jueves, 11 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 11 de agosto del 2011


11-08-11.
JUEVES XIX. Mt 18, 21-19,1.

Perdonando en el nombre de Jesús

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Recordemos que el pueblo de Israel se regía por la Ley del Talión: “ojo por ojo y diente por diente”, que de alguna manera se asemeja “al que me la hace la paga”. En el fragmento del Evangelio de hoy, San Pedro le hace una pregunta al Señor Jesús sobre cuántas veces debe perdonar a quien nos ofende. El mismo san Pedro se adelante a la respuesta, quizá en espera de una felicitación y hace una segunda pregunta “¿hasta siete veces?” Jesús se pone a la altura de su respuesta y le responderá también numéricamente y le dirá que “setenta veces siete”.

MEDITAR: Dado que el “siete” para los judíos significa plenitud, la respuesta de Pedro parece acertada: Para el cristiano, la respuesta del Señor Jesús, “numéricamente” pone más alto la “cuota” del perdón, sin embargo, el perdonar no se trata sólo de lógica, de conveniencia o de números. Para Jesús, el perdón es una acción que nos debe poner a la altura de Dios y para ello contamos con su Gracia. Jesús se hace hombre para elevarnos a Dios; por eso el perdón cristiano es un aporte a la humanidad, pues en primer lugar el perdón, a cada uno, nos llega de Dios y el perdón que recibimos, lo compartimos con los demás. El ejemplo más claro lo tenemos en el Sacramento de la Reconciliación. Confesamos nuestros pecados. Dios nos perdona y retomamos nuestras actividades y relaciones, renovados en el perdón y en el amor de Dios, dispuestos y capaces de perdonar a quien nos ofendió o hizo daño.

Esta forma de actuar de Dios, no la conoce ni acepta, quien no ha experimentado el amor y el perdón de Dios.

ORAR: Señor Jesús. Tú me conoces y sabes lo que llevo en mi corazón. Desde hace tiempo, me acompaña el recuerdo de las acciones equivocadas que he realizado o en las que he participado. Perdóname y enséñame a perdonar.

Señor Jesús, también algunos odios y resentimientos me acompañan, algunos desde los primeros años de mi vida. En tu nombre quiero perdonar a los que me han ofendido o me siguen agrediendo.

Sabiendo que la gracia plena de tu perdón me lo das en el Sacramento de la Reconciliación, a manera de preparación para ella, en este momento, habiendo hecho el repaso de tu vida, de tus pecados, odios y resentimientos: Sentado(a), pon la mano en tu corazón, cierra los ojos, ponte en la presencia de Dios y dile. Padre en el nombre de Jesús, dame tu perdón y la capacidad de perdonar. Quiero ser libre para amar y perdonar, por eso: En el nombre de Jesús perdono a _____ <(puedes pensar en esa(s) persona(s)>. Deja que tu corazón, se vacíe de odios y resentimientos. Experimenta la paz que hay en tu corazón cuando dejas que Jesús perdone en ti a quienes sientes que te han ofendido.

Habiendo concluido este momento de oración, dale gracias a Dios por la Gracia recibida. Haz conciencia de cómo te sientes y vuelve a tus actividades diarias, con el propósito de pronto confesarte y con el deseo de compartir la paz y el amor que Dios te da.

CONTEMPLAR: La psicología reconoce la importancia del perdón y para ello nos señala una serie de conveniencias, desde la propia salud física y psicológica hasta lo necesario para tener buenas relaciones humanas. La fe nos sitúa en un plano superior. Dios nos perdona de nuestros pecados y ofensas, y nos ofrece Vida Nueva y Vida Eterna. Es decir: la felicidad en esta vida y su plenitud, la Vida Eterna. El perdón que podemos otorgar parte de haber experimentado personalmente el perdón liberador de Dios. Tenemos que ser testigos del perdón de Dios. Somos perdonados y debemos perdonar. Reconciliados con Dios y reconciliadores, al estilo de Jesús.

Ciertamente guardar odios o resentimientos me aísla de personas que son significativas para mí. Aunque yo no me dé cuenta o no lo quiera reconocer, el no perdonar me frustra y genera resentimientos e incluso pensamientos de muertos para mí o para la(s) persona(s) que siento me hicieron daño.
Señor quiero amar y perdonar como Tú, para ser feliz. Señor dame tu amor y perdona mis pecados. Jesús,  dame tu perdón y enséñame a perdonar como Tú. Yo sin Ti, no puedo nada, yo Contigo lo puedo todo. Quiero vivir convertido a Ti. Dame tu perdón y amor, que eso me basta.

Nuestro perdón siempre será limitado, pero si lo recibimos o lo ofrecemos en el nombre de Jesús, notaremos la diferencia, porque abriremos nuestra vida a la Gracia de Dios. El amor de Jesús estará en nuestro corazón, perdonándonos y enseñándonos a perdonar.

Quién está enfermo de odios y resentimientos, está como Lázaro en el sepulcro, atado e imposibilitado para vivir, amar y caminar. La presencia de Jesús le devolvió la vida, el amor y el caminar. Así también el pecado, el odio y los resentimientos me tienen imposibilitado(a) para vivir, amar y caminar. Señor Jesús, manifiéstate en mi vida y sácame del sepulcro del pecado y del resentimiento para tener la vida nueva que con tu perdón, Tú me das.

Para vivir en plenitud no necesito de odios o resentimientos, de hechos, ellos me estorban para ser feliz, pues son una barrera que me impide experimentar el amor de Dios. Le pediré a Jesús que me perdone para que yo experimente, que para mi plena felicidad, sólo Dios basta.

ACTUAR: En oración entraré a mi corazón y revisaré las cosas que he hecho y han lastimado a otros y en oración le pediré perdón a Dios. Haré también una lista de los hechos y  personas que considero me han hecho daño y en oración, en el nombre de Jesús les otorgaré el perdón.

Lo anterior es bueno, pero lo mejor es que acudiré con un sacerdote, me confesaré y arrepentido(a), expresaré mi deseo de recibir el perdón de mis faltas, errores y pecados y de perdonar a los que, me han ofendido.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios. 

miércoles, 10 de agosto de 2011

Papa Benedicto XVI: Dios habla en el silencio, pero hay que saberlo escuchar

La mañana del 10 de agosto, al presidir la audiencia general en la que retomó sus catequesis, el Papa Benedicto XVI resaltó que Dios habla a cada persona en el silencio y por lo tanto es necesario saberlo escuchar.

En su mensaje, el Santo Padre puso como ejemplo de silencio a los monasterios, que suelen ubicarse en "lugares particularmente bellos, en el campo, las colinas, en los valles de las montañas, cerca de los lagos o el mar, e incluso en pequeñas islas"; luego agregó que en ellos se “unen dos elementos muy importantes para la vida contemplativa: la belleza de la creación, que lleva a la belleza del Creador, y el silencio garantizado por la lejanía respecto a la ciudad y a las grandes vías de comunicación".

El Vicario de Cristo también manifestó que el silencio, "es la condición ambiental que mejor favorece el recogimiento, la escucha de Dios y la meditación. Ya el hecho mismo de disfrutar el silencio, de dejarnos, por así decirlo, ‘llenar’ por el silencio, nos predispone a la oración".

"Dios habla en el silencio, pero hay que saberlo escuchar. Por esta razón los monasterios son oasis en los que Dios habla a la humanidad. Allí se encuentra el claustro, un lugar simbólico, porque es un espacio cerrado pero abierto al cielo", prosiguió.

Seguidamente, el Pontífice comentó que este jueves 11 de agosto la Iglesia recuerda a Santa Clara de Asís, discípula de San Francisco, quien supo escuchar a Dios en el silencio y plasmó su vida cristiana en la oración, la pobreza y la humildad.

El Papa dijo luego que "el silencio y la belleza del lugar donde vive la comunidad monástica –bella, sencilla y austera– constituyen, por así decirlo, un reflejo de la armonía espiritual que la misma comunidad busca alcanzar".

Por último, el Papa Benedicto XVI invitó a dirigir “nuestra mirada a la Virgen María, para que nos enseñe a amar el silencio y la oración", y a "descubrir y contemplar la belleza de la creación, que a su vez revela al Creador, y a cultivar también el silencio interior, que dispone al recogimiento, a la meditación y a la oración, para favorecer el progreso espiritual mediante la escucha de la voz divina en lo profundo del alma".

Meditación del Evangelio del 10 de agosto del 2011


11-08-10.
SAN LORENZO. Jn 12, 24-26.
¡Señor te seguiré!
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Jesús habla del grano de trigo que cae en tierra, que al “morir” da frutos abundantes. También nos invita a seguirlo y nos habla de la recompensa que el Padre nos dará.

MEDITAR: Podríamos pensar que la recompensa que esperamos del Padre, se nos dará hasta que muramos biológicamente. No es así, la recompensa es para aquí y ahora, es para hoy. Para Dios no existe el tiempo, para Él todo es un eterno presente. Cuando Jesús habla con el “buen ladrón” le dice “hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Por eso la recompensa es para hoy. Es la Vida Nueva que en Cristo, Dios nos da. La recompensa es estar con Jesús. La recompensa es tener a Jesús en el corazón y dejar que Él guíe mi vida. Es tenerlo como amigo fiel, con Quien puedo dialogar constantemente. Lo que necesito es tomar la decisión de conocer y amar a Jesús, y esforzarme en vivir de acuerdo a sus enseñanzas, asemejarme a Él. Por eso hoy le diré a Jesús. ¡Te seguiré!

ORAR: Señor, yo te abro las puertas de mi corazón, en Él te recibo. Ven y haz morada tuya y de la Santísima Trinidad. Te entrego mi vida entera. ¡Te seguiré!

CONTEMPLAR: Señor, hay muchas cosas a las que debo morir: mis pecados,  mi egoísmo, mis pasiones desordenadas. SÍ, a todo eso debo morir y cambiar. Pero también a mis miedos, a mis complejos, a mis traumas.

Quiero entregarme a Ti y dejar que seas Tú el que me perdone y me sane. Tú lo puedes todo, yo sin Ti no puedo nada.

ACTUAR: Hare una revisión de mi vida. Si es posible escribiré aquello que me hace sufrir y me impide ser feliz y lo pondré en el Corazón de Jesús. Le diré al Señor, quiero morir a mi pecado y a la fuente de mi tristeza, para que tenga vida nueva en Jesús. ¡Señor, Te seguiré!

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

martes, 9 de agosto de 2011

Papa Benedicto XVI: antes de que busquemos a Dios, Él mismo viene a nuestro encuentro

Al presidir el rezo del Ángelus dominical, el pasado 7 de agosto, el Papa Benedicto XVI aseguró que Dios nunca abandona al ser humano, y que incluso Él mismo lo busca antes de ser invocado.

En su mensaje, el Santo Padre explicó el Evangelio donde se narra que Jesús camina sobre las aguas en medio de la tormenta, y agregó que al haberse alejado a rezar, Jesús destaca la necesidad de la soledad y la intimidad para rezarle al Padre, pero esto no debe entenderse "como un desinterés hacia las personas o como un abandono de los Apóstoles".

Luego expresó que san Mateo describe que Jesús "apremió a sus discípulos a que ‘subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla’, para encontrarlos de nuevo. Mientras tanto, ‘la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario’. Y sucedió que ‘de madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua’".

Seguidamente, el Pontífice recordó que en el pasaje, los discípulos no reconocieron al Señor y lo confundieron con un fantasma, y que al ver su temor, el Señor les dice: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!"

Más tarde, el Vicario de Cristo explicó que "el mar simboliza la vida presente y la inestabilidad del mundo visible; la tempestad indica todo tipo de tribulación, de dificultad, que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles".

"Jesús quiere educar a los discípulos a soportar con valor las adversidades de la vida, confiando en Dios, en Aquel que se ha revelado al profeta Elías sobre el Oreb ‘en el susurro de una brisa suave’. El versículo continúa después con el gesto del Apóstol Pedro, quien, movido por un impulso de amor hacia el Maestro, pide ir a su encuentro, caminando sobre las aguas. ‘Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!’", prosiguió el Papa.

Además indicó que "Pedro camina sobre las aguas no por su propia fuerza, sino por la gracia divina, en la que cree. Cuando se ve agobiado por la duda, cuando no fija más la mirada sobre Jesús, porque tiene miedo del viento, cuando no se fía plenamente de la palabra del Maestro, significa entonces que se está alejando de Él y es entonces cuando corre peligro de hundirse en el mar de la vida".

Por último, el Papa Benedicto XVI comentó que "la experiencia del profeta Elías que escuchó el pasar de Dios y la dificultad de la fe del apóstol Pedro, nos hacen comprender que el Señor aún antes de que lo busquemos o lo invoquemos, viene Él mismo a nuestro encuentro, hace descender el cielo para tendernos la mano y conducirnos a su altura; espera solamente que nos confiemos totalmente a Él"; e invitando a invocar "a la Virgen María, modelo de plena confianza en Dios, para que, en medio de tantas preocupaciones, problemas, dificultades que agitan el mar de nuestra vida, resuene en el corazón la palabra consoladora de Jesús: ‘¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!’ y crezca nuestra fe en Él", concluyó.

Meditación del Evangelio del 9 de agosto del 2011


11-08-09.
MARTES XIX. Mt 18, 1-5.12-14.

¡EL SEÑOR JESÚS ME BUSCA!

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Las lecturas de este día señalan dos ideas principales, hacernos como niños y el Buen Pastor que sale en búsqueda de la oveja perdida. Hoy comentaremos esta segunda parte de la lectura diaria del Evangelio. Jesús sale en búsqueda de la oveja porque  “vuestro Padre del Cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”.

MEDITAR: El texto se refiere a cada uno de nosotros, vale la perna personalizarlo: a Jesús le importo yo. ¡El Señor Jesús me busca! Puede ser que yo no me sienta perdido, puede ser que yo sienta que no lo necesito, puede ser que sienta que a Él no le importo. ¿Pero esto es real? ¡¡¡ NO !! Si soy sincero conmigo mismo, reconoceré que necesito que Jesús entre en mi vida y ponga en orden muchas cosas. En la medida que yo le abra las puertas de mi corazón y le deje actuar, Él me sanará, me liberará y entonces aprenderé a ser yo mismo y no la máscara que acostumbro poner cuando estoy con los demás y que en ocasiones, en mi autoengaño, me hace pensar que así soy. Realmente en mi interior siento que me falta Dios, que puedo ser mejor, que no tengo porque seguir los condicionamientos del mundo.

ORAR: ¡El Señor Jesús me busca!  Jesús, Tú sabes cuál es mi situación. Necesito atender a tu silbido que ya percibo cerca de mí. Quiero oír tu voz. Gracias, porque hoy puedo comprender que no me rechazas y que estás buscándome. Señor, encuéntrame, rescátame, tómame entre tus brazos. Llévame al redil del sacramento de la reconciliación. Fortaléceme con tu Eucaristía. Dame tu amor. Libérame y hazme liberador de aquellos que como yo, se han alejado de Ti.

CONTEMPLAR: Hoy puedo sentirme como una oveja fuerte y sana. Nunca me hará daño que el Buen Pastor me vea, se alegre conmigo, me llame por mi nombre, me acaricie.
Hoy puedo sentirme una oveja trasquilada, con alguna dolencia o herida. Será bueno que el Buen Pastor me vea, me acobije, me cuide, me sane.

Hoy puedo sentirme una oveja, realmente grave, con infinidad de problemas o enfermedades. Hoy le puedo pedir al Buen Pastor que me tenga entre sus brazos para decirle: a tu lado nada temo, pues este momento difícil ha de pasar y Tú me llevarás a tierras tranquilas y pastos abundantes. Si vienes conmigo y alientas mi fe, a nada tengo miedo, a nada he de temer.

Hoy me puedo sentir como la oveja distraída, que ante otras voces pierde el rumbo y que a pesar de estar encandilado por lo que veo o experimento, desde el fondo de mi corazón anhelo volver a ver al Buen Pastor y estar bajo su cobijo.

Hoy me puedo reconocer como la oveja descarriada, que aunque me vaya bien en el mal camino, en mi interior tengo el deseo de volver a ser parte del redil y estar con mi Buen Pastor.

Hoy me puedo reconocer como la oveja maltratada y abandonada, que ha perdido todo, habiendo probado de todo y enferme no sólo físicamente, sino también moral y sentimentalmente, por los errores cometidos y por las personas con las que me he relacionado, anhelo estar junto al Buen Pastor. Quizás, apenas y puedo escuchar mi voz clamando auxilio, porque tengo miedo de no ser escuchado, de ser injuriado, sometido a la burla o rechazado, siendo totalmente rechazado, sin embargo, escuchar los pasos y las llamadas de ¡El Señor Jesús que me busca!, me dan esperanza y quiero seguir su voz.

ACTUAR: ¡El Señor Jesús me busca! En lugar de quedarme en donde el dolor o el temor me han dejado paralizado, atento a la voz del Buen Pastor: me acercaré al manantial de su Palabra, leeré la Biblia. Permanecerá en el redil, participando, por lo menos, en la Misa Dominical. Me dejaré curar y aliviar en el Sacramento de la Confesión. Me fortaleceré comulgado del Cuerpo de Cristo y me pondré bajo la mirada amorosa del Buen Pastor, en un constante diálogo de amor, adorándolo en el Santísimo Sacramento del altar.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.


lunes, 8 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 8 de agosto del 2011

11-08-08.
LUNES XIX. Mt 17, 22-27.

¡Libertad ante el dinero!

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. El Señor Jesús habla con sus discípulos sobre su Pasión, Muerte y Resurrección. Los cobradores de impuestos le exigen que paguen la tasa que le corresponde. Él pagará para no escandalizarlos, sin embargo a partir de un hecho cotidiano nos dejará una enseñanza mayor, la libertad de los hijos de Dios.

“Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle (a Pedro): «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?» Contestó: «A los extraños.» Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos… págales por Mí y por ti.»”. (Mt 17,25-27).

MEDITAR: Jesús manifiesta su libertad interior de muchas maneras, una de ellas es su postura ante el dinero. Jesús es libre y liberador, pero no es un anarquista. Jesús vive en medio de una sociedad que tiene sus normas para regular las relaciones humanas. Jesús respeta estas normas aunque no siempre sean justas, Esto lo hace como un signo de liberalidad, no por miedo, cobardía u opresión. Las cosas van y vienen y tenemos que administrarlas, pero no debemos esclavizarnos a ellas. En otro momento Jesús dirá “el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2,27). El hombre también se manifiesta oprimido ante las relaciones humanas, y Jesús también nos libera de esas opresiones, pero ese tema lo trataremos en otra ocasión.

La sociedad de consumo en la que vivimos de muchas maneras hace depender “la felicidad “de las cosas que compramos. Desde niños somos condicionados a tener el juguete, el celular o el “ipad” de moda. En mi relación con el dinero y los bienes materiales: ¿Me reconozco administrador de ellos o su esclavo? ¿Gasto más de lo que gano? ¿Me lleno de deudas? ¿Me importa mucho el qué dirán y por eso compro lo más caro o lo que no necesito? ¿Me siento mal por los bienes que otro tiene? ¡Soy comprador compulsivo de cuanta oferta aparece, pagando a varios meses sin intereses, aún a sabiendas que con ello estoy hipotecando el dinero que aún no gano?

En estos casos y muchos más, la presencia de Jesús en nuestras vidas y el seguimiento a Él nos pueden ayudar a romper la cadena del consumismo que nos oprime. Los primeros beneficiados seremos nosotros, pero también podremos ser motivo de esperanza y de apoyo, para quienes, quizá sin darse cuenta, alejados del amor de Dios son presa de “la opresión del dinero”.

ORAR: Señor Jesús, quiero ser libre de este mal tan común que es una economía mal administrada que me ahoga, quiero vivir en la libertad de los hijos de Dios.

CONTEMPLAR: ¿Cómo detener los embates del consumismo? Dejando que el amor de Dios esté en nuestro corazón. Jesús sabe Quién es Él. Él se sabe amado por su Padre Dios y ama; por lo mismo, no actúa como autómata, su relación con el dinero no lo oprime, lo utiliza para lo que lo necesita, comparte lo que tiene y reparte el excedente.

Quizá mucha gente ignora que el ser comprador compulsivo es una expresión de falta de autoestima y una manera de canalizar la angustia interior que lleva dentro de su corazón. Esto es una manifestación de un área de nuestra vida que está vacía de Dios. Dejarse amar por Dios y vivir en su orden nos da paz y nos ayuda a normar nuestra vida, pues llena las carencias de amor que todos tenemos. Este es el espíritu de la pobreza evangélica, esto es vivir en la libertad de los hijos de Dios.

En el pasaje que meditamos, el punto central no es el dinero, es Jesús, quien nos habla de cuanto nos ama y hasta donde está dispuesto a llegar para que seamos libres. El texto meditado señala que el tema que trataba con sus discípulos era su Pasión, Muerte y Resurrección. Dejar que los méritos de su Pasión, Muerte y Resurrección actúen en mí, significa reconocer el amor que Él me tiene, pues para manifestarme su amor por mí padece, muere y resucita. Yo también deberé “padecer” el no comprar todo lo que me ofrecen; “morir” a acostumbrarme a tener deudas; “resucitar” siendo libre ante el uso del dinero y del querer “tener” lo que no necesito y a “parecer” ante los demás.

Si dejo que el amor de Dios esté en mi corazón me daré cuenta que solo Él basta.

ACTUAR: Revisaré la manera en que administro mi economía, le pediré a Jesús que me ayude a poner orden en ella, (pagaré mis deudas, procuraré no gastar de más y seré libre ante todo lo superfluo que el consumismo me ofrece), pero sobre todo le pediré que los méritos de su Pasión, Muerte y Resurrección, actúen en mi para que sea libre ante el uso del dinero. Realmente me esforzaré en vivir en la libertad de los hijos de Dios.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios. 

Meditación del Evangelio del 7 de agosto del 2011


11-08-07.
DOMINGO XIX. Mt 14, 22-33.
¡Realmente eres Hijo de Dios!

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Jesús se presenta caminando sobre las aguas, hacia la barca en la que están los apóstoles. San Pedro intenta seguirlo pero se hunde en el mar, Jesús lo rescata y suben en la barca, en ese momento, disminuye el  viento, se calma el mar. Los de la barca se postran ante Jesús y le dicen “¡Realmente eres Hijo de Dios!”.
La expresión genérica de hijo de Dios, en el sentido judéo-cristiano, se aplicaba a toda persona que tenía una relación íntima y directa con Dios. En relación con Jesucristo se refiere a la segunda persona de la Santísima Trinidad, al Unigénito Hijo de Dios. “Engendrado, no creado”, decimos en el Credo. Verdadero Dios y verdadero hombre. Jesucristo es el Hijo de Dios (con mayúscula), en Él y por Él, nosotros somos hijos de Dios por adopción.

Para algunos exégetas, la barca representa a la Iglesia o a la propia vida, la familia, la salud, mis relaciones. El mar y el viento representan al mal y las calamidades que nos acompañan en nuestro diario vivir.
El hecho de que se calmen el viento y el mar, al subir Jesús a la barca, es señal de que, en su presencia, lo exterior y lo interior del hombre, se pacifica.
Los judíos no se postran ante los hombres, sólo ante Dios. San Mateo manifiesta el reconocimiento de la divinidad de Jesús, por parte de los tripulantes de la barca señalando que ellos se inclinaron ante Jesús, exclamando “realmente eres Hijo de Dios”.

MEDITAR: La pregunta que siempre queda en el aire es ¿quién es Jesús para mí? En ocasiones podemos estar viviendo una relación superficial con Él y considerar que esto es suficiente. Por ejemplo, alguno podría decir: Yo estoy muy ocupado con mis cosas, mi familia, mis diversiones, mis asuntos, tanto, que no  puedo atender a Dios, ni mucho menos ocuparme de Él. También podría decir: “Jesús es “tan buena onda” que siempre está ahí, me perdona y me responde cuando tengo una necesidad”, por lo mismo, “cuando lo necesite lo buscaré”, mientras tanto haré con mi vida lo que quiera y si tengo un problema acudiré a Él”.

¿Será necesario que yo tenga un problema para buscar a Jesús? o ¿será mejor que yo me habitué a vivir en frecuente relación con Él para vivir auténticamente como hijo de Dios?

ORAR: Señor Jesús, Tú me conoces y siempre estás conmigo y me ayudas. Yo soy el que me aparto de Ti y pretendo utilizarte como si fueras “el apaga fuegos de mi vida”. Tú eres Dios y has muerto en la Cruz, para mostrarme cuanto me amas, para darme vida en abundancia y pueda yo alcanzar la Vida Eterna. No necesito tener “un gran problema” para acercarme a Ti. Realmente ya, hoy, tengo muchos problemas y Tú estás dispuesto a ayudarme. Señor toma el timón de mi vida. Enséñame a orar para mantenerme en frecuente unión Contigo. En medio de las tormentas de mi vida, manifiéstate, entra en mi corazón y dame tu paz.

CONTEMPLAR: Señor. Tú conoces los pensamientos que bullen en mi cabeza y los sentimientos de mi corazón que me agitan como un mar embravecido. Estando en la barca de mi vida, veo los males que me aquejan, siento el movimiento que me zarandea, escucho el rugir del viento, siento el desasosiego que me invade y en medio de todo esto te veo a Tì. Te invito a que vengas y estés en mi vida. Ven Señor que me hundo, ven Señor y rescátame, ven y quédate conmigo, dame tu paz.

Señor, miro la grandeza de tu amor y mi pequeñez y me pregunto: ¿cómo  es posible que te fijes en mí, me busques y salgas a mi encuentro, a través de estas reflexiones y otros medios más con los que me demuestras que me amas?

Hoy quiero postrarme ante Ti, poner mi vida y mis seguridades ante Ti. Hoy quiero decir, al mirar la grandeza de tu amor, que quiero ser como Tú. Tú conoces mis deficiencias y sales a mi encuentro y me sacas del fango en el que estoy sumido y me redimes. Acepto la vida nueva que me das, experimento la paz que proviene de tu perdón. Tu mirada llena de amor hacia mí, me invita a seguirte y, a nunca más dejarte. Acéptame Señor como posesión tuya. Gracias porque me conoces y me amas, gracias por permitirme conocerte y amarte, concédeme trabajar para que muchos te conozcan y te amen. Hoy, desde lo más profundo de mí ser, me postro ante Ti y de la manera más sincera y convencida, te digo: ¡Realmente eres Hijo de Dios!

ACTUAR: Me acercaré más a Dios, me confesaré y comulgaré. Incrementaré y regularizaré mis tiempos de oración. Constantemente haré presente a Jesús en mi vida diciéndole ¡Realmente eres Hijo de Dios!

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Meditación del Evangelio del 6 de agosto del 2011


11-08-06.
LA TRANSFIGURACIÓN. Mt 17, 1-9.

¡Qué bien se está aquí!

LEER. El texto de san Mateo, que nos habla de la Transfiguración del Señor, sitúa a Jesús, con tres de sus apóstoles,  Pedro, Santiago y Juan, en una montaña. Ese breve anticipo de Cielo, lleva a decir a Pedro ¡qué bien se está aquí!, y a pedirle al Maestro, que hagan tres tiendas y ahí se queden. El Señor Jesús les invitará a que bajen de la montaña y vuelvan a lo cotidiano de la vida, pues es ahí, donde dar testimonio de que llevan a Jesús en su corazón.

MEDITAR: La visión de la transfiguración duró unos instantes, la presencia de Jesús en los apóstoles fue para toda la vida. La experiencia mística que vivieron los apóstoles la podemos referir a esos momentos en que cada uno de nosotros experimentamos algo que nos llena de alegría y acrecienta nuestra fe. Lo más importante no es la experiencia en sí, sino el Señor Jesús. Cuando nosotros nos quedamos ante lo asombroso y en ello ponemos nuestra fe, nos podemos parecer a quienes se sienten fuertes cuando les va bien y se derrumban ante cualquier problema; o a las personas que ante una preocupación buscan “un milagro” de Dios y si no se les concede se desaniman: dicen “perder la fe”, cambian de religión o buscan quien les haga “una limpia” o algún tipo de sortilegio.

El centro de nuestra vida siempre ha de ser Jesús; en vez de buscar las bondades del Señor, debemos permanecer en el Señor de las bondades. Si dejamos que Él entre y permanezca en nuestro corazón, en donde quiera que estemos, podremos decir ¡qué bien se está aquí!, porque Cristo vive en mí.

ORAR: Jesús Sacramentado, concédeme que al estar de rodillas ante Ti, verte transfigurado y recibirte en mi corazón, de tal manera que al volver a mis actividades te lleve a mis hermanos y viva la alegría de darte a conocer y amar, anunciando tu Palabra y siendo testigo de tu amor. Así, si Tú vienes conmigo, en donde quiera que esté podré decir: ¡qué bien se está aquí!

CONTEMPLAR: La transfiguración es un destello de la realidad fundante: Jesús es Dios. Más importante que lo que podamos ver en una visión, es su presencia misma. Por eso, la conversión de nuestra vida, no puede ser para un momento o de vez en cuando, sino que tiene que ser diaria y continua, para toda la vida. Los apóstoles, conducidos por Jesús, regresaron a lo cotidiano de su vida, porque era ahí, donde tenían que dar testimonio de su fe. Para nosotros ocurre igual, creyendo en el Señor, convertidos a Él, debemos dar testimonio de su presencia en nosotros, con nuestras obras, palabras y acciones. Esto será más fácil  al experimentar la presencia de Jesús.

Ciertamente, la transfiguración de Jesús es una manifestación de que Él es el Hijo de Dios. En Jesucristo también nosotros somos, por adopción hijos de Dios. La transfiguración diaria que debemos vivir es la conversión de nuestras vidas y ésta se manifiesta cuando: en vez de devolver mal por mal, perdono. Cuando a pesar de que las cosas van mal, persevero haciendo el bien. Cuando en lugar de sólo mirar el mal del mundo y lo mal que están las cosas, miro el proyecto de Dios y me uno a Él, para anunciar el Evangelio y construir un mundo mejor.

ACTUAR: Nosotros no tenemos una “montaña” en la que podemos contemplar a Jesús transfigurado, como los apóstoles, tenemos algo mejor. En cada altar en el que se celebra la Misa, en cada sagrario, en cada custodia donde está Sacramentado: Jesús transfigurado está real y verdaderamente, para manifestarnos su Gloria y propiciar nuestra conversión. Acudamos a Él frecuentemente, renovemos nuestra conversión ante Él. Anticipemos el Cielo en nuestras vidas, acerquemos a muchos de nuestros hermanos a Jesús. Llevemos a todos lados la alegría de la presencia de Cristo: a lo cotidiano de la vida en nuestro hogar, escuela, trabajo, oficina, lugar de diversión. Llevemos a Cristo en nuestro corazón y al hacer el bien, en cualquier lugar, siempre podremos decir ¡qué bien se está aquí!

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

viernes, 5 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 5 de agosto del 2011

11-08-05. Viernes XVIII.
Mt 16, 24-28.

¡El que quiera venir Conmigo!

LEER. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venir Conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Esto se los dice a sus discípulos, después de la profesión de fe de Pedro. También les dice que el que pierda su vida por Él, la encontrará.

MEDITAR: En el texto que leemos parecería que lo más importante es el negarnos a nosotros mismos o cargar la cruz que llevamos, pero no es así. Lo más importante es seguir a Jesús. Tanto “mi cruz” o de lo que “tengo que negarme” son cosas pasajeras. Jesús es Eterno, Jesús es Dios, Jesús es mi salvador. Mi “cruz” y de lo que “tengo que negarme” son “cosas” no son “yo”. Yo soy más importante que ellas y yo le importo a Jesús.

En la medida que aprendo a diferenciar mi yo, de lo que me pasa, de lo que me oprime, de lo que hago o de lo que me hacen o me han hecho, puedo entender mejor las palabras de Jesús. Pues, negarme a mí mismo significa dejar todo aquello que me impide ser feliz y seguir a Jesús. Ciertamente lo primero que tengo que dejar es mi pecado, y para eso Jesús murió por mí en la Cruz. Tengo que dejar las ideas recurrentes, llenas de temor, de ira o de envidia, que me impiden amarme y amar a los demás. Jesús me ama. Debo perdonarme y perdonar a los demás. Jesús ya me perdonó. Debo dejar de vivir esclavizado a mis ideas, vicios y criterios equivocados. Jesús ya me liberó.

Negarme a mí mismo y seguir a Jesús es aprender a ser libre, a perdonar, a amar y a servir en Cristo. Es aprender a vivir sin miedo ni temores. Es vivir cada día, sabiendo que el amor de Dios me acompaña. Es aprender a ser yo mismo, sin los condicionamientos del pecado y de la mentira, porque, por encima de lo que es pasajero, el amor de Jesús por mí, es eterno. En Jesús, mi verdadero yo se manifiesta alegre, fortalecido y decidido a vencer el mal haciendo el bien. Quién me pide que lo siga, es Jesús, quién a cambio de mi “cruz” y del “negarme a mí mismo”, me da vida nueva, en Él.

ORAR: Señor Jesús, Tú sabes que me parece duro e incluso imposible el seguirte, porque tengo miedo de perder “mis “comodidades” y “seguridades”, sin darme cuenta que por vivir apegado a ellas, soy un esclavo y vivo triste y oprimido por el pecado. Señor, quiero ser libre, quiero ser feliz. Derrama la Gracia de tu Espíritu en mi corazón y rompe las cadenas que me impiden seguirte.

CONTEMPLAR: Señor al revisar mi vida, me doy cuenta de cuánto tiempo he perdido, a cuantas personas he ofendido y cómo he dejado que la tristeza y el desaliento se aniden en mí, al haberme apegado a mis gustos y comodidades en lugar de seguirte a Ti.

Señor, sólo en Ti, mi auténtico yo se puede manifestar. Hoy tomo la decisión de cambia de vida, de seguirte para hacerte presente en mi corazón y ser feliz.

ACTUAR: Haz un examen de conciencia y ante Jesús renuncia a lo que te impide seguirlo y ser feliz. Si te es posible, busca un sacerdote para confesarte.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

jueves, 4 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 4 de agosto del 2011

11-08-04.
Mt 16, 13-23.

¿Quién dices que es Jesús para ti?

LEER. El fragmento del Evangelio de san Mateo nos presenta dos preguntas de Jesús hacia sus discípulos y la respuesta de san Pedro. También narra la designación de san Pedro como la Piedra en la que Jesús construirá la Iglesia y el regaño a san Pedro, también de parte de Jesús. Visto de este modo el texto nos presenta dos temas diferentes, ambos muy importantes para ser reflexionados. En este momento nos quedamos con el primero. La pregunta de Jesús, que personalizamos porque el mismo Jesús la hace a cada creyente y a cada persona: ¿Quién soy Yo para ti? San Pedro responderá: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Para san Pedro y la mujer cananea, de los fragmentos evangélicos que hemos meditado en días pasados, Jesús es su salvador. El nombre de Jesús significa “Dios, salva”. Para san Pedro Jesús es “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

(Mesías, palabra hebrea que significa ungido y que en griego se dice Cristo, por lo que ser cristiano, significa ser otro cristo, estar ungido. La unción significa estar lleno del Espíritu Santo para actuar como hijo de Dios).

MEDITAR: Hoy el Señor Jesús me hace la misma pregunta a mí. ¿Quién soy Yo para ti? Para responder de manera más personalizada es importante que antes me responda a mí mismo, ¿quién soy yo, para mí?

San Pedro y la mujer cananea sabían que estaban en una situación difícil, no se autoengañaban o se dejaron distraer por lo que había en su entorno. Ante la realidad que experimentaban reconocían que sólo Jesús les podría salvar.

Si entro en mi corazón descubriré que soy un pecador, lleno de limitaciones de todo tipo. Psicológicas por mis experiencias pasadas. Físicas por mis enfermedades. Emocionales por las fracturas relacionales con mis seres queridos. Materiales por mis problemas económicos, etc. Esto es como si bajo una máscara hubiera otro yo, diferente al que muestro a los demás y que me lleva a reconocer que en ocasiones me encuentro tan fragmentado que pienso que estoy a punto de romperme. Ante esto y lo que cada uno de nosotros pudiéramos reflexionar y encontrar en nosotros mismos, Jesús el Mesías, el Hijo de Dios, se nos presenta precisamente como quien nos levanta de la miseria en la que estamos y nos unge con su amor y nos hace hijos de Dios.

Jesús es el Hijo de Dios y para Dios no hay imposibles. Al aceptar a Jesús, somos hechos hijos de Dios. Esta es la auténtica realidad y no la falsa percepción que tengo de mí. Dios me ama y soy su hijo(a). Dios me ama tal y como soy y me da su amor para que yo sea tal como Él quiere que sea: alegre, servicial, amoroso(a), plenamente feliz, santo(a).

Sí, la realidad más profunda de nuestra persona, no es la percepción que tengo de mí mismo(a) a causa de mis limitaciones, sino la de ser hijo(a) de Dios.

Ante esta realidad, ahora si puedo responder con mayor certeza a la pregunta del Señor Jesús: ¿Quién soy Yo para ti?

Señor Jesús, eres mi Salvador, me das nueva vida con tu presencia, tu perdón y amor. Tú eres el Mesías el Hijo de Dios y cuando yo te abro las puertas de mi corazón me redimes, me transformas, me fortaleces porque me purificas, me renuevas, me sanas, me santificas.

ORAR: Señor Jesús, Tú eres el Mesías, el hijo de Dios, mi Salvador. Gracias porque me amas, me perdonas y me redimes. Gracias porque me das a la Iglesia y a través de ella tu Palabra, me fortaleces con los sacramentos, me alimentas con tu Cuerpo y Sangre y me invitas a amarte sirviendo a mis hermanos.

CONTEMPLAR: Señor, al mirar la grandeza de tu amor, al mirar mi pequeñez, quiero ser como Tú. Tú conoces mis deficiencias y sales a mi encuentro y me sacas del fango en el que estoy sumido y me redimes. Acepto la vida nueva que me das, experimento la paz que proviene de tu perdón. Tu mirada llena de amor hacia mí, me invita a seguirte y, a nunca más dejarte. Acéptame Señor como posesión tuya. Gracias porque me conoces y me amas, gracias por permitirme conocerte y amarte, concédeme trabajar para que muchos te conozcan y te amen.

ACTUAR: Procuraré acercarme al sacramento de la reconciliación, procuraré comulgar conscientemente reconociendo que en la Hostia Consagrada está Jesús mi Salvador. Me esforzaré por vivir como hijo(a) de Dios.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

miércoles, 3 de agosto de 2011

JMJ Madrid y fe de cristianos en occidente en intenciones del Papa

A finales del mes pasado, la Oficina de Prensa de la Santa Sede dio a conocer que la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Madrid 2011 y la fe de los cristianos de occidente están en las intenciones del Papa Benedicto XVI para el mes de agosto.

La intención general del Apostolado de la Oración del Papa para el mes es: "Para que la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid aliente a todos los jóvenes del mundo a fundar y arraigar su vida en Cristo".

La intención misionera es: "Para que los cristianos de Occidente, dóciles a la acción del Espíritu Santo, reencuentren la frescura y el entusiasmo de su fe".

Meditación del Evangelio del 3 de agosto del 2011

11-08-03.
Mt 15, 21-28. 
¡QUÉ GRANDE ES TU FE!

LEER: El fragmento del Evangelio nos presenta al Señor Jesús más allá del territorio judío. Una mujer extranjera, se acerca a Él pidiendo salud para su hija. El Señor aparenta no escucharla e incluso no querer atenderla, sin embargo, Él, al tiempo que cura a su hija, destaca la fe de esta mujer. Las palabras a meditar, son la expresión de la mujer “¡ten compasión de mí!” y la constatación de Jesús: “¡qué grande es tu fe!”. La mujer no sólo obtiene la salud de su hija, sino también y sobre todo, la fe en Jesús. Ella será la evangelizadora de su hogar y de su comunidad.

MEDITAR: En relación al fragmento evangélico que recientemente hemos comentado (Mt 14, 22-36), nos encontramos ahora a una mujer que clama a Jesús ante una necesidad. Ella, al igual que el apóstol Pedro será atendida por Jesús. Se trata de una extranjera, de una persona que no conoce tan profundamente a Jesús como el apóstol y que sin embargo confía totalmente en Él, por eso Jesús le dirá: ¡qué grande es tu fe!, mientras que al apóstol le dijo: ¿por qué has dudado?

Lo primero que notamos en este pasaje, es que para Jesús no hay acepción de personas, todos somos amados por Él, todos estamos llamados a la salvación. Pablo lo señala, en Cristo “ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre…, ni hombre ni mujer ya que todos son uno en Cristo Jesús” (Gal 3,27-28). Jesús a nadie rechaza y en todos valora lo bueno.

La mujer acude confiada a Jesús y aunque Él parece no escucharle, ella persevera. Su intención es pedir por su hija. Es la oración de intercesión de una madre por su prole. Realizado el milagro, ella lo platicará con su esposo, sus familiares y amigos. Les hablará de la compasión de Jesús, de su poder y sobre todo de la alegría y el gozo que llegó a su corazón y a su familia por creer en Jesús.

ORAR: Señor Jesús, hoy me invitas a orar confiadamente a Ti, pidiéndote no sólo por mis problemas, sino también intercediendo por otros. En el mundo, entre mis vecinos y amigos, encuentro muchas necesidades por las cuales pedirte, pero también en mi propia familia. La persona casada orará por su cónyuge, los padres por sus hijos y ellos por sus padres o sus hermanos. La oración confiada atraerá la presencia de Jesús a la propia vida, fortalece la unidad familiar y en cada persona agradecida, Jesús contará con un evangelizador.

CONTEMPLAR: Señor, Tú sabes que creo en Ti; ayúdame a romper la barrera que me lleva a pedir sólo por mí, para interceder por otros, en especial por los de mi familia. Que a ellos, les hable de Ti no sólo con palabra sino sobre todo con mi testimonio de vida. Concédeme que confíe totalmente en Ti y me esfuerce tanto en darte a conocer y amar, que se pueda decir de mí: ¡Qué grande es tu fe!

ACTUAR: Con la seguridad de que siempre nos escuchas, hoy, Señor Jesús, ante las necesidades de mis familiares y amigos, les invitaré a que oremos juntos y les pediré que abran las puertas de su corazón y de su familia a tu presencia que salva, sana y une.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

martes, 2 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 2 de agosto del 2011

11-08-02.
Mt 14, 22-36.
¡Ánimo, soy Yo, no tengan miedo!

LEER: El texto nos presenta a Jesús caminando sobre las aguas en medio de una tormenta, dirigiéndose a la barca en la que están los asustados apóstoles. Jesús les anima con las palabras que hoy meditamos “¡Ánimo, soy Yo, no tengan miedo!”. El mismo pasaje nos muestra a Pedro, hundiéndose en el agua y exclamando, “¡Señor, sálvame!”.

MEDITAR: En la vida todos pasamos por situaciones difíciles. En esos momentos podemos sentirnos abandonados por Dios. Nos sentimos amenazados y buscamos nuestras propias soluciones aunque sean contrarias al plan de Dios. Nos domina el miedo, nos asusta lo que puede pasar. Actuamos irreflexivamente. Sin embargo, siempre, deberíamos estar atentos para escuchar como el Señor Jesús, nos dice “¡Ánimo, soy Yo, no tengan miedo!”.

Muchas veces nos quedamos paralizados por el miedo, otras nos enojamos y nos peleamos con todos, en otros momentos actuamos, como si no contáramos Contigo. Actuamos sin reflexionar ni buscar tu voluntad y luego sentimos que nos hundimos más y más, incluso llegamos a la desesperación y algunos a los pensamientos homicidas y suicidas.

ORAR: Señor Jesús, yo sé que Tú siempre estás a mi lado y nunca me abandonas, ayúdame a buscar y a reconocer tu presencia en todos los momentos de mi vida, especialmente en los difíciles. Hoy al escuchar que me dices ¡Ánimo, soy Yo, no tengas miedo! Junto con el grito de súplica de Pedro: ¡Señor, sálvame!, te quiero decir, una y mil veces, quiero decir ¡Jesús en Ti confío!

CONTEMPLAR: Señor, Tú sabes que creo en Ti, pero la experiencia me dice que esto no es sinónimo de confiar en Ti, pues constantemente me siento desamparado(a) o temeroso(a). Ciertamente además de los problemas actuales mis vivencias del pasado pueden condicionar mi respuesta de fe.

Hoy, quiero y puedo reconocer que Tú siempre has estado a mi lado y me invitas a seguirte. Conoces mis debilidades y pecados, así como mis miedos y limitaciones y aún así, me invitas a seguirte y me infundes confianza diciéndome ¡Ánimo, soy Yo, no tengas miedo!

Señor quiero seguirte, levantarme si me caigo, en tu nombre echar las redes, caminar sobre las aguas: Sé que no permitirás que me hunda, y si ocurriera que me estuviera hundiendo, dado que sería por mi falta de confianza en Ti, desde ahora te digo ¡Señor, sálvame!, pues ¡Jesús en Ti confío!

ACTUAR: Como respuesta a tu presencia en mi vida, especialmente hoy, en toda circunstancia repetiré, una y otra vez: Jesús en Ti confío, y procuraré en cada acción manifestar mi confianza en Ti.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar:
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

lunes, 1 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 1 de agosto del 2011

El Evangelio del día de hoy: Mt 14,13-21, nos habla de la multiplicación de cinco panes y dos pescados, y destaco las palabras: “denles ustedes de comer”.

VER: Siempre ha habido infinidad de carencias de todo tipo, materiales y espirituales. Le damos mayor importancia a la material y descuidamos la espiritual. Ambas son importantes, una nos sitúa en el hoy y ahí queda, la otra también nos sitúa en el hoy pero nos lleva a trascender en la historia y hacia la eternidad.

JUZGAR: ¿El mundo a cual le da mayor primacía para solucionarla? A ninguna, pues nos invita al consumismo y a la indiferencia, generando mayor número de pobres, material y espiritualmente hablando.

Los que conocemos a Cristo tenemos una triple responsabilidad, estar al tanto de nuestra responsabilidad en el recto uso de los bienes con los que contamos y el deber, por amor, de compartir con aquellos que carecen de algo o mucho, a nuestro alrededor.

Por lo que se refiere a lo espiritual, nuestra mayor riqueza es Cristo y nos debemos cuestionar sobre la manera en que podemos acrecentar y mejorar nuestra relación con Él y el modo en que lo podemos compartir con los demás, fortaleciendo nuestra fe y la de aquellos a los que se Lo anunciamos.

ACTUAR: Hoy procuraré, ayudar a lo menos a alguna persona o familia a que mejore su situación material, pero también procuraré compartir mi fe, con todos los que me rodean. Esto es fácil si les invito a hacer una breve oración o si les pregunto qué significan para ellos las palabras de Jesús, “denles ustedes de comer”.

ORACIÓN: Señor, Tú me envías a darles de comer a mis hermanos y mi misión es ayudarles a estar mejores materialmente hablando, pero también me envías a que les anuncie tu Palabra y les ayude a ser mejores. Ilumina mi vida con tu presencia y ayúdame a darte a los demás.

viernes, 29 de julio de 2011

Queridos amigos, les tengo varias invitaciones:

1.   Conoce la historia de la Antigua Basílica de Guadalupe, lugar que fue el resguardo del Sagrado Original de Santa María de Guadalupe durante 267 años. Este magnífico edificio guarda en su esplendor la religión, el arte, la historia y la fe del pueblo mexicano. Ponemos a tu alcance recorridos guiados de martes a domingo, informes de horarios al 5750-2222. (Donativo voluntario, para la restauración de éste lugar).

2.   El Centro de Espiritualidad de Familia Eucarística, les invita a apoyar la pastoral de cárceles y enfermos, a través del “Desayuno Eucarístico Familiar”, que se llevará a cabo el miércoles 3 de agosto en el Salón Ricarte, ubicado en Calle Ricarte No. 523, Col. Valle del Tepeyac, de las 9:00 a las 12:30 hrs. se contará con la participación del Grupo Emmanuel. El costo de recuperación del Desayuno es de $100. Informes al 5577-0450

3.    A partir del domingo 7 de agosto, en la misa de las 6 de la tarde en la Antigua Basílica de Guadalupe, los cantos serán acompañados por el Órgano Monumental Wurlitzer, les invito a que asistan y participemos de la Eucaristía con este magnífico instrumento que recientemente ha sido restaurado.

4.    La Antigua Basílica de Guadalupe, les invita al 3er. Encuentro con Jesús Divina Misericordia, los días 19 y 20 de agosto, de las 10:00 a las 19:00 hrs. Cooperación para material: $30 por día. Informes al 5750-2222.

5.     Familia Eucarística, te invita a participar en el retiro espiritual: “Abraham: La entrada en el misterio de Dios”, que yo impartiré, el sábado 27 de agosto, de las 9:00 a las 13:00 hrs. en la Antigua Basílica de Guadalupe. Cuota de recuperación $20.