jueves, 10 de octubre de 2013

DECIRTE GRACIAS, SEÑOR

DECIRTE GRACIAS, SEÑOR

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio del domingo 13 de octubre del 2013. XXVIII Domingo Ordinario

Evangelio: Lucas 17, 11-19: Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. "Al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes. "Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? "Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado."

LECTURA:     Lee, pausadamente, una o dos veces el texto del Evangelio, haz un poco de silencio interior, cierra los ojos y visualiza a los personajes y piensa que te dice a ti, personalmente, la Palabra de Dios.

MEDITACIÓN.        La salvación es para todos. Jesús está transitando territorio samaritano, considerado zona de “infieles” en cuanto que los judíos consideraban herejes a los samaritanos, por lo que no tenían trato con ellos, por lo mismo, quizá la mayoría de los 10 leprosos serían paganos y quizá algunos eran judíos, pues el relato destaca que, curados todos, sólo uno, un samaritano (un extranjero) regresó a dar las gracias.

La lepra, por ser contagiosa era considerada una de las peores enfermedades, por lo que los que la tenían, eran expulsados de los pueblos y vivían como parias, formando comunidades de enfermos, independientemente de la religión o clase social a la que pertenecieron, pues la enfermedad los hizo iguales. La lepra, en el contexto bíblico, además de una enfermedad, representa también la realidad del pecado, presente en el corazón del hombre que se aleja de Dios o actúa al margen de su amor.

De este relato destaco cuatro cosas. 1. El dolor, el infortunio nos une, nos iguala. 2. La salvación (sanación) es para todos, Jesús no hace distinción de persona. 3. A quien ora, Dios le escucha y responde; la oración hace milagros. 4. Hay que reconocer la acción de Dios y ser agradecidos con Él.

Por lo anterior, podemos considerar que no necesitamos estar en dificultades para establecer relaciones fraternas con los demás y orar unos por otros; incluso por los que nos persiguen. La oración ha de ser confiada y agradecida.

Un ejemplo claro del poder de la oración fue la jornada de oración (7-sep-2013), convocada por el Papa Francisco, donde pedimos por la paz de Siria, país eminentemente musulmán, donde se persigue y asesina a los cristianos. Mientras que Estados Unidos y algunos países se preparaban para invadirlo y el mismo gobierno sirio, masacraba a los ciudadanos, los católicos fuimos convocados a orar. La respuesta fue inmediata, no había pasado ni una semana y al interior de Siria se empezó a hablar de desarme y los países empezaron a retirar su apoyo a una intervención militar. Ciertamente se pueden aducir razones económicas o políticas para el cambio, pero es importante reconocer, que lo que parecía imposible, sucedió, cuando oramos. ¿Tú, yo, nos unimos a esta oración? ¿Cuántos agradecimos los efectos de esta jornada de oración?

Casi un mes después, retomando el tema de la oración (8-oct-2013) el Papa Francisco, señaló: “Sabemos que la oración hace milagros”. “La primera tarea en la vida es esto: la oración. Pero no es la oración de las palabras, como loros, sino la oración, el corazón: observar al Señor, escuchar al Señor, pedir al Señor”.

ORACIÓN:   Guardo silencio, reflexiono sobre lo que medité y hago mi oración propia, lo que sigue sólo es una guía: Señor, el pasaje evangélico, me hace reconocer que muchas veces, en particular cuando he estado en problemas, me he dirigido a Ti para pedirte algo y me doy cuenta que pocas veces te he dado gracias por lo que me has dado, que incluso es más de lo que he pedido. Hoy Señor, me atrevo a pedirte un corazón agradecido que en todos los instantes de mi vida lleve hasta mis labios la palabra “gracias” por tantos dones recibidos, que me impulse a compartir mi fe con los que me rodean y que constantemente me lleve a orar por mí, por mi familia y por los demás.

CONTEMPLACIÓN: El simple hecho de decirte gracias, Señor, llena mi corazón de confianza y alegría, me lleva a reconocer que no estoy solo y aleja de mí la tristeza y el pesimismo. Gracias Señor, por tu amor y tu perdón, por la salvación y salud que me das. Gracias porque llenas de paz mi corazón.

ACCIÓN: 1. Meditaré para reconocer “las lepras” que hay en mi vida y en mi corazón. 2. Le pediré al Señor Jesús que me cure. 3. Acudiré al Sacerdote para recibir el sacramento de la reconciliación. 4. Me acercaré a comulgar el sacramento de la Eucaristía. 5 Agradeceré a Dios por las maravillas que ha hecho en mí. 6. Oraré por aquellos que considero que sus “lepras” no los dejan ser libres ni felices y les invitaré a que se acerquen a Jesús, al sacerdote y a la Iglesia, para ser “sanados”.

La palabra “Eucaristía”, significa “acción de gracias”, para mantenerme en actitud de agradecimiento me esforzaré en participar de manera asidua a la Misa, especialmente a la dominical.

Si deseas hacer algún comentario puedes escribirme 

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Familia Eucarística