domingo, 4 de septiembre de 2011

Meditación del Evangelio del 5 de septiembre del 2011

Evangelio: Lucas 6, 6-11. Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y fariseos estaban acechando a Jesús para ver si curaba en sábado y tener así de qué acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones, le dijo al hombre de la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio». Él se levantó y quedó en pie. Entonces Jesús les dijo: «Les voy a hacer una pregunta: ¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella?». Y, después de recorrer con la vista a todos los presentes, le dijo al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó curado. Los escribas y fariseos se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús.

11-09-05. LUNES XXIII.
Lc 6, 6-11.

AYUDAR TE FORTALECE

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. El Señor Jesús manifiesta su libertad interior haciendo el bien, a pesar de las críticas que ello conlleva. El texto lucano nos muestras a Jesús curando a un tullido de la mano derecha, a pesar que por su actuar, enojaría a algunas personas que estaban en la sinagoga y generaría, en contra de Él, sentimientos de furia que los llevaría a pensar en cómo matarlo.

MEDITAR: Destacamos la presencia de cinco personajes: Los discípulos, los que estaban en la sinagoga, el tullido, el grupo de escribas y fariseos y el Señor Jesús.

Los discípulos y quienes estaban en la sinagoga, se cuestionan sobre su forma de pensar y de actuar ante lo que ven: un hombre sanado, un grupo que odia y a Jesús que es libre en su actuar y en su amar. Ellos desearán ser sanados, ser libres en su actuar.

El tullido es el principal beneficiado. Qué bueno que Jesús no dejó de ayudarlo por el qué dirán, aún poniendo en riesgo su vida. Esta actitud, llena de amor, lo llevará a la Cruz. Su sacrificio es algo asumido libremente por Jesús, Él no sólo muere por dar vida nueva al tullido, muere por ti, por mí y por todos. Seguramente que la actitud de tullido fue de agradecimiento. ¿Tú y yo, estamos agradecidos por lo que Jesús ha hecho por nosotros?

Los escribas y fariseos, son el grupo de los que son incapaces de hacer algo por los demás y se quejan de todo. Piensan que el sentido de su vida es criticar, sin darse cuenta que esa actitud se convierte en envidia y odio. Nadie puede ser como ellos, nadie puede ser más que ellos. Ellos son los que deciden quién entra o sale de su grupo, quién vive o muere.

Jesús conoce lo que hay en ellos, porque además se les nota en su rostro, en su cara, en sus palabras, en sus acciones. No son felices, no quieren que nadie sea feliz. Jesús actúa no sólo a favor del tullido, lo hace a favor también de los que están presentes y que tenían miedo “al qué dirán”, de aquellos que también estaban tullidos de la mente, del corazón y del cuerpo, por miedo a ser criticados. Jesús actúa también por los escribas y fariseos, no para “torearlos” o hacerlos “enojar”, sino para que viendo el bien, tengan la posibilidad de romper con la atadura de la crítica y aprendan a ser libres.

Jesús es libre en su actuar. ¿Su secreto?: Saberse amado por Dios, amar a su Padre, amarse a sí Mismo, amar al Prójimo. Él ama en Dios y sabe que su misión es anunciar el Evangelio con palabras y obras. Él sabe que incluso algunos de los que lo condenan, reconocerán su error, se arrepentirán se convertirán y se salvarán.

Hacer el bien, a pesar de las críticas y enemistades que esto le ocasionará, no lo detiene. Él actúa libremente y esto lo fortalece internamente en su decisión de hacer siempre la Voluntad de su Padre Dios.

ORAR: Señor, tu sabes con qué facilidad critico lo que hacen los demás, perdóname. Señor Tú conoces cuántas veces he dejado de hacer el bien por “el qué dirán”; sabes lo débil que soy y cómo me derrumbo ante cualquier crítica. Sáname Señor, pues yo también “estoy tullido”, fortaléceme para siempre hacer el bien. Quiero ser libre como Tú, quiero experimentar el amor del Padre en mi vida, quiero comportarme como hijo(a) suyo(a), quiero ser libre como Tú, quiero amarme a mí mismo(a), quiero amar y servir a los demás. Quiero tener libertad interior para amar.

CONTEMPLAR: Dejar de hacer el bien, independientemente del motivo, y en particular por miedo a la crítica, no sólo es una limitación, sino que me debilita, porque me impide desarrollar y manifestar las cualidades con las que Dios me ha dotado. Ciertamente no se trata de hacer todo, y siempre querer destacar, pero sí acrecentar mi disponibilidad y generosidad en el servicio, como expresión de libertar interior, procurando en todo la Gloria de Dios y el bien de los demás.

ACTUAR: Sabiendo que Dios me ama y yo amándolo a Él, procuraré manifestar que Dios me ha fortalecido interiormente, quitando lo tullido de mi cara, para sonreír un poco más; lo tullido de mi lengua, para manifestarles a todos mi cariño; lo tullido de mi mano para saludarles o ayudarles en lo que pueda. Seguramente que si ellos ven un cambio en mí, querrán acercarse a Aquél que me quitó “lo tullido” y quizá, por mis palabras y gestos de aliento, a ellos también se les quite “lo tullido” que les impide ser felices, al conocer mejor a Jesucristo nuestro Señor.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

UN COMENTARIO EXTRA: La @ (arroba) es un signo de una medida de peso y no una letra, hay quienes la utilizan como si fuera una letra, para expresar masculino y femenino: perr@, niñ@.
Cuando se quiere destacar o mencionar a ambos sexos, lo más adecuado es utilizar el paréntesis y poner la letra que corresponda:   niño(a), enferma(o), etc.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Meditación del Evangelio del 4 de septiembre del 2011

11-09-04. DOMINGO XXIII.

Mt 18, 15-20.

LA PRESENCIA DE JESÚS EN MI FAMILIA Y EN MI ENTORNO

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Mateo 18, 15-20. En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano comete un pecado, ve y repréndelo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano.

Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el Cielo, y todo lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el Cielo. Yo les aseguro, también, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

LEER: En este párrafo del Evangelio reconocemos cuatro enseñanzas, la corrección fraterna, el perdón de las faltas del prójimo, la importancia de ponerse de acuerdo y la presencia de Jesús en medio de los que se reúnen en su nombre.

MEDITAR: Lo que identifica estas cuatro enseñanzas es la unidad y junto con ella la paz, que de ellas proceden. Cada uno de estos pasos es valioso por sí mismo y se puede aplicar cada uno por separado o en su conjunto, como lo vamos a ver.

En estos cuatro pasos encontramos un camino de qué hacer cuando tenemos una dificultad o falla, con nosotros mismos o con alguna persona, y queremos resolverla. Lo primero es invitar a la reflexión. La palabra “reprender” la entendemos como “regaño”, pero si nos vamos a su etimología la podríamos definir como “retomar”, “recuperar”. ¿Tienes algún problema contigo mismo, cometiste alguna falla? Recupera la calma. Recupérate. ¿Es otro el que falló? No lo juzgues antes de tiempo, no lo condenes ni lo sentencies: Recupéralo. Si es necesario, llama a otra persona para que le ayude. Si es a ti a quien quieres recuperar, déjate ayudar, por alguien que te sea afín. Si lo requieres, busca un consejero adecuado: un sacerdote, un psicólogo, un amigo prudente y no a alguien muy comunicativo, de poca confianza o sin fe.

El segundo paso es siempre perdonar en el nombre de Jesús: Lo que ates o desates en la tierra, de igual manera queda en el Cielo”. Ama en Jesús. Si se refiere a ti: ámate en Jesús. Si lo aplicas a otra persona: ámala en Jesús. Cuando quieras cambiar a alguna persona o situación, primero ámala y eso te facilitará el perdonar, y perdonando tendrás paz en tu corazón y “los ojos limpios” para poder ayudarte o ayudar a otros. Cuando Dios perdona, olvida. Si el perdón es para ti, perdónate, acéptate y reconoce que Dios ya te perdonó, máxime si además te has confesado y recibido la absolución de tus pecados. Si el perdón lo otorgas a otra persona, confíala a Dios, lo que te corresponde es mantener tu corazón libre de odios, resentimientos o rencores. Cada quien es como es, acepta y ama a los demás como son.

El tercer paso es llegar a acuerdos y ponerlos en manos de Dios, no sólo valiéndote de tus propias fuerzas, sino sobre todo en el amor de Dios. Si el acuerdo es contigo mismo, tener a Dios como aliado te será fabuloso y si el acuerdo es con otros, Dios les ayudará a realizarlo.

El cuarto paso es poner a Dios siempre en medio de tus relaciones. La ventaja es que donde tú vayas y estés, siempre estará Dios, porque eres su hijo(a). De esta manera, donde tú estés llevarás su presencia a aquellas personas con las que hablas y en consecuencia, si invitas a quien(es) te acompaña(n) a que se ponga(n) en presencia de Dios, los acuerdos a los que lleguen, siempre contarán con el favor de Dios.
Apliquemos estos pasos en la vida de familia, en el lugar de trabajo o de estudios, en reuniones de amigos o familiares y nos reconoceremos misioneros del amor de Dios, estando en paz y siendo pacificadores.

ORAR: Señor regálame tu presencia y “hazme un instrumento de tu paz, particularmente en mi familia, pues perdonando es que nos das perdón; que donde haya odio, lleve tu amor; donde haya injuria, tu perdón Señor; donde  haya duda, fe ten Ti, Señor” (San Francisco).

CONTEMPLAR: Como humanos; somos seres en relación. Lo ideal sería que nuestras relaciones siempre fueran tersas, en la verdad, en la justicia y en el amor. La “realidad que nos circunda” nos muestra que no es así. Sin embargo eso cambia, cuando al menos una persona actúa cristianamente y no al estilo común de los demás. Centrados en la “realidad fundante”: Dios, sabemos cuál es su plan de amor y como hijos suyos, nos aliamos con Él para realizarlo.

Nublada la razón por los sentimientos, es muy común que la gente se agreda y fácilmente rompa relaciones con los demás, incluso con los más cercanos, afectivamente hablando: el cónyuge, los hermanos, los padres, los hijos, demás familiares o amigos y también con compañeros de trabajo, vecinos o gente que pasa por las calles, etc.

Dejar de tender puentes de diálogo, romper relaciones: nos aísla, nos genera sentimientos de soledad y frustración y en poco tiempo, quizá sin darnos cuenta, sentimos que lo que nos rodea es un ambiente agresivo, ante el que nos sentimos indefensos y desconfiados, del que nos tenemos que proteger y quizá en poco tiempo nosotros nos volveremos en agresores.

Esto sucede cuando somos esclavos de los sentimientos y circunstancias y ellos nos manejan. Seguir a Cristo y vivir según sus enseñanzas es un acto consciente, es una decisión. Es un acto de libertad en el amor, que se sustenta en Dios que es nuestro Padre. Por eso, cuando en lugar de dejar que las circunstancias sean las que determinen el rumbo de mi vida: yo, unido a Jesús, puedo determinar ser un factor de cambio y tender puentes de comunicación, donde el perdón, el amor y los acuerdos, sean elementos que hagan presente a Dios en mis relaciones, para restaurar y consolidar la paz en mi corazón y con los demás.

ACTUAR: Hoy pensaré en las cosas que de mí no acepto o rechazo. Tomaré la decisión de “recuperarme” y estar en paz conmigo mismo(a). Me perdonaré, me aceptaré como soy y me amaré en Dios. Me mantendré en diálogo con mis sentimientos y los llevaré a la presencia de Dios, para que Él, con su amor y perdón, me dé su paz.

También pensaré en cada una de las personas con las que considero que mi relación está fracturada. Tomaré la decisión de “recuperar” a esa persona, la aceptaré y amaré tal y como es. Espiritualmente, pondré a Dios, en medio de nuestra relación.

En ocasiones, llegar a acuerdos directamente con personas especialmente significativas en nuestra vida (cónyuges, hermanos, hijos), con las que se fracturó la relación y que no conocen o no les interesa vivir en el amor de Dios, es difícil y en ocasiones contraproducente, buscarlas para llegar a acuerdos. Por lo que, por el momento, pondré paz en mi corazón en relación con ellas y las perdonaré en mi interior o les pediré perdón, si es el caso. Si es posible establecer puentes de comunicación y de diálogo; me comunicaré con ellas cuando Dios me lo indique en mi corazón o me dé la oportunidad para hacerlo.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.