Mujer he ahí a tu hijo, hijo he ahí a tu Madre…
Si te es posible haz esta oración de contemplación ante Jesús Eucaristía, expuesto o en el sagrario, o ante un crucifijo, o en el lugar que puedas. Persevera cada día y te aseguro que irás experimentando, cada vez más, la presencia de Dios en tu vida.
Por la señal de la santa Cruz… Padre Nuestro… Ave María… Gloria…
Ven Espíritu Santo y lléname con tu amor. Purifícame, renuévame, sáname y santifícame. Ilumina mi entendimiento para buscar y encontrar la Verdad. Orienta mis motivaciones hacia la Gloria del Padre y el bien de mis hermanos para que mis intereses sean los de Jesús. Fortalece mi voluntad para rechazar el mal y perseverar haciendo el bien. Amén.
PETICIÓN INICIAL: Señor Jesús, al meditar y contemplar las Palabras que dijiste en la Cruz, concédeme recibir el regalo de tu amor y el gozo de ser tuyo(a), en Ti confío. Gracias por tu perdón y por darme a la Virgen María como Madre. Te pido que me des la fortaleza y la Gracia de la Perseverancia Final, abandonándome, cada día, en los brazos amorosos de nuestro Padre Dios, recibiendo al Espíritu Santo en mi ser. Amén.
LECTURA
Mujer he ahí a tu hijo, hijo he ahí a tu madre… (Jn 19, 26-27). En medio del abandono que Jesucristo experimenta en la Cruz, mirar a su Madre, la Virgen María, y al discípulo amado, san Juan, es un consuelo para nuestro Salvador, Quien en esos momentos, más que pensar en Sí mismo, piensa en ellos y en los que, a lo largo de los siglos, aceptaremos la vida nueva y Eterna que Él nos da con su sacrificio redentor.
En el Cielo nos acompañarán la Virgen María y los santos. Jesús en la Cruz, nos da a su Madre, como Madre nuestra.
Dice el Evangelio que, cuando Jesús le da al discípulo amado, a María como Madre, él la llevó consigo “a su casa”. Es decir, a su corazón, a su vida toda. Para Juan, la Virgen ya no será sólo la Madre del Maestro, sino que será realmente, su Madre, pues de Ella recibirá caricias y palabras de fe, de consuelo, de fortaleza y a través de Ella tendrá una más íntima y profunda experiencia del amor de Dios.
En correspondencia, el discípulo amado se esforzará en asemejarse más a Jesús, para que María, como Madre, se alegre al tener un hijo lleno de amor para Ella y para los demás.
Yo también quiero ser motivo de alegría para la Virgen María, yo quiero también ponerme bajo sus cuidados maternales y experimentar la ternura de su amor, por eso, tomándola como guía, muchas veces le diré: Vamos María, hay que salvar muchas almas para Dios. Acompáñame en la misión, que mi anhelo más grande, al igual que en muchos santos, es: “que todos te conozcan y te amen y esa es la única recompensa que quiero” (cf. Madre María Inés Teresa Arias).
MEDITACIÓN
Jesús, desde el Sacramento del Altar, me ve con amor y piensa en mí. Aceptando la salvación que Él me da, yo también de alguna manera soy su consuelo en la Cruz y desde ahí, Él me da su perdón, su amor y la Vida Eterna.
El anticipo del Paraíso y del Cielo se hace presente en mi vida cuando recibo a la Virgen María como mi Madre, pues Ella, no sólo me cuida y me manifiesta su ternura, sino que se convierte en mi Maestra y en mi Guía. Ella me conduce de la mano, para configurarme con su Hijo Jesucristo. Ella me espera y un día me recibirá en el Cielo.
Gozoso debo recibir, “hoy y siempre”, esta herencia que Jesús me da, debo ser todo de María, mi Madre, para llegar a Dios. Debo hacer mío el: “María, soy todo(a) tuyo(a)”, “totus tuus” de san Luis Grignon de Monfort y del beato Juan Pablo II.
“Todo(a) tuyo(a) soy y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón” (Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum) (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n. 266).
ORACIÓN
Jesús, agradecido porque me das como Madre a tu Mamá, le digo a Ella: “Ven conmigo y nunca me dejes, sé mi guía, llévame de la mano hasta tu Hijo Jesús. María, sé mi Maestra, préstame tus ojos y tus oídos para contemplar y escuchar a tu Hijo, préstame tu corazón para amarlo como lo amas Tú.
Gracias Señor por darme a la Virgen María como Madre. Gracias Madre mía, por guiarme y cuidarme como lo hiciste con Jesús, ruega a Dios por mí para que experimente tu ternura maternal. Como Juan Pablo II, yo quiero ser, María, “todo(a) tuyo(a)”, “totus tuus”, para que siempre me lleves a Jesús.
CONTEMPLACIÓN: Este es el momento más importante. Guarda unos momentos de silencio, cierra tus ojos, respira profundamente, repite varias veces y de manera pausada, el nombre de Jesús o la jaculatoria de este día. Deja que el amor de Dios inunde tu ser. Reflexiona sobre lo que has meditado, dejándote guiar por el Espíritu Santo, como la Virgen María que todo lo guardaba en su corazón (Lc 2,19). Hazte un propósito y esfuérzate por cumplirlo hoy. Concluye este momento de contemplación de la siguiente manera o de la forma que acostumbres hacerlo.
ACCIÓN
Haz un compromiso para este día y en la noche evalúa cómo y de qué forma lo cumpliste.
Por amor a Jesucristo hoy… ____________________
COMENTARIOS PERSONALES
Concluye tu meditación diaria haciendo la señal de Cruz sobre ti: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario