lunes, 18 de julio de 2011

Papa Benedicto XVI: "Si somos hijos de un Padre tan grande y bueno, ¡busquemos parecernos a Él!”

Este domingo 17 de julio, al presidir el rezo del Ángelus, el Papa Benedicto XVI reflexionó sobre el Evangelio de ese día, en el que Jesús narra la parábola de la cizaña. Seguidamente explicó que con estos relatos "el divino Maestro nos invita a reconocer sobre todo el primado de Dios Padre: donde Él no está, nada puede ser bueno. Es una prioridad decisiva para todo".

Luego, el Pontífice comentó que "el Reino de los cielos significa, justamente, Señorío de Dios, y significa que su voluntad debe ser asumida como el criterio-guía de nuestra existencia", y al mismo tiempo destacó que el cielo se refiere al "espacio infinito que posee la forma de la interioridad del hombre".

"Jesús compara el Reino de los cielos como un campo de trigo para hacernos comprender que dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido, que sin embargo posee una irreprimible fuerza vital. A pesar de los obstáculos, la semilla se desarrollará y el fruto madurará. Este fruto será bueno sólo si el terreno de la vida será cultivado según la voluntad divina", agregó.

Continuando con su mensaje, el Santo Padre señaló que en ésta parábola, "Jesús nos advierte que, después de que el patrón siembra, ‘mientras todos dormían’ interviene "su enemigo", que siembra la cizaña. Esto significa que tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del bautismo, siguiendo con la tarea de alimentar la fe en el Señor, que impide que el mal ponga sus raíces".

Más tarde, declaró que "si somos hijos de un Padre tan grande y bueno, ¡busquemos parecernos a Él! Éste era el objetivo que Jesús se ponía con su predicación; en efecto, decía a quien lo escuchaba: ‘Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en los cielos’".

Por último, alentó a los fieles a dirigirse "con fe a María, a quien ayer invocamos con la advocación de la Virgen Santísima del Monte Carmelo, para que nos ayude a seguir fielmente a Jesús, y así a vivir como verdaderos hijos de Dios", que "la liturgia de hoy nos presenta a Dios, bondadoso y rico en clemencia, que gobierna el mundo con sabiduría y cuya paciencia no tiene medida, otorgando al pecador el tiempo necesario para la conversión".

"En estos días, que para muchos son de descanso, invito a todos a abrir el corazón a la divina Palabra, para aprender cómo se comporta Aquel que todo lo puede y reflejar en nuestras vidas la grandeza de su amor y misericordia. Que a ello nos ayude la Santísima Virgen María. Feliz domingo", concluyó.

Poema de una misionera clarisa

PALOMA Y ÁGUILA

ERA EL AMANECER…
Y brotó en el silencio…
un pensamiento de Dios,
plasmándose en frágil criatura,
que a todos arrobó por su dulzura,
y su gran confianza en el Señor.

Era una blanca paloma de gran esplendor,
que para servir a su Señor, sólo vivía,
Él en correspondencia le dio su Amor,
y el de su dulce Madre María.

Mucho antes de lanzarla a difícil empresa,
a quien estaba destinada a una gran misión,
era necesario que el Creador probase,
la fortaleza de su corazón.

Y así como el Hijo, en obediencia fue probado
ella entonó con maestría, su cántico a Dios,
y aprendió a vivir para salvar almas,
y a abandonarse a su Señor.

Aprendió a ocultar lágrimas con sonrisas,
y en el silencio y sacrificio… a cantar,
a mirar tan suave y dulcemente,
como la morena del Tepeyac.

Acercábanse las almas,
al calor de su amor.
Su presencia cautivaba, reflejaba al Señor
y el hermano alejado en ella encontró
palabras de aliento y perdón.

Aprendió a darse toda a los hermanos,
y a unirse a Dios en continua oración,
y aprendió a cuidar los mil detalles,
para agradar siempre a su Dios.

Mas era necesario alcanzar mayor altura,
arriesgar su vida, y aún las alas destrozar,
sin importarle nada la espesura
su reto, era ir al más allá.

Y LLEGÓ EL ATARDECER…
Hubo temor y miedo a lo desconocido,
a la tormenta que amenazaba sin piedad,
mas se internó con Fe en su Amigo,
y de su vida… no supo ya más.
Fue llevada a la comprensión de sus miserias,
y ahí nuevas alas, le empezaron a brotar,
tornándose la pobre paloma aquélla,
en águila, un águila real.

Internóse en lo íntimo del corazón de Dios,
y su gran misericordia, de cerca conoció,
cruzó el umbral de almas de gran valor,
las que viven un pensamiento… Dios.

Una sencilla paloma, dice cómo confiar;
el águila real, nos invita a ir más allá.
una Madre nos enseña el camino,
soy su hija; debo, quiero… puedo
Ir aún más allá.

Hna. Ma. De la Luz González Pelayo
Misionera Clarisa