Mártir de la castidad
6 de julio
Nació el 16 de octubre de 1890 en Corinaldo, Italia. Fue la segunda de seis hermanos. La familia se mudó a Nettuno, a trabajar como temporeros.
María trataba de trabajar duro para obtener dinero y darle un buen pasar a sus hermanos y a su madre viuda. También era muy religiosa, refugiándose en la fe como una manera de mantenerse firme, pese a la dura situación económica por la cual pasaba su familia.
Los Goretti vivieron en una antigua bodega, compartida con otra familia: los Serenelli. Y fue allí donde la joven, de tan sólo doce años, conoció a quien sería su asesino: un muchacho siete años mayor llamado Alessandro Serenelli. Ella había atraído su atención; entonces, Alessandro empezó a hacerle diversos tipos de insinuaciones e insultos, los cuales María rechazó repetidas veces.
En julio de 1902, mientras la familia de María y el padre de Alessandro trabajaban cosechando vegetales, la niña se quedó en casa y Alessandro, que se había cansado de los rechazos de María, la sorprendió y la intentó violar, pero María opuso resistencia y trató de hacerlo razonar, mencionando entre otras cosas que intentar violarla era un pecado y que ella no quería que Alessandro se condenase.
Alessandro se descontroló por completo, apuñalando a María. Fue llevada al Hospital de Nettuno; allí, tras infructuosas y dolorosas operaciones, recibió los últimos sacramentos de parte del párroco del hospital. En su lecho de muerte, María perdonó a su asesino.
Finalmente, María murió el 6 de julio de 1902, a la edad de doce años. Fue beatificada en 1947 y canonizada por el Papa Pío XII en 1950.
El asesino fue condenado a 30 años de prisión. La tradición cuenta que después de un sueño donde María le dijo que él también podía ir al cielo, Serenelli cambió completamente volviéndose hacia Dios y ofreciendo sus trabajos y sufrimientos en reparación de sus pecados.
Después de 27 años de cárcel fue liberado y acudió a pedir perdón a la madre de la santa, quien no solo lo perdonó, sino que lo defendió en público alegando que si Dios y su hija lo habían perdonado, ella no tenía porque no hacerlo.