El pasado domingo 24 de julio, al presidir el rezo del Ángelus, el Papa Benedicto XVI al recordar al rey Salomón, exhortó a los fieles católicos a tener una conciencia sensible a la verdad y a Dios, que permita obrar siempre el bien y evitar el mal allí donde se encuentre.
Al inicio de su mensaje, mencionó que el rey Salomón fue quien pidió al Señor: "‘un corazón dócil para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal’. Y el Señor lo escuchó, así Salomón se hizo famoso en todo el mundo por su sabiduría y la rectitud de sus juicios".
Seguidamente, el Santo Padre explicó que este "corazón" se refiere a la conciencia humana, y que en el caso de este hombre, "la petición es motivada por la responsabilidad de guiar a una nación, Israel, el pueblo que Dios ha elegido para manifestar al mundo su designio de salvación".
"El rey de Israel, por lo tanto, debe tratar de estar siempre en sintonía con Dios, a la escucha de su Palabra, para guiar al pueblo por los caminos del Señor, el camino de la justicia y de la paz. Pero el ejemplo de Salomón es válido para cada hombre", agregó.
Más adelante, el Pontífice aseguró que "cada uno de nosotros tiene una conciencia para ser, en cierto sentido, ‘rey’, es decir, para ejercer la gran dignidad humana de actuar según la recta conciencia, obrando el bien y evitando el mal".
Así, señaló que "la conciencia moral presupone la capacidad de escuchar la voz de la verdad, de ser dóciles a sus indicaciones. Las personas llamadas a tareas de gobierno naturalmente tienen una responsabilidad ulterior, y por lo tanto –como enseña Salomón– necesitan aún más de la ayuda de Dios. Pero a cada quien le toca hacer su propia parte, en la situación concreta en la que se encuentre".
Por último, el Papa Benedicto XVI destacó además, que el Evangelio de ese día exhorta a reconocer que Dios es un tesoro: "La parábola del tesoro escondido que escuchamos en el Evangelio de hoy, nos recuerda la importancia decisiva y suprema del Señor en nuestra vida, invitándonos a supeditar todo lo demás a este inefable tesoro que Dios ha puesto en nosotros"; y con ello alentó a preocuparse siempre por crecer en la fe.
Después invitó a los fieles a solicitar “la ayuda de la Virgen María, Sede de la Sabiduría. Su corazón es perfectamente ‘dócil’ a la voluntad del Señor. A pesar de ser una persona humilde y simple, María es una reina a los ojos de Dios, y como tal nosotros la veneramos"; y diciendo: "Que la Virgen Santa nos ayude también, con la gracia de Dios, a formarnos una conciencia siempre abierta a la verdad y sensible a la justicia, para servir al Reino de Dios", concluyó.