miércoles, 16 de noviembre de 2011

Papa Benedicto XVI explica que el Salmo 110 recuerda a Cristo, el Mesías

En la audiencia general de este miércoles, el Papa Benedicto XVI dedicó su catequesis sobre el ciclo de los salmos, al Salmo 110. En su reflexión explicó que "el ejercicio del poder es un encargo que el rey recibe directamente del Señor, una responsabilidad que debe vivir en la dependencia y en la obediencia, siendo así signo de la presencia potente y providente de Dios en medio del pueblo".

Al hablar del Salmo 110, el Vicario de Cristo indicó que éste es "un salmo que citó Jesús mismo, y que los autores del Nuevo Testamento retoman y leen ampliamente refiriéndolo al Mesías". "Es un salmo muy amado en la Iglesia antigua y por los creyentes de todos los tiempos", que celebra "al Mesías victorioso, glorificado a la derecha de Dios", añadió.

El Pontífice señaló que en dicho texto se describe a "Cristo el Señor entronizado, el Hijo del hombre sentado a la derecha de Dios", quien es “el verdadero rey que con la resurrección ha entrado en la gloria (…), superior a los ángeles, sentado en los cielos por encima de toda potencia y potestad, y con todos los adversarios a sus pies hasta que derrote definitivamente a la última enemiga, la muerte".

Luego destacó que entre el rey celebrado en el salmo y Dios existe una relación inseparable: "Los dos gobiernan juntos, hasta el punto de que el salmista afirma que Dios mismo entrega el cetro al soberano, diciéndole que domine a sus adversarios".
En el versículo 4 aparece la dimensión sacerdotal ligada a la realeza: "El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: ‘Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec’". El rey del salmo "será sacerdote para siempre, mediador de la presencia divina en medio de su pueblo, de la bendición que viene de Dios". Jesucristo "es el verdadero y definitivo sacerdote que cumple los rasgos sacerdotales de Melquisedec haciéndolos perfectos".

En efecto, precisó el Santo Padre, en el pan y el vino de la Eucaristía, Cristo "se ofrece a sí mismo y, tras vencer la muerte, trae vida a todos los creyentes".

La tradición de la Iglesia considera este salmo como uno de los textos mesiánicos más significativos: "el rey cantado por el salmista es Cristo, el Mesías que instaura el reino de Dios y vence las potencias del mundo, es el Verbo generado por el Padre antes de toda criatura; el Hijo encarnado, muerto y resucitado que ascendió a los cielos, el sacerdote eterno que, en el misterio del pan y del vino, perdona los pecados y reconcilia con Dios, el rey que levanta la cabeza triunfando sobre la muerte con su resurrección".

Por último, el Papa afirmó que el Salmo invita a "contemplar a Cristo para comprender el sentido de la verdadera realeza, que hay que vivir en el servicio y la entrega, en un camino de obediencia y de amor llevado ‘hasta el fin’". Y el despedirse, en su saludo en español dijo: "Invito a todos a enriquecer vuestra relación con Dios con el rezo piadoso de los salmos, especialmente en la liturgia de las horas. Muchas gracias por vuestra visita".

Meditación del 16 de Noviembre del 2011

11-11-16. Miércoles 33ª

CON LOS PIES EN LA TIERRA Y LA MIRADA EN EL CIELO

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio: Lucas 19, 11-28: En aquel tiempo, como ya se acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro, Él les dijo esta parábola: «Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez de sus empleados, les entregó una moneda de mucho valor a cada uno y les dijo: “Inviertan este dinero mientras regreso”. Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a unos delegados que dijeran: “No queremos que éste sea nuestro rey”. Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno. Se presentó el primero y le dijo: “Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas”. Él le contestó: “Muy bien, eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña, serás gobernador de diez ciudades”.

Se presentó el segundo y le dijo: “Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas”. Y el señor le respondió: “Tú serás gobernador de cinco ciudades”. Se presentó el tercero y le dijo: “Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un pañuelo, pues te tuve miedo, porque eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y cosecha lo que no ha sembrado”. El señor le contestó: “Eres un mal empleado; por tu propia boca te condeno. Si sabías que soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he sembrado, ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo hubiera recobrado con intereses?”
Después les dijo a los presentes: “Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene diez”. Le respondieron: “Señor, pero si ya tiene diez monedas”. Él les dijo: “Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia, y al que no tenga, aún lo que tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían tenerme como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia”». Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente de sus discípulos.

I.- ENSEÑANZA BREVE: Al igual que las demás parábolas del Reino, la que hoy hemos leído, es una narración que nos pone en alerta sobre una realidad superior. En esta ocasión, el Señor Jesús, añade en su narración, la figura literaria “hipérbole” que a través del dramatismo, pretende impactar más en la mente de quienes escuchan, para que quede mejor grabada la enseñanza, que en esta ocasión es: al término de nuestra vida seremos juzgados.
En una ocasión a un católico le dijeron que dejara de esforzarse en ser mejor, pues al morir se llevaría tremenda sorpresa al darse cuenta que no había premio ni castigo qué recibir. Él respondió a quienes le cuestionaban, que podrían tener razón, pero que eso no era argumento suficiente para dejar de amar, de hacer el bien y proclamar el Evangelio, por lo que él estaba satisfecho con lo que hacía y estaba preparado para cualquiera que fuera la situación. Pero evitando la pregunta, dijo a sus interlocutores, que, los que realmente tendrían que estar preocupados eran precisamente ellos, pues si él, tenía razón, qué cuentas entregarían, los que no aprovecharon esta vida para hacer el bien y por lo mismo que ¿recompensa o castigo merecerían?

II.- VER - JUZGAR  -ACTUAR
VER
En la actualidad, en medio de la multitud de actividades, a través de las corrientes tipo “new age” o ideadas erróneas como las que promueven el culto a la “madre tierra” o la pseudo filosofía ecologista de “la carta de la tierra”, muchas personas ignoran o pretenden olvidarse del hecho de que la vida del ser humano no termina con la muerte. Estamos llamados a la Vida Eterna.

JUZGAR
La parábola de hoy nos sitúa ante la presencia de Dios, justo Juez. Cada uno de nosotros, por el hecho de ser únicos e irrepetibles, pero sobre todo por ser hijos de Dios, miembros de la Iglesia Católica, estamos llamados a desarrollar nuestras capacidades al máximo y procurar destacar en las actividades que realizamos. Esto podría parecer contradictorio en relación con la humildad, sin embargo, sin dejar de ser humildes debemos hacer todo para Gloria de Dios y bien de nuestros hermanos. La fe aunada al amor y al servicio, nos retan a ser mejores cada día y a superar el orgullo y la falsa modestia. Estos últimos son un estorbo en la vida de la Gracia, porque efectivamente, si trabajamos por el orgullo, es vano nuestro esfuerzo y si por “el qué dirán”, no desarrollamos, y ponemos al servicio de los demás, las cualidades que hemos recibido, tampoco estaremos haciendo la voluntad de Dios. Amar y servir es lo nuestro.
Ciertamente el Dios, revelado por Jesucristo, en Quien creemos los católicos, es el único Dios Verdadero y es Padre, por lo que procurando hacer su voluntad, sabiendo que Él nos ama, realizamos nuestra vida en el amor. La muerte no nos asusta, pues ha sido vencida por Jesucristo con su resurrección y es el umbral que hemos de cruzar para estar en la presencia de nuestro Padre Dios. Dice san Juan de Ávila: “Aunque no hubiese infierno que amenazase, ni paraíso que convidase, ni mandamiento que constriñese, por sólo el amor a Dios, el justo ha de hacer, lo que tiene que hacer." Lo nuestro es amar.
ORAR
No me mueve, mi Dios, para quererte, el Cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido, para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en la Cruz y escarnecido, muéveme el ver tu Cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme en fin tu Amor y en tal manera, que aunque no hubiera Cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.
ACTUAR
Reconociendo el impacto que tiene el bien que realice en la tierra para el bien de mis hermanos, en mi aquí y ahora, me esforzaré en ser mejor cada día, reconociendo también que la mejor recompensa será el contemplar un día cara a cara a Dios. Como muchos santos han enseñado, procuraré trabajar como si de mí dependiera todo, confiando plenamente como si todo dependiera de Dios. Vivir con los pies bien puestos en la tierra y la mirada fija en el Cielo.

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“Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero”. M. María Inés Teresa (Beatificación 21-abril-2012)