11-12-02. Viernes 1º de Adviento.
PARA VER, ES NECESARIO ORAR
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Evangelio: Mateo 9,27-31: En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: "Ten compasión de nosotros, hijo de David." Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: "¿Creen qué puedo hacerlo?" Contestaron: "Sí, Señor." Entonces les tocó los ojos, diciendo: "Que les suceda conforme a su fe." Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: "¡Cuidado con que lo sepa alguien!" Pero ellos, al salir, hablaron de Él por toda la comarca.
I.- ENSEÑANZA BREVE: Dicen que lo que se ve, no se niega. El conocimiento que tenemos eminentemente lo adquirimos por nuestros sentidos. La vista, el olfato, el tacto, el gusto, el oído. Cuando una persona está contenta se nota, y lo mismo ocurre si está triste. De esto nos damos cuenta por su cara, por su postura corporal, por su voz y hasta por lo que dice. Esto lo percibimos si estamos atentos a ella, de otra manera no nos daremos cuenta de su estado de ánimo. Si hay alguna situación de bienestar o de peligro, también lo notamos y reaccionamos de acuerdo al estímulo, pero si estamos ensimismados, por alguna buena o mala noticia o por una acción que estamos planeando, una u otra situación, puede pasarnos desapercibida. Fácilmente podemos constatar que aunque tengamos vista, no siempre vemos, que aunque estemos despiertos, en ocasiones estamos dormidos o a lo menos adormilados.
Además de lo exterior, cada uno, a diferencia de las plantas y los animales, tenemos una vida interior, que va más allá de lo que captamos con nuestros sentidos. Vida interior, que muchas personas desconocen e incluso tienen miedo a conocer por la infinidad de recuerdos y sentimientos tristes que han ido acumulando, a los que se tiene miedo de afrontar y a los que se les dan una calidad de realidad que no existe, pues son pura fantasía del pasado, de la cual Dios nos puede liberar con su perdón y su amor. Para ver, para estar atentos y vivir plenamente, necesitamos estar atentos también, a nuestra vida interior.
“Para ver” necesitamos estar, en la medida de lo posible en contacto con la realidad, pero la Realidad no es sólo lo que nos rodea y constantemente cambia o lo que hoy llevamos en nuestro interior, pues todo ello es temporal. “Para ver”, necesitamos estar en contacto con la Realidad Fundante e Inmutable que es Dios. Para ello es importante y necesaria la oración, que además de permitirnos conocer a Dios, nos permite conocernos a nosotros mismos y estar alerta, como nos invita el Adviento, para reconocer a Quien realmente es importante, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre; apreciar lo que le da sentido a nuestra existencia: su Plan de Amor y a vivir lo que es el motor de nuestra existencia: el Amor a Dios y el Amor al prójimo.
PARA VER, ES NECESARIO ORAR. “Lo esencial, sólo se ve con los ojos del corazón” (ANTOINE DE SAINT-EXUPERY. El principito)
II.- VER - JUZGAR – ORAR - ACTUAR
VER | Llevados por el relativismo, el consumismo y el activismo, el ser humano actual realiza su vida, sin realmente conocerse. Sobrevive, pero no se puede decir que viva plenamente. Desconociendo que han sido creadas por Amor y para vivir en el Amor, la mayoría de las personas se mueven en la rutina de lo inmediato y no en lo fundamental. No se conocen a sí mismas, no conocen a los demás y mucho menos se relacionan con Dios o apenas lo hacen con una oración dicha a toda prisa. Muchos realizan su existencia volcados hacia el exterior de sí mismos, no tienen auténtica vida interior, sino la preocupación de cada día, de llegar temprano al trabajo o a la escuela, de evitar o propiciar el conflicto del día, de renovar un rencor o asimilar un nuevo temor, de hacer llamadas telefónicas por el celular, estar conectado en la Internet, escuchar música a través de audífonos para aislarse de los demás y de sí mismo(a)s, de regresar a casa para ver el televisor, para estar al tanto del “crimen” o del “chisme” del día y, al día siguiente, volver a repetir la rutina. |
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JUZGAR | El Adviento es la invitación para que nos demos un tiempo diario de reflexión y de oración, sobre nosotros mismos, sobre las personas que nos rodean, sobre lo que hacemos y sobre todo para abrir nuestro corazón a Dios, dejarnos amar por Él, recibir su paz y compartir, ese amor con los demás. El encuentro con Jesucristo es lo que cambió la vida de los ciegos de la narración bíblica. El encuentro con Jesucristo es lo que puede cambiar tu vida. Encontrarnos con Jesús no es difícil pues está en tu corazón. A Él lo encuentras también en los demás, en lo que haces, en la comunidad parroquial, en la Sagrada Escritura, en el sacramento de la Confesión, en la Eucaristía. Para que escuches su voz, debes saber hacer un alto en tu vida y hacer silencio en tu interior. Necesitas escuchar su voz, pues Él, al igual que a los ciegos del Evangelio, a quienes cambió su vida, te pregunta “¿crees que puedo hacerlo?” Ábrele tu corazón y deja que Él te sane y te de su paz, con la que puedas analizar tu vida, para tomar las riendas de tu vida y ser tú mismo en Dios. Eso en gran medida depende de ti, pues si tú le pides algo a Jesús, para que suceda eso, Él, además de escucharte y decirte que te ama y te perdona, te dirá, como a los ciegos: “que suceda conforme a tu fe”. Los que fueron ciegos, no hablaron de lo que les ocurrió, no era necesario, su actual capacidad de ver, era su testimonio. Permite que Jesús actué en tu vida y permite que en tu rostro se note que te has encontrado con Él. |
ORAR | Señor, el Adviento es un tiempo de preparar el corazón para recibirte y experimentar tu perdón, tu paz y tu amor. Hoy, yo te invito a que me liberes de mis cegueras, que entres en las tinieblas de mi corazón y con tu presencia luminosa perdones mis pecados, sanes mis heridas y expulses mis temores, para que con un corazón limpio y sereno, ordene mi vida exterior y dé testimonio de lo que Tú estás haciendo en mí. Concédeme experimentar tu amor para compartirlo con los demás, pues quiero como única recompensa que todos te conozcan y te amen. |
ACTUAR | A la hora de tomar alimentos encenderé un vela de la Corona de Adviento y diré “Ven Señor Jesús a mi corazón y a mi familia, para que te adoremos como lo hicieron los pastores y los magos. Concédenos que en estos alimentos reconozcamos tu providencia y en nuestra convivencia familiar te hagamos presente con nuestra alegría. Señor Jesús, quita nuestras cegueras para poder amarnos en Ti. |
“Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero”. Madre María Inés Teresa (Beatificación 21-abril-2012)