jueves, 26 de enero de 2012

Meditación del 26 de enero del 2012

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
12-01-26
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
VER NOTA al final del texto.

Evangelio (cf. Mateo 6, 9-13 y Lucas 11, 2-4): Padre Nuestro que estás en el Cielo, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro Pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

I.- ENSEÑANZA BREVE:
¿Qué significa “Santificado sea tu Nombre”?: Santificar el Nombre de Dios es, ante todo, una alabanza que reconoce a Dios como Santo. En efecto, Dios ha revelado su santo Nombre a Moisés, y ha querido que su pueblo le fuese consagrado como una nación santa en la que Él habita. (Compendio de la Iglesia Católica. Nos. 588).
¿Cómo se santifica el Nombre de Dios en nosotros y en el mundo?: Santificar el Nombre de Dios, que “nos llama a la santidad” (1Ts 4,7), es desear que la consagración bautismal vivifique toda nuestra vida. Asimismo, es pedir que, con nuestra vida y nuestra oración, el Nombre de Dios sea conocido y bendecido por todos los hombres. (Compendio de la Iglesia Católica. Nos. 589).

II.- VER - JUZGAR – ORAR - ACTUAR
VER
El rechazo a Dios trae como consecuencia el repudio a la dignidad humana, a la verdad, a la libertad, al amor, a la bondad, a la justicia, a la paz, a la vida. Hay quienes desconocen o no valoran su propia dignidad ensuciando su mente con pornografía, embotando su cuerpo con drogas y alcohol, o desfigurándolo con percings, tatuajes, implantes y cirugías. Otros, alimentando en su corazón malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, etc. (cf. Mc7, 21) se prostituyen llevando una sexualidad desordenada. Hay quienes renuncian a la verdad y a la capacidad de discernir cerrando la razón a la ley natural. Otros enajenan su libertad ante los medios de comunicación, el consumismo y el hedonismo. Hay quienes renuncian al amor y fomentan el odio y el resentimiento, otros más promueven e imponen leyes inicuas. Otros legalizan los abortos y generan las guerras, promueven la violencia, secuestran, mutilan y matan. Esto y otras cosas más, son expresión de la cultura de la muerte. Cuando el ser humano nubla la conciencia de la existencia de Dios, nubla también la conciencia de quién es el ser humano y cuál es su destino final.


JUZGAR
El ser humano tiene una dignidad por sí mismo, por el hecho mismo de tal. Esta dignidad adquiere dimensiones extraordinarias, cuando se le reconoce creado a imagen y semejanza de Dios y esta realidad se incrementa aún más cuando se le reconoce llamado a ser hijo de Dios.
Dios es santo, su nombre es santo. La santidad de Dios nos ubica en una realidad suprahumana y supraterrena, que tiene que ser reconocida, admirada y adorada. Dios es el Otro, con mayúscula, en relación al ser humano, Él es Quien ha creado todo cuando existe y al hombre lo ha creado a su imagen y semejanza. Santificar el nombre de Dios, es vivir como hijo suyo, procurando hacer su voluntad, por lo mismo, santificar el nombre de Dios es el esfuerzo personal por imitarlo en su capacidad de amar (cf. Mt 5, 48).
Santificar el nombre de Dios es reconocer su supremacía y al mismo tiempo, su presencia, no solo en lo que nos rodea, sino principalmente en uno mismo y en cada persona. Santificar el nombre de Dios es procurar en todo hacer su voluntad, la cual es: que todos seamos felices, seamos santos.
Santificar el nombre de Dios es reconocer la dignidad de toda persona, creada a su imagen y semejanza, llamada a vivir y ser como hija suya. Santificar su nombre también es valorarme, aceptarme tal y como soy, esforzándome en ser cada vez más yo mismo; procurando el desarrollo pleno de mi personalidad como hijo de Dios. Santificar el nombre de mi Padre Dios, es saber vivir en la Verdad para difundirla y ser libre; es ser libre para liberar a otros; es ser bondadoso y justo; es trabajar por la paz para construir la civilización del amor y la cultura de la vida, expresiones del Reino de nuestro Padre Dios.
Santificar el nombre de Dios, significa hacer el mayor bien posible a todos mis hermanos, los hombres, y hacer así un mundo mejor, solidario para todos; procurando el bien común, a través de relaciones en verdad, libertad, justicia y solidaridad, propiciando el desarrollo y construyendo la paz. Santificar el nombre de Dios es construir su Reino entre los hombres y así anticipar el Cielo.

ORAR
Padre, dame la Gracia de tu Espíritu Santo, para que al igual que Jesucristo, unido a la Virgen María, a los santos y a la Iglesia, en todo me esfuerce en hacer tu voluntad, sirviendo a mis hermanos para así testificar mi amor por Ti, santificando tu nombre.

ACTUAR
Reconociéndome hijo de Dios, santificaré el nombre de mi Padre, esforzándome cada día en ser mejor, testimoniando mi fe en el esfuerzo diario para mejorar las cualidades con las que he sido dotado, siendo feliz y alegremente sirviendo a los demás.
Hoy, de manera más consciente rezaré el Padre Nuestro, reflexionando especialmente las palabras “SANTIFICADO SEA TU NOMBRE” y procuraré escribir lo que significan para mí. Si es posible compartiré mi reflexión con Mons. Pedro Agustín.

NOTA: Seguimos meditando el Evangelio, según el esquema de la Lectio Divina (Leer, meditar, orar, contemplar y actuar), presentando: un texto bíblico, un ver, un juzgar, un orar y un actuar. En las meditaciones de estos días tomamos como referencia la Oración del Padre Nuestro, desmenuzando las ideas que nos presenta, para una mejor comprensión y vivencia de las enseñanzas de Jesús, para estar en sintonía con Él, tener sus mismos intereses y ser santos en adoración al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, pues la Oración del Padre nuestro es “el resumen de todo el Evangelio” (Tertuliano) y “la más perfecta de todas las oraciones” (Santo Tomás de Aquino).

Para hacer llegar algún comentario, puedes escribir a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Aparta la fecha para que asistas a la beatificación de la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento (21-abril-2012. Basílica de Guadalupe. 11:00 horas).

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