viernes, 1 de agosto de 2014

14-08-01 LECTIO DIVINA. San Alfonso María de Ligorio. Mt 13, 54-58. RECHAZARON A JESÚS. Los prejuicios pueden ser un obstáculo para abrir el corazón a la fe y a la Gracia de Dios. Los “paisanos” y muchos de los contemporáneos del Señor Jesús pensaban que lo conocían y por eso, más que escucharlo a Él, oían y seguían sus propios pensamientos, ponían un muro de ideas que les impedían ver y entender con claridad lo que Jesús decía. Lo juzgaban de acuerdo a su “verdad”, sacaban sus conclusiones erróneas y no solo lo rechazaban, sino que incluso lo perseguían y lo llevaron a la Cruz y persiguieron e intentaron aniquilar a los seguidores de Cristo. “Tenían ojos, pero no veían, tenían oídos, pero no escuchaban”. Hoy, también esto sucede, por eso ante Jesús hay que saber estar atento a su palabra y dejar que el asombro de la fe, nos ayude a ser siempre mejores, en el seguimiento del Salvador.
“Si Jesús es el hijo del carpintero y de María, si conocemos su historia ¿puede enseñarnos algo? Si durante toda la vida, se han hecho las cosas de una misma manera ¿será correcto cambiarlas? Si Dios es solo mi Dios, ¿será Dios también para los demás? Si Dios es justo, acaso ¿no me tiene que vengar de mis enemigos? Si yo siempre he fallado ¿podré cambiar? ¿Si yo soy pecador y por lo mismo: Dios no me ama ¿podrá Él perdonarme y amarme? Si… Dios, o yo,… siempre…. ¿podrán ser las cosas diferentes?
No solo los contemporáneos de Jesús, sino también en la actualidad, manejamos esquemas mentales equivocados y pensamos que las cosas se tienen que hacer como pensamos o que incluso la Iglesia es la que se tiene que adaptar a nuestra forma de pensar. Esto incluso puede ocurrir en aquellas personas buenas que piensan que porque ya están bautizadas, pero sin una formación católica adecuada, pueden opinar de todo y criticar al Papa, al sacerdote, a su comunidad o grupo parroquial o incluso, ponerse “en sintonía con el mundo” opinando sobre el aborto, el matrimonio, el celibato y otros temas, de acuerdo a su entender y no de conforme a las enseñanzas de Cristo. Algunos otros, incluso, acomodados al hedonismo y relativismo actual, desprecian al que no piensa como ellos se aprovechan de los demás y sienten que no necesitan ni de Dios, ni de los demás, ni de la confesión ni de la Eucaristía.
Dios es siempre novedad (“mira que todo lo hago nuevo” Apo 21.5) y nos invita a estar atentos a sus designios a través de las enseñanzas de la Iglesia, que nos orienta ante las nuevas situaciones a las que nos tenemos que enfrentar. La Iglesia ha acompañado a la humanidad a los largo de siglos y lo seguirá haciendo hasta la Eternidad, aunque no siempre sea entendida ni comprendida, aunque sea perseguida y rechazada y se intente apagar su voz y aniquilar.
Por eso el creyente de Jesús, debe de conocer su fe y dar testimonio de ella, debe de practicarla y sobre todo, debe estar habituado al trato frecuente y diario con Jesús, para ser firme y no desanimarse, desviarse del camino o alejarse de Jesús o de la Iglesia. Para ello debe mantenerse en dialogo con Jesús y con su Iglesia a través de la oración, las buenas obras, el estudio. Debe valorar y procurar su participación en la Misa, sobre todo en la dominical, abriendo su corazón a la Gracia del perdón y del amor de Dios en la recepción de los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía.