14-08-02. LECTIO DIVINA. San Pedro Julián Eymard.
Mt 14, 1-12. ANTE EL MAL PERSEVERAR EN LA FE. San Juan Bautista es decapitado.
LA VÍCTIMA INOCENTE: San Juan, quien proclama la Verdad del amor de Dios, la dignidad del matrimonio y la necesidad de la conversión hacia Dios para hacer este mundo mejor, viviendo en justicia y construyendo la paz. LA CAUSA: el pecado manifestado en el odio de una mujer, la inconsciencia y voluptuosidad de una joven, el hedonismo y la debilidad de un gobernante. LA
CONSECUENCIA: la muerte de un inocente y paradójicamente, el fortalecimiento de la fe. El drama de las guerras, la violencia en los hogares y las calles, el narcotráfico y la trata de personas, lo mismo que el aborto y otros muchos males, tienen UN MISMO AGENTE: el hombre y la mujer alejados de Dios. El pecado, es fruto del rechazo del amor de Dios y de la intención de ponerse por encima de Él y de los demás.
Este drama continúa, basta con dar un vistazo al mundo y ver los conflictos bélicos en diversos países de África, la crisis de Siria, Ucrania y la franja de Gaza, lo mismo que el genocidio religioso en contra de los cristianos en Irak y en otras regiones del mundo. El pecado invade también nuestras poblaciones, baste ver el incremento de secuestros y asesinatos fruto del crimen organizado, lo mismo que el incremento de la violencia en las calles y en las familias. También y quizá de mayor gravedad: la pérdida del sentido auténtico del matrimonio entre un hombre y una mujer y la legalización y promoción del aborto.
El texto de san Mateo señala que los discípulos de Juan: “recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús”. La maldad humana no los desanima, no los lleva a la violencia. Su dolor se convierte en fe. Su fe se fortalece en la búsqueda y el encuentro con el Señor Jesús. Ha muerto Juan, pero no la fe que él sembró. Sus discípulos perseverarán, el amor de Cristo se acrecienta en sus vidas. Su testimonio se fortalece por la gracia del Espíritu que Jesús derrama en sus corazones. Juan ha muerto, habrá muchos mártires más, el mismo Señor Jesús será crucificado, pero la gracia del Espíritu les fortalece y entienden y experimentan que por encima de la maldad del hombre está el amor de Dios. “La sangre de los mártires es semilla de cristianos” Tertuliano.
Ante los avances de la cultura de la muerte, el cristiano no se detiene, sigue trabajando por la Cultura de la Vida y así construye el Reino de Dios. Su mirada no está ni el mal que paraliza, ni en la destrucción del “enemigo”, sino en la construcción del Reino de Dios que se expresa en la la civilización del amor. Efesios 6, 14-18: “Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza. Calcen sus pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno. Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animadas por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos”.
ORACIÓN: Yo quiero Señor Jesús, buscarte y encontrarte en todos los acontencimientos de la vida: tanto en los que me son agradables y como en los que me disgustan. Por encima de todo y en el centro de mi vida, sólo Tú, Señor Jesús.