miércoles, 21 de septiembre de 2011

Meditación del 22 de septiembre del 2011


11-09-22. Jueves XXV
Lc 9, 7-9.

No reyes, sino hermanos

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

VER
Hay quienes han oído hablar de Jesús pero no lo conocen ni creen en Él. Son “reyes”, algunos tienen curiosidad por conocerlo, otros se burlan de Él e incluso persiguen a los creyentes. No son felices y realizan actos que dañan a otros y ponen en riesgo su felicidad terrena y su Vida Eterna.
JUZGAR
Herodes se queda en el mundo de sus miedos, temores, fantasías y supersticiones, siente curiosidad por conocer a Jesús, pero no da “el brinco en la fe” para creer en Él.
ACTUAR
Creer en Jesús es dejarse guiar por la verdad, la justicia y el amor. Hoy me esforzaré por seguirlo, imitarlo y testificarlo, haciéndolo presente en mi trato con los demás.

Evangelio: Lucas 9, 7-9: En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Pero Herodes decía: «A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues, éste, de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía curiosidad de ver a Jesús.

LEER. Herodes es contemporáneo de Jesús, es un hombre ambicioso, supersticioso y lleno de vicios y de temores. Su personalidad insana y debilidad de carácter lo ha llevado a matar a Juan Bautista. Él es “rey”, no le interesa que Jesús reine en su vida, sólo “tiene curiosidad por verlo”.

MEDITAR: Herodes procede de una familia disfuncional y él mismo tiene una familia desintegrada, pues está casado con la esposa de su hermano, y su hijastra, quien con sus bailes seducirá a la corte para pedir la cabeza de Juan Bautista. Herodes, débil de carácter, es manipulado por su amante y por el qué dirán. Es miedoso y supersticioso. Sin embargo él es el “rey”, por lo que se impone a sus súbditos autoritariamente, como su padre lo hizo. Herodes el Grande, su padre es el causante de la muerte de los “santos inocentes” en Belén.

La dinastía de Herodes continúa hasta nuestros días y se personifica en aquellos que promueven la cultura de la muerte, quienes alejados de Dios, pretenden imponer nuevas creencias o pseudo religiones bajo el disfraz de la New Age, el llamado “despertar de la conciencia”, la cienciología, la ideología y carta de “la madre tierra”, la pachabamba, esoterismos, ecologismos panteístas, ideologías de género, etc.

El rechazo a Jesús y a sus enseñanzas, que develan el misterio de Dios y el misterio de la dignidad de todo ser humano, desde el momento de su concepción hasta su muerte natural, son el sustrato de la violencia que generan las guerras, el narcotráfico, la trata de blancas, la desintegración familiar y la visión de justicia y de amor que se debe dar a cada persona.

Herodes se ve personificado actualmente en las personas e instituciones que ávidas de dinero desconfiguran el sentido de la sexualidad humana, separando la dimensión placentera, unitiva y generacional, para quedarse sólo en el hedonismo y hacer del sexo una fuente de enriquecimiento, a partir de la “animalización” del hombre y de la mujer, y de la cosificación de ambos.

Herodes también se hace presente hoy, a través de quienes teniendo el poder político, legislativo o económico, “se sienten los reyes de hoy” y niegan la verdad del inicio de la vida desde el momento de la concepción, estableciendo e imponiendo leyes que promueven y legalizan el aborto, dejando en indefensión al ser humano más débil de entre todos, pues es asesinado, siendo inocente, con premeditación, alevosía y ventaja, sin tener un lugar donde refugiarse y sin la capacidad de poder emitir un gemido o grito para pedir clemencia o socorro.

Sin embargo, en medio de tantos errores, horrores y pecados, está Jesús, está la Iglesia, están los cristianos que como Juan Bautista, son la voz que clama en el desierto y quienes mantienen viva la llama de la fe, de la esperanza y del amor, porque no están solos, porque en medio de ellos y de su corazón, está el Cordero de Dios que da su vida, para que el ser humano viva. En Jesús, quienes creemos en Él y le seguimos, entre ellos tú, no sólo tenemos un modelo a seguir, sino su propia persona, su amor entero, pues Jesús es la expresión viva de la Misericordia Divina.

Efectivamente y más que en contraposición, con toda su forma de ser, que es expresión de la cultura de la vida, están los cristianos, los que no se sienten “reyes” sino hermanos, los que buscan la verdad y procuran vivir en la justicia para con Dios, consigo mismos y para los demás. Están los que construyen la paz y viven en el amor, por lo que se esfuerzan para que haya una vida digna para todos y nadie quede excluido del banquete de la vida, para aquellos que no sólo hablan de Dios, sino que llevándolo en su corazón lo comparten, para aquellos que reconocen la dignidad del ser humano, no sólo desde los aportes de la ciencia, que reconoce el inicio de la vida humana desde el momento mismo de la concepción, sino que contemplan a cada persona elevada a lo divino por la encarnación de Jesús y rescatada por Él del castigo eterno, para que toda persona pueda alcanzar la Gloria del Cielo.

ORAR: Al contemplar al Herodes de hace 2000 años, a los Herodes de hoy y lo que el ser humano es capaz de hacer para destruir al prójimo, no puedo dejar de asombrarme de tu amor, de agradecer tu Misericordia y pedirte perdón por mis pecados y los del mundo entero. Señor, “¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte dejar tanta hermosura en tanta guerra! Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte de haberle dado un día las llaves de la tierra” (Himno de Laudes del Lunes de la 2ª Semana).

CONTEMPLAR: La historia de la humanidad está entreverada del “misterio de iniquidad” que hace convivir expresiones de amor y de justicia con realidades de odio y de maldad. Hay momentos en que parece que el mal vence o es mayor, pero no es así. Juan Pablo II, lo señala al haber vivido bajo las “ideologías del mal” los efectos de la I y la II Guerras Mundiales, de la invasión de su país por los nazis y los rusos y de haber vivido bajo el dominio comunista y la represión por el hecho de ser católico.

Expresiones de esta iniquidad son “el enorme mal social y político que estremece el mundo y lo divide: el mal de las guerras, de la opresión de las personas y los pueblos; el mal de la injusticia social, del desprecio de la dignidad humana, de la discriminación racial y religiosa; el mal de la violencia, del terrorismo y de la carrera de armamentos” (cf. JUAN PABLO II. Memoria e identidad. Febrero del 2005).

A la raíz de estos males está el hombre, que sujeto al padre de la mentira, se engaña a sí mismo y pretende ser “rey” de la creación y tener dominio de los demás, por lo que rechaza a Dios como Creador, fundamento para determinar lo que es bueno y lo que es malo. Quien se rige por la mentira, rechaza a Dios y la dignidad del ser humano e impone la ley del más fuerte. Sin embargo, a pesar de ese aparente dominio del mal es mayor el bien que existe, y ese mal y quienes le provocan, no duran más de unos años. Por encima del mal existe el bien. El mal tiene límites, el bien llega a la eternidad. “El límite impuesto al mal, cuyo causante y víctima resulta ser el hombre, es en definitiva la Divina Misericordia” (ibid).

Quienes seguimos a Jesús, tenemos que ser conscientes de que nos encontraremos con quienes no piensan como nosotros, que seremos criticados y rechazados, sin embargo no podemos dejar nuestra misión. No son los vaivenes de la historia los que rigen nuestra vida, es Jesús a Quien hemos decidido seguir. Ciertamente incluso nosotros hemos fallado, y nos hemos levantado porque nos hemos acogido al perdón y al amor de Jesús Divina Misericordia. “En Jesucristo, Dios se inclina sobre el hombre para tenderle la mano, para volver a levantarlo y ayudarle a reemprender el camino con renovado vigor” (ibid)… “En el amor, que tiene su fuente en el Corazón de Jesús, está la esperanza del futuro del mundo. Cristo es el Redentor del mundo” (ibid).

ACTUAR: En oración ante Jesús Eucaristía, dejaré que mi corazón se llene de asombro hacia Dios, por los dones de la vida y de la fe que me ha dado. Le agradeceré su Divina Misericordia para conmigo, con mi familia y la humanidad. Le pediré perdón por mis pecados y los del mundo entero. Pediré la Gracia de trabajar por el amor, la verdad y la justicia, sin que me paralice, me angustie o genere miedo el mal que en el mundo hay. Incansable y valientemente testificaré que el amor es el arma más poderosa para vencer el mal y que el amor divino encarnado está en medio de nosotros, pues es Jesús, Divina Misericordia.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. Madre María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

martes, 20 de septiembre de 2011

Te esperamos el domingo 25 a las 9:30am

Si quieres la paz, defiende la vida

Pidamos a los Ministros de la SCJN que más allá de oportunismos políticos disfrazados de defensa de “derechos humanos” respeten el Derecho Fundamental y Universal de la Vida que da sustento a la paz de toda Nación.

Manifestémonos como defensores de la Vida, de la Dignidad Integral,  de la Mujer y de la Familia.

    Te esperamos el  DOMINGO 25 DE SEPTIEMBRE  DE 2011.
                                   MONUMENTO A LA MADRE 9:30 AM
                       Lleva ropa blanca y pancartas en defensa de la Vida

Coalición Vida.
Mayores informes en los teléfonos:
5271 0043
5207 3578

                                                       "SOY VOZ DE LOS QUE NO TIENEN VOZ"
                                                 ASOCIACION DERECHOS DEL CONCEBIDO
                                                          www.derechosdelconcebido.org.mx



Meditación del 21 de septiembre del 2011

11-09-21. SAN MATEO
Mt 9, 9-13.

Mi conversión radical hacia Jesús.

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

VER
Cada día estoy lleno de ocupaciones. Atiendo lo urgente y lo emergente, no lo esencial. Me alarman los desastres de cada día, me distraigo en lo meramente placentero y me preocupa la escases del dinero y el acumulamiento de deudas. NO SOY FELIZ. No atiendo lo esencial de mi vida, no tengo tiempo para mis seres queridos, ni para mí, ni para Dios.
JUZGAR
Mateo está ocupado en sus cosas, está sentado en el banquillo del dinero. Jesús le llama. Él le escucha y encontrando en Jesús la AUTÉNTICA FELICIDAD, dejándolo todo, le sigue.
ACTUAR
La clave de la felicidad no está en lo que hago o en lo que tengo, sino en lo soy. Jesús mira en lo profundo de mi corazón y me ama y me llama. Hoy haré un alto en vida y pondré atención a sus palabras y las haré vida, pues en ellas, está mi felicidad.

Evangelio: Mateo 9, 9-13. En aquel tiempo vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que su maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

LEER. Los personajes son Jesús, Mateo, los “publicanos y pecadores”, así como los fariseos.

MEDITAR: Hoy celebramos a san Mateo y la liturgia de la Palabra nos invita a meditar el texto de su conversión.

Mateo es un joven rico, pertenece a una familia que se ha enriquecido por el cobro de impuestos a los hebreos, a nombre del Imperio Romano, por lo mismo se le considera “publicano y pecador”, es decir excluido. Mateo está en lo que sabe hacer y lo disfruta, es el negocio familiar, desde pequeño vivió de él. Ahora es un joven, es diestro y sabe como cobrar y manejar situaciones, quizá incluso de extorción. Piensa que es feliz, pero no lo será de verdad hasta que se encuentre con Jesús. En Él y por Él, conocerá la AUTÉNTICA FELICIDAD y dejando todo su pasado, le seguirá.

El cambio radical de Mateo está en que no sólo deja las cosas materiales, eso incluso podría ser fácil. Para Mateo lo radical estará en dejar todos los esquemas mentales que tenía y que marcaban su vida. Dejar lo material puede ser sólo una conversión circunstancial, cambiar su modo de pensar y actuar, es la auténtica conversión radical que nos pide y ofrece Dios, para que seamos felices. Algo similar le ocurrió a san Pablo, a san Francisco y a muchos más, hombres y mujeres. Luego entonces también puede ocurrir en ti y en mí, si abrimos nuestro corazón a Jesús.

La conversión radical hacia Jesús consiste en dejar nuestros esquemas mentales equivocados, para ponernos bajo la óptica del amor de Dios. Esta conversión es reconocernos amados por Él y, perdonados por Él, para nosotros amar y perdonar como Él. Es dejar de pensar sólo en nosotros mismos y abandonar nuestros miedos y temores, y así poder ser libres para amar y servir. Es dejar nuestras tristezas y amarguras, fruto de sentirnos el “centro del universo” o “ignorados”, para ser felices, reconociéndonos “muy amados por Dios” y por lo mismo capaces de amar.

ORAR: Señor, gracias porque todos los días pasas a mi lado. Perdón porque prácticamente nunca he hecho caso de tu presencia ni he atendido a tu llamado. Sabes que en ocasiones he pensado que seguirte a Ti es “ser buenito(a)”, hacer cosas buenas para sentirme bien o porque necesito algo de Ti o para agradecerte algo que has hecho por mí. Ciertamente eso no ha sido malo en mi vida, pero lo que Tú me ofreces va más allá de sentirme bueno(a), me quieres para Ti, me ofreces la libertad de amar y para ello requiero vaciar mi corazón de malos hábitos. Sentimientos de culpa, odios, resentimientos, envidias, egoísmos, etc. Señor, Tú lo puedes todo, yo sin Ti no puedo nada, concédeme la gracia de escuchar tu voz para seguirte radicalmente. Señor no soy feliz y muchas cosas me agobian, debido a “los parámetros de felicidad” que manejo y que muchas veces están centrados en el egoísmo o en una imagen pobre de mí mismo(a). Hoy quiero fijar mi atención en tus palabras, quiero seguirte a Ti. Dame oídos de discípulo y corazón misionero, para que atento(a) a tu Palabra, la lleve a cabo y sea feliz, haciendo felices a quienes están a mi alrededor.

CONTEMPLAR: A Jesús le juzgan porque come con pecadores. Esto nos ha de alegrar, porque significa que Jesús no se avergüenza ni de mí ni de ti y sale a buscarnos. Escuchémosle, dejemos que nos ame y sigámosle, como san Mateo, que llegará a ser apóstol de Jesús, quien poniendo sus conocimientos y habilidades en la misión, escribirá la versión del Evangelio que lleva su nombre y que está dirigida, precisamente a los creyentes de origen hebreo. Podríamos decir que si les quitó sus riquezas materiales con el cobro de impuestos, les devolvió con creces lo que les quitó, al darles a ellos, a nosotros y a las generaciones venideras, la auténtica riqueza del hombre: LA PALABRA DE DIOS.

La radicalidad de la conversión de Mateo, está precisamente en el abandono de los esquemas mentales que rigieron toda su vida, centrada en la riqueza, en la vida de lujos, en el aprovecharse de los demás, en “el qué dirán”, en la envidia, en el temor ante el mal realizado, en “la exclusión del otro”, en “el sentirse excluido”, en el odio, en la venganza, etc. Con Jesús aprenderá a perdonase a sí mismo y a perdonar a los demás, a ver a cada persona, no bajo el interés del beneficio que pudiera obtener de ella, sino como un igual, como un hermano, como un hijo de Dios.

Dejar las cosas materiales puede ser fácil, la conversión radical es dejar que Jesús modifique mis criterios, mis pensamientos, mis palabras y acciones, es decir, que Jesús reine en mi corazón. La Madre María Inés Teresa, misionera mexicana sin fronteras, quien será beatificada el 21 de abril del 2012, en la Basílica de Guadalupe, siendo una joven, de buenos principios, tuvo un cambio radical en su vida cuando en el 1924, a la edad de 20 años, asistió a una procesión con el Santísimo y experimentó de tal manera la presencia de Jesús Eucaristía, que dirá “mi corazón se fue tras Él”. Este encuentro con Jesús la llevó a una conversión radical, ya era “buenita”, con Jesús fue plenamente feliz, con Él fue “santa”.

La conversión radical es un proceso continuo, es un pasar de “distraído a consciente de que soy hijo de Dios”, de “malo a buenito”, de “buenito a bueno”, de “bueno a perseverante”, de “perseverante a virtuoso”, de “virtuoso a santo” ¡Animo, Jesús también, espera de ti y de mí, la respuesta generosa que nos lleve a una conversión radical, para que en Él seamos plenamente felices, para que en Él seamos santos!

ACTUAR: Hoy debo hacer un alto en mi vida, para escuchar la voz de Dios y responderle. En oración reflexionaré sobre “mis riquezas”, no sólo “mi soberbia”, sino también aquellas cosas que “me hacen sentir menos que los demás”. Reconoceré que Jesús me ama y está a mi lado, por lo que procuraré hacer silencio para escuchar su voz, para seguirlo, para dejar que Él me purifique, me renueve, me sane y santifique.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Meditación del 20 de septiembre del 2011

11-09-20. Martes XXV.
Lc 8, 19-21.

SOY FAMILIA DE DIOS
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

  • VER: En ocasiones, aún en familia, pocas cosas en común tenemos que dialogar. En ocasiones con los de casa son con los que menos hablamos. Incluso, en ocasiones, estamos peleados.
  • JUZGAR: Jesús y la Virgen María son familia y en torno al amor a Dios están unidos. LA FE NOS UNE.
  • ACTUAR: Si oramos y vamos a Misa juntos, las relaciones familiares pueden mejorar.


Evangelio: Lucas 8, 19-21. En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta Él porque había mucha gente. Entonces le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». Pero él respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».

LEER. Parecería que el Señor Jesús, no atiende el anuncio que le hacen sobre la presencia de su Madre, la Virgen María, sin embargo, así como utiliza las parábolas y los hipérboles para evangelizar, sabe aprovechar lo que hay a su alrededor como las situaciones que le rodean para anunciar el Reino de Dios. En esta ocasión hablará de su propia experiencia para invitar a todos a que, como la Virgen María, vivamos en profunda interioridad escuchando y haciendo vida la Palabra de Dios.

MEDITAR: María, para la Iglesia católica no sólo es grandemente considerada por ser la Madre de Jesús, sino también porque Ella es modelo para todo cristiano. Ella es la primera en conocer y experimentar en sí misma el misterio de la Santísima Trinidad. Ella es la primera que abre su corazón y su vida totalmente a Dios, al grado que lo encarna en su ser. Nadie como Ella amó a su Hijo y nadie como Ella lo acompañó a lo largo de su vida terrena, ni nadie como Ella, está en su presencia, en el Cielo.

Las palabras de Jesús en el texto lucano, nos llevan a poner atención a la figura de María y a pedirle a Dios que la imitemos y siempre confiemos en Ella. Recordemos siempre, que en la Cruz, Jesús nos la dio como Madre y por lo mismo, al mismo tiempo María es modelo de vida, Ella, como buena Madre, es también nuestra intercesora y protectora.

Con nadie, como con María, el Señor Jesús tuvo una comunicación de vida tan profunda. Con Ella y a través de Ella, humanamente hablando, Él aprendió a conocerse y a descubrir el Plan de Amor de su Padre Dios. Ella lo cuidó y lo amamantó, le enseñó a hablar, a orar, a relacionarse con los demás. Ella, en la escuela que era el hogar de Nazaret, junto con san José, lo vio crecer y poco a poco empezó a aprender de Él. Le respetó, le admiró, le amó y le acompañó a lo largo de su vida terrena y, a su lado, sufrió su pasión y muerte en Cruz.

Ella, la Virgen María, guardó en su corazón las palabras y los hechos de Jesús. Ella los compartió con los discípulos de Jesús, a quienes acompañó, en la oración, una vez que su Hijo ascendió a los Cielos. Ella, es la primer testigo de la resurrección (esto se puede suponer, dado que la Biblia no lo asegura) y Ella es el único ser humano que, en cuerpo y alma disfruta de la presencia de Dios.

Todos los bautizados somos “familia de Dios”, pues en Jesús somos “hijos de Dios por adopción”. En cada familia hay una Madre, María es Madre nuestra porque es Madre de Jesús y porque Él nos la dio como Madre en la Cruz. Acojámonos a esta excelente Madre e introduzcámonos en el hogar de Nazaret. Dejemos que Ella como buena Madre, nos eduque, nos oriente, nos cuide y proteja.

Aprendamos de nuestra Madre a escuchar y contemplar la Palabra de Dios, que es Jesús. Como la Virgen María, guardemos esta Palabra en nuestro corazón y hagámosla Vida. De esta manera, insertados en la escuela del hogar de Nazaret, guiados por nuestra Madre y Maestra, aprendamos a “escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios”.

ORAR: Padre Amoroso, quizás, al igual que muchos cristianos yo no he valorado suficientemente la riqueza de tu Presencia en mi vida, que diariamente enriqueces con tu Palabra y con los sacramentos, especialmente los de la Confesión y la Eucaristía. Quiero vivir como Hijo tuyo, quiero profundizar en la oración y en la contemplación, al igual que María mi Madre, las palabras y los hechos de Jesús, mi salvador y hermano mayor. Quiero, cada día más, vivir, siendo un mejor hijo tuyo. Derrama tu Espíritu Santo en mí, para que me purifique, renueve, sane y santifique.

CONTEMPLAR: Quizá yo no he valorado suficientemente la importancia de escuchar la Palabra de Dios y hacerla vida. En ello está no solamente aprender a ser una persona justa y feliz, sino también y sobre todo a estar en presencia de Dios en esta vida y un día poderlo contemplar cara a cara en la Vida Eterna.

Quizá tampoco he sabido valorar la importancia de acogerme a la protección de la Virgen María y aceptarla en mi corazón como mi Madre, para que ella me inserte en la “escuela de Nazaret” y conducido(a) por Ella, día a día me vaya configurando con Jesús.

ACTUAR: Hoy haré una revisión de mi vida y me haré el propósito de profundizar y poner en práctica las Palabras de Jesús. Hoy abriré mi corazón a la Virgen María y le pediré que me acepte como hijo suyo, pues yo quiero que ELLA SEA MI MADRE.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Meditación del 19 de septiembre del 2011

11-09-19. Lunes XXV.
Lc 8, 16-18.

LA ALEGRÍA DE RECIBIR MÁS

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Lucas 8, 16-18: En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz. Porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. Fíjense, pues, si están entendiendo bien, porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener».

LEER. El texto que meditamos nos presenta a Jesús hablando a la “multitud”, de entre ella surgirán los discípulos y los apóstoles, testigos del Evangelio, quienes con su vida y esfuerzo manifestarán el Reino de Dios y transformarán al mundo. Por lo mismo, Jesús exhorta a su auditorio a que dejen que su Palabra ilumine y transforme la vida de cada uno, de cada familia y del mundo entero. Jesús también les dirigirá algunas palabras, que alguno podría interpretar como una amenaza o una advertencia, pero que más que nada, son una promesa: la alegría de recibir más en desarrollo personal, en convivencia humana, en el gozo de colaborar en hacer este mundo mejor, en la experiencia del amor de Dios y así alcanzar la Vida Eterna.

MEDITAR: Quienes escuchamos la Palabra de Dios, debemos dejar que el gozo de una mayor y mejor relación con Dios, llene de profunda alegría nuestra vida. De manera particular, quienes a través de estas meditaciones nos reunimos en torno a la Palabra de Dios, somos parte de esa “multitud” y somos sujetos de las promesas de Jesús.

ORAR: Señor Jesús, gracias porque de muchas maneras me manifiestas la grandeza de tu amor. Gracias porque me invitas a seguirte. Quiero seguir creciendo en mi fe, quiero pasar de “muchedumbre” a discípulo(a) tuyo, de discípulo(a) a apóstol, de apóstol a santo(a). Quiero Señor poner mi vida al servicio del Evangelio y así colaborar con todos mis hermanos en la misión de la Iglesia.

CONTEMPLAR: A lo largo de estas meditaciones del Evangelio, que comenzaron el 1 de agosto de este año, en tan corto tiempo, en algo hemos podido profundizar en las enseñanzas del Señor Jesús. Siguiendo el esquema de la Lectio Divina, sugerido por el Papa Benedicto XVI, nos hemos introducido por las sendas de la meditación de la oración, de la contemplación y de la acción. También hemos vislumbrado la acción de Dios, en los primeros cristianos y en los beatos y santos que confiaron en las promesas de Dios. Seguramente que esto nos ha ido ayudando a ser mejores personas y cristianos, miembros de la Iglesia Católica.

El tema de hoy, nos invita a hacer como un alto, para reflexionar lo que hasta el momento hemos recibido y a escuchar la invitación de Jesús, Quien nos promete que todavía recibiremos más. Creerle a Él, realmente puede cambiar nuestra vida.

Así sucedió con la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, misionera mexicana sin fronteras, cuya fecha de beatificación es el 21 de abril del 2011, en la Basílica de Guadalupe, a las 11:00 horas. Ella, en el día en que realizó sus primeros votos temporales, el 12 de diciembre de 1930, de labios de la Virgen de Guadalupe escuchó una promesa de la cual, hoy todos nos podemos beneficiar y sentir también el estímulo para entregar radicalmente nuestra vida a Dios, haciendo presente su amor en el mundo y además  alcanzar el gozo de la Vida Eterna en el Cielo: “Si entra en los designios de Dios servirse de ti para las obras de apostolado, me comprometo a acompañarte en todos tus pasos, poniendo en tus labios la palabra persuasiva que ablande los corazones, y en estos la gracia que necesiten; me comprometo además, por los méritos de mi Hijo, a dar a todos aquellos con los que tuvieres alguna relación, y aunque sea tan solo en espíritu, la gracia santificante y la perseverancia final”.

ACTUAR: Entraré en mi corazón y reflexionaré si estas meditaciones que he recibido vía internet, me están poniendo frente a la Palabra de Dios y si en algo me están ayudando a crecer en mi fe, a dar testimonio de ella y a ser mejor hijo(a) de Dios.

Pondré por escrito mi reflexión y en evangelizarorando@yahoo.com.mx responderé: a.- Si estas meditaciones me están ayudando. b.- En qué me han ayudado. c.- Si las comparto con alguien para así también evangelizar. d.- Si deseo ser santo(a) y colaborar con mis hermanos en la misión de la Iglesia.
Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Meditación del 18 de septiembre del 2011

11-09-18. Domingo XXV.
Filipenses 1, 20-24.27.

PARA MÍ, LA VIDA ES CRISTO.

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

El Evangelio de este día ya lo meditamos (Mt 20,1-16ª. 17-ago-2011), por lo que meditaremos sobre la segunda lectura de este domingo.

Segunda Lectura: Filipenses 1, 20-24.27: Hermanos: Ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte Cristo será glorificado en mí. Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir. Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes. Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo.

LEER. San Pablo se dirige a una comunidad que él fundó, a la que quiere mucho, porque con alegría recibieron el Evangelio y fueron muy solidarios entre sí y con el “apóstol de los gentiles”, como también es conocido san Pablo. Pablo equipara el gozo de la Vida Eterna, con el servicio a sus hermanos filipenses. Termina exhortándolos a que lleven una vida digna del Evangelio. La frase clave es “para mí, la vida es Cristo”.

MEDITAR: La epístola a los Filipenses es una de las llamadas “cartas de la cautividad” (Filipenses, Colosenses, Filemón y Efesios) que fueron escritas por san Pablo entre los años 58 y 65 de nuestra era, en los últimos años de su vida, muere sacrificado en el año 67. En el fragmento que meditamos: percibimos la familiaridad, la gratitud y el cariño que san Pablo tiene a los de Filipo.

San Pablo era perseguidor de los cristianos. El encuentro con Jesús resucitado, transformó su existencia y modo de ser, de tal forma, que experimentando el auténtico amor de Dios, le amará y se pondrá al servicio del Evangelio, llevando a todos su experiencia de Dios. Con sus hechos, corroborará sus palabras: “para mí, la vida es Cristo”.

San Pablo, originario de Tarso, aunque judío, era ciudadano romano. Probablemente 10 años más joven que Jesús, estudia en Jerusalén a los pies del famoso rabino Gamaliel. Perseguidor de cristianos, a los que consideraba una secta peligrosa para el judaísmo, no conoció a Jesús, en su vida terrena, pero tendrá una experiencia mística, en el camino a Damasco que transformará su vida (año 36), convirtiéndolo en el hombre más importante para la difusión del Evangelio y el apóstol y teólogo más influyente de la Iglesia. Junto con san Pedro es considerado una de las dos columnas del cristianismo.

La transformación de san Pablo, es tal que nos invita a morir al “hombre viejo” para dejar nacer al “hombre nuevo” en Cristo, de tal manera que llenos de la Gracia de Dios y teniendo experiencia de su amor, seamos capaces de comunicarlo a los demás. Para el apóstol Pablo, Jesús es el centro de su vida; se identifica con Él ofrendándole su existencia, para unirla a la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Para Pablo, “su vivir, amar y morir es Cristo” (Gal 2,20. Ef 5,2), por eso se esforzará en dar a conocer el amor y el perdón que proceden de Jesús, y sin escatimar nada, pondrá su vida para llevar a muchos hacia el Salvador y para servir incansablemente a todos aquellos a los que la Bondad Divina le confió. San Pablo con su vida, nos invita a imitarlo de tal manera que también podamos decir “para mí, la vida es Cristo”.

ORAR: Padre amoroso, gracias por el don de la vida y de la fe, concédeme centrar mi vida en tu Hijo Jesús, para hacerlo presente en el mundo de hoy. Como Pablo, quiero amarte Señor y, en Ti, amar a mis hermanos. Hazme testigo de tu amor como san Pablo y dame un alma misionera que me ponga en camino hacia mis hermanos, para llevarlos a Ti, pues como san Pablo, también para mí, “la vida es Cristo”.

CONTEMPLAR: Señor Jesús, en Ti, san Pablo amó a Dios y a su prójimo, como él yo quiero amar. La vida de Saulo (su nombre hebreo) “era como era”, luego fue como “Dios quiso”. Saulo, decía amar a Dios pero odiaba a quienes no consideraba sus hermanos. Decía vivir fiel a su fe, pero en nombre de ella cometía diversas injusticias. Se sentía superior a otros, discriminaba a los que no pensaban como él, sentía que podía denostarlos y perseguirlos, hasta encarcelarlos y hacerlos desaparecer. No era feliz. Como yo tampoco los soy, cuando no sigo tu ley del amor y del perdón.

Cuando Saulo se encuentra Contigo Señor, su vida cambia radicalmente, ahora será Pablo: con el mismo carácter impetuoso pero lleno de amor y siempre en búsqueda del bien común y del mayor bien, por eso, “a tiempo y a destiempo” (2Tim 4,2) evangelizará y construirá el Reino de Dios entre los hombres, compartiendo la experiencia que transformó su vida y que le lleva a decir: “hay de mí sino evangelizará” (1Cor 9,16), pues “para mí, la vida es Cristo”.

ACTUAR: La vida de san Pablo cambió radicalmente, de “violenta y destructora” a “pacifica y constructora”. Quizá yo no soy como Pablo y esto me lleve a reconocer, que entonces, para mí, será más fácil que de una “vida a medias” y “no tan feliz”, pase a una “vida plenamente feliz”, en el amor a Dios y en el servicio a mis hermanos. Hoy meditaré el significado de la frase de Pablo “para mí, la vida es Cristo” y le pediré a nuestro Padre Dios que me ayudé a abrir mi corazón a Jesús, para vivir el gozo y la alegría que san Pablo experimentó desde el momento de su conversión, de tal forma que yo también pueda decir y mostrar que “para mí, la vida es Cristo”.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Meditación del 17 de septiembre del 2011

11-09-17. Sábado XXIV.
Lc 8, 4-15.

SER FELIZ AL CIENTO POR UNO

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Lucas 8, 4-15. En aquel tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por los pueblos otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola: «Salió un sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso; y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron entre espinos; y al crecer éstos los ahogaron. Los demás cayeron en tierra buena; crecieron y produjeron el ciento por uno». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga».

Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esta parábola?» Y él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino de Dios; en cambio, a los demás sólo les hablo en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan. La parábola significa esto: la semilla es la Palabra de Dios; lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la Palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que al escuchar la Palabra la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. La semilla que cayó entre espinos representa a los que escuchan la Palabra, pero con los afanes, riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no dan fruto. Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la Palabra, la conservan en un corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia».

LEER. El Señor Jesús dice una parábola a quienes se le acercan y luego la explica a sus discípulos. El tema central es el Reino de Dios y hace una comparación entre cuatro tipos de “TIERRA” y los frutos que generan en cada uno de ellos, por la semilla que se les esparce.

MEDITAR: Como personajes de la parábola aparecen “el Sembrador” y “la semilla”, además de los tipos de suelo. Los personajes del texto bíblico son Jesús, los que se acercaron y los discípulos. Jesús no está dando una clase de agronomía ni de agricultura, está hablando del hombre y del Reino de Dios.

La tierra, en algunos textos del Evangelio, puede entenderse como el interior del hombre, su personalidad. Por lo que, sin ser tampoco una clase de psicología, a través del párrafo que meditamos, podemos hablar de cuatro tipos de personalidades o cuatro momentos en los cuales cada uno de nosotros podemos estar ante la Palabra de Dios o de manera habitual u ocasional, en nuestra vida diaria.

El terreno pisado, el camino, representa a quienes tienen duro el corazón, quizá no tanto por “lo mal que les va en la vida” sino a causa del egoísmo, el orgullo o de malas acciones, que les llevan a cerrar su corazón a Dios y a los demás.

El terreno pedregoso, lo podríamos identificar con las heridas que a lo largo de la vida nos han hecho daño y que en ocasiones, al quedarse guardadas en el corazón, nos hacen huraños, recelosos, desconfiados o incluso con daños que son verdaderos complejos o traumas.

El terreno espinoso, pueden ser los problemas (enfermedades, falta de trabajo, deudas) que se nos acumulan o situaciones en las que sentimos que tenemos que “andar con mucho cuidado” (malos vecinos, violencia intrafamiliar, relaciones laborales difíciles) para no generar problemas en nuestro entorno.

La tierra buena, representa a quien es dueño de sí, quien, mantiene relaciones cordiales con Dios, consigo mismo y con los demás. Esto se refleja en una personalidad madura e integrada. Por esos sus frutos son la paz, la armonía, la felicidad y la santidad, en su vida, en sus relaciones y sobre todo con Dios.

Ciertamente abundan las personas que bien podrían encuadrarse en los primeros tipos de “tierra” y son escasos las personas “tipo: tierra buena”. Afortunadamente contamos con el ejemplo de los santos que tuvieron los mismos defectos o aún mayores que los que nosotros tenemos, pero colaboraron con el “Divino Labrador”. No se opusieron a su Gracia, pusieron lo que estaba de su parte y alcanzaron la felicidad en esta vida y la Vida Eterna, en el amor y en el Servicio a Dios y a sus hermanos. Los santos son testimonio de la “tierra buena” que todos podemos ser. Ellos fueron felices al ciento por uno.

ORAR: Señor Jesús, me pongo delante de Ti, deseoso(a) de escuchar tu Palabra y hacerla vida. Tú me conoces bien y para Ti no hay imposibles. Quiero ser mejor, quiero ser feliz, pero en ocasiones mi orgullo, mis errores o pecados, mis complejos, traumas o los problemas que me aquejan, hacen que fácilmente abandone el buen camino; que me entusiasme con buenas intenciones y nunca las realice; que me agobie y me desespere pensando que nadie me ayuda, que nadie me comprende. Sabes que en ocasiones pienso que Tú, ni siquiera me escuchas o te olvidas de mí. Hoy te pido, que derrames la Gracia de tu Espíritu Santo, en mi mente y en mi corazón. Sin Ti nada puedo. Ablanda mi corazón; quita las piedras que me atoran y son un fardo pesado en mi vida; retira los espinos que me impiden gozar de tu presencia. Quiero la vida Nueva que solo Tú me puedes dar. Ilumina mi entendimiento y fortalece mi voluntad, para que yo haga lo que me corresponde. Tú lo puedes todo y me quieres desarrollado(a) plenamente y feliz. Tú me quieres santo(a) y yo, Señor deseo hacer tu voluntad.

CONTEMPLAR: Cambiar nuestra vida, convertirnos a Dios es posible, si ponemos algo o mucho de nuestra parte, pero sobre todo si dejamos que Jesús, actúe en nosotros. Porque a fin de cuentas, si nosotros somos el “terreno”, el “Sembrador” es Él y la “semilla” su Palabra. Por lo mismo Él tiene interés en que demos los mejores frutos, para que, dueños de nosotros mismos, seamos factores de cambio para quienes nos rodean. Los medios que tenemos para dar los mejores y mayores frutos, son: la Palabra de Dios, que es la “semilla”, el Espíritu Santo, que ablanda lo duro de nuestro corazón, la Confesión que quita las piedras de nuestro corazón, la Oración que retira los espinos y la Adoración y Comunión Eucarística que nos une a Jesucristo y nos transforma en “tierra buena”, rica en frutos de santidad. El compendio de estos medios está en la Misa, principalmente en la Misa Dominical, en la que nos reunimos en familia y con nuestros hermanos en la Iglesia.

ACTUAR: A lo largo de un día, todos podemos pasar de un estado de ánimo a otro. Lo ideal es que siempre procuremos mantenernos en ser “tierra buena”. Si bien es cierto que, en momentos, todos podemos perder “los estribos”, retomar las riendas y permanecer en un buen estado de ánimo depende mucho de nosotros mismos y de nuestra apertura a la acción del Espíritu de Dios. En particular en este día pidamos a Dios nos conceda experimentar su presencia y colaboremos con Él para remover y quitar los obstáculos que nos impiden ser “tierra buena”.

El domingo iré a Misa, de preferencia con mi familia. Procuraré estar en Gracia de Dios para Comulgar y si lo requiero, buscaré antes un sacerdote para confesarme. También procuraré quedarme un momento ante el Santísimo (siquiera 15 ó 30 min.).

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.