VER | Hoy es cada vez más frecuente que los jóvenes varones no quieran asumir el compromiso de la paternidad, ni los del matrimonio. Esto va engendrando una sociedad donde la figura del hombre “padre de familia” está más ausente. El hombre actual, no acepta el compromiso del matrimonio, no acepta ser padre ¿Qué le espera para el futuro? ¿Cómo vivirá su afectividad? ¿Cómo expresará su sexualidad? ¿Qué hará con su soledad? Infinidad de mujeres solas, han de responsabilizarse de la educación de sus hijos y muchos niños crecen sin el referente de una figura masculina que les ayude a integrarse a la sociedad con una clara figura paterna que les ayude a sortear las dificultades de la vida. En ocasiones, esto es debido a que el papá murió, en otros porque se separó del núcleo familiar y formó otra familia, también porque “huyó” cuando su mujer quedó embarazada, a veces ni siquiera se enteró que iba a ser padre o sabiéndolo no le importó y abandonó a su mujer y a su hijo. Estas situaciones siempre han existido y fueron vistas como reprobables y por lo mismo, no eran una práctica generalizada. Sin embargo en la actualidad van apareciendo factores que no sólo las propician sino que incluso las promueven generando “un mayor desequilibrio en la ecología humana”. Se menosprecia el rol masculino y la importancia de la paternidad del hombre como tarea de realización personal, expresión de solidaridad con su esposa y compromiso de vida para con los hijos; elementos todos ellos para la realización del varón como persona, medio para que sea feliz y alcance la santidad. El feminismo radical individualista que supuestamente lleva a la mujer a emanciparse del hombre, sin lograrlo, genera un desequilibrio en el comportamiento no solo de la mujer sino también en el del hombre. Pretendiendo una sociedad libre del hombre, no sólo la mujer pierde su identidad psicosexual, sino también el varón. Todo esto genera, cada vez, un mayor número de personas, con neurosis que con el tiempo se transforman en verdaderas enfermedades mentales con graves problemas para la sociedad y la sana convivencia. |
|
JUZGAR | El texto bíblico que meditamos nos muestra la alegría de un hombre creyente que se entera que va a ser papá. Para Zacarías, el anunció de que será papá es una bendición. ¡Él y su esposa tendrán un hijo! En el mundo, que aprecia lo inmediato y no valora la perseverancia y la constancia, que difícil es educar hacia el futuro. La vida no se acaba con el hoy, ni con lo de mañana o del próximo mes, a menos que nos muramos. Pero dado que estamos llamados a la Vida Eterna, tenemos que saber tener una visión a muchos años y hacia la Eternidad. Si queremos la felicidad de las nuevas generaciones, y hoy enfocamos el tema hacia los varones, tenemos que plantearles el proyecto de la paternidad, desde las etapas tempranas de su vida y qué mejor que con el testimonio de sus padres. Cuando el hijo vive en una familia, donde papá y mamá se aman y son solidarios y el papá, en particular, sabe orientar, educar y acompañar en todas las etapas de la vida a sus hijos y les habla de Dios, cada varón, con el ejemplo de su padre, está aprendiendo la grandeza de la paternidad, que en cuanto hombre se le ha concedido. La paternidad para el varón ha de ser un proyecto a largo plazo y para toda la vida. Así fue el proyecto de nuestros antepasados, de nuestros abuelos, de nuestros padres y de muchos hombres creyentes, que en la actualidad se esfuerzan por sacar adelante a sus hijos, inculcándoles valores y dando buenos ejemplos. Yo puedo traer a mi memoria a mi padre, a mis abuelos, a mis tíos, a mis primos, a mis amigos, a Guillermo, a Pedro, a Juan, a Alfredo, a Luis, a Nacho, a Armando, a Patricio, Servando, Enrique, Alberto, Agustín y otros muchos más. A estos nombres hay que añadir los de los papás que tú conoces: __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __, __,__. No negamos los malos ejemplos, donde hombres no han sabido asumir su paternidad, pero también tenemos que reconocer a la infinidad de familias integradas, donde el hombre, apoyado por su mujer, se ha esforzado en ser ejemplo para sus hijos e hijas, sustentando su actuar, en su fe y en el amor a Dios. En el caso del hombre cristiano, joven o adulto, la paternidad, al ser vista y apreciada, como algo deseable, marca un estilo de vida que le lleva a conocer y respetar su propia sexualidad, reconociendo su capacidad para engendrar a otra persona, que será su hijo y por lo mismo, a respetar a toda mujer, en especial a aquella con la que en matrimonio, formará una familia y construirá un hogar. La paternidad, reconocida como algo bueno y deseable, pone en el varón una meta a alcanzar, como un proyecto de vida que se prolonga a lo largo de los años, por lo que aprenderá a donarse y poner lo mejor de sí, a favor de su esposa y de sus hijos. Asumir la paternidad como una posibilidad en el horizonte de su vida, permite que el niño, adolescente o joven, pueda enfocar toda su dinamismo y energía, incluido la sexual en la consecución de altas metas, siendo una de ellas la de amar a una mujer, en matrimonio, ser padre de familia; esforzarse por sacar adelante a sus hijos y al llegar a la edad adulta dejar que ellos asuman la tarea de responsabilizarse de su vida, insertándose a la sociedad como personas integradas y productivas. Así el varón (lo mismo que la mujer) desde pequeño, aprende que para ser feliz ha de saber esforzarse y darse a los demás para realizarse plenamente. Así y si Dios se lo concede, al llegar a la edad de la madurez, a través de la paternidad, día a día, con tesón e incansable valor, tendrá la satisfacción de contemplar el resultado de sus esfuerzos al ver realizados y felices a sus hijos. Para el hombre varón cristiano, la paternidad es un medio de participar en la obra creadora de Dios, de compartir la alegría de vivir, engendrando a sus hijos, motivo de superación, junto con el amor de su esposa, para procurar el bienestar de sus hijos y ayudarles a alcanzar la Vida Eterna. Ciertamente además de la paternidad biológica está la paternidad espiritual, como la que ejercen los sacerdotes y ésta se engendra también en la familia, desde la propia experiencia en relación con nuestros padres. |