jueves, 1 de septiembre de 2011

Meditación del Evangelio del 2 de septiembre del 2011


11-09-02. Viernes XXII.
Lc 5, 33-39.

Tu vida es nueva en Jesús

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Del santo Evangelio según san Lucas (5,33-39): En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.» Jesús les contestó: «¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.» Y añadió esta parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el añejo."»

LEER. Jesús para acercar a su auditorio y hacerles comprender más fácilmente su enseñanza, utilizará tres imágenes comunes para la época y además indispensables para las zonas desérticas: el manto y los odres donde se conservaba el vino. Señala que nadie recorta un manto nuevo para parchar un manto viejo y también indica que nadie pone vino nuevo en odres viejos. Jesús no está dando clases de costura o de modas, ni mucho menos sobre la forma de almacenar los vinos, su propuesta es dejar que el amor de Dios nos transforme exterior e interiormente y dejemos a un lado los vicios, errores y pecados del pasado, además de los esquemas mentales que nos hacen herméticos y repelentes al mensaje de salvación.

MEDITAR: Jesús enseña el estilo de vida en relación con Dios, estilo de vida que da paz y libera al hombre. Esto confronta el estilo judío de la norma por la norma. Aún entre los oyentes de Jesús hay quienes conservan sus criterios del pasado y por eso, Jesús pacientemente les instruye con parábolas, en particular por aquellos que no dejan sus esquemas mentales equívocos o piensan que basta con aceptar algunas de las enseñanzas de Jesús, adaptarlas a los esquemas viejos o “modernos” y seguir adelante.

El clima en zonas desérticas es extremoso, el manto es vital, pues de día cubre del sol y por la noche protege de los fuertes vientos. Jesús me confecciona un manto nuevo, que me cubre totalmente y no parches para cubrir los huecos de mi manto viejo.

Hay quienes buscan a Jesús, no para que cambie totalmente su vida, sino sólo una parte, quieren de Él “un parche”. Un ejemplo lo podemos encontrar en aquellos que van y hacen juramento de no ingerir bebidas alcohólicas, “por unos meses”, y no les interesa que Jesús los libre del vicio. Quieren que “del manto nuevo del amor de Dios” se corte “un pedacito de su Gracia”. Algo similar, quizá más común, menos notorio y por eso más grave, es cuando alguien le pide a Jesús que le resuelva un problema pero no está dispuesto a perdonar al hermano (a), que le ofendió.

Si en lugar de la palabra “manto ponemos “cómo me manifiesto a los demás”, si en lugar de la palabra “odre” ponemos la palabra “corazón” y en lugar de “vino” ponemos la palabra “amor”. Las parábolas que hoy comentamos, tienen una nueva dimensión. Pues se refieren a nuestro comportamiento exterior a partir de lo que llevamos en el interior de nuestro corazón.

Para un cambio radical de vida, debemos dejar que Jesús actué tanto en el exterior como en el interior de nosotros mismos. La revisión ha de ser total y no sólo en la superficie, para una auténtica conversión. Lo que yo muestro en mi exterior es manifestación de lo que llevo dentro. “de la abundancia del corazón, habla la boca” (Lc 6,45).

Manifestar un cambio en el exterior de mi vida, como las modelos de un concurso de belleza o una actriz, es relativamente fácil, pero con el tiempo, lo que se oculta se manifiesta, por eso no es raro que el mundo del espectáculo frecuentemente esté lleno de los escándalos o suicidios de los famosos.

Puedo fingir ser feliz y llevar una gran tristeza en mi corazón. El inicio del texto que reflexionamos, señala la alegría de “los amigos del novio mientras el novio está con ellos”. Ciertamente puede haber motivos por los que en algún momento o día puedo estar tiste, pero ese no puede ser mi estado habitual. Saber que Cristo está conmigo y me ama, ha de ser el motivo, para no dejarme dominar por ningún sentimiento negativo, para estar habitualmente contento y actuar en la paz del Señor.

Hoy puedo parecer más piadoso y amable y guardar rencores en mi corazón. Será un avance que ahora sea más amable, pero Jesús quiere sanarme de tal manera que lo que reflejo en mi exterior sea una manifestación de mi interior. ¡Jesús toma mi corazón, haz mi vida nueva! ¡Señor quédate en mí!

El encuentro con Jesús y la aceptación de su Señorío, cambia nuestras expresiones, nos vuelve más serenos, educados amables, prudentes, buenos consejeros. Todo esto empieza a brotar desde lo profundo de nuestro corazón, pues la relación con Él nos da la paz, no como efecto de ejercicios de relajación o de respiración, que algo ayudan, sino sobre todo por el encuentro con Quien ha dado su vida por mí, me ama, me perdona, me regenera. De esto nos dan ejemplo los santos, no hay santos tristes, pues ellos viven en la alegría de nuestro Dios.

La presencia de Jesús en mi vida me da paz, porque armoniza todas mis formas de relacionarme. Jesús me perdona, me permite reelaborar mi pasado, me da esperanza para el futuro y me inunda con su amor en mi diario vivir. Jesús me da su paz: “Mi paz les dejo, mi paz les doy” (Jn 14,27).

La paz bíblica, no sólo implica un pacto que permite la vida tranquila, ni la ausencia de guerra, designa sobre todo la existencia cotidiana en armonía con la naturaleza, con los demás, con uno mismo, con Dios. Mi encuentro con Jesús no sólo satisface mis necesidades afectivas y emocionales, sino sobre todo: me da su presencia y su amor. La compañía de Jesús le da una nueva perspectiva a mi vida, poniéndome por encima de cualquier problema o situación angustiosa, por encima de cualquier necesidad material y por encima de cualquier miedo o temor, porque en Él buscaré y encontraré la solución. “Su vara y su cayado me acompañan” (cf. Sal 23,4).

El amor (vino) de Jesús en mí debo manifestarlo con un nuevos estilos de pensar, de actuar y de decir (odres). ¡Fuera pesimismos, fuera críticas, fuera diversas maneras de maltratar a los demás! ¡Que se note que Jesús vive en mí!

ORAR: Gracias Señor porque me amas y quieres que realice mi existencia en la Vida Plena que Tú me das. Bien sabes que los mayores obstáculos para ello, no están en mi exterior, sino en mí, porque manifiesto poca confianza en Ti, cuando me quedo en mis pensamientos negativos, de auto rechazo o auto castigo; cuando repito los hábitos que me hacen daño. Gracias Jesús porque me amas y eres paciente conmigo, permíteme experimentar tu amor y sáname desde lo más profundo de mí. Dame tu paz. Virgen santísima de Guadalupe, cúbreme con tu manto. Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.

ACTUAR: Hoy, estaré atento a mis estados de ánimo, revisaré qué me genera sentimientos, palabras o acciones negativos. Le pediré a Jesús que me acompañe y sane las heridas que me generan esos estados de ánimo y le pediré que me permita alegrarme en Él y compartir mi alegría por conocerlo.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

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