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PONER MI VIDA EN TUS MANOS, SEÑOR
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Evangelio del domingo 8 de septiembre del 2013. XXIII Domingo Ordinario
Evangelio: Lucas 14, 25-33. En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: "Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar."¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío."
LECTURA: Lee, pausadamente, una o dos veces el texto del Evangelio, visualiza a los personajes y piensa que te dice a ti, personalmente, la Palabra de Dios.
MEDITACIÓN. Los personajes son Jesús y la multitud y Él habla de quien lo sigue, quien lleva su cruz, quien construye, de un rey. En orden inverso, podemos decir que Jesús habla de quien está en guerra, de quien tiene grandes proyectos, de quien sufre y de quien tiene muchos afectos. El tema común para todos es el discipulado. La invitación a ser discípulo de Jesús es para todos. Todos intuimos que en Él podemos encontrar la felicidad para la que hemos sido creados, pero estamos aferrados a los acontecimientos de nuestra vida diaria y nos cuesta trabajo dar el paso de nuestra conversión a Jesús. Vivimos apegados al diario acontecer, con nuestros problemas, ilusiones, “dolor” y “afectos”; sin darnos cuenta que junto a nosotros está, el Señor Jesús, Quien vale más que todo ello y quien puede darnos su paz y fortaleza para realizar nuestros sueños, superar nuestros “dolores” y poder amar en auténtica libertad, sin ser manipulados ni manipular a nadie, amando con la libertad de los hijos de Dios.
A la multitud que le seguía, y también a nosotros, nos cuesta trabajo entender que seguir a Jesús no nos quita nada, sino que Cristo nos regala su presencia para tener todo lo que necesitamos. En Jesús lo tenemos todo sin poseer nada y sin que nada nos posea y lo disfrutamos todo sin esclavizarnos a nadie ni a nada. En Jesús somos libres para amar y servir.
Siendo sincero con nosotros mismos, visualizaremos y aceptaremos que nos aferramos a muchas cosas, que consideramos que son nuestras y que debemos controlar y acomodar a nuestra forma de ser o conveniencia. En ocasiones incluso, queremos controlar la vida de los demás o nos hemos dejado manipular por los demás. Siendo realistas, esto nos desgasta, ni arreglamos nada, ni somos felices y en ocasiones dañamos a otras personas con nuestra forma de ser. Seguramente que en más de alguna ocasión habremos sentido que estamos en “guerra” con todo y con todos, incluso con Dios.
Hoy entiendo que seguirte Jesús, es poner mi vida en tus manos, Señor, y dejar que Tú seas el centro de mi existir.
ORACIÓN: Hoy quiero poner en orden todo y me doy cuenta que solo no puedo, por eso en primer lugar te pondré a Ti y luego lo demás: Lo que me conflictúa, lo que imaginariamente espero; lo que me duele y a todos mis seres queridos, también a los que me aman y los que no me aprecian o persiguen; lo que me gusta, lo que me desagrada o atemoriza, etc., todo lo pondré ante Ti y después de Ti. Tú eres el Alfa y el Omega, el principio y el fin, a Ti me acojo, cúbreme con tu amor.
Como san Ignacio de Loyola, hoy te digo: “Toma, Señor y recibe, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Tú me lo diste, a Ti, Señor, te lo doy; todo es tuyo, dispón de todo a tu voluntad. Dame tu amor y tu gracia, que eso me basta.
CONTEMPLACIÓN: Guardaré un momento de silencio, experimentaré la presencia de Dios en mi vida, reflexionaré y me haré consciente de cómo me siento, ante lo que medité y al poner mi vida en las manos del Señor Jesús. Disfrutaré este momento y procuraré renovar mi entrega a Dios, cuantas veces quiera o sea necesario, en este día y a lo largo de toda mi vida.
ACCIÓN: Buscaré a Jesús en la oración, si es posible en el sagrario o estando Él expuesto en la custodia de mi parroquia. Si esto no es posible, en donde esté procuraré ponerme en oración para renovar la entrega de vida a Jesús y procuraré ir reflexionando, para concientizarme, de lo que Jesús está haciendo en mi corazón y en mi vida.