viernes, 27 de abril de 2012

Recepción de reliquia en el Templo Expiatorio

Quiero invitarte el próximo domingo 6 de mayo a la Misa del mediodía para recibir y venerar la reliquia de la beata Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, cuya espiritualidad me ha inspirado para la fundación de Familia Eucarística.

¡Te espero!

EL PAPA Y ZENIT HABLAN DE LA BEATA MADRE MARÍA INÉS TERESA



1.- Palabras del Papa Benedicto XVI
Después del Regina Coeli del domingo 22 de abril del 2012, el Papa Benedicto XVI, dijo:
Dijo: Queridos hermanos y hermanas: Estoy contento de recordar que ayer (sábado 21 de abril), en México ha sido proclamada Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, fundadora de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Damos gracias a Dios por esta hija ejemplar de la tierra mexicana, que hace poco he visitado y llevo siempre en mi corazón.

2.- NOTICIAS:
Beatificada en México la madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento
En una ceremonia presidida por el cardenal Ángelo Amato
Lunes ZENIT. 23-abr 2012

En una ceremonia llevada a cabo en la Basílica de Guadalupe, la religiosa, fundadora de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento y de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, fue declarada beata, paso previo para la canonización.
“Eminencia reverendísima cardenal Ángelo Amato como obispo de la Diócesis de Cuernavaca y a nombre de la Familia Inesiana, le pido humildemente trasmita al santo padre Benedicto XVI, nuestra profunda gratitud por haber proclamado beata a la venerable sierva de Dios madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento”.
Fueron las palabras del obispo Alfonso Cortés, después de que el enviado del santo padre diera lectura al texto de la carta apostólica por la que su santidad anuncia la inscripción en el Libro de los Beatos a la religiosa mexicana.
En el momento de la proclamación, se descubrió un tapiz gigante de Manuela de Jesús Arias Espinosa, nombre de nacimiento de la religiosa.
Aplausos prolongados ante la imagen, mientras una reliquia de la nueva beata era llevada en procesión hasta colocarla en su lugar en el presbiterio por la madre general Julia Meijueiro y Francisco Javier Carrillo Guzmán, el niño al que María Inés Teresa del Santísimo Sacramento salvó de la muerte, y que permitió con su sanación comprobar el milagro hecho por la hoy beata. Fue el 27 junio de 2011, cuando el papa Benedicto XVI avaló el milagro atribuido a la monja.
Durante la homilía, el cardenal Amato dijo que ésta beatificación es otro don que el santo padre hace a la Iglesia y a todo el pueblo mexicano.
“El papa ama a su noble patria. A ella ha venido como peregrino para alentarles a ser firmes en la esperanza (...). Ustedes merecen superar todas las dificultades para vivir serenamente en la solidaridad y en la concordia. La visita del santo padre ha sido una inyección de ánimo para un futuro de paz, concordia y bienestar”, agregó el cardenal Amato ante miles de fieles que acudieron a la celebración.
En sus palabras, definió el carisma personal de María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: “Era generosa en el trabajo, ferviente en la oración, humilde, sacrificada y siempre dispuesta a la ayuda”.
La ceremonia, que duró aproximadamente tres horas, fue concelebrada por el cardenal Norberto Rivera Carrera y el nuncio apostólico Christophe Pierre, así como por unos cuarenta obispos mexicanos de diversas diócesis del país.
Conocida afectuosamente como “Manuelita”, la monja profesó en el Monasterio del Ave María el 12 de diciembre de 1930, y a partir de entonces pasó varias etapas de vida religiosa hasta emitir su profesión perpetua el 14 de diciembre de 1933.
Su vida enclaustrada duraría hasta 1945. Cuatro años antes sor María Inés Teresa había recibido la noticia de que en Roma se había firmado la autorización para fundar las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, una nueva congregación católica con un ideal contemplativo y apostólico que oficialmente nacería el 23 de agosto de 1945 en la ciudad de Cuernavaca. El 22 de junio de 1951, la Santa Sede avaló la nueva orden religiosa de manera definitiva.
Posteriormente las religiosas extenderían su acción evangélica por diversos países de Asia y África, Estados Unidos y varias naciones de Latinoamérica y Europa.
La congregación de las Misioneras Clarisas se afianzó aún más el 5 de enero de 1953, cuando la Santa Sede autorizó la formación de las Vanguardias Clarisas (Van-Clar), un movimiento laico que se desarrollaría en paralelo a la orden religiosa.
Las misioneras se caracterizan por ser una congregación eucarística, mariana y misionera, que lleva una vida contemplativa-activa, y que tienen como base la adhesión a la voluntad divina, fuente de alegría, y como centro, a Jesucristo.
Profesan los votos de castidad, pobreza y obediencia, y testimonian el amor fraterno “siempre en un espíritu de comprensión y servicio, vividos en amor y paz, siendo la caridad lo que la impulsa a vivir ya no para sí, sino para toda alma necesitada”.
La labor de esta religiosa permitió dejar creadas 36 casas de misioneras por 14 países del mundo, así como trabajos de misión por sacerdotes en Sierra Leona y México.
La nueva beata nació en Ixtlán del Río, Nayarit, el 7 de julio de 1904 y murió el 22 de julio de 1981 en Roma, Italia, pocos meses después de haber sido recibida por el entonces papa Juan Pablo II, el 9 de diciembre de 1980.
Fue la quinta de ocho hermanos nacidos en el seno de una familia cristiana. A los siete años recibió la primera comunión. Su vocación surgió en 1924, y cinco años después ingresó en el Monasterio del Ave María.
Eran los años de la persecución religiosa derivada de la Guerra Cristera (1926-1929) y el monasterio se había trasladado hasta Los Ángeles, Estados Unidos.
Fundadora de las congregaciones de las Misioneras Clarisas (1945) y de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal (1979).
Creada a mediados del siglo pasado la congregación de las misioneras, que se rige por el lema Oportet Illum Regnare (Urge que Cristo reine) y con presencia en 14 países, fue el legado principal de esta nueva beata.

Te recomiendo que la veas


Te invito a que vayas al cine a ver "Cristiada", es una película casi documental, que nos muestra un poco sobre lo que sucedió en nuestro país cuando se desató la denominada "guerra cristera".
Ubica a los personajes principales e investiga de ellos, pues este acontecimiento regaló a la Iglesia Católica muchos santos y beatos, como el pequeño José Sánchez Del Río y Anacleto González Flores.

¡Viva Cristo Rey!
¡Viva Santa María de Guadalupe!


martes, 24 de abril de 2012

Homilía en la Misa de Beatificación de Madre Ma. Inés


Beatificación de la Madre María Inés Teresa del Ssmo. Sacramento

Homilía[1] 

Angelo Card. Amato, SDB

Eminencia, Señor Nuncio, Excelencias, Autoridades religiosas, civiles y militares,
queridas Hermanas Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento,
queridos fieles,


1. Es especialmente emocionante para mí celebrar la Eucaristía en este lugar bendito, donde, en el lejano 1531, la SantaVirgen de Guadalupe ha dejado sus huellas de paraíso, hablando a Juan Diego y haciendo florecer milagrosamente las rosas de invierno. La aparición de María en la sacra colina del Tepeyac fue para México y para la América Latina un signo prodigioso de protección maternal. Y desde aquel momento Nuestra Señora de Guadalupe no ha cesado de conceder a sus hijos gracias y favores para consolarles y animarles en el camino fatigoso de la vida.

La misión especial de María ha sido la de conducir a los bautizados a Cristo Rey, haciendo florecer mártires y santos, que han sido testigos heroicos del Evangelio de la vida, de la verdad, de la justicia y de la paz. La Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento es uno de estos testigos heroicos, que ha puesto todas sus energías de la naturaleza y de la gracia al servicio del reino de Cristo, según el lema: «Es urgente que Cristo reine».

La gran imagen de la beatificación muestra con gran sensibilidad artística a Nuestra Señora de Guadalupe que, sonriendo, llena de rosas las manos de la Madre María Inés, significando las muchas gracias espirituales concedidas a ella para la santificación propia y para la valiente empresa de la fundación de dos congregaciones religiosas misioneras. De hecho, fue la dulce Morenita la que transformó una monja de clausura en apóstola y misionera del Evangelio. Fue el amor mariano guadalupano el que infundió en su corazón el ansia de llevar a toda la humanidad a Cristo Eucaristía y su Corazón misericordioso.

2. La beatificación de hoy es otro don que el Santo Padre Benedicto XVI, (dieciséis), hace a la Iglesia y a todo el pueblo mexicano. Hace un mes el Papa llegó a esta noble tierra y se sintió feliz de estar entre ustedes. Con esta visita deseaba estrechar la mano a todos los mexicanos, de dentro y de fuera de vuestra tierra, para apoyarles y agradecerles su fidelidad a la fe católica y su amor a Cristo Rey y a la Iglesia.
El Papa ama vuestra noble patria. A ella ha venido como peregrino para alentarles a ser firmes en la esperanza. Los mexicanos son un pueblo fuerte, un «pueblo que tiene valores y principios, que cree en la familia, en la libertad, en la justicia, en la democracia y en el amor a los demás».[2] Ustedes son un pueblo joven, acogedor, creativo, religioso, con una gran historia de civilización. Ustedes merecen superar todas las dificultades para vivir serenamente en la solidaridad y en la concordia. La visita del Santo Padre ha sido una inyección de ánimo para un futuro de paz, de concordia y de bienestar.

Parecen dirigidas a vuestra Iglesia y a vuestra nación las palabras con las cuales, en la liturgia de la palabra de hoy, el profeta Isaías glorifica a Jerusalén: «Levántate, llénate de luz, porque viene tu luz, la gloria del Señor» (Is 60, 1-2).

            La fe en Dios, la esperanza en su providencia eficaz, la caridad ardiente son los rayos de aquel sol deslumbrante que es el amor inmenso de Dios, que orienta las mentes y calienta los corazones para cumplir el bien y no el mal, para caminar por la vía de la concordia y no de la división.

            3. La beatificación de la madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento es también un reconocimiento de la Iglesia a una mujer, que ha encarnado ejemplarmente las mejores cualidades humanas y espirituales de su pueblo, dignificándolo con la heroicidad de sus virtudes y difundiendo el perfume de la santidad, hecha de fe profunda, de esperanza firme, de caridad inmensa.

            ¿Quién era la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento (1904 – 1981)? Manuela de Jesús Arias Espinosa, que después en la vida religiosa tomó el nombre de María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, fue una joven valiente. Para poder realizar su sueño de vida consagrada, debió alejarse de México y emigrar a los Estados Unidos. En aquella época, de hecho, se tenía el temor continuo de la persecución contra la Iglesia. En el país las religiosas vivían en condiciones precarias y no aceptaban aspirantes a la vida consagrada. Así, en 1929, Manuelita fue a Los Ángeles, California, y entró en las Clarisas Sacramentarias del monasterio del Ave María, como monja de clausura.

            Se distinguió enseguida por su carácter abierto, sencillo y sereno. Era generosa en el trabajo, ferviente en la oración, humilde, sacrificada y siempre dispuesta a la ayuda. A propósito de su humildad, los testigos del proceso cuentan un episodio, que sucedió cuando las Clarisas habían regresado a México. Sor María Inés, como sacristana, había adornado el altar de un modo que no gustó a la abadesa, la cual le castigó severamente, obligándole a comer tres días en el suelo. La Beata aceptó la corrección con serenidad y después abrazó a la abadesa y le pidió perdón.[3] Esta actitud de humildad y de resignación le acompañó en toda su vida. En todo caso la abadesa reconoció la actitud edificante de su joven hermana, vislumbrando en ella madera de santa.

            Más tarde, el carácter abierto y dinámico, propio de la vida activa, impulsó a nuestra Beata a desear un apostolado, que pudiera desempeñarse también fuera del monasterio, en una auténtica misión evangelizadora, para difundir el mensaje de Cristo en tierras lejanas. Este sueño se realizó en 1945 en Cuernavaca, con seis religiosas provenientes del Ave María. Estas Misioneras clarisas del Smo. Sacramento unían la vida contemplativa con la activa, bajo la protección de la Santísima Virgen de Guadalupe. La nueva congregación floreció rápidamente con nuevas vocaciones y fundaciones, no sólo en varias ciudades de México, sino también en Japón, California, Texas, Costa Rica, Sierra Leona, Indonesia, además de en España, Irlanda, Corea, Nigeria, Italia. Con un celo grandísimo la Madre María Inés, como madre general, dirigía sus obras y sus hijas primero desde México y después desde Roma, donde murió en olor de santidad en 1981 (mil novecientos ochenta y uno).

4. El carisma vivido por Madre Inés y transmitido a sus discípulas es el ansia misionera, realizada con la catequesis, con el testimonio y sobre todo con una auténtica missio ad gentes. La Madre Inés fue una misionera infatigable. En su vida emprendió 44 (cuarentay cuatro) viajes, 19 (diecinueve) intercontinentales y 25 (veinticinco) internacionales, que comprendían 92 (noventaydos) visitas a varios países. Acompañaba personalmente a las hermanas que marchaban a tierras lejanas y desconocidas. Con una fuerza extraordinaria ella misma hacía fatigosos viajes en tren, barco y avión para poder socorrer a las propias hermanas misioneras.

De esta vocación nacieron, además de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, los Misioneros de Cristo para la IglesiaUniversal. A estas dos congregaciones se une el movimiento Van-Clar, formado por laicos que tienen como fin vivir el santo Evangelio mediante la práctica de las promesas bautismales en el propio ambiente familiar, profesional, social y eclesial según el lema: «Vivir por Cristo».

Nadie duda de la gran actualidad de este carisma misionero. Hoy, en América Latina y en toda la Iglesia, es urgente la evangelización, no solo como primer anuncio a los que no conocen el Evangelio, sino también como nueva propuesta de la palabra de Dios a los que la han olvidado y descuidado y que llevan una existencia lejana de la verdad de la palabra de Jesús y de los sacramentos salvíficos de la Iglesia.

En la liturgia de la palabra de hoy San Pablo afirma: «Si proclamas con tus labios que “Jesús es el Señor”, y crees en tu corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás» (Rm 10, 10). Pero después el apóstol se pregunta: «¿Cómo creerán en uno del que no han oído hablar? ¿Cómo oirán hablar sin nadie que lo anuncie? ¿Y cómo lo anunciarán si no han sido enviados? Como está escrito: ¡Qué bellos son los pies de los que llevan el alegre anuncio del bien!» (Rm 10, 14-15).

La Iglesia necesita misioneros y el deseo de nuestra Beata fue precisamente la de dar a la Iglesia misioneros del Evangelio. Todo en perfecta sintonía con la conclusión de los Obispos latinoamericanos reunidos en la quinta Conferencia del CELAM en Aparecida, en Brasil (2007). Para los pastores de vuestro continente, los signos de los tiempos piden la promoción de una evangelización, que sea un retorno a Cristo, centro del Cristianismo. La Iglesia latinoamericana ha decidido ser iglesia misionera, animando a los fieles a vivir como auténticos «Discípulos y Misioneros de Cristo Jesús para que nuestros pueblos tengan vida en Él». Este nuevo impulso a la misión y a la evangelización, implica para todos, pastores y fieles, el compromiso de crecer en la fe para ser luz del mundo y sal de la tierra. A este respecto el Santo Padre Benedicto XVI (dieciséis) ha escrito: «He leído con especial interés las palabras que exhortan a dar prioridad a la Eucaristía y a la santificación del día del Señor [...], como también las que expresan el deseo de potenciar la formación de los fieles».[4]

Ante una agresiva cultura anticristiana y un vacío relativismo religioso, la Iglesia latinoamericana reafirma la novedad del Evangelio, que está bien enraizado en la historia de su pueblo. Más que en las estructuras, los obispos insisten en las personas, en el testimonio de «hombres y mujeres nuevos, que encarnen la tradición religiosa católica y la novedad del Evangelio, como discípulos y misioneros de su reino, protagonistas de vida nueva para América Latina».[5]

Los obispos exhortan a mirar el rostro de Cristo, para que, iluminados por la luz del Resucitado, los bautizados puedan contemplar el mundo y la historia de sus pueblos con ojos pascuales, reflejando el gozo de ser discípulos de Cristo Rey, camino, verdad y vida (Jn 16, 4). De hecho, es el Evangelio la buena noticia de la dignidad de cada persona humana, de la preciosidad de la vida, del bien incalculable de la familia, del respeto de la naturaleza, de la distribución justa de los bienes. Es hora, por tanto, de volver a la escuela de Cristo, para aprender de él la lección de una vida buena y feliz, también en esta tierra.

5. Y es un gran don de la divina Providencia la celebración de hoy, que presenta la glorificación de una Consagrada latinoamericana, que ha encarnado este proyecto misionero de los Obispos, mediante su vocación a la santidad y a la misión.
La nueva Beata nos invita a todos, y en primer lugar a sus Hijas espirituales, a volver a encender la llama de la misión, de la missio ad gentes, de la llamada a la conversión y al bautismo, que purifica el ser humano del pecado revistiéndolo de la gracia divina. Las Misioneras Clarisas del Smo. Sacramento deben ser las primeras en esta renovada obra de apostolado.

Pero esta expansión misionera debe brotar de un corazón imbuido del amor de Jesús, que nos dice: «Permaneced en mi amor. [...]  Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo les he amado [...]. Esto les mando: que se amen los unos a los otros» (Jn 15, 9-17). La misión es expresión de amor a Cristo y a la Iglesia.
La Madre María Inés fue una mujer enteramente concentrada en el amor misericordioso de Cristo eucarístico y en la obediencia a la Iglesia y a sus pastores. El magisterio de la Iglesia era la brújula que guiaba sus proyectos misioneros, bajo la protección de Nuestra Señora de Guadalupe, estrella de la evangelización.

El heroismo de su fe si manifestaba en una esperanza que era confianza plena en la presencia providente de Dios. Su mirada se dirigía al cielo y su corazón estaba anclado en el corazón sacratísimo de Jesús, de quien provenía su energía y entusiasmo apostólico.

Su vida extraordinariamente virtuosa estuvo adornada por una sonrisa perenne. En sus apuntes encontramos este propósito: «Una sonrisa cuando se quiera manifestar molestia; sonreir siempre, incluso cuando esta sonrisa nos duela más. No me cuesta mucho esto, pues desde el inicio de mi vida espiritual, he trabajado mucho para conseguir este equilibrio de carácter».[6]

La beatificación de hoy es la fiesta de la santidad, pero también la fiesta de la alegría, porque los santos son la sonrisa de Dios en nuestra tierra.


[1] Homilía pronunciada el 21 de abril de 2012 en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en Ciudad de México.
[2] Son palabras de saludo dirigidas al Papa, el 23 de marzo de 2012, por el presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa.
[3] Informatio, p. 42.
[4] Doc. Apar., n. 251-252.
[5] Ib. n. 11.
[6] Informatio, p. 180.

sábado, 21 de abril de 2012

Homilía de las Vísperas



HOMILÍA DE LAS VÍSPERAS DE LA
BEATIFICACIÓN DE MADRE MARÍA INÉS TERESA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
20-Abril-2012

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Queridos hermanos, ante Jesús Eucaristía, aquí expuesto y con el ardor misionero que brota del escuchar el texto tomado de la Carta de san Pablo a los Romanos (Rom 10, 14-15), responderemos en unos momentos más: “Cantaré las misericordias del Señor”. Y efectivamente, hoy estamos reunidos para “cantar sus misericordias” y le pedimos a la Virgen María que nos acompañe en esta breve reflexión, pues como Ella, estamos contentos con las maravillas que ha hecho Dios en su hija fiel, la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, y en alegre espera, por lo que Dios quiere hacer en nosotros, a través de la beatificación de esta mujer, fiel a Jesucristo y a la Iglesia.

Todos conocemos la transformación que vive una mariposa para llegar a ser lo que es. Una vez que nace ha de crecer alimentada y cuidada por los rayos del sol. Después deberá envolverse en una crisálida, nuevamente protegida por él, para que a su debido momento, convertida en mariposa, bajo los rayos del astro rey, despliegue sus alas e iluminada por él, adorne con sus colores y su vuelo, el mundo que le rodea. Así podemos imaginar las etapas de la vida de la Madre María Inés Teresa, bajo los rayos del Auténtico Sol Indeficiente, Jesús Eucaristía, nuestro Señor.

Ella, que nació en un hogar profundamente cristiano, se desarrolló en él, para posteriormente vivir como en una crisálida, a lo largo de 16 años, en un convento de clausura y para que, durante 36 años más, con las alas de la misión y con el estandarte de santa María de Guadalupe, llevara la semilla de la Palabra de Dios por el mundo entero. Ahora, desde la Casa del Padre Eterno, desde el Cielo y hasta la eternidad, ella nos acompaña como “la estrellita que ilumina el sendero”, no sólo de sus hijos espirituales, sino de todos aquellos que deseen “vivir en Cristo” por los caminos de la santidad, siendo activos en la contemplación y contemplativos en la acción.

“Hacer de la vida un himno de alabanza y gratitud”, es una de las encomiendas que nos hace Madre María Inés Teresa y ella, con su vida, nos ha enseñado cómo hacerlo, a través del carisma fundacional que Dios le regaló y que nosotros, miembros de la Familia Inesiana, nos esforzamos en vivir. Ahora, por designio divino, con gran entusiasmo, nosotros sus hijos hemos de compartirlo con todos, pues la Iglesia ha avalado esta espiritualidad misionera, eucarística, mariana guadalupana, sacerdotal oferente y alegre; y la propone como camino seguro de santidad a toda la humanidad.

“Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento”, en el mundo “Manuela de Jesús Arias Espinosa”, nació en Tepic Nayarit, en 1904 y desde el seno familiar conoció a Dios.
De su padre aprendió que la oración es un diálogo de amor, “de corazón a corazón con Dios”.

Su familia, acostumbrada a su espiritualidad, fue respetuosa con ella y le acompañó por el camino de profunda oración contemplativa a la que fue llamada, especialmente después del Congreso Eucarístico Nacional de 1924, en donde al contemplar a Jesús Sacramentado, en expresión de “Manuelita”, “su corazón se fue tras Él”. Atentos a la oración en la que fue inmersa, sus padres le apoyaron para que ingresara a un convento mexicano, de clausura, que estaba en Estados Unidos a causa de la persecución religiosa en nuestro país. En este monasterio de Clarisas Sacramentarias del “Ave María”, esta joven enamorada de Dios pudo desplegar su alma de oración para escuchar mejor su voz y fue ahí, en 1929, en el día de su profesión religiosa, en donde la dulce embajadora del Cielo, le expresó una promesa que nos atañe a todos, pues de los labios de nuestra Morenita del Tepeyac, escuchó: “Si entra en los designios de Dios servirse de ti para las obras de apostolado, me comprometo a acompañarte en todos tus pasos, poniendo en tus labios la palabra persuasiva que ablande los corazones, y en estos la gracia que necesiten. Me comprometo además, por los méritos de mi Hijo, a dar a todos aquellos con los que tuvieres alguna relación, y aunque sea tan solo en espíritu, la gracia santificante y la perseverancia final”. (Est. y Med., f. 735).

Animada por esta promesa, Madre María Inés Teresa, alma eucarística y mariana desde sus inicios; alma oblativa y sacerdotal, ante las situaciones del mundo; en el convento de clausura fortaleció y acrisoló su carisma misionero, de tal manera que, con la alegría que brotaba de su corazón, todo se convertía para ella en una oportunidad para “comprar almas para Dios” y, así, asumir el reto de realizar lo que Jesús le iba pidiendo, en particular: dejar las seguridades de ser miembro de una familia conventual para fundar una obra misionera “Ad gentes”.

Entre el año de 1945, en que sale para fundar y el de 1951, en que el Vaticano autoriza la institución de su obra, de una manera muy especial, en el corazón de Madre María Inés Teresa, resonaban fuertemente las palabras del apóstol: “Urge que Cristo Reine”.

México había vivido la persecución religiosa y siendo un país eminentemente católico, no podía libremente expresar su fe. El mismo mundo, padecía los estragos que había causado la Segunda Guerra Mundial.  Europa experimentaba las consecuencias negativas de sistemas ateos, en América la pobreza de su gente se hacía más patente y grandes sectores de la humanidad en Asia, África y Oceanía, aún se mantenían herméticos al anuncio del Evangelio.

En medio de estas realidades, un corazón misionero, enamorado de Cristo y ocupado en la salvación de las almas, vibraba con una especial intensidad y al igual que san Pablo se preguntaba, ante el gran número de personas que aún no habían escuchado el Evangelio: “¿cómo creerán en Aquél de Quien no han oído y cómo oirán si no hay quien les predique?” Por eso, desde su sencillez y pobreza evangélica, María Inés Teresa, “misionera mexicana sin fronteras”, oraba y pedía a quienes le rodeaban, particularmente a aquellas primeras jóvenes que le habían seguido, a que ofrecieran su vida toda y junto con ella, suplicaran a Dios diciéndole “haz de mí lo que quieras, pero dame almas, muchas almas, infinitas almas”, pues su ideal, expresado en sus propias palabras, era “¡Hacer que Él reine en tantos corazones, cuantos son ahora los habitantes del mundo! ¿Quién pudiera alcanzar tales conquistas?”, se cuestionaba.

Aprobada su obra misionera en junio de 1951, le urgía llevar a Jesús Eucaristía al mundo entero, no sólo a México, su patria querida donde santa María de Guadalupe era Patrona, sino llevar a Cristo a diversas regiones del mundo, para instalar en todos los países, sagrarios donde Jesús fuera conocido y amado; presidiendo esta obra, el estandarte de la Morenita del Tepeyac. Ese año, cuatro meses después, en octubre, cuatro hijas suyas, saldrían rumbo a Japón.

A lo largo de los más de 60 años que han transcurrido desde esa fecha, la semilla del Evangelio que se empezó a esparcir desde ese entonces, a través de la Familia Inesiana, cuyas primogénitas son las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, ha ido dando sus frutos por los continentes del mundo y por eso hoy, de diversos países y regiones de nuestra Patria, estamos aquí reunidos para “cantar eternamente, las misericordias del Señor” porque el día de mañana, en una ceremonia solemne, a los pies de nuestra Reina del Cielo, nuestra Morenita del Tepeyac, santa María de Guadalupe, una de sus hijas, que le amó con profunda devoción, la llevó en su corazón y nos enseñó a amarla, será beatificada.

Para concluir esta meditación y compartiendo los mismos sentimientos que Dios puso en el corazón de Madre María Inés Teresa, dirijámonos a Jesús Eucaristía, aquí presente y hagamos nuestros, los ideales plasmados en algunas de sus oraciones.

“Tu voluntad, Señor, sí; sólo tu voluntad quiero cumplir siempre, siempre. Santificarme como Tú quieras; con tu gracia estoy dispuesta(o) a ir hasta los últimos confines del mundo para llevar tu Eucaristía y a tu Madre; no me importan los sacrificios, con tal que los Dos vayan conmigo; y les ofrendaría gustosísima(o) mis más caros amores” (Exp. Esp., f. 513).

“Tú harás, sí, Jesús Eucaristía, que nuestro apostolado sea fecundo; fecundo por la oración continua, incesante, confiada, amorosa; y por el sacrificio también continuo; por el continuo ofrecer a tu Padre celestial, por manos de la Inmaculada del Tepeyac, tus méritos infinitos, tu crudelísima Pasión, tu Sangre divina, y con ello, los méritos de tu Madre santísima, y todo el tesoro de la Iglesia” (Exp. Esp., f. 512).
Hermanos, con estos sentimientos y compromisos de vida, que nos dejan las palabras y el testimonio de Nuestra Madre, continuemos con nuestras Vísperas, “cantando las misericordias del Señor”.