11-08-03.
Mt 15, 21-28.
¡QUÉ GRANDE ES TU FE!
LEER: El fragmento del Evangelio nos presenta al Señor Jesús más allá del territorio judío. Una mujer extranjera, se acerca a Él pidiendo salud para su hija. El Señor aparenta no escucharla e incluso no querer atenderla, sin embargo, Él, al tiempo que cura a su hija, destaca la fe de esta mujer. Las palabras a meditar, son la expresión de la mujer “¡ten compasión de mí!” y la constatación de Jesús: “¡qué grande es tu fe!”. La mujer no sólo obtiene la salud de su hija, sino también y sobre todo, la fe en Jesús. Ella será la evangelizadora de su hogar y de su comunidad.
MEDITAR: En relación al fragmento evangélico que recientemente hemos comentado (Mt 14, 22-36), nos encontramos ahora a una mujer que clama a Jesús ante una necesidad. Ella, al igual que el apóstol Pedro será atendida por Jesús. Se trata de una extranjera, de una persona que no conoce tan profundamente a Jesús como el apóstol y que sin embargo confía totalmente en Él, por eso Jesús le dirá: ¡qué grande es tu fe!, mientras que al apóstol le dijo: ¿por qué has dudado?
Lo primero que notamos en este pasaje, es que para Jesús no hay acepción de personas, todos somos amados por Él, todos estamos llamados a la salvación. Pablo lo señala, en Cristo “ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre…, ni hombre ni mujer ya que todos son uno en Cristo Jesús” (Gal 3,27-28). Jesús a nadie rechaza y en todos valora lo bueno.
La mujer acude confiada a Jesús y aunque Él parece no escucharle, ella persevera. Su intención es pedir por su hija. Es la oración de intercesión de una madre por su prole. Realizado el milagro, ella lo platicará con su esposo, sus familiares y amigos. Les hablará de la compasión de Jesús, de su poder y sobre todo de la alegría y el gozo que llegó a su corazón y a su familia por creer en Jesús.
ORAR: Señor Jesús, hoy me invitas a orar confiadamente a Ti, pidiéndote no sólo por mis problemas, sino también intercediendo por otros. En el mundo, entre mis vecinos y amigos, encuentro muchas necesidades por las cuales pedirte, pero también en mi propia familia. La persona casada orará por su cónyuge, los padres por sus hijos y ellos por sus padres o sus hermanos. La oración confiada atraerá la presencia de Jesús a la propia vida, fortalece la unidad familiar y en cada persona agradecida, Jesús contará con un evangelizador.
CONTEMPLAR: Señor, Tú sabes que creo en Ti; ayúdame a romper la barrera que me lleva a pedir sólo por mí, para interceder por otros, en especial por los de mi familia. Que a ellos, les hable de Ti no sólo con palabra sino sobre todo con mi testimonio de vida. Concédeme que confíe totalmente en Ti y me esfuerce tanto en darte a conocer y amar, que se pueda decir de mí: ¡Qué grande es tu fe!
ACTUAR: Con la seguridad de que siempre nos escuchas, hoy, Señor Jesús, ante las necesidades de mis familiares y amigos, les invitaré a que oremos juntos y les pediré que abran las puertas de su corazón y de su familia a tu presencia que salva, sana y une.
Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.