Al presidir la Misa por la Solemnidad de Corpus Christi (Cuerpo y Sangre de Cristo), este 23 de junio, el Papa Benedicto XVI indicó que ésta fiesta es inseparable del Jueves Santo, de la Misa de la Cena del Señor, en la que se celebra la institución de la Eucaristía, porque ahí "acontece la transformación de los dones de esta tierra –el pan y el vino– para trasformar nuestra vida e inaugurar así la transformación del mundo".
Luego, el Sumo Pontífice explicó que todo comienza en el corazón de Cristo que en la Última Cena dio gracias a Dios y se ofreció para la salvación de todos los hombres y mujeres de la historia de la humanidad, se ha convertido en "don de un Amor más fuerte que la muerte, Amor divino que lo ha hecho resucitar de entre los muertos", y agregó que de ese corazón, brota "aquel dinamismo que transforma la realidad en sus dimensiones cósmicas, humanas e históricas. Todo procede de Dios, de la omnipotencia de su Amor Uno y Trino, encarnado en Jesús".
Seguidamente comentó que con frecuencia se llama comunión al acto de comer el pan eucarístico porque cuando se realiza, "entramos en comunión con la vida misma de Jesús, en el dinamismo de esta vida que se dona a nosotros y para nosotros. Desde Dios, a través de Jesús, hasta nosotros: una única comunión se transmite en la Santa Eucaristía".
También, el Pontífice señaló que a diferencia del alimento corporal, la comunión "nos asimila a Cristo, así somos conformados en Jesús, miembros de su Cuerpo, una sola cosa con Él" y que de esa forma "nos abre también a los otros, nos hace miembros los unos de los otros: no estamos más divididos, sino que somos una sola cosa en Él", dado que "la comunión eucarística me une a la persona que tengo junto a mí, y con la cual quizá no tengo una buena relación, pero también a los hermanos que están lejos, en cada parte del mundo".
De esa forma la Eucaristía se convierte en la base de la presencia social de la Iglesia: "quien reconoce a Jesús en la Hostia Santa, lo reconoce en el hermano que sufre, que tiene hambre, que tiene sed, que es forastero, desnudo, enfermo, encarcelado; y está atento a cada persona, se empeña, de modo concreto, por todos aquellos que están en necesidad", aseguró el Papa.
"Del don del amor de Cristo proviene por lo tanto nuestra especial responsabilidad de cristianos en la construcción de una sociedad solidaria, justa, fraterna. Especialmente en nuestro tiempo, en el que la globalización nos hace siempre más dependientes los unos de los otros, el Cristianismo puede y debe hacer que esta unidad no se construya sin Dios, esto es sin el verdadero Amor, lo que daría espacio a la confusión, al individualismo, al atropello de todos contra todos".
Por último, el Santo Padre manifestó que, cuando Jesús se entrega, acepta por amor la pasión y la muerte, transformándola en un acto de donación: "esta es la transformación de la que el mundo tiene más necesidad, porque lo redime desde el interior, lo abre a la dimensión del Reino de los cielos", y así "Dios quiere continuar renovando la humanidad, la historia y el cosmos a través de esta cadena de transformaciones, de las cuales la Eucaristía es el sacramento". Para concluir dijo que con la Eucaristía, "sin ilusiones, sin utopías ideológicas, nosotros caminamos por las calles del mundo, llevando dentro de nosotros el Cuerpo del Señor, como la Virgen María en el misterio de la Visitación".
No hay comentarios:
Publicar un comentario