
En este Evangelio los discípulos le preguntan a Jesús, “¿Por qué les hablas en parábolas?”. Y Jesús responde poniendo una distinción entre ellos y la multitud: a los discípulos, es decir a los que ya se han decidido por Él, les puede hablar del Reino de Dios abiertamente, en cambio a los demás debe anunciarlo en parábolas, para estimular precisamente la decisión, la conversión del corazón; las parábolas, de hecho, por su naturaleza requieren un esfuerzo de interpretación, interpelan a la inteligencia pero también a la libertad”
Recodando a San Juan Crisóstomo, el Santo Padre señaló que, “En el fondo, la verdadera “Parábola” de Dios es Jesús mismo, su Persona, que, en el signo de la humanidad, esconde y al mismo tiempo revela la divinidad. De esta manera Dios no nos obliga a creer en Él, sino que nos atrae hacia Sí con la verdad y la bondad de su Hijo encarnado: el amor, de hecho, respeta siempre la libertad”.
Por último, en su saludo en lengua española, dijo el Papa, que “La imagen del Sembrador que nos propone el Evangelio, nos invita a acoger con el corazón abierto y puro la Palabra de Dios, para que produzca abundante fruto. Pidamos a la Virgen María que nos ayude a estar siempre dispuestos, como ella, a recibir con gozo todo lo que el Señor nos dice”.
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