lunes, 12 de septiembre de 2011

Meditación del 11 de septiembre del 2011

11-09-11. DOMINGO XXIV.
Eclesiástico 27, 30; 28, 1-7.

NO GUARDES RENCORES

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

El fragmento del Evangelio que corresponde a este domingo, ya lo meditamos en otra ocasión (11-08-11. Mt 18, 21-35.), por lo que pongo la reflexión íntegra al final y hoy aplicamos la Lectio Divina a la primera lectura del día.

Primera Lectura: Eclesiástico 27, 30; 28, 1-7. Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados. Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. El que le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor? El que no tiene compasión de su semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quién interceda por él? Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos. Ten presente los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas.

LEER. El autor del libro del Eclesiástico o Sirácide nos invita al perdón y nos exhorta a otorgarlo aduciendo cuatro argumentos: El rencor es malo y ha de rechazarse, ¿cómo pedir lo que no quiero dar?, ¿Qué será de mí cuando muera? y el amor a Dios.

MEDITAR: En las lecturas dominicales el tema de la primera lectura hace relación al Evangelio. Por lo regular es tomada del Antiguo Testamento, con excepción del tiempo Pascual, que junto con la segunda lectura es tomada del Nuevo. Hoy tanto la lectura del Sirácide, como la del Evangelio hablan del perdón.
Los psicólogos señalan que el rencor es como un veneno o fuerza negativa que obstaculiza la felicidad de quienes lo conservan y por lo mismo conviene rechazarlo. Como podemos constatar, esto coincide con las enseñanzas bíblicas.

El primer argumento del Sirácide, es de reciprocidad y prácticamente de justicia, porque me lleva a reconocer que yo también ofendo, aún sin querer y esto me hace necesitado de tener que pedir perdón. ¿Cómo pedir lo que no quiero dar?

El segundo argumento lo encontramos contenido en el “Padre nuestro”: “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Perdonar, reconociéndome necesitado de ser perdonado.

El tercero nos recuerda lo efímero que es la vida, para hacernos conciencia de que todo pasa y que lo mejor es disfrutar de la vida y de las personas “hoy”, en lugar de quedarnos aislados a causa de nuestros odios o resentimientos. Cuando la persona a la que no perdono muera o sea yo el que muera, ya nada se podrá hacer, por eso: perdona “en vida hermano, en vida”.

El cuarto argumento es el fundamental, pues se centra en la Alianza con Dios, es decir, en la presencia de Dios en la vida del creyente. Presencia de la que tenemos que estar muy pendientes, por lo que debemos evitar todo aquello que nos pudiera distraer o separar de la unión con Dios.

ORAR: Señor enséñame a perdonar pues quiero ser feliz, estando continuamente pendiente de Ti. No quiero que nada obstaculice la visión de amor que debo tener hacia mis hermanos, amándolos en tu nombre. También te pido que no permitas que ninguna nube de odio o resentimiento, me impidan experimentar la grandeza de tu amor por mí y por todos.

CONTEMPLAR: La fe y la ciencia se unen en aquello que es verdadero y hace bien al ser humano. En el caso del perdón, además de los argumentos razonables y psicológicos que pudiéramos aducir para vivir sin odios o resentimientos, la fe nos proporciona no sólo el mejor argumento sino la misma fuente del perdón: DIOS QUE ES AMOR.

Lo que podríamos considerar como un elemento necesario en las relaciones humanas: el perdón, la realidad nos dice que con frecuencia no se vive y de ahí la causa de males como la guerra, la violencia, los asesinatos.

Que importante es reconocer que el perdonar es una actitud divina, pues Dios está siempre dispuesto a perdonar al pecador arrepentido e incluso al que no se arrepiente, pues es paciente y rico en misericordia. Sin embargo vale la pena recordar lo que dice san Agustín: “Aquel que te creó sin ti, sin ti no te salvará”.

Dios nos ofrece al Redentor y Jesús se encarna para ofrecerse al Padre, no sólo darnos su perdón y con él rescatarnos, sino que también viene a enseñarnos cómo perdonar: para ser libres, para ser felices, para amar. Jesús otorga el perdón infinidad de veces durante su vida, muchos ejemplos los encontramos en el trato con sus apóstoles y contemporáneos.

Las situaciones de rechazo, de pobreza, de migración, etc., que Jesús vive desde su infancia podrían haber hecho de Él un desadaptado social, resentido contra el mundo, contra las personas y contra Dios, pero no ocurre así. Nos encontramos con que Jesús es alegre, afable, integrador, formador de comunidad; que vive tendiendo puentes de reconciliación con todos y con su Padre Dios. Jesús incluso entra en diálogo con quienes le persiguen.

Porque nos ama, Jesús se hace hombre para otorgarnos su perdón y así redimirnos. Con su vida, Jesús, nos enseña que es posible perdonar y ser feliz. El Señor Jesús, incluso en la Cruz, antes de morir, pide por el perdón de los pecados de la humanidad y de aquellos que en ese momento lo están asesinando.

Jesús es libre y feliz, porque perdona, porque ama, porque siempre está unido a su Padre Dios. Con su palabra y con sus acciones, nos enseña a perdonar.

¿Tú, perdonas o vives esclavizado al odio y al rencor? ¿Tú te dejas perdonar por el amor de Dios o sigues arrastrando odios y resentimientos contra ti mismo? ¿Tú, te reconoces perdonado por Dios o aún dudas de su amor? ¿Tú, guardas algún resentimiento contra Dios?

ACTUAR: Entra en tu corazón y sé sincero contigo mismo. Date cuenta que guardar rencores no te ayuda. Haz un examen profundo de tu vida, anota los pecados, las personas y las situaciones que necesitan de tu perdón y del perdón de Dios. Busca la oportunidad de confesarte pronto. También, en un ambiente de oración, quema la lista que hiciste y al tiempo que le pides a Dios que te perdone, dile que estás dispuesto a perdonar.

NOTA: Ya sé que vas a decir que no tienes tiempo para orar, ni para confesarte, que cuando has ido a buscar al sacerdote no lo encuentras, que está ocupado o la fila es muy grande. Reconoce que esos pretextos no te ayudan a ser feliz. Si en lugar de hacer fila para confesarte, tuvieras que estar en la línea de los que van al estreno de una película, a ver a un artista o a un partido de fútbol, seguramente que pasarías horas. No te detengas, acércate a pedir perdón y hasta experto en el arte de perdonar. Se feliz, déjate amar por Dios.

También sé que podrías decir: “es que me da mucha vergüenza” Claro, como decía un confesor: ¡la vergüenza que se te quitó al pecar, se te acumula cuando te quieres confesar!”. No te detengas, Dios quiere tu felicidad y otorgarte su perdón, ¡para que puedas perdonar!, ¡para que tengas paz en tu corazón!, ¡para que seas feliz!

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.



LA LECTIO DIVINA SOBRE Mt 18, 21-35.
11-08-11.
JUEVES XIX. Mt 18, 21-35.

Perdonando en el nombre de Jesús

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Mateo 18, 21-35. En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contestó: «No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete». Y les propuso esta parábola: «El Reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que le debía mucho dinero. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. El rey tuvo lástima de aquel empleado, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, al salir, aquel servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba mientras le decía: “Págame lo que me debes”. El compañero se le arrodilló y le rogaba: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el rey lo llamó y le dijo: “Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”. Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

LEER. Recordemos que el pueblo de Israel se regía por la Ley del Talión: “ojo por ojo y diente por diente”, que de alguna manera se asemeja “al que me la hace, la paga”. En el fragmento del Evangelio de hoy, San Pedro le hace una pregunta al Señor Jesús sobre cuántas veces debe perdonar a quien nos ofende. El mismo san Pedro se adelanta a la respuesta, quizá en espera de una felicitación y hace una segunda pregunta “¿hasta siete veces?”. Jesús se pone a la altura de su respuesta y le responderá también numéricamente y le dirá que “setenta veces siete”.

MEDITAR: Dado que el “siete” para los judíos significa plenitud, la respuesta de Pedro parece acertada: Para el cristiano, la respuesta del Señor Jesús, “numéricamente” pone más alto la “cuota” del perdón, sin embargo, el perdonar no se trata sólo de lógica, de conveniencia o de números. Para Jesús, el perdón es una acción que nos debe poner a la altura de Dios y para ello contamos con su Gracia. Jesús se hace hombre para elevarnos a Dios; por eso el perdón cristiano es un aporte a la humanidad, pues en primer lugar el perdón, a cada uno, nos llega de Dios y el perdón que recibimos, lo compartimos con los demás. El ejemplo más claro lo tenemos en el Sacramento de la Reconciliación. Confesamos nuestros pecados. Dios nos perdona y retomamos nuestras actividades y relaciones, renovados en el perdón y en el amor de Dios, dispuestos y capaces de perdonar a quien nos ofendió o hizo daño.

Esta forma de actuar de Dios, no la conoce ni acepta, quien no ha experimentado el amor y el perdón de Dios.

ORAR: Señor Jesús. Tú me conoces y sabes lo que llevo en mi corazón. Desde hace tiempo, me acompaña el recuerdo de las acciones equivocadas que he realizado o en las que he participado. Perdóname y enséñame a perdonar.

Señor Jesús, también algunos odios y resentimientos me acompañan, algunos desde los primeros años de mi vida. En tu nombre quiero perdonar a los que me han ofendido o me siguen agrediendo.

Sabiendo que la gracia plena de tu perdón me lo das en el Sacramento de la Reconciliación, a manera de preparación para ella, en este momento, habiendo hecho el repaso de tu vida, de tus pecados, odios y resentimientos: Sentado(a), pon la mano en tu corazón, cierra los ojos, ponte en la presencia de Dios y dile. Padre en el nombre de Jesús, dame tu perdón y la capacidad de perdonar. Quiero ser libre para amar y perdonar, por eso: En el nombre de Jesús perdono a _____ <(puedes pensar en esa(s) persona(s)>. Deja que tu corazón, se vacíe de odios y resentimientos. Experimenta la paz que hay en tu corazón cuando dejas que Jesús perdone en ti a quienes sientes que te han ofendido.

Habiendo concluido este momento de oración, dale gracias a Dios por la Gracia recibida. Haz conciencia de cómo te sientes y vuelve a tus actividades diarias, con el propósito de pronto confesarte y con el deseo de compartir la paz y el amor que Dios te da.

CONTEMPLAR: La psicología reconoce la importancia del perdón y para ello nos señala una serie de conveniencias, desde la propia salud física y psicológica hasta lo necesario para tener buenas relaciones humanas. La fe nos sitúa en un plano superior. Dios nos perdona de nuestros pecados y ofensas y nos ofrece Vida Nueva y Vida Eterna. Es decir: la felicidad en esta vida y su plenitud, la Vida Eterna. El perdón que podemos otorgar parte de haber experimentado personalmente el perdón liberador de Dios. Tenemos que ser testigos del perdón de Dios. Somos perdonados y debemos perdonar. Reconciliados con Dios y reconciliadores, al estilo de Jesús.

Ciertamente guardar odios o resentimientos me aísla de personas que son significativas para mí. Aunque yo no me dé cuenta o no lo quiera reconocer, el no perdonar me frustra y genera resentimientos e incluso pensamientos de muertos para mí o para la(s) persona(s) que siento me hicieron daño.

Señor quiero amar y perdonar como Tú, para ser feliz. Señor dame tu amor y perdona mis pecados. Jesús, dame tu perdón y enséñame a perdonar como Tú. Yo sin Ti, no puedo nada, yo Contigo lo puedo todo. Quiero vivir convertido a Ti. Dame tu perdón y amor, que eso me basta.

Nuestro perdón siempre será limitado, pero si lo recibimos o lo ofrecemos en el nombre de Jesús, notaremos la diferencia, porque abriremos nuestra vida a la Gracia de Dios. El amor de Jesús estará en nuestro corazón, perdonándonos y enseñándonos a perdonar.

Quién está enfermo de odios y resentimientos, está como Lázaro en el sepulcro, atado e imposibilitado para vivir, amar y caminar. La presencia de Jesús le devolvió la vida, el amor y el caminar. Así también el pecado, el odio y los resentimientos me tienen imposibilitado(a) para vivir, amar y caminar. Señor Jesús, manifiéstate en mi vida y sácame del sepulcro del pecado y del resentimiento para tener la vida nueva que con tu perdón, Tú me das.

Para vivir en plenitud no necesito de odios o resentimientos, de hechos, ellos me estorban para ser feliz, pues son una barrera que me impide experimentar el amor de Dios. Le pediré a Jesús que me perdone para que yo experimente, que para mi plena felicidad, sólo Dios basta.

ACTUAR: En oración entraré a mi corazón y revisaré las cosas que he hecho y han lastimado a otros y en oración le pediré perdón a Dios. Haré también una lista de los hechos y  personas que considero me han hecho daño y en oración, en el nombre de Jesús les otorgaré el perdón.

Lo anterior es bueno, pero lo mejor es que acudiré con un sacerdote, me confesaré y arrepentido(a), expresaré mi deseo de recibir el perdón de mis faltas, errores y pecados y de perdonar a los que, me han ofendido.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Meditación del 9 de septiembre del 2011

11-09-09. VIERNES.
Lc 6, 39-42.

PARA QUITAR LA VIGA DE NUESTROS OJOS

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Lucas 6, 39-42. En aquel tiempo propuso Jesús a sus discípulos esta parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es superior a su maestro, pero, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la paja que llevas en el ojo”, cuando no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano».

LEER. Recordamos que Jesús en sus enseñanzas utiliza “parábolas” (ejemplos, comparaciones) para hacer más accesible su mensaje e “hipérboles” (expresiones exageradas) para que lo que dice quede grabado por mayor tiempo en la mente de quien le escucha y le quiere seguir. Las parábolas del texto que meditamos, son “el ciego que guía a otro ciego” y el “proceso de aprendizaje”. Las hipérboles son “la viga en el ojo” y la expresión “hipócrita”. Esta palabra que resulta bastante dura, se puede entender como una hipérbole porque invita a revisar y a cambiar lo que impide que el mensaje del Señor Jesús, transforme nuestro corazón. La “Buena Nueva” de Jesús, al impactar en la mente y el corazón del que le escucha, ha de suscitar un proceso de cambio, para aprender a ser libre, no sólo para juzgar su entorno, sino para entrar en contacto con Dios, consigo mismo y para ser feliz.

MEDITAR: La palabra “hipocresía” que era utilizada en el teatro griego como sinónimo de actuación, por su etimología se puede definir como “criticar por abajo”. Se aplica a la persona que intencionalmente finge sentimientos que no tiene o expresa ideales que no sigue, con la intención de hacer un mal y mañosamente presentarse para alcanzar sus intereses personales o grupales, contrarios al bien común, a la verdad y a la justicia.

Desde la visión anterior, el término “hipócrita”, no necesariamente se ha de aplicar a todas las personas, pues muchas veces, nosotros mismos, no expresamos todo lo que somos por inconsistencias en nuestra personalidad, debilidad de carácter, por miedo a que se nos haga daño, por prudencia para no ocasionar un mal a otros o incluso por el derecho que todos tenemos de guardar nuestra interioridad y expresarla sólo a quien consideramos adecuado hacerlo.

Dicen que “Todo es del color del vidrio con el que se mira” y si yo no me miro a mí mismo a través del vidrio de amor de Dios y a través de Él no veo a las personas y a los acontecimientos, puedo tener una mirada muy gris y distorsionada de mí, de los demás y de lo que sucede a mi alrededor. Jesús, Sanador y Salvador de mi persona, es el “colirio” que puede quitarme la viga de malas experiencias, traumas, complejos, miedos, celos, egoísmos, con los que juzgo todo, incluso a Dios y que me impiden ser feliz.

Los psicólogos y los expertos del desarrollo humano, de muchas maneras nos hablan de la importancia de revisar las “ideas”, “paradigmas”, “parámetros” y “programaciones mentales” que tenemos, para desechar los que son negativos, acrecentar los positivos y caminar sin el lastre de visiones negativas sobre nuestra persona y nuestro pasado. Los esfuerzos que realicemos, desde el campo humano para cambiar nuestras formas de pensar, sentir, juzgar y actuar de manera positiva, serán buenos, pero serán más eficaces si los hacemos bajo la mirada amorosa de Dios.

ORAR: Señor, Tú sabes que muchas de mis reacciones proceden, “no de mi hipocresía” sino de mi incapacidad de amar a causa de infinidad de experiencias y recuerdos negativos que llevo en mi corazón, por eso hoy, Jesús, te nombro Señor de mis sentimientos y recuerdos, deposita en mi tu mirada amorosa y permíteme amarme en Ti, para en Ti amar y juzgar mi vida, a los demás y los acontecimientos que suceden a mi alrededor.

CONTEMPLAR: Ciertamente un ciego no puede guiar a otro ciego, ni yo podré ayudar a otro a ser mejor, si no vivo yo mismo un proceso de cambio desde lo más profundo de mi ser. Esto es posible si dejo que el Señor Jesús sane mi mente de recuerdos negativos y mi corazón de experiencias amargas.

La intención de Jesús, al llamar “hipócritas” a su auditorio, más que acusarnos o hacernos sentir mal, es invitarnos a que entremos en nuestro interior y revisemos nuestros criterios y valores, pues a la luz de ellos es que juzgamos a las personas y a los acontecimientos. Si yo no tengo una buena imagen de mí, difícilmente veré la bondad en los demás.

La viga que llevo en mi interior y que muchas veces me impide ver con claridad, se empezó a construir desde la infancia y fue creciendo a base de inseguridades, críticas, rechazos y experiencias amargas que fui acumulando en mi corazón y nublan mi vista sobre las personas, y lo que acontece a mi alrededor.
Necesito de un colirio que limpie mis ojos y un bálsamo que sane mi corazón y ese no es otro más que el AMOR DE DIOS.

ACTUAR: Hoy ante Jesús Eucaristía, haré una revisión de mi vida y pondré ante el Señor Jesús, mi vida para que sane mis heridas y carencias de amor, para poder amar y guiar a mis hermanos hacia Él.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Meditación del 8 de septiembre del 2011

11-09-08. JUEVES.
NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA.
Mt 1, 18-23.

DIOS CONTIGO Y TU FAMILIA

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Mateo 1, 18-23. Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de vivir juntos, sucedió que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió dejarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el ángel del Señor le dijo en sueños: «José, hijo de David, no dudes en recibir a María como tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por el profeta Isaías: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir «Dios-con-nosotros».

LEER. Después de la Anunciación a la Virgen María, donde Ella queda embarazada de Jesús, José con quien estaba desposada, sabe que no es su Hijo y decide abandonarla. Un ángel en sueños le pide que acepte a María y a su Hijo, pues Él es el Emmanuel: “Dios está con nosotros”.

MEDITAR: El texto evangélico nos sitúa en el momento en que José acepta ser el Padre Adoptivo de nuestro Señor Jesucristo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, “Dios con nosotros”.

Destaco cómo Dios no nos impone nada, “nos pide” que aceptemos su voluntad y por otro lado como al hacer su voluntad, Dios mismo se hace presente en nosotros.

En el caso de José le pedirá que acepte una paternidad, que humanamente no le corresponde. Él la acepta y su misión será fundamental para manifestar con claridad el designio de Dios sobre la paternidad y la familia.


La familia, sustentada en el matrimonio, unión de un hombre y una mujer, es la cuna de la vida y del amor, donde la propia sexualidad adquiere su plenitud complementaria en la entrega mutua abierta a la fecundidad y no sólo al placer. Es el espacio donde la vida de un nuevo ser es deseada y una vez concebida, en el seno materno, es vista como una bendición y es esperada y recibida como una expresión del Dios con nosotros. Ciertamente cada ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios, por eso, en la medida que amamos a nuestro hermano amamos a Dios. Cuando una mujer ama a su esposo y él a ella, ambos están amando a Dios en la persona más cercana, aquella con la que se han comprometido a estar unidos por toda la vida en fidelidad.

Cuando Dios bendice a los esposos con el don de los hijos, en cada uno de ellos, se percibe la manifestación del Emmanuel y en cada uno de ellos pueden amar a Dios.

Fiel a su Palabra: “donde hay dos o más reunidos en mi nombre, ahí estoy Yo”, Jesús es el Emmanuel que fortalece la unión de quienes se casaron en su Nombre. Cuando el matrimonio, engendra uno o más hijo(a)s, la presencia del Emmanuel se acrecienta y adquiere nuevos matices en cada mirada, en cada sonrisa, en cada paso del niño que confiado en sus padres les dice: papá, mamá. Sino pregúntenle a cada padre o madre de familia.

ORAR: Señor Jesús, Tú quisiste nacer en una familia y para ello quisiste contar con la presencia libre y amorosa de tu padre adoptivo: san José y de la aceptación libre de la maternidad divina de la Virgen María: concede a cada joven varón valorar su capacidad generativa, de tal manera que libremente reservándose para la mujer con la que ha de formar un matrimonio, pueda descubrir, junto a su esposa el hermoso don de la paternidad. Señor Jesús, engendrado en el seno purísimo de la Virgen María, concede a cada una de nuestras jóvenes, la valoración de su intimidad de tal manera que abiertas al don del amor, libremente sepan conservarse puras y engendrar a sus hijos en medio de la sacralidad del matrimonio cristiano.

CONTEMPLAR: No deja de llamar la atención que ante el aumento de madres solteras, en lugar de invitar a la responsable paternidad del hombre; o a la mujer, para que ella misma se valore y respete; las soluciones que se propongan sean: el uso de preservativos, de anticonceptivos o en última instancia del aborto. Estas “soluciones” lo único que hacen es incrementar la visión cosificante hacia la mujer, la cual, así, es vista como un objeto de placer para el hombre. Parecería que entonces a la mujer “se le quiere” pero “estéril”; se le “aprecia” como fuente de placer pero no como persona.

Por lo que se refiere al hombre, con esas “soluciones” se promueve un tipo de machismo donde, se queda en una eterna inmadurez, al buscar sólo el placer y nunca la responsabilidad, pues no ve, ni verá, a la mujer como compañera para toda la vida o madre de sus hijos.

La propuesta de Dios sobre la familia, la mujer y el hombre y el matrimonio, son un patrimonio para la humanidad, que la Iglesia Católica ofrece al mundo y que cada bautizado, hombre y mujer ha de testimoniar como ejemplo de la presencia del Emmanuel en su vida.

ACTUAR: En este día, para redimensionar mi papel cristiano como hombre o mujer y hacer presente en mi entorno, el plan amoroso de Dios, procuraré revisar mis ideas sobre la sexualidad humana, el matrimonio, los hijos, la familia y el uso de los preservativos, de los anticonceptivos y del aborto, para dejar que sean iluminadas con las enseñanzas del Evangelio. Y si en algo he fallado, le pediré perdón a Dios y redireccionaré mi vida hacia el auténtico amor que brota de Dios que está en medio de nosotros, el Emmanuel. Si es posible comentaré mis conclusiones con la gente joven de mi alrededor.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

martes, 6 de septiembre de 2011

Meditación del 7 de septiembre del 2011

11-09-07. MIÉRCOLES XXIII.
Lc 6, 20-26.

LA AUTÉNTICA FELICIDAD ESTÁ EN CONFIAR EN DIOS

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Lucas 6, 20-26: En aquel tiempo, mirando Jesús a sus discípulos, les dijo: «Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes lo que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán. Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el Cielo; pues así trataron sus padres a los profetas. Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena! ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!».

MEDITAR: El Señor Jesús dirige esta enseñanza a sus discípulos, la cual podemos dividir en dos partes; las Bienaventuranzas y los “hayes” de Jesús. En relación de san Mateo (Mt 5, 1-12) que pone ocho bienaventuranzas, san Lucas, sólo mencionará 4, dirigidas a los: “pobres”, a lo que tienen “hambre”, a los que “lloran” y a los “perseguidos”. A estas cuatro bienaventuranzas, se contraponen cuatro “hayes” de Jesús, denominados así porque cada idea inicia con un “hay” y se dirige a los “ricos”, a los que se “hartan”, a los que se “ríen” y a los que son “alabados”.

Claramente se entiende que Jesús no está haciendo una distinción sociológica, sino una contraposición entre los “anawin” en búsqueda de Dios y los “llenos de todo” alejados de Dios. Cuatro bienaventuranzas, cuatro “hayes”.

Para los “anawin” o “pobres de Yahvéh” su única riqueza es tener a Dios, por lo que creen en Él, le creen a Él, confían en Él y para ellos, tenerlo a Él es lo esencial. El “anawin” por excelencia es Jesús, Quien junto con la Virgen María, se distingue entre los “anawin”, del Antiguo y el Nuevo Testamento, así como de entre los modernos “anawin” que son los santos.

Ser “anawin” es tener un corazón lleno del amor de Dios y por mismo vacío de odios, rencores, avaricia, egoísmo y todo tipo de excesos. Ser “anawin” es confiar en Dios y que Él sea la única riqueza.
El término “anawin” de origen hebreo, actualmente,  bien puede ser traducido por “bienaventurado(a)” que significa la persona plenamente feliz porque tiene a Dios y sólo Él le basta. También se puede entender como “santo” = consagrado a Dios. Es interesante que la Iglesia en los procesos de canonización, distinga entre “beatos” y “santos”. A los primeros les concede un culto local y a los santos, universal.

Visto de esta manera, el “anawin” es el santo, es la persona que independientemente de que tenga cosas materiales o no, su único interés en todo “amar y servir a Dios” (san Ignacio de Loyola). Alguien que no tiene bienes materiales, pero codicia tenerlos y vive enojado y contrariado con todos y con todo, no es un “anawin”. Alguien que teniendo bienes materiales, los administra, los acrecienta y los pone al servicio de los demás, sin apegarse a ellos, buscando la voluntad de Dios, puede ser un “anawin”. La diferencia no está en el tener cosas o no, sino en el tener el corazón lleno de Dios.

Quien así vive, tenga cosas o no, es un “anawin”. En la Iglesia hay infinidad de santos pobres materialmente: san Isidro Labrador, San Pascual Bailón y su esposa, ambos campesinos, santa Rita, sirvienta. Hombres y mujeres ricos que abandonaron todo: san Francisco, santa Teresa, san Antonio: Reyes y reinas que gobernaron sabiamente: santa Margarita de Escocia, san Luis, Rey de Francia. Contemporáneos que pese a las adversidades en sus países, tanto por guerras como por persecuciones religiosas dieron testimonio de su fe, los beatos Teresa de Calcuta y Juan Pablo II, lo mismo que nuestra misionera mexicana sin fronteras que pronto será beatificada: Madre María Inés Teresa Arias.

Todos ellos y muchos más independiente, de las realidades que vivieron, lo mismo que sus diversas condiciones económicas, fueron “anawin” y por eso la Iglesia los reconoce como santos y beatos. Su ejemplo nos anima, porque significa que tú y yo, en el seguimiento de Jesús, podemos ser plenamente felices, si auténticamente procuramos ser “anawin”.

ORAR: Hoy, en lugar de poner una oración propia, hagamos nuestra una de las oraciones de una “anawin”, del siglo XVI. Teresa de Ávila. Ojalá te des un espacio para hacer tu propia oración “anawin”.

Tuyo(a) soy, para Ti nací, ¿Qué mandas hacer de mí? Dame muerte, dame vida: Dame salud o enfermedad; dame honra o deshonra; dame guerra o paz crecida; flaqueza o fuerza cumplida, Que a todo digo que sí. ¿Qué quieres hacer de mí?

Dame riqueza o pobreza, dame consuelo o desconsuelo; dame alegría o tristeza; dame infierno o dame Cielo; vida dulce o sol sin velo; pues del todo me rendí. ¿Qué mandas hacer de mí?
Si quieres, dame oración, sino, dame sequedad; si abundancia y devoción, y si no esterilidad. Soberana Majestad, sólo hallo paz aquí, ¿Qué mandas hacer de mí?

Dame, pues, sabiduría, o por amor, ignorancia; dame años de abundancia o de hambre y carestía; dame tiniebla o claro día; ponme aquí o allí ¿Qué mandas hacer de mí?
Si quieres que esté descansado(a), quiero por amor descansar. Si me mandas trabajar, morir quiero trabajando. Dime, ¿dónde, cómo y cuándo? Di, dulce Amor, di. ¿Qué mandas hacer de mí?
Tuyo(a) soy, para Ti nací, “¿Qué mandas hacer de mí?” Santa Teresa de Ávila.

”Sólo Dios basta”. Santa Teresa de Ávila.

Recuerda. Escribe o piensa tu propia oración “anawin”.

CONTEMPLAR: Los santos son testigos del amor de Dios en sus vidas. Al ser personas plenamente realizadas, por lo mismo son felices. La clave para que también tú, yo y todos seamos felices está en buscar y encontrar la auténtica felicidad en Dios.

Identifiquemos nuestras “riquezas” que nos impiden abandonarnos en Dios, reconozcamos que más bien son “miserias” a las estamos apegados y hoy pidámosle la gracia a Dios de ser los nuevos “anawin”, pues queremos ser felices, queremos ser santos.

ACTUAR: Me daré un tiempo para reflexionar sobre el cambio de vida si pongo mi corazón en el Corazón de Jesús, el “ANAWIN” por excelencia y si al igual que la Virgen María y los santos, confío en Dios, administro los dones y bienes que me ha dado y en todo procuro su Gloria.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Meditación del Evangelio del 6 de septiembre del 2011

11-09-06. MARTES XXIII.
Lc 6, 12-19.

JESÚS, TE INVITA A SER SU APÓSTOL

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Lucas 6, 12-19: Por aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa, de Tiro y de Sidón. Habían venido a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarlo, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.

LEER. Jesús ora y de entre sus discípulos llama a Doce para hacerlos sus Apóstoles. El grupo crece, ya no solo hay discípulos, hay también Apóstoles. También ha crecido el número de seguidores de Jesús, pues vienen incluso de regiones lejanas. La predicación continúa, el servicio también.

MEDITAR: Jesús predica en Galilea. El texto que meditamos señala que para escuchar a Jesús, habían ido personas del sur (Judea, Jerusalén) y del norte Tiro y Sidón, que eran ciudades extranjeras, situadas en Fenicia (hoy Líbano).


El texto lucano, señala tres grupos de personas, “los escuchas” de Jesús, multitudes que venían de diversos lados, “los discípulos” cerca de cien personas y ahora: “los apóstoles”. Jesús a todos ama y más allá de los que están cerca de Él, ama a la humanidad entera, pues dará la vida por todos. Es por eso que aunque no se mencionen, el mismo texto nos lleva a reflexionar en el número mayor de contemporáneos de Jesús, que lo oyeron y siguieron su rumbo, en los que rechazaron su doctrina y su persona, en los que ni siquiera se enteraron de su presencia en el mundo.

Dentro de los interesados en las enseñanzas de Jesucristo, de manera natural se observa una distinción debido a la cercanía y compromiso con Él. Hay quienes lo escucharán y luego se irán (multitudes), hay algunos que lo siguen (discípulos). De entre este grupo, llamará a algunos y los denominará Apóstoles, palabra que significa “enviados”.

El pueblo de Israel se funda en los 12 hijos de Jacob (patriarcas), hijo de Isaac, hijo de Abraham., por lo mismo hay quienes ven en la elección de los 12, la expresión de la fundación de un nuevo pueblo: “la iglesia”.

Ciertamente y en sentido estricto la llamada a ser “Apóstol”  se aplica a la vocación sacerdotal y se utiliza en particular a los obispos a quienes se les llama “sucesores de los apóstoles”. En sentido amplio se puede aplicar a toda persona que atendiendo el llamado de Jesús, se pone a servir a sus hermanos. De esta manera hay quien es un apóstol en su familia, en la atención de los enfermos, en el mundo de los empresarios o de los medios de comunicación, etc. ¿Dónde y cómo, tú eres apóstol? ¿Dónde lo vas a comenzar a ser?

ORAR: Señor, gracias porque soy parte de tu Iglesia católica. Gracias, porque me llamas a ser parte de la comunidad creyente enviada para anunciar tu Palabra e instaurar tu Reino de Amor. Gracias porque esta elección no surge de la casualidad sino que es fruto de tu amor y de tu oración. Haz que sea consciente de este llamado y que sea un auténtico apóstol tuyo.

CONTEMPLAR: Como miembro de la Iglesia Católica, si me preguntaran cuán cerca es mi relación con Jesús, en qué nivel me colocaría: ¿En las multitudes que lo escuchan y se van? ¿En aquellos que lo siguen? o ¿En aquellos que reconociéndose apóstoles, trabajan en la difusión del Evangelio y la construcción del Reino de Dios?

¿Te gustaría ser su apóstol? Ser apóstol de Jesús es responder al llamado que Él te hace. Él te llama, la respuesta es tuya. Él espera que tú respondas. Él ora para que así sea, pero respeta tu libertad.

Qué significa ser apóstol de Jesús, es tener sus mismos intereses. ¿Cuáles son los intereses de Jesús?: (1) amar a su Padre Dios, (2) darlo a conocer, (3) que todos nos sepamos amados por Él y, (4) que nos reconozcamos como hijos suyos, (5) que vivamos como hermanos, (6) que hagamos este mundo mejor, (7) que seamos felices en esta vida, (8) que alcancemos la Vida Eterna. Esto Jesús lo resume en “amar a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como uno mismo”.

Ser apóstol de Jesús es tomar conciencia que Dios me ama, es dejarme amar por Él, para compartir su amor con el prójimo e invitar a que muchos dejándose amar por Él, sean sus apóstoles.

ACTUAR: Procuraré hacer conciencia de cuántas maneras, hoy, Dios me manifiesta que me ama. Me esforzaré en que esto se note en mis gestos, palabras y acciones. Compartiré el motivo de mi alegría e invitaré a los más que pueda para que se dejen amar por Dios y acepten ser los apóstoles de su amor, de su paz, de su alegría.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Meditación del Evangelio del 5 de septiembre del 2011

Evangelio: Lucas 6, 6-11. Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y fariseos estaban acechando a Jesús para ver si curaba en sábado y tener así de qué acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones, le dijo al hombre de la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio». Él se levantó y quedó en pie. Entonces Jesús les dijo: «Les voy a hacer una pregunta: ¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella?». Y, después de recorrer con la vista a todos los presentes, le dijo al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó curado. Los escribas y fariseos se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús.

11-09-05. LUNES XXIII.
Lc 6, 6-11.

AYUDAR TE FORTALECE

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. El Señor Jesús manifiesta su libertad interior haciendo el bien, a pesar de las críticas que ello conlleva. El texto lucano nos muestras a Jesús curando a un tullido de la mano derecha, a pesar que por su actuar, enojaría a algunas personas que estaban en la sinagoga y generaría, en contra de Él, sentimientos de furia que los llevaría a pensar en cómo matarlo.

MEDITAR: Destacamos la presencia de cinco personajes: Los discípulos, los que estaban en la sinagoga, el tullido, el grupo de escribas y fariseos y el Señor Jesús.

Los discípulos y quienes estaban en la sinagoga, se cuestionan sobre su forma de pensar y de actuar ante lo que ven: un hombre sanado, un grupo que odia y a Jesús que es libre en su actuar y en su amar. Ellos desearán ser sanados, ser libres en su actuar.

El tullido es el principal beneficiado. Qué bueno que Jesús no dejó de ayudarlo por el qué dirán, aún poniendo en riesgo su vida. Esta actitud, llena de amor, lo llevará a la Cruz. Su sacrificio es algo asumido libremente por Jesús, Él no sólo muere por dar vida nueva al tullido, muere por ti, por mí y por todos. Seguramente que la actitud de tullido fue de agradecimiento. ¿Tú y yo, estamos agradecidos por lo que Jesús ha hecho por nosotros?

Los escribas y fariseos, son el grupo de los que son incapaces de hacer algo por los demás y se quejan de todo. Piensan que el sentido de su vida es criticar, sin darse cuenta que esa actitud se convierte en envidia y odio. Nadie puede ser como ellos, nadie puede ser más que ellos. Ellos son los que deciden quién entra o sale de su grupo, quién vive o muere.

Jesús conoce lo que hay en ellos, porque además se les nota en su rostro, en su cara, en sus palabras, en sus acciones. No son felices, no quieren que nadie sea feliz. Jesús actúa no sólo a favor del tullido, lo hace a favor también de los que están presentes y que tenían miedo “al qué dirán”, de aquellos que también estaban tullidos de la mente, del corazón y del cuerpo, por miedo a ser criticados. Jesús actúa también por los escribas y fariseos, no para “torearlos” o hacerlos “enojar”, sino para que viendo el bien, tengan la posibilidad de romper con la atadura de la crítica y aprendan a ser libres.

Jesús es libre en su actuar. ¿Su secreto?: Saberse amado por Dios, amar a su Padre, amarse a sí Mismo, amar al Prójimo. Él ama en Dios y sabe que su misión es anunciar el Evangelio con palabras y obras. Él sabe que incluso algunos de los que lo condenan, reconocerán su error, se arrepentirán se convertirán y se salvarán.

Hacer el bien, a pesar de las críticas y enemistades que esto le ocasionará, no lo detiene. Él actúa libremente y esto lo fortalece internamente en su decisión de hacer siempre la Voluntad de su Padre Dios.

ORAR: Señor, tu sabes con qué facilidad critico lo que hacen los demás, perdóname. Señor Tú conoces cuántas veces he dejado de hacer el bien por “el qué dirán”; sabes lo débil que soy y cómo me derrumbo ante cualquier crítica. Sáname Señor, pues yo también “estoy tullido”, fortaléceme para siempre hacer el bien. Quiero ser libre como Tú, quiero experimentar el amor del Padre en mi vida, quiero comportarme como hijo(a) suyo(a), quiero ser libre como Tú, quiero amarme a mí mismo(a), quiero amar y servir a los demás. Quiero tener libertad interior para amar.

CONTEMPLAR: Dejar de hacer el bien, independientemente del motivo, y en particular por miedo a la crítica, no sólo es una limitación, sino que me debilita, porque me impide desarrollar y manifestar las cualidades con las que Dios me ha dotado. Ciertamente no se trata de hacer todo, y siempre querer destacar, pero sí acrecentar mi disponibilidad y generosidad en el servicio, como expresión de libertar interior, procurando en todo la Gloria de Dios y el bien de los demás.

ACTUAR: Sabiendo que Dios me ama y yo amándolo a Él, procuraré manifestar que Dios me ha fortalecido interiormente, quitando lo tullido de mi cara, para sonreír un poco más; lo tullido de mi lengua, para manifestarles a todos mi cariño; lo tullido de mi mano para saludarles o ayudarles en lo que pueda. Seguramente que si ellos ven un cambio en mí, querrán acercarse a Aquél que me quitó “lo tullido” y quizá, por mis palabras y gestos de aliento, a ellos también se les quite “lo tullido” que les impide ser felices, al conocer mejor a Jesucristo nuestro Señor.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

UN COMENTARIO EXTRA: La @ (arroba) es un signo de una medida de peso y no una letra, hay quienes la utilizan como si fuera una letra, para expresar masculino y femenino: perr@, niñ@.
Cuando se quiere destacar o mencionar a ambos sexos, lo más adecuado es utilizar el paréntesis y poner la letra que corresponda:   niño(a), enferma(o), etc.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.