ALEGRÍA Y TRISTEZA EN EL “ALTAR DE DOLORES”
del Templo Expiatorio a Cristo Rey, Antigua Basílica de
Guadalupe
Permanecerá
colocado hasta el 7 de abril
Siguiendo
la tradición que se creó en la Nueva España desde el siglo XVII, el 6º Viernes
de Cuaresma, se prepara un altar dedicado a la Santísima Virgen en su
advocación de la Dolorosa, con una finalidad catequética y con la intención de
los fieles de mitigar el dolor que experimentará la Virgen de María a lo largo
de su vida, particularmente al pie de la Cruz de su Hijo, Jesucristo.
Cada
elemento colocado en este altar tiene su importancia y simbolismo. En su
conjunto pareciera un “incendio”, por lo que así también fueron conocidos los
altares puestos en cada hogar.
Esta
hermosa tradición de los Altares de Dolores pretende, con el brillo de las
banderitas de oro, el juego de color del vidrio azogado de las esferas y el
aroma de las flores, pretende conmover a quienes los contemplan y oran ante
ellos. Así, a través de los sentidos de la vista y el olfato, se invita a la
compasión y al compromiso de ser mejores, ante las aflicciones de la Virgen
Santísima.
En
la Colegiata de Guadalupe en el siglo XVIII, la Virgen de los Dolores tenía su
altar permanente y durante su fiesta, todo el cabildo la celebraba con un
oficio especial, que incluía la participación de su capilla musical, que
entonaba es esa ocasión el Stabat Mater, que es el canto ofrecido en desagravio
a este duro trance de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
El
tradicional “Viernes de Dolores”, que se celebra el viernes anterior a la
Semana Santa, era una oportunidad de oración y convivencia de los fieles que,
desde muy temprano acudían por el “Canal de la Viga” a “Jamaica de las flores”
a comprar las flores frescas para sus altares domésticos. Las tardes eran
ocupadas para recorrer los diferentes barrios de la Ciudad de México, haciendo
visitas y realizando oraciones piadosas en los diferentes hogares donde se
había levantado un “incendio”. De ahí surge una expresión propia de estos
altares. Cuando la gente llegaba a las casas preguntaba "¿Lloró la
Virgen?" y las personas de la casa contestaban "Sí, sí lloró", y
daban a los visitantes un vaso de agua fresca para aliviar el calor de la
primavera. Las lágrimas que para algunos son amargas y para otros simplemente
saladas, no pueden ser desagradables tratándose de las de la Madre de Cristo,
por lo que se ofrecía agua de limón y de chía.
En
el “Altar de Dolores”, se conjugan la alegría y la tristeza, por ser de un
ambiente festivo sin perder la sobriedad y penitencia que la Cuaresma impone.
La
costumbre del Altar de Dolores, era también una oportunidad para que amigos y
extraños convivieran amistosamente, pues a todos se les recibía con el mismo
agrado. La familia entera solía rezar el Rosario a una hora determinada y a ese
homenaje piadoso se unían los visitantes. Esta tradición extendida en varios
estados de nuestro país tomó diferentes matices regionales, por lo que, no
todos los altares son iguales ni tienen los mismos elementos.
DESCRIPCIÓN
DEL ALTAR DE DOLORES DEL TEMPLO EXPIATORIO A CRISTO REY, que se montó al estilo
propio de la capital de la Nueva España.
Los
elementos que lo componen son los siguientes:
En
la parte superior del altar se encuentra una representación del grabado de
Cristo en la Cruz, que tomara San Alfonso María Ligorio, como fuente de
inspiración para la meditación de su Viacrucis. Mostrando la importancia del
misterio de la redención humana, presenta a Jesucristo descarnado. De sus cinco
llagas salen flechas que nos recuerdan su gran Amor y que provocan heridas de
amor en el corazón de quien lo contempla, como lo dijera la doctora de la
Iglesia, Santa Teresa de Ávila.
Debajo
de esta escena, se encuentra la imagen de la Virgen María, firme al pie de la
Cruz, con sus manos entrelazadas en señal de angustia, con un pañuelo para
enjugar sus lágrimas por los pecados de la humanidad. En su pecho hay siete
flechas recordando que ella fue la primera en ser “herida” por las flechas del
Amor de Jesús. Dolor y amor que alcanzan la redención del ser humano. Esta
representación la encontramos en iconos bizantinos de la Dolorosa, que no ponen
espadas o dagas, si no flechas. La imagen está vestida al modo de la Virgen de
la Soledad.
Debajo
de la Dolorosa, en siete niveles, se colocaron cirios en candeleros ostentosos
que nos llevan al recuerdo de sus sufrimientos y al contemplar el “corazón
atravesado por siete espadas”.
“Este
corazón”, está elaborado de manera artesanal con semillas, siguiendo la
tradición de ofrecer a la Virgen la gran variedad de semillas que se iban a
sembrar y las que se habían cosechado.
Los
llamados “Dolores de la Virgen María son:
1.
La presentación del Niño Jesús en el Templo. 2. La huida a Egipto. 3. El Niño
perdido y hallado en el Templo. 4. El encuentro de la Virgen María, con su
Hijo, en el camino al Calvario. 5. La muerte de Jesús en la Cruz. 6. Jesús,
bajado de la Cruz y depositado en los brazos de su Madre. 7. La sepultura de
Jesús y la soledad de la Virgen María.
Rodeando
el altar, hay veladoras, elemento primordial, ya que su luz, al llegar a las
esferas e iluminar las banderas de hoja de oro, hace que parezca que hay “un incendio”
en el lugar.
Las
banderas de hoja de oro, insertadas en naranjas, nos recuerdan el corazón de
María atravesado por las espadas. La hoja de oro, con el calor de las velas
produce destellos y sonidos como el crepitar de la leña en la hoguera, que se
unen al murmullo permanente de los fieles en oración continua, ante el altar.
La alfombra de aserrín, procura imitar las
ricas alfombras de las casas adineradas y se coloca para simbolizar el deseo de
suavizar el camino de Jesús y de la Virgen María hacia el Calvario.
Los
diferentes botellones con agua nos recuerdan las lágrimas vertidas por la
Santísima Virgen.
El
agua utilizada para la germinación del trigo y otras semillas nos recuerda las
“lágrimas de la Virgen” y los gérmenes colocados en macetas y “animalitos de
barro”, la materia para el Pan Eucarístico. Estos granos germinados, que mueren
para dar vida, simbolizan a Cristo que muere y resucita para que los hombres
tengamos Vida Nueva y alcancemos la Vida Eterna.
Las
familias de escasos recursos suplían los encajes, calados y blondas con el
famoso “papel picado” de china, de diversos colores. El trabajo de papel picado
era, y sigue siendo, un reto para la imaginación de los artistas populares.
Los
ángeles pasionarios que acompañan a la Virgen, nos muestran los elementos
utilizados en la pasión de nuestro Señor: los flagelos, la columna, los clavos,
la corona de espinas, la lanza, la esponja, la túnica, los dados, el cartel de
INRI, el martillo y las pinzas, las monedas, etc.
Nosotros
nos unimos a través de este altar a Jesucristo en su pasión, en su Cruz y en su
resurrección, acompañando a la Virgen María, Madre suya y nuestra, como expresión de compasión y solidaridad con Ella
y con su Hijo, como manifestación de gratitud y solicitud para que siempre nos
acompañe en nuestras penas, con la
intención de separarnos del pecado y vivir siempre como hermanos, bajo
la mirada compasiva de nuestra Madre del Cielo.
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