viernes, 23 de septiembre de 2011

Meditación del Evangelio 24 de septiembre del 2011

11-09-24. Sábado XXV
Lc 9, 43-45.

MI FE, ES CONVENENCIERA

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

VER
Hay quienes se dejan llevar por las apariencias, en sus relaciones humanas. Hay quienes tienen una fe muy ligera, muy “light”, superficial, están a gusto con Dios cuando les va bien e incluso, sólo lo buscan si tienen alguna necesidad.
JUZGAR
A Jesús mucha gente le admira por los prodigios que hace. Él les advierte que habrá momentos en que lo verán sufrir, y aparentemente derrotado, en manos de quienes le persiguen.
ACTUAR
Jesús es mi Salvador, aún cuando en ocasiones me vaya mal. Él nunca me abandona. Murió en la Cruz para mostrarme cuanto me ama, pero también para decirme que en los momentos más difíciles de mi vida ahí está. Me invita a no dejarme llevar por las apariencias, Él está siempre junto a mí. También me enseña a buscarlo y encontrarlo en el más pobre y desvalido.

Evangelio: Lucas 9, 43-45. En aquel tiempo, como todos comentaban admirados los prodigios que Jesús hacía, éste dijo a sus discípulos: «Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendieron estas palabras, pues un velo les ocultaba su sentido y se las volvía incomprensibles; y tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto.

LEER. ¿Jesús triunfa, Jesús hace milagros? Todos están con Él. Jesús anuncia que sufrirá y lo verán aparentemente derrotado, hay quienes se alejan de Él.

MEDITAR: Quienes están junto a Jesús no lo entienden porque tienen miedo a que “su ilusión” se venga abajo, que a “ellos también les vaya mal”. No entienden que la redención pasa por la Cruz, pero que ella nos trae la salvación y nos lleva a la resurrección. Jesús en nosotros no debe suscitar ilusiones, sino la fe.
Qué fácil es estar junto al que tiene, al que gana, al que es famoso, al que le va bien. Qué difícil es estar ante el que es pobre, al que pierde, al que le va mal, ante el enfermo, el anciano.

Todos queremos que nos vaya bien y en ese momento nos olvidamos de todo y de todos. Sin pensar que a la vuelta de la esquina nos puede llegar el infortunio. No se trata de ser ave de mal agüero, ni anunciador de infortunios, ni sembrador de miedos. Sino al contrario, ayudar a situarnos en el realismo que nos señala que sólo Dios es Eterno y que todo lo demás es pasajero: la vida, la juventud, la belleza, el dinero etc. y que por lo mismo nuestra alegría no debe, ni puede, fundarse en los bienes pasajeros. Si los tenemos, debemos disfrutarlos y compartirlos. Si no los tenemos, no los necesitamos.

Lo más importante es disfrutar de la presencia de Dios en nuestras vidas. El bienestar o el infortunio pueden llegar o no a nuestra vida, como quiera pasarán, disfrutemos lo esencial. La presencia de Jesús en nuestras vidas, que esa presencia es eterna.

A nuestro lado, siempre encontraremos alguien a quien ayudar, hagámoslo en el nombre de Jesús.

Si algún día llegáramos a necesitar ser ayudados, seguramente alguien lo hará. Incluso podría ser que todos nos abandonaran y esto nos daría la oportunidad de confiar más en Dios, de experimentar cómo él nunca abandona e incluso y aún mejor, que esos sufrimientos, por amor, los uniéramos a la Cruz de Cristo y así colaboráramos con la redención. Lo importante, en uno u otro caso, es que Jesús siempre nos acompañará.

ORAR: Señor, aceptas la ignominia de ser apresado, juzgado, condenado y asesinado, siendo tu inocente, por amor a mí y a la humanidad entera. Aceptaste todo esto para que yo te encuentre en el que injustamente es despreciado, maltratado, abandonado. Lo aceptaste para que si yo llegara a ser olvidado y dejado sólo, siempre sepa que Tú estás conmigo. Gracias Señor porque te busco cuando todo me va bien, gracias porque me enseñas a que te reconozca en mi vida, en aquellos momentos en que las cosas me pudieran salir mal. Gracias, Señor, porque mi alegría no se asienta en las “bondades o bienes” que de Ti reciba, ni tampoco te busco “para evitar los males”, sino te busco porque me amas y siempre estás conmigo. Fortalece mi fe, Señor, para que nunca me olvide Ti, para que siempre experimente tu presencia y en donde quiera que esté y en la situación que esté, sabiendo que estás conmigo, siempre pueda compartir mi fe. Gracias Señor porque Tú nunca te olvidas de mí.

CONTEMPLAR: Siendo sinceros, nuestra fe a veces es convenenciera. Si las cosas van bien, estamos a gusto con Dios. Si las cosas van mal, entonces desconfiamos de Él y de su amor. Incluso hay quienes bucarán a quien les “haga una limpia”, les “lea las cartas” les venda “filtros, cuarzos, talismanes”, etc. o le haga “magia”, consulte “espíritus” o “psíquicos”, etc. Habrá quienes digan que pierden la fe, que se cambian de religión o que caen en el rechazo a Dios, en la tristeza o en la depresión. ¿Conoces a alguien que haya hecho algunas de estas cosas u otras? Invítale a la conversión, dile que Jesús no le ha olvidado ni mucho menos despreciado, abandonado o castigado. Dile que Jesús le ama y que siempre ha estado a su lado.

La mejor manera de mantenernos con una fe sostenida, para los momentos buenos y malos es la oración, la participación de los sacramentos, la Misa Dominical, la lectura de la Palabra de Dios, las buenas obras, etc.
El texto de hoy nos invita a tener una fe viva y firme, sostenida en la presencia de Jesús, que siempre está conmigo y nunca me abandona.

ACTUAR: Hoy renovaré mi fe en Jesús, hoy le diré que quiero ser fuerte y firme en mi fe. Hoy reflexionaré en los momentos en que me he sentido más triste o abandonado y reconoceré la forma en que Jesús estuvo y ha estado conmigo. Hoy en particular, buscaré a quien ayudar en el nombre de Jesús.


Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. Madre María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.


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