miércoles, 21 de septiembre de 2011

Meditación del 22 de septiembre del 2011


11-09-22. Jueves XXV
Lc 9, 7-9.

No reyes, sino hermanos

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

VER
Hay quienes han oído hablar de Jesús pero no lo conocen ni creen en Él. Son “reyes”, algunos tienen curiosidad por conocerlo, otros se burlan de Él e incluso persiguen a los creyentes. No son felices y realizan actos que dañan a otros y ponen en riesgo su felicidad terrena y su Vida Eterna.
JUZGAR
Herodes se queda en el mundo de sus miedos, temores, fantasías y supersticiones, siente curiosidad por conocer a Jesús, pero no da “el brinco en la fe” para creer en Él.
ACTUAR
Creer en Jesús es dejarse guiar por la verdad, la justicia y el amor. Hoy me esforzaré por seguirlo, imitarlo y testificarlo, haciéndolo presente en mi trato con los demás.

Evangelio: Lucas 9, 7-9: En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Pero Herodes decía: «A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues, éste, de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía curiosidad de ver a Jesús.

LEER. Herodes es contemporáneo de Jesús, es un hombre ambicioso, supersticioso y lleno de vicios y de temores. Su personalidad insana y debilidad de carácter lo ha llevado a matar a Juan Bautista. Él es “rey”, no le interesa que Jesús reine en su vida, sólo “tiene curiosidad por verlo”.

MEDITAR: Herodes procede de una familia disfuncional y él mismo tiene una familia desintegrada, pues está casado con la esposa de su hermano, y su hijastra, quien con sus bailes seducirá a la corte para pedir la cabeza de Juan Bautista. Herodes, débil de carácter, es manipulado por su amante y por el qué dirán. Es miedoso y supersticioso. Sin embargo él es el “rey”, por lo que se impone a sus súbditos autoritariamente, como su padre lo hizo. Herodes el Grande, su padre es el causante de la muerte de los “santos inocentes” en Belén.

La dinastía de Herodes continúa hasta nuestros días y se personifica en aquellos que promueven la cultura de la muerte, quienes alejados de Dios, pretenden imponer nuevas creencias o pseudo religiones bajo el disfraz de la New Age, el llamado “despertar de la conciencia”, la cienciología, la ideología y carta de “la madre tierra”, la pachabamba, esoterismos, ecologismos panteístas, ideologías de género, etc.

El rechazo a Jesús y a sus enseñanzas, que develan el misterio de Dios y el misterio de la dignidad de todo ser humano, desde el momento de su concepción hasta su muerte natural, son el sustrato de la violencia que generan las guerras, el narcotráfico, la trata de blancas, la desintegración familiar y la visión de justicia y de amor que se debe dar a cada persona.

Herodes se ve personificado actualmente en las personas e instituciones que ávidas de dinero desconfiguran el sentido de la sexualidad humana, separando la dimensión placentera, unitiva y generacional, para quedarse sólo en el hedonismo y hacer del sexo una fuente de enriquecimiento, a partir de la “animalización” del hombre y de la mujer, y de la cosificación de ambos.

Herodes también se hace presente hoy, a través de quienes teniendo el poder político, legislativo o económico, “se sienten los reyes de hoy” y niegan la verdad del inicio de la vida desde el momento de la concepción, estableciendo e imponiendo leyes que promueven y legalizan el aborto, dejando en indefensión al ser humano más débil de entre todos, pues es asesinado, siendo inocente, con premeditación, alevosía y ventaja, sin tener un lugar donde refugiarse y sin la capacidad de poder emitir un gemido o grito para pedir clemencia o socorro.

Sin embargo, en medio de tantos errores, horrores y pecados, está Jesús, está la Iglesia, están los cristianos que como Juan Bautista, son la voz que clama en el desierto y quienes mantienen viva la llama de la fe, de la esperanza y del amor, porque no están solos, porque en medio de ellos y de su corazón, está el Cordero de Dios que da su vida, para que el ser humano viva. En Jesús, quienes creemos en Él y le seguimos, entre ellos tú, no sólo tenemos un modelo a seguir, sino su propia persona, su amor entero, pues Jesús es la expresión viva de la Misericordia Divina.

Efectivamente y más que en contraposición, con toda su forma de ser, que es expresión de la cultura de la vida, están los cristianos, los que no se sienten “reyes” sino hermanos, los que buscan la verdad y procuran vivir en la justicia para con Dios, consigo mismos y para los demás. Están los que construyen la paz y viven en el amor, por lo que se esfuerzan para que haya una vida digna para todos y nadie quede excluido del banquete de la vida, para aquellos que no sólo hablan de Dios, sino que llevándolo en su corazón lo comparten, para aquellos que reconocen la dignidad del ser humano, no sólo desde los aportes de la ciencia, que reconoce el inicio de la vida humana desde el momento mismo de la concepción, sino que contemplan a cada persona elevada a lo divino por la encarnación de Jesús y rescatada por Él del castigo eterno, para que toda persona pueda alcanzar la Gloria del Cielo.

ORAR: Al contemplar al Herodes de hace 2000 años, a los Herodes de hoy y lo que el ser humano es capaz de hacer para destruir al prójimo, no puedo dejar de asombrarme de tu amor, de agradecer tu Misericordia y pedirte perdón por mis pecados y los del mundo entero. Señor, “¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte dejar tanta hermosura en tanta guerra! Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte de haberle dado un día las llaves de la tierra” (Himno de Laudes del Lunes de la 2ª Semana).

CONTEMPLAR: La historia de la humanidad está entreverada del “misterio de iniquidad” que hace convivir expresiones de amor y de justicia con realidades de odio y de maldad. Hay momentos en que parece que el mal vence o es mayor, pero no es así. Juan Pablo II, lo señala al haber vivido bajo las “ideologías del mal” los efectos de la I y la II Guerras Mundiales, de la invasión de su país por los nazis y los rusos y de haber vivido bajo el dominio comunista y la represión por el hecho de ser católico.

Expresiones de esta iniquidad son “el enorme mal social y político que estremece el mundo y lo divide: el mal de las guerras, de la opresión de las personas y los pueblos; el mal de la injusticia social, del desprecio de la dignidad humana, de la discriminación racial y religiosa; el mal de la violencia, del terrorismo y de la carrera de armamentos” (cf. JUAN PABLO II. Memoria e identidad. Febrero del 2005).

A la raíz de estos males está el hombre, que sujeto al padre de la mentira, se engaña a sí mismo y pretende ser “rey” de la creación y tener dominio de los demás, por lo que rechaza a Dios como Creador, fundamento para determinar lo que es bueno y lo que es malo. Quien se rige por la mentira, rechaza a Dios y la dignidad del ser humano e impone la ley del más fuerte. Sin embargo, a pesar de ese aparente dominio del mal es mayor el bien que existe, y ese mal y quienes le provocan, no duran más de unos años. Por encima del mal existe el bien. El mal tiene límites, el bien llega a la eternidad. “El límite impuesto al mal, cuyo causante y víctima resulta ser el hombre, es en definitiva la Divina Misericordia” (ibid).

Quienes seguimos a Jesús, tenemos que ser conscientes de que nos encontraremos con quienes no piensan como nosotros, que seremos criticados y rechazados, sin embargo no podemos dejar nuestra misión. No son los vaivenes de la historia los que rigen nuestra vida, es Jesús a Quien hemos decidido seguir. Ciertamente incluso nosotros hemos fallado, y nos hemos levantado porque nos hemos acogido al perdón y al amor de Jesús Divina Misericordia. “En Jesucristo, Dios se inclina sobre el hombre para tenderle la mano, para volver a levantarlo y ayudarle a reemprender el camino con renovado vigor” (ibid)… “En el amor, que tiene su fuente en el Corazón de Jesús, está la esperanza del futuro del mundo. Cristo es el Redentor del mundo” (ibid).

ACTUAR: En oración ante Jesús Eucaristía, dejaré que mi corazón se llene de asombro hacia Dios, por los dones de la vida y de la fe que me ha dado. Le agradeceré su Divina Misericordia para conmigo, con mi familia y la humanidad. Le pediré perdón por mis pecados y los del mundo entero. Pediré la Gracia de trabajar por el amor, la verdad y la justicia, sin que me paralice, me angustie o genere miedo el mal que en el mundo hay. Incansable y valientemente testificaré que el amor es el arma más poderosa para vencer el mal y que el amor divino encarnado está en medio de nosotros, pues es Jesús, Divina Misericordia.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. Madre María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx