieles a pensar en la gloria del cielo donde “se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret".

Todo ello nos lleva a pensar que la humanidad, a lo largo de la historia, se ha dedicado a temerle a la muerte y que por esa razón, surge la necesidad de la esperanza de lo que vendrá después de la vida terrena, la cual está contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura resurrección.

No cabe duda que el misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo, nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos, para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra y sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen y los ángeles y santos del Cielo. El saber que María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.

Meditación del Evangelio del 12 de agosto del 2011


11-08-12.
VIERNES XIX. Mt 19, 3,12.

Dios nos creó hombre y mujer

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Unos fariseos, no para aprender de Jesús, sino para probarlo y encontrar algún motivo para condenarlo, le preguntan sobre el divorcio. Jesús da una respuesta que parte de lo fundamental. Dios y su designio de salvación sobre el hombre, la mujer y la familia. Su respuesta también cala en sus discípulos, porque ellos mismos veían “la conveniencia” de la norma judía que permitía el divorcio.

MEDITAR: Hoy también muchos católicos ven “la conveniencia” del divorcio y su aplicación y dejan a un lado el plan de amor de Dios y la salvación que conlleva. Ciertamente, tampoco se trata de continuar situaciones degradantes para una o las dos partes del matrimonio y arrastrar con ellos a los hijos, pero la respuesta no puede ser simplista, solamente un SI o un NO. Sino en base al plan de amor de Dios.
No negamos la realidad del divorcio y la conveniencia, en algunos casos, de la separación de los cónyuges, pero no se puede pensar que eso, siempre es lo mejor o lo único.

Antes de pensar en el divorcio, habrá que reconocer, valorar, defender y promover los beneficios del matrimonio y urgentemente dar una preparación adecuada a aquellos que quieren casarse o que enfrentan dificultades en su matrimonio. Si alguien, por ejemplo, quisiera ofrecer un jugo de calidad, no porque en algunos envases no obtuviera la calidad deseada o algunos se le descompusieron, dejaría de hacer sus productos; mucho menos lo haría si está convencido de la importancia de su producto para él y los demás. Más bien deberá revisar la materia prima y el proceso de elaboración para poner la solución. Ciertamente si el producto no es de calidad, la gente se acostumbrará y así lo comprará, sabiendo que a la mitad del envase lo tendrá que tirar o dejará de consumirlo. Seguramente que no faltará quien ofrezca un producto pirata o adulterado, y que no faltará quien se lo compre.

Urge una pastoral familiar, en la que participemos todos y que presente el plan de amor de Dios para la familia, camino de santidad. El punto de partida es Dios mismo que nos creó, hombre o mujer y nos creó por amor; que nos insertó en una familia. Todos, de una u otra forma, aún los solteros, estamos llamados a vivir en familia, por lo que debemos saber vivir creando y fortaleciendo siempre relaciones fraternas con todos los que nos rodean. Debemos alentar a las nuevas generaciones y sembrar esperanza en ellas, sobre el matrimonio y la familia. Debemos enseñarles a valorar y respetar su sexualidad, como un elemento de su personalidad y de proyectarse en el mundo, incluso en el don de la paternidad o de la maternidad, si Dios les concede ser padres de familia.

ORAR: Señor Jesús. Tú naciste en una familia que tuvo que enfrentar muchos problemas y que salió avante de ellos, porque Tú estabas en medio de ella y porque el amor, el diálogo, la fidelidad, además de otros valores, fueron cultivados por la familia de Nazaret. Señor hoy te pido por mí, por mi familia y por mis amigos y familiares solteros o a punto de casarse, casados o divorciados. Derrama tu Espíritu de Amor sobre nosotros y ayúdanos a comprender la belleza de tu plan de amor sobre cada familia y cada uno de sus integrantes, para que seamos promotores de la familia cristiana.

CONTEMPLAR: En el mundo globalizado en el que vivimos, entramos en contacto con muchas formas de pensar y de proceder. Esto es bueno porque enriquece nuestro acervo existencial y cuestiona nuestra forma de ver el mundo y de actuar. En la “crisis” que genera el intercambio de ideas, recibiré aportes que pueden ser buenos y debo asumir; pero también habrá cosas que por ser falsas y dañinas, tendré que rechazar. Ser crítico es importante porque significa que utilizo los dones de la inteligencia, de la voluntad y de la libertad, que Dios me dio, para tomar decisiones y conducir mi vida.

Por otro lado, un intercambio auténtico y justo implica que yo también pueda aportar algo a los demás. Un aporte desde la fe, será el reconocer y difundir que el matrimonio cristiano, de un hombre y una mujer es la base de la familia, donde además de los esposos, los hijos participan de los beneficios de una relación estable y duradera; con ellos la sociedad se ve beneficiada, pues serán personas integradas y desarrolladas, capaces de aportar siempre algo nuevo a los demás y de alcanzar la santidad.

Freud basó su línea psicológica en la detección de síntomas de enfermedad en sus pacientes. Psicólogos humanistas, como Maslow, se han basado en la búsqueda y promoción de los rasgos de éxito en cada persona. Para reconocer el plan de amor de Dios para cada uno y su familia, es importante valorar lo positivo, que también es real: existe una gran cantidad de matrimonios que han generado familias y personas exitosas.

Dicen que cada quien habla de cómo le fue en la feria, pero independientemente de las experiencias personales, sobre el matrimonio y desde la fe se puede compartir al mundo y a las nuevas generaciones: la importancia de la complementariedad de la unión del hombre y de la mujer, tanto en el plano físico, social, económico y espiritual y como vía de santidad. Con ello, los beneficios que aportan: la indisolubilidad y la fidelidad de la pareja, no es sólo para los cónyuges, sino también para los hijos que engendren.

ACTUAR: En oración revisaré mi situación familiar, la aceptaré tal y como está, y le pediré a Jesús que me ayude a mejorarla. Oraré y trabajaré para que los matrimonios en problemas superen las etapas difíciles y compartiré con las nuevas generaciones la importancia de conocer y vivir el plan de amor de Dios sobre la familia. Hay que trabajar para subsanar los efectos negativos de las campañas dirigidas a niños y jóvenes y que promueven relaciones sexuales fuera del matrimonio y sin compromiso.


Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

jueves, 11 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 11 de agosto del 2011


11-08-11.
JUEVES XIX. Mt 18, 21-19,1.

Perdonando en el nombre de Jesús

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Recordemos que el pueblo de Israel se regía por la Ley del Talión: “ojo por ojo y diente por diente”, que de alguna manera se asemeja “al que me la hace la paga”. En el fragmento del Evangelio de hoy, San Pedro le hace una pregunta al Señor Jesús sobre cuántas veces debe perdonar a quien nos ofende. El mismo san Pedro se adelante a la respuesta, quizá en espera de una felicitación y hace una segunda pregunta “¿hasta siete veces?” Jesús se pone a la altura de su respuesta y le responderá también numéricamente y le dirá que “setenta veces siete”.

MEDITAR: Dado que el “siete” para los judíos significa plenitud, la respuesta de Pedro parece acertada: Para el cristiano, la respuesta del Señor Jesús, “numéricamente” pone más alto la “cuota” del perdón, sin embargo, el perdonar no se trata sólo de lógica, de conveniencia o de números. Para Jesús, el perdón es una acción que nos debe poner a la altura de Dios y para ello contamos con su Gracia. Jesús se hace hombre para elevarnos a Dios; por eso el perdón cristiano es un aporte a la humanidad, pues en primer lugar el perdón, a cada uno, nos llega de Dios y el perdón que recibimos, lo compartimos con los demás. El ejemplo más claro lo tenemos en el Sacramento de la Reconciliación. Confesamos nuestros pecados. Dios nos perdona y retomamos nuestras actividades y relaciones, renovados en el perdón y en el amor de Dios, dispuestos y capaces de perdonar a quien nos ofendió o hizo daño.

Esta forma de actuar de Dios, no la conoce ni acepta, quien no ha experimentado el amor y el perdón de Dios.

ORAR: Señor Jesús. Tú me conoces y sabes lo que llevo en mi corazón. Desde hace tiempo, me acompaña el recuerdo de las acciones equivocadas que he realizado o en las que he participado. Perdóname y enséñame a perdonar.

Señor Jesús, también algunos odios y resentimientos me acompañan, algunos desde los primeros años de mi vida. En tu nombre quiero perdonar a los que me han ofendido o me siguen agrediendo.

Sabiendo que la gracia plena de tu perdón me lo das en el Sacramento de la Reconciliación, a manera de preparación para ella, en este momento, habiendo hecho el repaso de tu vida, de tus pecados, odios y resentimientos: Sentado(a), pon la mano en tu corazón, cierra los ojos, ponte en la presencia de Dios y dile. Padre en el nombre de Jesús, dame tu perdón y la capacidad de perdonar. Quiero ser libre para amar y perdonar, por eso: En el nombre de Jesús perdono a _____ <(puedes pensar en esa(s) persona(s)>. Deja que tu corazón, se vacíe de odios y resentimientos. Experimenta la paz que hay en tu corazón cuando dejas que Jesús perdone en ti a quienes sientes que te han ofendido.

Habiendo concluido este momento de oración, dale gracias a Dios por la Gracia recibida. Haz conciencia de cómo te sientes y vuelve a tus actividades diarias, con el propósito de pronto confesarte y con el deseo de compartir la paz y el amor que Dios te da.

CONTEMPLAR: La psicología reconoce la importancia del perdón y para ello nos señala una serie de conveniencias, desde la propia salud física y psicológica hasta lo necesario para tener buenas relaciones humanas. La fe nos sitúa en un plano superior. Dios nos perdona de nuestros pecados y ofensas, y nos ofrece Vida Nueva y Vida Eterna. Es decir: la felicidad en esta vida y su plenitud, la Vida Eterna. El perdón que podemos otorgar parte de haber experimentado personalmente el perdón liberador de Dios. Tenemos que ser testigos del perdón de Dios. Somos perdonados y debemos perdonar. Reconciliados con Dios y reconciliadores, al estilo de Jesús.

Ciertamente guardar odios o resentimientos me aísla de personas que son significativas para mí. Aunque yo no me dé cuenta o no lo quiera reconocer, el no perdonar me frustra y genera resentimientos e incluso pensamientos de muertos para mí o para la(s) persona(s) que siento me hicieron daño.
Señor quiero amar y perdonar como Tú, para ser feliz. Señor dame tu amor y perdona mis pecados. Jesús,  dame tu perdón y enséñame a perdonar como Tú. Yo sin Ti, no puedo nada, yo Contigo lo puedo todo. Quiero vivir convertido a Ti. Dame tu perdón y amor, que eso me basta.

Nuestro perdón siempre será limitado, pero si lo recibimos o lo ofrecemos en el nombre de Jesús, notaremos la diferencia, porque abriremos nuestra vida a la Gracia de Dios. El amor de Jesús estará en nuestro corazón, perdonándonos y enseñándonos a perdonar.

Quién está enfermo de odios y resentimientos, está como Lázaro en el sepulcro, atado e imposibilitado para vivir, amar y caminar. La presencia de Jesús le devolvió la vida, el amor y el caminar. Así también el pecado, el odio y los resentimientos me tienen imposibilitado(a) para vivir, amar y caminar. Señor Jesús, manifiéstate en mi vida y sácame del sepulcro del pecado y del resentimiento para tener la vida nueva que con tu perdón, Tú me das.

Para vivir en plenitud no necesito de odios o resentimientos, de hechos, ellos me estorban para ser feliz, pues son una barrera que me impide experimentar el amor de Dios. Le pediré a Jesús que me perdone para que yo experimente, que para mi plena felicidad, sólo Dios basta.

ACTUAR: En oración entraré a mi corazón y revisaré las cosas que he hecho y han lastimado a otros y en oración le pediré perdón a Dios. Haré también una lista de los hechos y  personas que considero me han hecho daño y en oración, en el nombre de Jesús les otorgaré el perdón.

Lo anterior es bueno, pero lo mejor es que acudiré con un sacerdote, me confesaré y arrepentido(a), expresaré mi deseo de recibir el perdón de mis faltas, errores y pecados y de perdonar a los que, me han ofendido.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios. 

miércoles, 10 de agosto de 2011

Papa Benedicto XVI: Dios habla en el silencio, pero hay que saberlo escuchar

La mañana del 10 de agosto, al presidir la audiencia general en la que retomó sus catequesis, el Papa Benedicto XVI resaltó que Dios habla a cada persona en el silencio y por lo tanto es necesario saberlo escuchar.

En su mensaje, el Santo Padre puso como ejemplo de silencio a los monasterios, que suelen ubicarse en "lugares particularmente bellos, en el campo, las colinas, en los valles de las montañas, cerca de los lagos o el mar, e incluso en pequeñas islas"; luego agregó que en ellos se “unen dos elementos muy importantes para la vida contemplativa: la belleza de la creación, que lleva a la belleza del Creador, y el silencio garantizado por la lejanía respecto a la ciudad y a las grandes vías de comunicación".

El Vicario de Cristo también manifestó que el silencio, "es la condición ambiental que mejor favorece el recogimiento, la escucha de Dios y la meditación. Ya el hecho mismo de disfrutar el silencio, de dejarnos, por así decirlo, ‘llenar’ por el silencio, nos predispone a la oración".

"Dios habla en el silencio, pero hay que saberlo escuchar. Por esta razón los monasterios son oasis en los que Dios habla a la humanidad. Allí se encuentra el claustro, un lugar simbólico, porque es un espacio cerrado pero abierto al cielo", prosiguió.

Seguidamente, el Pontífice comentó que este jueves 11 de agosto la Iglesia recuerda a Santa Clara de Asís, discípula de San Francisco, quien supo escuchar a Dios en el silencio y plasmó su vida cristiana en la oración, la pobreza y la humildad.

El Papa dijo luego que "el silencio y la belleza del lugar donde vive la comunidad monástica –bella, sencilla y austera– constituyen, por así decirlo, un reflejo de la armonía espiritual que la misma comunidad busca alcanzar".

Por último, el Papa Benedicto XVI invitó a dirigir “nuestra mirada a la Virgen María, para que nos enseñe a amar el silencio y la oración", y a "descubrir y contemplar la belleza de la creación, que a su vez revela al Creador, y a cultivar también el silencio interior, que dispone al recogimiento, a la meditación y a la oración, para favorecer el progreso espiritual mediante la escucha de la voz divina en lo profundo del alma".

Meditación del Evangelio del 10 de agosto del 2011


11-08-10.
SAN LORENZO. Jn 12, 24-26.
¡Señor te seguiré!
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Jesús habla del grano de trigo que cae en tierra, que al “morir” da frutos abundantes. También nos invita a seguirlo y nos habla de la recompensa que el Padre nos dará.

MEDITAR: Podríamos pensar que la recompensa que esperamos del Padre, se nos dará hasta que muramos biológicamente. No es así, la recompensa es para aquí y ahora, es para hoy. Para Dios no existe el tiempo, para Él todo es un eterno presente. Cuando Jesús habla con el “buen ladrón” le dice “hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Por eso la recompensa es para hoy. Es la Vida Nueva que en Cristo, Dios nos da. La recompensa es estar con Jesús. La recompensa es tener a Jesús en el corazón y dejar que Él guíe mi vida. Es tenerlo como amigo fiel, con Quien puedo dialogar constantemente. Lo que necesito es tomar la decisión de conocer y amar a Jesús, y esforzarme en vivir de acuerdo a sus enseñanzas, asemejarme a Él. Por eso hoy le diré a Jesús. ¡Te seguiré!

ORAR: Señor, yo te abro las puertas de mi corazón, en Él te recibo. Ven y haz morada tuya y de la Santísima Trinidad. Te entrego mi vida entera. ¡Te seguiré!

CONTEMPLAR: Señor, hay muchas cosas a las que debo morir: mis pecados,  mi egoísmo, mis pasiones desordenadas. SÍ, a todo eso debo morir y cambiar. Pero también a mis miedos, a mis complejos, a mis traumas.

Quiero entregarme a Ti y dejar que seas Tú el que me perdone y me sane. Tú lo puedes todo, yo sin Ti no puedo nada.

ACTUAR: Hare una revisión de mi vida. Si es posible escribiré aquello que me hace sufrir y me impide ser feliz y lo pondré en el Corazón de Jesús. Le diré al Señor, quiero morir a mi pecado y a la fuente de mi tristeza, para que tenga vida nueva en Jesús. ¡Señor, Te seguiré!

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

martes, 9 de agosto de 2011

Papa Benedicto XVI: antes de que busquemos a Dios, Él mismo viene a nuestro encuentro

Al presidir el rezo del Ángelus dominical, el pasado 7 de agosto, el Papa Benedicto XVI aseguró que Dios nunca abandona al ser humano, y que incluso Él mismo lo busca antes de ser invocado.

En su mensaje, el Santo Padre explicó el Evangelio donde se narra que Jesús camina sobre las aguas en medio de la tormenta, y agregó que al haberse alejado a rezar, Jesús destaca la necesidad de la soledad y la intimidad para rezarle al Padre, pero esto no debe entenderse "como un desinterés hacia las personas o como un abandono de los Apóstoles".

Luego expresó que san Mateo describe que Jesús "apremió a sus discípulos a que ‘subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla’, para encontrarlos de nuevo. Mientras tanto, ‘la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario’. Y sucedió que ‘de madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua’".

Seguidamente, el Pontífice recordó que en el pasaje, los discípulos no reconocieron al Señor y lo confundieron con un fantasma, y que al ver su temor, el Señor les dice: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!"

Más tarde, el Vicario de Cristo explicó que "el mar simboliza la vida presente y la inestabilidad del mundo visible; la tempestad indica todo tipo de tribulación, de dificultad, que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles".

"Jesús quiere educar a los discípulos a soportar con valor las adversidades de la vida, confiando en Dios, en Aquel que se ha revelado al profeta Elías sobre el Oreb ‘en el susurro de una brisa suave’. El versículo continúa después con el gesto del Apóstol Pedro, quien, movido por un impulso de amor hacia el Maestro, pide ir a su encuentro, caminando sobre las aguas. ‘Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!’", prosiguió el Papa.

Además indicó que "Pedro camina sobre las aguas no por su propia fuerza, sino por la gracia divina, en la que cree. Cuando se ve agobiado por la duda, cuando no fija más la mirada sobre Jesús, porque tiene miedo del viento, cuando no se fía plenamente de la palabra del Maestro, significa entonces que se está alejando de Él y es entonces cuando corre peligro de hundirse en el mar de la vida".

Por último, el Papa Benedicto XVI comentó que "la experiencia del profeta Elías que escuchó el pasar de Dios y la dificultad de la fe del apóstol Pedro, nos hacen comprender que el Señor aún antes de que lo busquemos o lo invoquemos, viene Él mismo a nuestro encuentro, hace descender el cielo para tendernos la mano y conducirnos a su altura; espera solamente que nos confiemos totalmente a Él"; e invitando a invocar "a la Virgen María, modelo de plena confianza en Dios, para que, en medio de tantas preocupaciones, problemas, dificultades que agitan el mar de nuestra vida, resuene en el corazón la palabra consoladora de Jesús: ‘¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!’ y crezca nuestra fe en Él", concluyó.

Meditación del Evangelio del 9 de agosto del 2011


11-08-09.
MARTES XIX. Mt 18, 1-5.12-14.

¡EL SEÑOR JESÚS ME BUSCA!

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Las lecturas de este día señalan dos ideas principales, hacernos como niños y el Buen Pastor que sale en búsqueda de la oveja perdida. Hoy comentaremos esta segunda parte de la lectura diaria del Evangelio. Jesús sale en búsqueda de la oveja porque  “vuestro Padre del Cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”.

MEDITAR: El texto se refiere a cada uno de nosotros, vale la perna personalizarlo: a Jesús le importo yo. ¡El Señor Jesús me busca! Puede ser que yo no me sienta perdido, puede ser que yo sienta que no lo necesito, puede ser que sienta que a Él no le importo. ¿Pero esto es real? ¡¡¡ NO !! Si soy sincero conmigo mismo, reconoceré que necesito que Jesús entre en mi vida y ponga en orden muchas cosas. En la medida que yo le abra las puertas de mi corazón y le deje actuar, Él me sanará, me liberará y entonces aprenderé a ser yo mismo y no la máscara que acostumbro poner cuando estoy con los demás y que en ocasiones, en mi autoengaño, me hace pensar que así soy. Realmente en mi interior siento que me falta Dios, que puedo ser mejor, que no tengo porque seguir los condicionamientos del mundo.

ORAR: ¡El Señor Jesús me busca!  Jesús, Tú sabes cuál es mi situación. Necesito atender a tu silbido que ya percibo cerca de mí. Quiero oír tu voz. Gracias, porque hoy puedo comprender que no me rechazas y que estás buscándome. Señor, encuéntrame, rescátame, tómame entre tus brazos. Llévame al redil del sacramento de la reconciliación. Fortaléceme con tu Eucaristía. Dame tu amor. Libérame y hazme liberador de aquellos que como yo, se han alejado de Ti.

CONTEMPLAR: Hoy puedo sentirme como una oveja fuerte y sana. Nunca me hará daño que el Buen Pastor me vea, se alegre conmigo, me llame por mi nombre, me acaricie.
Hoy puedo sentirme una oveja trasquilada, con alguna dolencia o herida. Será bueno que el Buen Pastor me vea, me acobije, me cuide, me sane.

Hoy puedo sentirme una oveja, realmente grave, con infinidad de problemas o enfermedades. Hoy le puedo pedir al Buen Pastor que me tenga entre sus brazos para decirle: a tu lado nada temo, pues este momento difícil ha de pasar y Tú me llevarás a tierras tranquilas y pastos abundantes. Si vienes conmigo y alientas mi fe, a nada tengo miedo, a nada he de temer.

Hoy me puedo sentir como la oveja distraída, que ante otras voces pierde el rumbo y que a pesar de estar encandilado por lo que veo o experimento, desde el fondo de mi corazón anhelo volver a ver al Buen Pastor y estar bajo su cobijo.

Hoy me puedo reconocer como la oveja descarriada, que aunque me vaya bien en el mal camino, en mi interior tengo el deseo de volver a ser parte del redil y estar con mi Buen Pastor.

Hoy me puedo reconocer como la oveja maltratada y abandonada, que ha perdido todo, habiendo probado de todo y enferme no sólo físicamente, sino también moral y sentimentalmente, por los errores cometidos y por las personas con las que me he relacionado, anhelo estar junto al Buen Pastor. Quizás, apenas y puedo escuchar mi voz clamando auxilio, porque tengo miedo de no ser escuchado, de ser injuriado, sometido a la burla o rechazado, siendo totalmente rechazado, sin embargo, escuchar los pasos y las llamadas de ¡El Señor Jesús que me busca!, me dan esperanza y quiero seguir su voz.

ACTUAR: ¡El Señor Jesús me busca! En lugar de quedarme en donde el dolor o el temor me han dejado paralizado, atento a la voz del Buen Pastor: me acercaré al manantial de su Palabra, leeré la Biblia. Permanecerá en el redil, participando, por lo menos, en la Misa Dominical. Me dejaré curar y aliviar en el Sacramento de la Confesión. Me fortaleceré comulgado del Cuerpo de Cristo y me pondré bajo la mirada amorosa del Buen Pastor, en un constante diálogo de amor, adorándolo en el Santísimo Sacramento del altar.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.