viernes, 26 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 26 de agosto del 2011


11-08-26. VIERNES XXI.
Mt 25, 1-13.

MANTÉN TU LÁMPARA ENCENDIDA

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Nuevamente el Señor Jesús habla del Reino de los Cielos y ahora utiliza la parábola de las 10 vírgenes. Cinco de ellas previsoras y las demás no tanto. Ambas esperan en vela al “Novio” con lámparas encendidas. Como el “novio” tarda, a 5 de ellas se les acaba el aceite y tienen que ir a comprar más. Cuando llega el “Novio” se inicia la fiesta y se cierran las puertas, así que las que se fueron no podrán entrar. La exhortación final es “estén atentos, porque no sabemos el día ni la hora”.

Al final aparece el texto bíblico para quien lo quiera consultar.

MEDITAR: El día de la boda todos esperaban al “Novio” y aunque una sola era la que se casaba con Él, las amigas de la novia, también salían a recibirlo. Indudablemente que el Señor Jesús no está hablando de cómo organizar una fiesta de bodas, sino cómo hemos de estar atentos para el encuentro con Dios, que todos los días se hace presente en nuestra vida.

“La luz” de las lámparas significa la Gracia de Dios, “el aceite” la oración y las buenas obras, “la lámpara” la misma vida, “el Novio” Dios mismo y “la fiesta” la Vida Nueva y la Vida Eterna que Jesús nos da. A través de esta parábola, el Señor Jesús nos invita a perseverar en la oración, pues ella fortalece la fe y anima la esperanza de nuestra conversión y de alcanzar la santidad.

La luz disipa las tinieblas y nos permite avanzar aún en medio de la obscuridad.

ORAR: Señor, Tú me conoces y sabes de mi inconstancia en el orar y en el actuar bien. Sabes que la mayor parte del día, la paso distraído(a) en mis ocupaciones y preocupaciones, sin buscarte a Ti. Sabes que en ocasiones mi oración se acrecienta cuando tengo algún problema o alguna necesidad. Ayúdame e ilumina mi vida, haz que sea constante en mi oración para que en mi vida goce de tu presencia, pues a cada instante llegas y tocas las puertas de mi corazón para darme tu paz y amor.

CONTEMPLAR: Los santos nos dan testimonio de la paz y la alegría que hay en su corazón pues, la oración ilumina su caminar, les pone al servicio de los demás y les hace mantenerse constantemente en la “fiesta del Reino de Dios”. Si atiendo las enseñanzas de Jesucristo e imito a los santos, yo también seré feliz, alcanzaré la plenitud humana y la santidad.

ACTUAR: Hoy procuraré estar atento a la presencia de Dios, a través de la oración.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Del santo Evangelio según san Mateo (25,1-13): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!". Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»