miércoles, 10 de agosto de 2011

Papa Benedicto XVI: Dios habla en el silencio, pero hay que saberlo escuchar

La mañana del 10 de agosto, al presidir la audiencia general en la que retomó sus catequesis, el Papa Benedicto XVI resaltó que Dios habla a cada persona en el silencio y por lo tanto es necesario saberlo escuchar.

En su mensaje, el Santo Padre puso como ejemplo de silencio a los monasterios, que suelen ubicarse en "lugares particularmente bellos, en el campo, las colinas, en los valles de las montañas, cerca de los lagos o el mar, e incluso en pequeñas islas"; luego agregó que en ellos se “unen dos elementos muy importantes para la vida contemplativa: la belleza de la creación, que lleva a la belleza del Creador, y el silencio garantizado por la lejanía respecto a la ciudad y a las grandes vías de comunicación".

El Vicario de Cristo también manifestó que el silencio, "es la condición ambiental que mejor favorece el recogimiento, la escucha de Dios y la meditación. Ya el hecho mismo de disfrutar el silencio, de dejarnos, por así decirlo, ‘llenar’ por el silencio, nos predispone a la oración".

"Dios habla en el silencio, pero hay que saberlo escuchar. Por esta razón los monasterios son oasis en los que Dios habla a la humanidad. Allí se encuentra el claustro, un lugar simbólico, porque es un espacio cerrado pero abierto al cielo", prosiguió.

Seguidamente, el Pontífice comentó que este jueves 11 de agosto la Iglesia recuerda a Santa Clara de Asís, discípula de San Francisco, quien supo escuchar a Dios en el silencio y plasmó su vida cristiana en la oración, la pobreza y la humildad.

El Papa dijo luego que "el silencio y la belleza del lugar donde vive la comunidad monástica –bella, sencilla y austera– constituyen, por así decirlo, un reflejo de la armonía espiritual que la misma comunidad busca alcanzar".

Por último, el Papa Benedicto XVI invitó a dirigir “nuestra mirada a la Virgen María, para que nos enseñe a amar el silencio y la oración", y a "descubrir y contemplar la belleza de la creación, que a su vez revela al Creador, y a cultivar también el silencio interior, que dispone al recogimiento, a la meditación y a la oración, para favorecer el progreso espiritual mediante la escucha de la voz divina en lo profundo del alma".

Meditación del Evangelio del 10 de agosto del 2011


11-08-10.
SAN LORENZO. Jn 12, 24-26.
¡Señor te seguiré!
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Jesús habla del grano de trigo que cae en tierra, que al “morir” da frutos abundantes. También nos invita a seguirlo y nos habla de la recompensa que el Padre nos dará.

MEDITAR: Podríamos pensar que la recompensa que esperamos del Padre, se nos dará hasta que muramos biológicamente. No es así, la recompensa es para aquí y ahora, es para hoy. Para Dios no existe el tiempo, para Él todo es un eterno presente. Cuando Jesús habla con el “buen ladrón” le dice “hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Por eso la recompensa es para hoy. Es la Vida Nueva que en Cristo, Dios nos da. La recompensa es estar con Jesús. La recompensa es tener a Jesús en el corazón y dejar que Él guíe mi vida. Es tenerlo como amigo fiel, con Quien puedo dialogar constantemente. Lo que necesito es tomar la decisión de conocer y amar a Jesús, y esforzarme en vivir de acuerdo a sus enseñanzas, asemejarme a Él. Por eso hoy le diré a Jesús. ¡Te seguiré!

ORAR: Señor, yo te abro las puertas de mi corazón, en Él te recibo. Ven y haz morada tuya y de la Santísima Trinidad. Te entrego mi vida entera. ¡Te seguiré!

CONTEMPLAR: Señor, hay muchas cosas a las que debo morir: mis pecados,  mi egoísmo, mis pasiones desordenadas. SÍ, a todo eso debo morir y cambiar. Pero también a mis miedos, a mis complejos, a mis traumas.

Quiero entregarme a Ti y dejar que seas Tú el que me perdone y me sane. Tú lo puedes todo, yo sin Ti no puedo nada.

ACTUAR: Hare una revisión de mi vida. Si es posible escribiré aquello que me hace sufrir y me impide ser feliz y lo pondré en el Corazón de Jesús. Le diré al Señor, quiero morir a mi pecado y a la fuente de mi tristeza, para que tenga vida nueva en Jesús. ¡Señor, Te seguiré!

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.