martes, 16 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 16 de agosto del 2011


11-08-16.
MARTES XX. Mt 19, 23-30.
 ¡Jesús te mira con amor!

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. San Mateo, en este fragmento del Evangelio, nos muestra al Señor Jesús enseñando a sus discípulos, por eso no es de extrañar que en tan pocos versículos aparezcan cinco temas, el Reino de los Cielos, la Salvación, el Abandono de todo para seguir a Jesús, la Recompensa por esa acción y sobre la Humildad.

Al estilo del Medio Oriente y de su época, el Señor Jesús en sus enseñanzas utiliza las parábolas, que son comparaciones a través de palabras o pequeñas narraciones para hablar de realidades más profundas y también se vale de hipérboles (exageraciones) con la misma finalidad. Todo esto con la intención de que la enseñanza quede grabada en la mente a través de una imagen, que es más fácil de recordar que un concepto abstracto.

Desde la antigüedad se conoce el tamaño del ojo de una aguja y de un camello. De esta comparación los discípulos preguntaran sobre la salvación, san Pedro dirá que ellos, los discípulos lo abandonaron todo, pero al mismo tiempo preguntará por la recompensa, Jesús le responde y luego hablará sobre la humildad, con un juego de palabras entre quienes serán los últimos y quienes los primeros.

La riqueza del texto que hoy meditamos nos lleva a enfocarnos en un versículo. ¿Jesús se les quedó mirando?

Para que cada quien amplié sus reflexiones personales, al final aparece el texto bíblico.

MEDITAR: San Mateo y quizá como parte de una experiencia personal, pues él era un discípulo, señala que ante la pregunta “Entonces, ¿quién puede salvarse?”, antes de responderles; Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo”.
En primer lugar, me llama la atención: la mirada de Jesús, sobre sus discípulos. Una mirada llena de amor, de comprensión y de esperanza. En segundo lugar su respuesta: “Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo”.

La salvación es para todos, en particular para quienes son sus discípulos. Referido a ti, a mí y a todo aquel que se pone bajo la mirada de Jesús, el texto señala que la salvación de Jesús es para todo aquel que acepta su amor y su perdón, que son infinitos y eternos, pues Él es Dios.

La consecuencia es lógica: Ante la mirada de Jesús, todo yo, soy amado por Él. Todo mi ser, es amado por Dios. Esto lo tengo que creer y experimentar. Si en mí cupiera alguna duda, las palabras de Jesús tienen que hacerla desaparecer. “Dios lo puede todo”. Incluso amarme a mí.

¿Cómo se siente un(a) joven, cuando la persona que ama le corresponde a su amor? Hoy tú puedes ser la felicidad de Jesús. Él te ama, déjate amar por Él. Correspóndele a su amor por ti.

¿Cómo se siente una persona cuando se reconoce amada?: Feliz, llena de alegría y gozo, valorada (añade tus propias palabras). Pues así te puedes sentir hoy y siempre, pues ¡Jesús te ama!, tal y como eres, pues para Él no hay imposibles. No lo dudes: ¡Jesús te ama!

Dios es amor y por amor nos envía a su Hijo, y Jesús, por amor a ti, muere en la Cruz.
Abre tu corazón a Él. El Amor Divino, sana, salva, porque es Jesús. Él te mira y te mira con amor. Déjate amar por Él.

Dice san Agustín que el amor se da entre iguales o los hace iguales. Jesús te ama, se encarna, se hace como tú y como yo, se hace igual a nosotros y nos ama para hacernos semejantes a  Él.

ORAR: Señor Jesús, mírame, Jesús sáname, Jesús ámame. Jesús renuévame. Jesús transfórmame. Gracias por amarme tal y como soy, haz que me transforme hasta ser como Tú quieres que sea.

CONTEMPLAR: Quizá en más de una ocasión, sino es que cotidianamente, no me siento amado(a), me siento sólo y aislado. En otras ocasiones tengo enojo conmigo mismo porque no me acepto como soy. En otros momentos he actuado manejado por mi tristeza, desesperación o enojo. Hoy quiero ponerme bajo la mirada de Dios. Hoy más que fijarme en mis errores o pecados, en mis errores y defectos, quiero ponerme bajo tu mirada de amor Señor y quiero caminar y hablar seguro(a) que tu amor no se aparte de mí, para hacerte presente en mi corazón y en la relación con quienes me rodean.

ACTUAR: Hoy con mis actitudes y palabras mostraré que me experimento amado(a) por Dios e invitaré a quienes me rodean a que abran su corazón a Dios. En la confesión y en la Eucaristía, Jesús me manifiesta su amor.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.


Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (19,23-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios.”
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo”.
“Entonces le dijo Pedro: “Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?” Jesús les dijo: “Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la Vida Eterna.
Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.”

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