SEÑOR, SIEMPRE ESPERAS LO MEJOR DE MÍ
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Evangelio del domingo22de septiembre del 2013. XXV Domingo Ordinario
Evangelio: Lucas 16, 1-13. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido."El administrador se puso a echar sus cálculos:"¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. "Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?"Éste respondió: "Cien barriles de aceite."Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta."Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?"Él contestó: "Cien fanegas de trigo."Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta."Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero."
LECTURA: Lee, pausadamente, una o dos veces el texto del Evangelio, has un poco de silencio interior, cierra los ojos y visualiza a los personajes y piensa que te dice a ti, personalmente, la Palabra de Dios.
MEDITACIÓN. Los personajes de la parábola son el hombre rico, el administrador y los beneficiados. El hombre rico está enterado del mal proceder de su empleado, él no lo juzga, lo llama a cuentas y le está dando una oportunidad de rectificar. Seguramente al empleado se le olvido que él solo administraba, que nada era suyo y que a manera de una auditoria, antes de la entrega total de los bienes, algún día y en muchas otras ocasiones sería llamado a cuentas.
Así es nuestra vida y los dones que se nos dan, nada es nuestro y un día tendremos que entregar cuentas de lo que nos dio y de lo que hicimos con ello. Ese será el día de nuestra muerte terrena, pero no tenemos que esperar a morir ni esperar una “auditoria” para hacer nuestro balance, el cual, lo mejor es que sea diario.
Cuando hablamos de los bienes recibidos, en primer lugar es la vida, tenemos que asumir la responsabilidad de lo que hacemos con ella y asumir las consecuencias de nuestros actos, así maduraremos humana y cristianamente. Otro bien que recibimos es la fe, la cual siempre tendríamos que procurar que se mantuviera en constante crecimiento. Otro bien son las personas que están a nuestro lado y que se nos dan para aprender de ellas, para ayudarles a ser felices y para que juntos hagamos este mundo mejor. (Los demás no están para que yo sea feliz, están para que yo les sirva –“hay mayor alegría en dar que en recibir”-, ojalá entendiéramos esto). Otro bien son las cosas materiales que nos rodean, la naturaleza y las cosas que transformamos para el bien común y que dan origen al bienestar material, a la tecnología y al desarrollo. Ciertamente otros bienes, inherentes al ser humano son la libertad, la inteligencia, la voluntad y aunados a ellos el amor, la Verdad, la justicia y la paz. Pero dado que todo esto se me da, lo recibo, tengo que ser consciente que el mayor bien es el dador de todos los bienes: Dios, quien se manifiesta en la unidad amorosa de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Comunidad de amor.
Muchas veces buscamos las añadiduras y no el Reino de Dios, cuando lo más importante es que busquemos el Reino de Dios, puesto que lo demás se nos dará por añadidura
El hombre rico de la parábola, no necesita de los bienes encomendados al mal administrador, es éste quien necesita de la benevolencia del dueño de todo. Con él, el administrador lo tiene todo, sin él, todo y hasta la vida, lo puede perder.
Una vez que el dueño se ha expresado bien del empleado, el administrador se ha dado cuenta que puede ser bueno, y que puede hacer el bien y no tiene necesidad de robar, sino de hacer bien lo que le corresponde. Yo como “buen administrador de las cosas de Dios, haré el bien a los demás, dejaré que sean los demás los que aboguen por mí y si no lo hicieran e incluso, si por el contrario me descalificaran, nunca dejaré de hacer el bien, pues sé en Quien he confiado y que mi juez y amparo es el mismo Jesús, Señor de señores y redentor de toda la creación. Él es, el Señor, que siempre espera lo mejor de mí.
ORACIÓN: Guardo silencio, reflexiono sobre lo que medité y hago mi oración propia, lo que sigue sólo es una guía: Señor, gracias por la confianza que depositas en mí al darme la vida y ponerme al frente de tantos bienes tuyos. Ayúdame a ubicar que en el centro de mi vida estás Tú y que en relación de Ti, bajo tu mirada amorosa debo de vivir revisando lo que pienso, digo y hago, para mayor gloria tuya y bien de los demás. De esa manera, en lugar de apegarme a las personas o a la cosas, en lugar de aprisionarlas o dejar que me aprisionen, me esforzaré en ser libre para amar y para servir, para ser testigo de tu amor y pasar haciendo el bien. No es el juicio del mundo el que importa, ni siquiera la forma en la que yo me pudiera juzgar, es tu amor misericordioso, el que importa porque siempre esperas lo mejor de mí.
CONTEMPLACIÓN: Guardo silencio y con los ojos cerrados, me hago sensible a la grandeza del amor de Dios, por mi y por la humanidad. Experimento que me llama a cuentas, no para juzgarme y castigarme, sino para que, en mi vida, todo lo ponga en orden y fortalezca la felicidad para la que Él me creo. Reviso y el hago el balance de mis sentimientos y emociones, de mis pensamientos y acciones, de mis tentaciones y pecados; de las personas a quienes amo y sirvo y de las rechazo o abuso; de quienes me quieren y de las que me hacen daño. Ante Dios, ante su mirada amorosa pongo todo y dejo que sea Él, el que ilumine, limpie y purifique mi corazón. Es su amor quien me libera, es su amor quien cambia mi vida. No son ya los “criterios del mundo”, con los que enjuicio mi vida, sino en el amor misericordioso de Dios, que me renueva.
De igual manera, pongo ante lo Dios lo que hago y los bienes materiales que tengo o que me motivan: el dinero, el placer, el poder, el parecer, el poseer y nuevamente, todo lo pongo ante Dios. Me doy cuenta que, aunque pudiera tener todo o carecer de todo, nada necesito, pues solo Dios basta, pues, por Dios, con Él y en Él, como san Pablo todo lo puedo llegar a considerar como desperdicio, con tal de “ganar a Cristo” (Fil 3,8).
ACCIÓN: Como el administrador del fragmento evangélico, me pondré en paz con los que me rodean, con las cosas y los acontecimiento de la vida y gozoso y aprovechando la nueva oportunidad que cada día me da, me pondré ante Dios que ama y que me da su paz, para servirlo cada día más y mejor en cada uno de mis hermanos, de tal manera que sean ellos los que aboguen por mí.
Si deseas hacer algún comentario puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario