jueves, 10 de noviembre de 2011

Defendamos la vida desde el momento de la concepción hasta su muerte natural

Meditación del 10 de Noviembre del 2011

11-11-10. jueves  32ª

EL REINO DE DIOS ESTÁ EN NUESTRO CORAZÓN

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Lucas 17, 20-25: En aquel tiempo, los fariseos le preguntaron a Jesús: «¿Cuándo llegará el Reino de Dios?» Jesús les respondió: «El Reino de Dios no llega aparatosamente. No se podrá decir: “Esta aquí”, o “Está allá”, porque el Reino de Dios ya está entre ustedes». Les dijo entonces a sus discípulos: «Llegará un tiempo en que ustedes desearán disfrutar siquiera un solo día de la presencia del Hijo del hombre, y no podrán. Entonces les dirán: “Está aquí”, o “Está allá”, pero no vayan corriendo a ver, pues así como el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así será la venida del Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por los hombres de esta generación».

I.- ENSEÑANZA BREVE: Un pez pequeño, nadando en el mar, le preguntaba a su papá: “Papá, dime ¿dónde está el mar?”. San Pablo afirma: “En Dios nos movemos, existimos y somos”. San Agustín nos comparte su sabiduría adquirida al paso de los años, diciendo: “Tarde te ame, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé, te buscaba fuera de mí y estabas dentro de mí”. Cada una de estos autores nos comparte su interioridad como fruto de la experiencia del encuentro personal e íntimo con Jesús: DIOS NOS AMÁ Y ESTÁ EN NUESTRO CORAZÓN. Esto tendría que ser evidente para todos, pero no es así. Casi al término de la carrera de Químico, que estudié en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), un compañero me preguntó que “cómo era posible que yo creyera en Dios, después de todo lo que habíamos estudiado” y yo le respondí “como no creer en Dios, después de todo lo que hemos estudiado”. “Lo esencial sólo se ve con el corazón” (Antoine de Saint-Exupery).

II.- VER - JUZGAR  -ACTUAR
VER
Gracias a los avances tecnológicos y científicos el ser humano ha sido capaz de llegar a grandes distancias fuera del planeta y a las profundidades del mar. Las ciencias médicas y psicológicas le han permitido escudriñar el corazón del hombre, sin embargo no ha sido capaz de develar el misterio de quién es el hombre en su integralidad y cómo puede ser auténticamente feliz.
Los inventos del hombre son importantes, no sólo porque nos ayudan a alcanzar estilos de vida más cómodos (desafortunadamente no para todos), sino también porque son expresión de las capacidades del ser humano. Sin embargo estos avances, no ha sido suficientes para que el hombre llegue a la plenitud de su vida y a encontrar el sentido a su existir e incluso, para algunos, han sido obstáculos para alcanzar ese fin.
El ser humano, además de sus limitaciones, se encuentra con dificultades en su entorno social y económico y experimenta el dolor y el tener que afrontar la muerte de sus seres queridos y el hecho de que un día, él también morirá.
¿Será que el hombre ha sido creado sólo para sufrir y morir, después de haber luchado para evitar todo esto? ¿Será ésta, la triste realidad que tendrá que padecer hasta que llegue el final de sus días? ¿Valdrá la pena de sostener sin esperanza, la esperanza de una vida feliz, después de la muerte?
Estas y otras muchas interrogantes, que se quedan sin respuesta, son las que se plantean, quienes no aceptan en su corazón, el Mensaje de Salvación, que Jesús nos ha traído con su encarnación, con su vida, pasión, muerte y resurrección.

JUZGAR
El hombre no sólo conoce por lo que puede medir. El amor es también una forma de conocer. Nadie conoce lo que no ama, nadie ama lo que no conoce. Dios es amor y su Reino es amor. Hemos sido creados por amor y sólo en el amor nos podemos realizar plenamente, por eso san Agustín decía: “ama y haz lo que quieras”.
Jesucristo, es el amor encarnado de Dios, es Dios mismo que nos ama, por lo que al tomar nuestra naturaleza humana, nos viene a mostrar que su Reino de Amor, está en nuestro corazón. La vida del ser humano, cuando se abre al Mensaje de la Salvación, entra en contacto con la Realidad Fundante, con Dios mismo. Dios es amor y habiendo sido creado en el amor, nos realizamos en el amor.
Cuando el punto de partida para analizar y realizar nuestra vida no es solo el materialismo consumista, sino la mirada de amor que la fe en Jesucristo, suscita en nosotros, nos resulta más fácil entender que realmente el Reino de Dios está en nuestro corazón, porque nuestros parámetros no son sólo utilitarios, sino llenos de fe, de esperanza y de amor, lo cual no significa que dejemos de ser altamente objetivos. Es más, me atrevo a afirmar que para ser auténticamente objetivos, se requiere de la fe.
Nosotros medimos nuestra felicidad por lo que tenemos, Jesús fue pobre, nació en una gruta que no le pertenecía y fue enterrado en otra que tampoco era suya. Buscamos el poder y Él, en cuanto Dios, teniendo todo poder se sometió hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,8). Buscamos el sólo disfrutar y gozar y Él aceptó el dolor por la salvación de todos. Queremos “ser libres” y Él en todo se sometió a la voluntad de su Padre.
Jesús al anunciar el Reino de Dios y testimoniar sus valores con su propia vida, se convierte en el  parámetro a seguir para ser felices y nos libera del engaño del mundo, que se rige por criterios que nos oprimen. El Reino de Dios está en nuestro corazón cuando aceptamos los valores del Reino y los hacemos vida. Estos valores son la verdad, el amor, la libertad, la justicia, la paz. Pero nuestro aprecio a estos valores no está sólo en que nos encontramos con ellos y los aceptamos, sino sobre todo porque nos encontramos con la persona que los encarna y nos los comparte y esta persona es Jesús, a quien invitamos a que venga a nuestro corazón y nos dé su paz y nos enseñe a vivir, a compartir y a construir su Reino de amor en nuestra vida, en nuestra familia y en el mundo entero.
Para ser plenamente felices y humanos, tenemos que despojarnos de las visiones erróneas con las que “el mundo” nos ha programado. Tenemos que vislumbrar los valores del Reino y hacerlos presentes en nuestra vida y nuestro entorno para hacer este mundo mejor. Esto es lo que descubrieron los santos y con su vida nos dieron testimonio de la libertad y felicidad que les proporcionó descubrir y vivir el Reino de Dios.
ORAR
“Cuando contemplo el cielo y las estrellas que has creado, me pregunto qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder” (cf. Sal 8).
Hechura de tus manos soy (cf. Is 64,7) y Tú conoces del barro del que estoy hecho. Sabes los anhelos que tengo de amar y de ser amado, de servir y no de ser servido, por eso hoy te pido Señor, que me ayudes a descubrirte en el interior de mi corazón, para llevarte a mis hermanos y ayudarles a descubrir tu reino de amor en su corazón.
ACTUAR
Revisaré mis valores a la luz de las enseñanzas de Jesús y procuraré hacerme un plan de vida, conforme a los valores del Reino de Dios y no a los del mundo.

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“Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero”. M. María Inés Teresa (Beatificación 21-abril-2012)