jueves, 4 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 4 de agosto del 2011

11-08-04.
Mt 16, 13-23.

¿Quién dices que es Jesús para ti?

LEER. El fragmento del Evangelio de san Mateo nos presenta dos preguntas de Jesús hacia sus discípulos y la respuesta de san Pedro. También narra la designación de san Pedro como la Piedra en la que Jesús construirá la Iglesia y el regaño a san Pedro, también de parte de Jesús. Visto de este modo el texto nos presenta dos temas diferentes, ambos muy importantes para ser reflexionados. En este momento nos quedamos con el primero. La pregunta de Jesús, que personalizamos porque el mismo Jesús la hace a cada creyente y a cada persona: ¿Quién soy Yo para ti? San Pedro responderá: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Para san Pedro y la mujer cananea, de los fragmentos evangélicos que hemos meditado en días pasados, Jesús es su salvador. El nombre de Jesús significa “Dios, salva”. Para san Pedro Jesús es “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

(Mesías, palabra hebrea que significa ungido y que en griego se dice Cristo, por lo que ser cristiano, significa ser otro cristo, estar ungido. La unción significa estar lleno del Espíritu Santo para actuar como hijo de Dios).

MEDITAR: Hoy el Señor Jesús me hace la misma pregunta a mí. ¿Quién soy Yo para ti? Para responder de manera más personalizada es importante que antes me responda a mí mismo, ¿quién soy yo, para mí?

San Pedro y la mujer cananea sabían que estaban en una situación difícil, no se autoengañaban o se dejaron distraer por lo que había en su entorno. Ante la realidad que experimentaban reconocían que sólo Jesús les podría salvar.

Si entro en mi corazón descubriré que soy un pecador, lleno de limitaciones de todo tipo. Psicológicas por mis experiencias pasadas. Físicas por mis enfermedades. Emocionales por las fracturas relacionales con mis seres queridos. Materiales por mis problemas económicos, etc. Esto es como si bajo una máscara hubiera otro yo, diferente al que muestro a los demás y que me lleva a reconocer que en ocasiones me encuentro tan fragmentado que pienso que estoy a punto de romperme. Ante esto y lo que cada uno de nosotros pudiéramos reflexionar y encontrar en nosotros mismos, Jesús el Mesías, el Hijo de Dios, se nos presenta precisamente como quien nos levanta de la miseria en la que estamos y nos unge con su amor y nos hace hijos de Dios.

Jesús es el Hijo de Dios y para Dios no hay imposibles. Al aceptar a Jesús, somos hechos hijos de Dios. Esta es la auténtica realidad y no la falsa percepción que tengo de mí. Dios me ama y soy su hijo(a). Dios me ama tal y como soy y me da su amor para que yo sea tal como Él quiere que sea: alegre, servicial, amoroso(a), plenamente feliz, santo(a).

Sí, la realidad más profunda de nuestra persona, no es la percepción que tengo de mí mismo(a) a causa de mis limitaciones, sino la de ser hijo(a) de Dios.

Ante esta realidad, ahora si puedo responder con mayor certeza a la pregunta del Señor Jesús: ¿Quién soy Yo para ti?

Señor Jesús, eres mi Salvador, me das nueva vida con tu presencia, tu perdón y amor. Tú eres el Mesías el Hijo de Dios y cuando yo te abro las puertas de mi corazón me redimes, me transformas, me fortaleces porque me purificas, me renuevas, me sanas, me santificas.

ORAR: Señor Jesús, Tú eres el Mesías, el hijo de Dios, mi Salvador. Gracias porque me amas, me perdonas y me redimes. Gracias porque me das a la Iglesia y a través de ella tu Palabra, me fortaleces con los sacramentos, me alimentas con tu Cuerpo y Sangre y me invitas a amarte sirviendo a mis hermanos.

CONTEMPLAR: Señor, al mirar la grandeza de tu amor, al mirar mi pequeñez, quiero ser como Tú. Tú conoces mis deficiencias y sales a mi encuentro y me sacas del fango en el que estoy sumido y me redimes. Acepto la vida nueva que me das, experimento la paz que proviene de tu perdón. Tu mirada llena de amor hacia mí, me invita a seguirte y, a nunca más dejarte. Acéptame Señor como posesión tuya. Gracias porque me conoces y me amas, gracias por permitirme conocerte y amarte, concédeme trabajar para que muchos te conozcan y te amen.

ACTUAR: Procuraré acercarme al sacramento de la reconciliación, procuraré comulgar conscientemente reconociendo que en la Hostia Consagrada está Jesús mi Salvador. Me esforzaré por vivir como hijo(a) de Dios.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.