SEÑOR, TODOS LOS DÍAS VIENES A MI
CORAZÓN
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Evangelio del domingo 1 de diciembre del 2013. Ciclo A. 1er. Domingo de
Adviento Evangelio: Mateo 24,37-44. En aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé
entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a
todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán
en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán
moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estén en
vela, porque no saben qué día vendrá el Señor. Comprendan que si supiera el
dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no
dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estén también ustedes preparados,
porque a la hora que menos piensen, viene el Hijo del Hombre.
LECTURA: Lee, pausadamente, una o dos veces el texto del Evangelio, haz
un poco de silencio interior, cierra los ojos y visualiza a los personajes y
piensa que te dice a ti, personalmente, la Palabra de Dios.
MEDITACIÓN. Jesús, habla con sus discípulos y los prepara para un gran
acontecimiento “que vendrá” y eso es lo que significa la palabra “adviento”
(venida, llegada). Quién está por llegar es precisamente el Hijo del Hombre,
que una expresión que el Señor Jesús utiliza para referirse a Sí mismo y que en
los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) es empleado en 66
ocasiones.
La expresión “Hijo del hombre” trae a la mente de los contemporáneos de
Jesús la visión apocalíptica del profeta Daniel que al referirse a Dios señala
que vio sentado en un trono a un anciano, y vio “venir en las nubes del Cielo
como un Hijo de hombre” (Dn 7,13), quien fue llevado ante el anciano y se le
dio todo poder, gloria y reino, cuyo “poder es eterno y nunca pasará y su reino
jamás destruido” (Dn 7, 14).
Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, en Él se dan
cumplimiento las profecías. Su auditorio, aún lo sabe, intuye algo, pero no
tiene la experiencia del resucitado. Esperan la Mesías y la llegada del Reino
de Dios, aunque ignoran el cuándo, el cómo y el modo. Sus anhelos se centran en
lo inmediato, en la liberación del imperio romano, el encumbramiento sobre los
demás pueblos y sobre la bonanza en bienes materiales. Ignoran que el Adviento
anunciado por Jesús es de otro estilo. Algunos de sus discípulos lo
comprenderán, vivirán y compartirán después de la muerte y resurrección de
Cristo. Sólo después de este acontecimiento pascual ellos constatarán que el
Mesías, llegó y está en medio de nosotros, hasta el fin de los tiempos.
ORACIÓN: Guardo silencio, reflexiono sobre lo que medité y hago mi
oración propia, lo que sigue sólo es una guía:
Señor, todos los días vienes a mi corazón, permite que esté atento a tu
llegada y a tu presencia en los acontecimientos, en las personas, en la
Iglesia, en mí y sobre todo en el Santísimo Sacramento del Altar. Jesús, te
adoro aquí, en mi corazón y en todos los sagrarios dónde estás presente. Señor
Jesús, “¡yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen,
no adoran, no esperan y no te aman!
CONTEMPLACIÓN: El Adviento es tiempo de preparación el nacimiento del
Señor Jesús, su venida hace más de 2000 años (pasado), para celebrar el
aniversario 2013 (presente) de su nacimiento y en espera de la parusía o su
segunda venida (futuro). Por eso la Iglesia nos invita a prepararnos en oración
y con algunos signos como: la “corona de adviento”, el “arbolito”, el
“nacimiento” o belén”, el “novenario” que da lugar a las “posadas”, etc. Así,
somos invitados a poner toda nuestra vida, nuestras alegrías, tristezas y
esperanzas, del pasado y del presente, ante el Señor Jesús nuestro Rey y a
confiar en Él nuestro futuro.
A diferencia de los contemporáneos de Jesús, por el paso del tiempo del
acontecimiento de la salvación, nosotros tenemos la experiencia del adviento de
Jesús, en el pasado y estamos en espera de su segunda venida, llenos de
alegría, porque en el presente, todos los días lo recibimos en nuestro corazón
y lo podemos recibir en la Eucaristía.
Nuestra alegría es grande porque Dios está en su creación y en los
acontecimientos diarios de la vida, en los que nos gustan, por la alegría que
nos generan; como en aquellos que nos desagradan o no estamos de acuerdo. Jesús
está en cada persona y está mí, la buena noticia, es que Él me ama y amándolo a
Él y que al amar a los demás, mi vida se llena de gozo y me asemejo a Él; por
eso, en Jesús, al compartir mi fe, puedo experimentar la profunda alegría del
evangelizador (evangelii gaudium), como lo explica en Papa Francisco en la
Exhortación apostólica que nos dio el 24 de noviembre del 2013, en la clausura
del Año de la Fe.
La presencia de Cristo en el mundo, la da un giro a la existencia de
aquellos que lo hemos aceptado individual y comunitariamente, pues el gozo del
encuentro con Jesucristo es personal, nadie puede creer por mí; pero esta
alegría también es comunitaria, se vive en familia y en la Iglesia. En la
familia es donde recibimos los primeros elementos de la fe, que recibidos con
la mente y el corazón, alegran el alma y moldean mi personalidad bajo la guía
del Espíritu Santo, pero además de la familia, mi fe se enriquece y fortalece
en la comunidad creyente de la parroquia, del grupo pastoral al que pertenezco
y en la Iglesia toda.
En la parroquia, todos los días y, en particular el domingo, recibo la
Palabra de Dios y a Jesús Eucaristía. En el grupo parroquial profundizo en las
enseñanzas de Jesucristo y encuentro además de amigos y hermanos en la fe, una
comunidad que me reta a vivir un apostolado a través del cual, mi proceso
personal se hace servicio al prójimo. Finalmente la Iglesia, que además de
orientarme a lo largo del Año Litúrgico, me instruye a través del obispo
diocesano y a nivel mundial, a través del Papa, quien, en expresión de santa
Catalina de Siena, es “el dulce Cristo en la tierra”.
Valorar la dimensión comunitaria de la fe, hace que yo no decaiga ni me
desvíe y si por alguna situación esto sucede, la comunidad creyente, con su
testimonio y cercanía me estimula para levantarme y corregir el rumbo. Esto es
bueno, pero lo mejor es que en la Iglesia, en mi comunidad parroquial, en el
diálogo con los demás y con mi familia, tengo la oportunidad de crecer en la
fe, ya sea por el trabajo apostólico, el material de espiritualidad que me
proporcionan y sobre todo por la enseñanza del Papa que comparte a través de
Homilías, Ángelus Dominical, Audiencias Públicas (cada miércoles), Discursos,
Mensajes anuales (jornada de la paz, de las vocaciones, de los medios de
comunicación social, etc.) y en especial en las Exhortaciones apostólica, las
Encíclicas y otros documentos. Todo este material pontificio lo puedo encontrar
en www.vatican.va, www.aciprensa.com,www.zenit.org y en muchas otras páginas más de internet.
ACCIÓN: Procuraré consultar las páginas con información católica para
enterarme de lo que ocurre en la Iglesia, a través de fuentes fidedignas y
estar al tanto de la enseñanza del Papa; valoraré mi participación en la Misa
dominical y en mi grupo parroquial, fortaleceré el diálogo y la vivencia de fe
en mi familia, disfrutaré en la oración diaria de mi relación con Jesús y
experimentaré la alegría de evangelizar (evangelii gaudium).
Si deseas hacer algún comentario puedes escribirme a
evangelizarorando@yahoo.com.mx