lunes, 19 de septiembre de 2011

Meditación del 20 de septiembre del 2011

11-09-20. Martes XXV.
Lc 8, 19-21.

SOY FAMILIA DE DIOS
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

  • VER: En ocasiones, aún en familia, pocas cosas en común tenemos que dialogar. En ocasiones con los de casa son con los que menos hablamos. Incluso, en ocasiones, estamos peleados.
  • JUZGAR: Jesús y la Virgen María son familia y en torno al amor a Dios están unidos. LA FE NOS UNE.
  • ACTUAR: Si oramos y vamos a Misa juntos, las relaciones familiares pueden mejorar.


Evangelio: Lucas 8, 19-21. En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta Él porque había mucha gente. Entonces le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». Pero él respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».

LEER. Parecería que el Señor Jesús, no atiende el anuncio que le hacen sobre la presencia de su Madre, la Virgen María, sin embargo, así como utiliza las parábolas y los hipérboles para evangelizar, sabe aprovechar lo que hay a su alrededor como las situaciones que le rodean para anunciar el Reino de Dios. En esta ocasión hablará de su propia experiencia para invitar a todos a que, como la Virgen María, vivamos en profunda interioridad escuchando y haciendo vida la Palabra de Dios.

MEDITAR: María, para la Iglesia católica no sólo es grandemente considerada por ser la Madre de Jesús, sino también porque Ella es modelo para todo cristiano. Ella es la primera en conocer y experimentar en sí misma el misterio de la Santísima Trinidad. Ella es la primera que abre su corazón y su vida totalmente a Dios, al grado que lo encarna en su ser. Nadie como Ella amó a su Hijo y nadie como Ella lo acompañó a lo largo de su vida terrena, ni nadie como Ella, está en su presencia, en el Cielo.

Las palabras de Jesús en el texto lucano, nos llevan a poner atención a la figura de María y a pedirle a Dios que la imitemos y siempre confiemos en Ella. Recordemos siempre, que en la Cruz, Jesús nos la dio como Madre y por lo mismo, al mismo tiempo María es modelo de vida, Ella, como buena Madre, es también nuestra intercesora y protectora.

Con nadie, como con María, el Señor Jesús tuvo una comunicación de vida tan profunda. Con Ella y a través de Ella, humanamente hablando, Él aprendió a conocerse y a descubrir el Plan de Amor de su Padre Dios. Ella lo cuidó y lo amamantó, le enseñó a hablar, a orar, a relacionarse con los demás. Ella, en la escuela que era el hogar de Nazaret, junto con san José, lo vio crecer y poco a poco empezó a aprender de Él. Le respetó, le admiró, le amó y le acompañó a lo largo de su vida terrena y, a su lado, sufrió su pasión y muerte en Cruz.

Ella, la Virgen María, guardó en su corazón las palabras y los hechos de Jesús. Ella los compartió con los discípulos de Jesús, a quienes acompañó, en la oración, una vez que su Hijo ascendió a los Cielos. Ella, es la primer testigo de la resurrección (esto se puede suponer, dado que la Biblia no lo asegura) y Ella es el único ser humano que, en cuerpo y alma disfruta de la presencia de Dios.

Todos los bautizados somos “familia de Dios”, pues en Jesús somos “hijos de Dios por adopción”. En cada familia hay una Madre, María es Madre nuestra porque es Madre de Jesús y porque Él nos la dio como Madre en la Cruz. Acojámonos a esta excelente Madre e introduzcámonos en el hogar de Nazaret. Dejemos que Ella como buena Madre, nos eduque, nos oriente, nos cuide y proteja.

Aprendamos de nuestra Madre a escuchar y contemplar la Palabra de Dios, que es Jesús. Como la Virgen María, guardemos esta Palabra en nuestro corazón y hagámosla Vida. De esta manera, insertados en la escuela del hogar de Nazaret, guiados por nuestra Madre y Maestra, aprendamos a “escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios”.

ORAR: Padre Amoroso, quizás, al igual que muchos cristianos yo no he valorado suficientemente la riqueza de tu Presencia en mi vida, que diariamente enriqueces con tu Palabra y con los sacramentos, especialmente los de la Confesión y la Eucaristía. Quiero vivir como Hijo tuyo, quiero profundizar en la oración y en la contemplación, al igual que María mi Madre, las palabras y los hechos de Jesús, mi salvador y hermano mayor. Quiero, cada día más, vivir, siendo un mejor hijo tuyo. Derrama tu Espíritu Santo en mí, para que me purifique, renueve, sane y santifique.

CONTEMPLAR: Quizá yo no he valorado suficientemente la importancia de escuchar la Palabra de Dios y hacerla vida. En ello está no solamente aprender a ser una persona justa y feliz, sino también y sobre todo a estar en presencia de Dios en esta vida y un día poderlo contemplar cara a cara en la Vida Eterna.

Quizá tampoco he sabido valorar la importancia de acogerme a la protección de la Virgen María y aceptarla en mi corazón como mi Madre, para que ella me inserte en la “escuela de Nazaret” y conducido(a) por Ella, día a día me vaya configurando con Jesús.

ACTUAR: Hoy haré una revisión de mi vida y me haré el propósito de profundizar y poner en práctica las Palabras de Jesús. Hoy abriré mi corazón a la Virgen María y le pediré que me acepte como hijo suyo, pues yo quiero que ELLA SEA MI MADRE.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Meditación del 19 de septiembre del 2011

11-09-19. Lunes XXV.
Lc 8, 16-18.

LA ALEGRÍA DE RECIBIR MÁS

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Lucas 8, 16-18: En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz. Porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. Fíjense, pues, si están entendiendo bien, porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener».

LEER. El texto que meditamos nos presenta a Jesús hablando a la “multitud”, de entre ella surgirán los discípulos y los apóstoles, testigos del Evangelio, quienes con su vida y esfuerzo manifestarán el Reino de Dios y transformarán al mundo. Por lo mismo, Jesús exhorta a su auditorio a que dejen que su Palabra ilumine y transforme la vida de cada uno, de cada familia y del mundo entero. Jesús también les dirigirá algunas palabras, que alguno podría interpretar como una amenaza o una advertencia, pero que más que nada, son una promesa: la alegría de recibir más en desarrollo personal, en convivencia humana, en el gozo de colaborar en hacer este mundo mejor, en la experiencia del amor de Dios y así alcanzar la Vida Eterna.

MEDITAR: Quienes escuchamos la Palabra de Dios, debemos dejar que el gozo de una mayor y mejor relación con Dios, llene de profunda alegría nuestra vida. De manera particular, quienes a través de estas meditaciones nos reunimos en torno a la Palabra de Dios, somos parte de esa “multitud” y somos sujetos de las promesas de Jesús.

ORAR: Señor Jesús, gracias porque de muchas maneras me manifiestas la grandeza de tu amor. Gracias porque me invitas a seguirte. Quiero seguir creciendo en mi fe, quiero pasar de “muchedumbre” a discípulo(a) tuyo, de discípulo(a) a apóstol, de apóstol a santo(a). Quiero Señor poner mi vida al servicio del Evangelio y así colaborar con todos mis hermanos en la misión de la Iglesia.

CONTEMPLAR: A lo largo de estas meditaciones del Evangelio, que comenzaron el 1 de agosto de este año, en tan corto tiempo, en algo hemos podido profundizar en las enseñanzas del Señor Jesús. Siguiendo el esquema de la Lectio Divina, sugerido por el Papa Benedicto XVI, nos hemos introducido por las sendas de la meditación de la oración, de la contemplación y de la acción. También hemos vislumbrado la acción de Dios, en los primeros cristianos y en los beatos y santos que confiaron en las promesas de Dios. Seguramente que esto nos ha ido ayudando a ser mejores personas y cristianos, miembros de la Iglesia Católica.

El tema de hoy, nos invita a hacer como un alto, para reflexionar lo que hasta el momento hemos recibido y a escuchar la invitación de Jesús, Quien nos promete que todavía recibiremos más. Creerle a Él, realmente puede cambiar nuestra vida.

Así sucedió con la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, misionera mexicana sin fronteras, cuya fecha de beatificación es el 21 de abril del 2011, en la Basílica de Guadalupe, a las 11:00 horas. Ella, en el día en que realizó sus primeros votos temporales, el 12 de diciembre de 1930, de labios de la Virgen de Guadalupe escuchó una promesa de la cual, hoy todos nos podemos beneficiar y sentir también el estímulo para entregar radicalmente nuestra vida a Dios, haciendo presente su amor en el mundo y además  alcanzar el gozo de la Vida Eterna en el Cielo: “Si entra en los designios de Dios servirse de ti para las obras de apostolado, me comprometo a acompañarte en todos tus pasos, poniendo en tus labios la palabra persuasiva que ablande los corazones, y en estos la gracia que necesiten; me comprometo además, por los méritos de mi Hijo, a dar a todos aquellos con los que tuvieres alguna relación, y aunque sea tan solo en espíritu, la gracia santificante y la perseverancia final”.

ACTUAR: Entraré en mi corazón y reflexionaré si estas meditaciones que he recibido vía internet, me están poniendo frente a la Palabra de Dios y si en algo me están ayudando a crecer en mi fe, a dar testimonio de ella y a ser mejor hijo(a) de Dios.

Pondré por escrito mi reflexión y en evangelizarorando@yahoo.com.mx responderé: a.- Si estas meditaciones me están ayudando. b.- En qué me han ayudado. c.- Si las comparto con alguien para así también evangelizar. d.- Si deseo ser santo(a) y colaborar con mis hermanos en la misión de la Iglesia.
Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Meditación del 18 de septiembre del 2011

11-09-18. Domingo XXV.
Filipenses 1, 20-24.27.

PARA MÍ, LA VIDA ES CRISTO.

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

El Evangelio de este día ya lo meditamos (Mt 20,1-16ª. 17-ago-2011), por lo que meditaremos sobre la segunda lectura de este domingo.

Segunda Lectura: Filipenses 1, 20-24.27: Hermanos: Ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte Cristo será glorificado en mí. Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir. Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes. Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo.

LEER. San Pablo se dirige a una comunidad que él fundó, a la que quiere mucho, porque con alegría recibieron el Evangelio y fueron muy solidarios entre sí y con el “apóstol de los gentiles”, como también es conocido san Pablo. Pablo equipara el gozo de la Vida Eterna, con el servicio a sus hermanos filipenses. Termina exhortándolos a que lleven una vida digna del Evangelio. La frase clave es “para mí, la vida es Cristo”.

MEDITAR: La epístola a los Filipenses es una de las llamadas “cartas de la cautividad” (Filipenses, Colosenses, Filemón y Efesios) que fueron escritas por san Pablo entre los años 58 y 65 de nuestra era, en los últimos años de su vida, muere sacrificado en el año 67. En el fragmento que meditamos: percibimos la familiaridad, la gratitud y el cariño que san Pablo tiene a los de Filipo.

San Pablo era perseguidor de los cristianos. El encuentro con Jesús resucitado, transformó su existencia y modo de ser, de tal forma, que experimentando el auténtico amor de Dios, le amará y se pondrá al servicio del Evangelio, llevando a todos su experiencia de Dios. Con sus hechos, corroborará sus palabras: “para mí, la vida es Cristo”.

San Pablo, originario de Tarso, aunque judío, era ciudadano romano. Probablemente 10 años más joven que Jesús, estudia en Jerusalén a los pies del famoso rabino Gamaliel. Perseguidor de cristianos, a los que consideraba una secta peligrosa para el judaísmo, no conoció a Jesús, en su vida terrena, pero tendrá una experiencia mística, en el camino a Damasco que transformará su vida (año 36), convirtiéndolo en el hombre más importante para la difusión del Evangelio y el apóstol y teólogo más influyente de la Iglesia. Junto con san Pedro es considerado una de las dos columnas del cristianismo.

La transformación de san Pablo, es tal que nos invita a morir al “hombre viejo” para dejar nacer al “hombre nuevo” en Cristo, de tal manera que llenos de la Gracia de Dios y teniendo experiencia de su amor, seamos capaces de comunicarlo a los demás. Para el apóstol Pablo, Jesús es el centro de su vida; se identifica con Él ofrendándole su existencia, para unirla a la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Para Pablo, “su vivir, amar y morir es Cristo” (Gal 2,20. Ef 5,2), por eso se esforzará en dar a conocer el amor y el perdón que proceden de Jesús, y sin escatimar nada, pondrá su vida para llevar a muchos hacia el Salvador y para servir incansablemente a todos aquellos a los que la Bondad Divina le confió. San Pablo con su vida, nos invita a imitarlo de tal manera que también podamos decir “para mí, la vida es Cristo”.

ORAR: Padre amoroso, gracias por el don de la vida y de la fe, concédeme centrar mi vida en tu Hijo Jesús, para hacerlo presente en el mundo de hoy. Como Pablo, quiero amarte Señor y, en Ti, amar a mis hermanos. Hazme testigo de tu amor como san Pablo y dame un alma misionera que me ponga en camino hacia mis hermanos, para llevarlos a Ti, pues como san Pablo, también para mí, “la vida es Cristo”.

CONTEMPLAR: Señor Jesús, en Ti, san Pablo amó a Dios y a su prójimo, como él yo quiero amar. La vida de Saulo (su nombre hebreo) “era como era”, luego fue como “Dios quiso”. Saulo, decía amar a Dios pero odiaba a quienes no consideraba sus hermanos. Decía vivir fiel a su fe, pero en nombre de ella cometía diversas injusticias. Se sentía superior a otros, discriminaba a los que no pensaban como él, sentía que podía denostarlos y perseguirlos, hasta encarcelarlos y hacerlos desaparecer. No era feliz. Como yo tampoco los soy, cuando no sigo tu ley del amor y del perdón.

Cuando Saulo se encuentra Contigo Señor, su vida cambia radicalmente, ahora será Pablo: con el mismo carácter impetuoso pero lleno de amor y siempre en búsqueda del bien común y del mayor bien, por eso, “a tiempo y a destiempo” (2Tim 4,2) evangelizará y construirá el Reino de Dios entre los hombres, compartiendo la experiencia que transformó su vida y que le lleva a decir: “hay de mí sino evangelizará” (1Cor 9,16), pues “para mí, la vida es Cristo”.

ACTUAR: La vida de san Pablo cambió radicalmente, de “violenta y destructora” a “pacifica y constructora”. Quizá yo no soy como Pablo y esto me lleve a reconocer, que entonces, para mí, será más fácil que de una “vida a medias” y “no tan feliz”, pase a una “vida plenamente feliz”, en el amor a Dios y en el servicio a mis hermanos. Hoy meditaré el significado de la frase de Pablo “para mí, la vida es Cristo” y le pediré a nuestro Padre Dios que me ayudé a abrir mi corazón a Jesús, para vivir el gozo y la alegría que san Pablo experimentó desde el momento de su conversión, de tal forma que yo también pueda decir y mostrar que “para mí, la vida es Cristo”.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Meditación del 17 de septiembre del 2011

11-09-17. Sábado XXIV.
Lc 8, 4-15.

SER FELIZ AL CIENTO POR UNO

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Lucas 8, 4-15. En aquel tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por los pueblos otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola: «Salió un sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso; y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron entre espinos; y al crecer éstos los ahogaron. Los demás cayeron en tierra buena; crecieron y produjeron el ciento por uno». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga».

Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esta parábola?» Y él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino de Dios; en cambio, a los demás sólo les hablo en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan. La parábola significa esto: la semilla es la Palabra de Dios; lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la Palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que al escuchar la Palabra la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. La semilla que cayó entre espinos representa a los que escuchan la Palabra, pero con los afanes, riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no dan fruto. Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la Palabra, la conservan en un corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia».

LEER. El Señor Jesús dice una parábola a quienes se le acercan y luego la explica a sus discípulos. El tema central es el Reino de Dios y hace una comparación entre cuatro tipos de “TIERRA” y los frutos que generan en cada uno de ellos, por la semilla que se les esparce.

MEDITAR: Como personajes de la parábola aparecen “el Sembrador” y “la semilla”, además de los tipos de suelo. Los personajes del texto bíblico son Jesús, los que se acercaron y los discípulos. Jesús no está dando una clase de agronomía ni de agricultura, está hablando del hombre y del Reino de Dios.

La tierra, en algunos textos del Evangelio, puede entenderse como el interior del hombre, su personalidad. Por lo que, sin ser tampoco una clase de psicología, a través del párrafo que meditamos, podemos hablar de cuatro tipos de personalidades o cuatro momentos en los cuales cada uno de nosotros podemos estar ante la Palabra de Dios o de manera habitual u ocasional, en nuestra vida diaria.

El terreno pisado, el camino, representa a quienes tienen duro el corazón, quizá no tanto por “lo mal que les va en la vida” sino a causa del egoísmo, el orgullo o de malas acciones, que les llevan a cerrar su corazón a Dios y a los demás.

El terreno pedregoso, lo podríamos identificar con las heridas que a lo largo de la vida nos han hecho daño y que en ocasiones, al quedarse guardadas en el corazón, nos hacen huraños, recelosos, desconfiados o incluso con daños que son verdaderos complejos o traumas.

El terreno espinoso, pueden ser los problemas (enfermedades, falta de trabajo, deudas) que se nos acumulan o situaciones en las que sentimos que tenemos que “andar con mucho cuidado” (malos vecinos, violencia intrafamiliar, relaciones laborales difíciles) para no generar problemas en nuestro entorno.

La tierra buena, representa a quien es dueño de sí, quien, mantiene relaciones cordiales con Dios, consigo mismo y con los demás. Esto se refleja en una personalidad madura e integrada. Por esos sus frutos son la paz, la armonía, la felicidad y la santidad, en su vida, en sus relaciones y sobre todo con Dios.

Ciertamente abundan las personas que bien podrían encuadrarse en los primeros tipos de “tierra” y son escasos las personas “tipo: tierra buena”. Afortunadamente contamos con el ejemplo de los santos que tuvieron los mismos defectos o aún mayores que los que nosotros tenemos, pero colaboraron con el “Divino Labrador”. No se opusieron a su Gracia, pusieron lo que estaba de su parte y alcanzaron la felicidad en esta vida y la Vida Eterna, en el amor y en el Servicio a Dios y a sus hermanos. Los santos son testimonio de la “tierra buena” que todos podemos ser. Ellos fueron felices al ciento por uno.

ORAR: Señor Jesús, me pongo delante de Ti, deseoso(a) de escuchar tu Palabra y hacerla vida. Tú me conoces bien y para Ti no hay imposibles. Quiero ser mejor, quiero ser feliz, pero en ocasiones mi orgullo, mis errores o pecados, mis complejos, traumas o los problemas que me aquejan, hacen que fácilmente abandone el buen camino; que me entusiasme con buenas intenciones y nunca las realice; que me agobie y me desespere pensando que nadie me ayuda, que nadie me comprende. Sabes que en ocasiones pienso que Tú, ni siquiera me escuchas o te olvidas de mí. Hoy te pido, que derrames la Gracia de tu Espíritu Santo, en mi mente y en mi corazón. Sin Ti nada puedo. Ablanda mi corazón; quita las piedras que me atoran y son un fardo pesado en mi vida; retira los espinos que me impiden gozar de tu presencia. Quiero la vida Nueva que solo Tú me puedes dar. Ilumina mi entendimiento y fortalece mi voluntad, para que yo haga lo que me corresponde. Tú lo puedes todo y me quieres desarrollado(a) plenamente y feliz. Tú me quieres santo(a) y yo, Señor deseo hacer tu voluntad.

CONTEMPLAR: Cambiar nuestra vida, convertirnos a Dios es posible, si ponemos algo o mucho de nuestra parte, pero sobre todo si dejamos que Jesús, actúe en nosotros. Porque a fin de cuentas, si nosotros somos el “terreno”, el “Sembrador” es Él y la “semilla” su Palabra. Por lo mismo Él tiene interés en que demos los mejores frutos, para que, dueños de nosotros mismos, seamos factores de cambio para quienes nos rodean. Los medios que tenemos para dar los mejores y mayores frutos, son: la Palabra de Dios, que es la “semilla”, el Espíritu Santo, que ablanda lo duro de nuestro corazón, la Confesión que quita las piedras de nuestro corazón, la Oración que retira los espinos y la Adoración y Comunión Eucarística que nos une a Jesucristo y nos transforma en “tierra buena”, rica en frutos de santidad. El compendio de estos medios está en la Misa, principalmente en la Misa Dominical, en la que nos reunimos en familia y con nuestros hermanos en la Iglesia.

ACTUAR: A lo largo de un día, todos podemos pasar de un estado de ánimo a otro. Lo ideal es que siempre procuremos mantenernos en ser “tierra buena”. Si bien es cierto que, en momentos, todos podemos perder “los estribos”, retomar las riendas y permanecer en un buen estado de ánimo depende mucho de nosotros mismos y de nuestra apertura a la acción del Espíritu de Dios. En particular en este día pidamos a Dios nos conceda experimentar su presencia y colaboremos con Él para remover y quitar los obstáculos que nos impiden ser “tierra buena”.

El domingo iré a Misa, de preferencia con mi familia. Procuraré estar en Gracia de Dios para Comulgar y si lo requiero, buscaré antes un sacerdote para confesarme. También procuraré quedarme un momento ante el Santísimo (siquiera 15 ó 30 min.).

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.