En su mensaje, el Santo Padre puso como ejemplo de silencio a los monasterios, que suelen ubicarse en "lugares particularmente bellos, en el campo, las colinas, en los valles de las montañas, cerca de los lagos o el mar, e incluso en pequeñas islas"; luego agregó que en ellos se “unen dos elementos muy importantes para la vida contemplativa: la belleza de la creación, que lleva a la belleza del Creador, y el silencio garantizado por la lejanía respecto a la ciudad y a las grandes vías de comunicación".
El Vicario de Cristo también manifestó que el silencio, "es la condición ambiental que mejor favorece el recogimiento, la escucha de Dios y la meditación. Ya el hecho mismo de disfrutar el silencio, de dejarnos, por así decirlo, ‘llenar’ por el silencio, nos predispone a la oración".
"Dios habla en el silencio, pero hay que saberlo escuchar. Por esta razón los monasterios son oasis en los que Dios habla a la humanidad. Allí se encuentra el claustro, un lugar simbólico, porque es un espacio cerrado pero abierto al cielo", prosiguió.
Seguidamente, el Pontífice comentó que este jueves 11 de agosto la Iglesia recuerda a Santa Clara de Asís, discípula de San Francisco, quien supo escuchar a Dios en el silencio y plasmó su vida cristiana en la oración, la pobreza y la humildad.
El Papa dijo luego que "el silencio y la belleza del lugar donde vive la comunidad monástica –bella, sencilla y austera– constituyen, por así decirlo, un reflejo de la armonía espiritual que la misma comunidad busca alcanzar".
Por último, el Papa Benedicto XVI invitó a dirigir “nuestra mirada a la Virgen María, para que nos enseñe a amar el silencio y la oración", y a "descubrir y contemplar la belleza de la creación, que a su vez revela al Creador, y a cultivar también el silencio interior, que dispone al recogimiento, a la meditación y a la oración, para favorecer el progreso espiritual mediante la escucha de la voz divina en lo profundo del alma".