lunes, 30 de enero de 2012

Meditación del 30 de enero del 2012

HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
12-01-30
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

VER NOTA al final del texto.

Evangelio (cf. Mateo 6, 9-13 y Lucas 11, 2-4): Padre Nuestro que estás en el Cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO.
Danos hoy nuestro Pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

I.- ENSEÑANZA BREVE:
¿Por qué pedimos “Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo”? La voluntad del Padre es que “todos los hombres se salven” (1Tm 2, 4). Para esto ha venido Jesús: para cumplir perfectamente la Voluntad salvífica del Padre. Nosotros pedimos a Dios Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo, a ejemplo de María Santísima y de los santos. Le pedimos que su benevolente designio se realice plenamente sobre la tierra, como se ha realizado en el Cielo. Por la oración, podemos “distinguir cuál es la voluntad de Dios” (Rm 12, 2), y obtener “constancia para cumplirla” (Hb 10, 36). (Ap 22, 20). (Compendio de la Iglesia Católica. Nos. 591).

II.- VER - JUZGAR – ORAR - ACTUAR
VER
Paradójicamente quienes quieren establecer el “reino del hombre” en la tierra y ofrecen “el paraíso” aquí en la tierra, se engañan y engañan a los que los siguen, pues ofrecen algo que no pueden dar ya que el hombre es por naturaleza limitado y su vida temporal es corta. Los sistemas sociales y económicos que han ofrecido “el paraíso” al margen de Dios, además de generar esclavitudes llevan al fracaso, a pesar de imponerse a través de sistemas totalitarios y opresores. Esto lo demuestra la experiencia sufrida por la humanidad, con el nazismo y el comunismo.
Hoy, a través de ideologías como la “nueva conciencia” y el “relativismo”, la humanidad se encamina a nuevos totalitarismos que se imponen a través de eufemismos y conceptos ideológicos, que rechazan la verdad y se sustentan en las mentiras que generan, para lograr sus intereses particulares, alejados del bien común, y propician la difusión de la cultura de la muerte que se manifiesta, entre otras cosas, en el desprecio de la vida humana en sus diversas etapas de su desarrollo, desde su inicio en el momento de la concepción hasta su muerte natural. Aunado a lo anterior, se pervierte el sentido de la sexualidad humana, separándola de su expresión amatoria, de su potencial unitivo y de su capacidad procreativa, reduciéndola a la sola dimensión del placer, por lo que la sexualidad queda instrumentalizada en beneficio de fines económicos. Para facilitar este proceso y otros males, se difunde e impone la ideología de género, se rechaza la identidad psico-afectiva natural, diferenciada y complementaria entre el hombre y la mujer y se promueve la confusión y pérdida de identidad sexual, como estilos adecuados de vida, considerando como normal lo que evidentemente es un error que se revierte hacia la persona, hacia la familia y hacia la sociedad.
Por otro lado, no deja de llamar la atención el que hoy, que tanto se habla de la necesidad de respetar a la ecología, pues se siente el efecto de los errores cometidos en contra de ella, se pretenda negar y cerrar los ojos ante los efectos negativos que tiene sobre el ser humano el rechazo y mal uso de la “ecología de la sexualidad humana”, que se manifiestan de muchas maneras: desde enfermedades hasta graves trastornos de personalidad que impiden la realización plena del ser humano, que naturalmente pretende ser feliz.
Otros efectos del “reinado del hombre en la tierra” son las guerras, el narcotráfico, la trata de blancas y otras esclavitudes, además del cambio climático generado por la desaparición de bosques, la emisión de gases tóxicos que generan el sobrecalentamiento en la tierra, el cambio climático y la extinción de animales y plantas.


JUZGAR
La Voluntad de Dios es que seamos felices, que seamos santos. En el Cielo, todos son felices. En la tierra podemos ser felices si unimos nuestra voluntad a la de Dios y por lo mismo, libremente, en todo procuremos conocer y hacer su voluntad. Así, decir “hágase tu voluntad”, significa para el creyente, para ti y para mí, comprometernos en ser los primeros en conocer y hacer la voluntad de Dios.
La Ley de Dios se sustenta en el amor. Hacer la Voluntad de Dios es amar en libertad su Voluntad para ser libres y liberadores del hombre de las esclavitudes a la que nos sometemos cuando no hacemos la Voluntad de Dios. En el amor no hay temor, sino valor y audacia para buscar y realizar el bien común, en verdad, en justica y en solidaridad.
Hacer la voluntad de Dios, en la tierra como en el Cielo, es reconocerse amado por Dios y esforzarse en responderle, amándolo y amando a sus creaturas, empezando por uno mismo, siguiendo con los demás y con la misma naturaleza.
Nadie da lo que no tiene, por lo que para amar al prójimo, hay que aprender a reconocer que somos sujetos del amor de Dios y para ello, necesitamos aprender a dejarnos amar por Él, capacitarnos para experimentar las constantes muestras de su amor, reconocer y dejar actuar en nosotros al Espíritu Santo, que es el amor de Dios, que nos “cristifica” y nos lleva a vivir la experiencia de ser hijos de Dios, procurando ser santos.
Los santos, son hombres y mujeres, que afrontando las realidades de su tiempo y de su entorno. Experimentando el amor de Dios, se esforzaron en conocer y hacer vida la Voluntad de Dios. Siempre tendremos que recordar que la santidad, más que un proyecto humano es proyecto de Dios, que requiere de parte nuestra la aceptación y participación en ese proyecto divino.
Dios nos creó libres y por lo mismo no nos impone la santidad, sino que nos la propone. Si la aceptamos y ponemos lo que está de nuestra parte para realizarla, entonces nos ofrece la Gracia Santificante, que es el Espíritu Santo, Quien nos ayuda iluminando nuestra inteligencia, fortaleciendo nuestra voluntad y poniendo en nuestro corazón el deseo de tener los mismos intereses de Jesús: Amar a Dios y servir al prójimo.
La santidad, don de Dios, no es un regalo para una sola persona con dotes extraordinarias. Todos podemos ser santos. La santidad se nos da para formar comunidad. Nadie se hace santo en soledad, sino en comunidad. Los santos hacen presente a Dios en el mundo, son testigos de su amor y por lo mismo, con su testimonio manifiestan cuánto ama Dios al hombre y de cuánto bien, es el hombre capaz de hacer, por amor a Dios.
“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” (1Tm 2,4). El santo es testigo del amor de Dios en el mundo y el mundo necesita de testigos que no sólo le hablen del amor de  Dios, sino que con su testimonio, hagan presente la santidad de Dios en medio de la humanidad.
“Ama y haz lo que quieras”, dice san Agustín. El santo, es un hombre, una mujer, que ama y por eso es libre, por lo que amando, libera. El santo es libre y liberador.
El santo reconoce que el tesoro que lleva en vasijas de barro (2 Cor 4,7) no sólo es para él, por lo que como discípulo y misionero se esfuerza por hacer la Voluntad en la tierra, difundir la Palabra de Dios al mayor número posible de personas para testimoniar el amor divino, creando estructuras que permanezcan y hagan presencia continua del amor de Dios.
El santo es evangelizado y evangelizador, por lo que se esfuerza en que las personas que entran en contacto con Él, sean evangelizadas y sean a su vez evangelizadoras.
El santo es constructor de la cultura de la vida y de la civilización del amor que son expresiones del Reino de Dios en medio de los hombres y por lo mismo signo de que se hace la voluntad de Dios, en la tierra como en el Cielo. El santo hace la voluntad en la tierra porque también anhela hacerla en el Cielo.

ORAR
Padre, fuente de vida, amor y felicidad, te pido que tu Reino venga a mi corazón, para que yo lo le lleve a los demás y así sea testigo tuyo, haciendo tu voluntad en la tierra, construyendo la realidad sustentada en la verdad, el amor, la libertad, la justicia y la solidaridad. Tu voluntad es que seamos felices, por eso Padre, quiero amar como Jesús amó y con la gracia del Espíritu Santo quiero dejarme moldear en tu amor.
Sé Tú mi Rey y concédeme trabajar eficazmente para que tu Reino se establezca en mi corazón, en mi familia, en mi Patria y en el mundo entero. Amén.

ACTUAR
Afirma san Agustín que el amor se da entre iguales o los hace iguales: Padre, amándote, quiero asemejarme a Ti, quiero tener los mismos intereses de Jesús para amarte sobre todo y servirte en mis hermanos. Quiero hacer tu voluntad aquí en la tierra y anticipar el Cielo en este mundo y para ello procuraré incrementar mi oración, participar en la Misa y buscaré, en todo, hacer tu Voluntad. Me esforzaré en ser mejor, en mejorar a mi familia y lograr que este mundo sea mejor. Que todos te conozcan y te amen, es la única recompensa que quiero.
Hoy, de manera más consciente rezaré el Padre Nuestro, reflexionando especialmente las palabras “HAGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO” y procuraré escribir lo que significan para mí. Si es posible compartiré mi reflexión con Mons. Pedro Agustín.

NOTA: Seguimos meditando el Evangelio, según el esquema de la Lectio Divina (Leer, meditar, orar, contemplar y actuar), presentando: un texto bíblico, un ver, un juzgar, un orar y un actuar. En las meditaciones de estos días tomamos como referencia la Oración del Padre Nuestro, desmenuzando las ideas que nos presenta, para una mejor comprensión y vivencia de las enseñanzas de Jesús, para estar en sintonía con Él, tener sus mismos intereses y ser santos en adoración al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, pues la Oración del Padre nuestro es “el resumen de todo el Evangelio” (Tertuliano) y “la más perfecta de todas las oraciones” (Santo Tomás de Aquino).

Para hacer llegar algún comentario, puedes escribir a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Aparta la fecha para que asistas a la beatificación de la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento (21-abril-2012. Basílica de Guadalupe. 11:00 horas).