Los candidatos y
partidos reciben sueldos, son los primero que
han de respetar las decisiones de la mayoría y a las instituciones.
Creados para ser
libres, la verdad y el amor, junto con el perdón nos hacen vivir como hijos de
Dios. Si renuncio a estos parámetros, difícilmente podre vivir en la libertad
de hijo de Dios y por lo mismo, aunque estuviera bautizado, no estaría viviendo como
católico.
La voluntad de Dios se manifiesta en la “realidad”
y aunque ciertamente “muchas realidades” hay que cambiarlas, para hacerlo, lo
primero que hay que hacer es amarlas.
El odio es un sentimiento y cuando los sentimientos
gobiernan nuestras vidas, la razón queda nublada y por lo mismo nuestras
decisiones son tomadas guiadas por la pasión y no por la razón. Las pasiones
nublan el entendimiento.
Ante el asesinato de misioneros en África y el
destrozo de escuelas y hospitales levantados con mucho esfuerzo, el Papa Paulo
VI señalaba que un católico es aquel que construye con mucho amor y cuando ve
destruida su obra, con el mismo amor, incluso con más, perdona y pacientemente,
con amor, vuelve a levantar lo destruido.
En México hemos vivido una elección que ha vista de
muchos es muchos extranjeros y la mayoría de los mexicanos ha sido ejemplar.
Los contendientes a la presidencia fueron 4 pero atrás de ellos están por lo
menos 8 partidos. Ninguno de los candidatos obtuvo la totalidad de los votos,
pero si hubo quien concentró la mayoría.
La tolerancia nos habla del respeto a las personas
que piensan de manera distinta, a uno mismo, y nos lleva a comprender que no
por eso, quien piensa distinto a mí, es mi enemigo. La democracia reconoce esta
realidad y por eso es un canal de expresión de la pluralidad de ideas, a través
del cual, los electores pueden decidir quién ha de gobernarlos, entendiendo que
sólo uno ha de ganar.
La dinámica de la democracia exige que todos
respeten los resultados y tomen las vías institucionales, a través de la cual
se ha de seguir trabajando por el bien común, en espera de que quien ha sido
elegido cumpla con su deber y los que perdieron se sigan esforzando en realizar
bien las cosas que les corresponden en espera de ganar electores para las
siguientes elecciones.
Hay que recordar que los candidatos y sus partidos
reciben sueldos que son pagados por todos los contribuyentes,
independientemente del partido que sean y que por lo mismo, los candidatos y
representantes son los primero que tienen que respetar las decisiones de la
mayoría y a las instituciones.
Quienes pierden, actuando de manera inteligente y
no emocional, más que quedarse en la frustración de la derrota, han de saber
atemperar sus emociones y retomar las vías institucionales en lugar de caer en
la intolerancia y promover la desunión, el miedo y la violencia.
En la democracia las mayorías deciden. Aceptar la
derrota, no significa estar equivocado, sino simplemente reconocer que la
mayoría no piensa como yo, pero tampoco por eso, esa mayoría, está equivocada.