Este
9 de mayo en su audiencia general de los miércoles, el Papa Benedicto XVI reflexionó
sobre un pasaje de los Hechos de los Apóstoles, donde se narra la prisión de san
Pedro, quien fue finalmente liberado por la intervención de un ángel del Señor.
El Pontífice afirmó que este episodio "nos dice que la Iglesia, cada uno
de nosotros, atraviesa la noche de la prueba, pero que es la incesante vigilancia
de la oración la que nos sostiene".
"Yo,
también, desde el primer momento de mi elección como Sucesor de San Pedro, me
he sentido siempre sostenido por vuestras oraciones y por la oración de la
Iglesia, sobre todo en los momentos más difíciles, os agradezco de
corazón", dijo. Seguidamente explicó que "con la oración constante y
confiada, el Señor nos libera de las cadenas, nos guía para atravesar cualquier
noche de cautiverio, que puede atenazar nuestro corazón, nos da la serenidad
del corazón para hacer frente a las dificultades de la vida, aun el rechazo, la
oposición y la persecución".
En
su mensaje, el Santo Padre señaló que "el episodio de Pedro muestra el
poder de la oración. Y el Apóstol, aun estando encadenado, se siente tranquilo,
confiado en la certeza de no estar nunca solo: la comunidad está orando por él,
el Señor está a su lado, aún más, sabe que ‘el poder de Cristo se manifiesta
plenamente en la debilidad’". Luego destacó que "la oración constante
y unánime es un instrumento precioso también para superar las pruebas que
puedan surgir en el camino de la vida, porque estando profundamente unidos a
Dios, nos permite también estar profundamente unidos a los demás".
Por
otra parte, el Sucesor de Pedro se refirió a los problemas que pueden suscitarse
dentro de la comunidad creyente, como sucedió con los primeros cristianos:
"Santiago nos habla de ello en su Carta. Es una comunidad en crisis, en
dificultades, no tanto por las persecuciones, sino porque en su interior hay
celos y contiendas". Al respecto, el Apóstol encontró que existen dos razones
para el desarrollo de ésta crisis: “la primera es la de dejarse dominar por las
pasiones, por la dictadura de sus propios deseos, por el egoísmo. Y la segunda
es la falta de oración (…) o la presencia de una oración que no puede ser
definida como tal: ‘piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de
satisfacer sus pasiones’".
El
Papa Benedicto XVI indicó que "según Santiago, esta situación podía
cambiar si toda la comunidad hablara con Dios, rezando verdaderamente de forma
asidua y unánime. En efecto, incluso todo lo que se dice sobre Dios, corre el
riesgo de perder su fuerza interior y el testimonio se vuelve árido si no están
animados, apoyados y acompañados por la oración, por la continuidad de un
diálogo vivo con el Señor".
Por
último exhortó a los fieles cristianos a "experimentar cómo la oración
constante y de la comunidad unida es un precioso instrumento para superar las
dificultades que surgen en el camino de la vida, porque cuando estamos profundamente
unidos a Dios, estamos también unidos a los hermanos".
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