miércoles, 4 de diciembre de 2013

SEÑOR, TODOS LOS DÍAS VIENES A MI CORAZÓN

SEÑOR, TODOS LOS DÍAS VIENES A MI CORAZÓN

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio del domingo 1 de diciembre del 2013. Ciclo A. 1er. Domingo de Adviento Evangelio: Mateo 24,37-44. En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estén en vela, porque no saben qué día vendrá el Señor. Comprendan que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estén también ustedes preparados, porque a la hora que menos piensen, viene el Hijo del Hombre.

LECTURA: Lee, pausadamente, una o dos veces el texto del Evangelio, haz un poco de silencio interior, cierra los ojos y visualiza a los personajes y piensa que te dice a ti, personalmente, la Palabra de Dios.

MEDITACIÓN. Jesús, habla con sus discípulos y los prepara para un gran acontecimiento “que vendrá” y eso es lo que significa la palabra “adviento” (venida, llegada). Quién está por llegar es precisamente el Hijo del Hombre, que una expresión que el Señor Jesús utiliza para referirse a Sí mismo y que en los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) es empleado en 66 ocasiones. 
La expresión “Hijo del hombre” trae a la mente de los contemporáneos de Jesús la visión apocalíptica del profeta Daniel que al referirse a Dios señala que vio sentado en un trono a un anciano, y vio “venir en las nubes del Cielo como un Hijo de hombre” (Dn 7,13), quien fue llevado ante el anciano y se le dio todo poder, gloria y reino, cuyo “poder es eterno y nunca pasará y su reino jamás destruido” (Dn 7, 14).

Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, en Él se dan cumplimiento las profecías. Su auditorio, aún lo sabe, intuye algo, pero no tiene la experiencia del resucitado. Esperan la Mesías y la llegada del Reino de Dios, aunque ignoran el cuándo, el cómo y el modo. Sus anhelos se centran en lo inmediato, en la liberación del imperio romano, el encumbramiento sobre los demás pueblos y sobre la bonanza en bienes materiales. Ignoran que el Adviento anunciado por Jesús es de otro estilo. Algunos de sus discípulos lo comprenderán, vivirán y compartirán después de la muerte y resurrección de Cristo. Sólo después de este acontecimiento pascual ellos constatarán que el Mesías, llegó y está en medio de nosotros, hasta el fin de los tiempos.

ORACIÓN: Guardo silencio, reflexiono sobre lo que medité y hago mi oración propia, lo que sigue sólo es una guía: 

Señor, todos los días vienes a mi corazón, permite que esté atento a tu llegada y a tu presencia en los acontecimientos, en las personas, en la Iglesia, en mí y sobre todo en el Santísimo Sacramento del Altar. Jesús, te adoro aquí, en mi corazón y en todos los sagrarios dónde estás presente. Señor Jesús, “¡yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman!

CONTEMPLACIÓN: El Adviento es tiempo de preparación el nacimiento del Señor Jesús, su venida hace más de 2000 años (pasado), para celebrar el aniversario 2013 (presente) de su nacimiento y en espera de la parusía o su segunda venida (futuro). Por eso la Iglesia nos invita a prepararnos en oración y con algunos signos como: la “corona de adviento”, el “arbolito”, el “nacimiento” o belén”, el “novenario” que da lugar a las “posadas”, etc. Así, somos invitados a poner toda nuestra vida, nuestras alegrías, tristezas y esperanzas, del pasado y del presente, ante el Señor Jesús nuestro Rey y a confiar en Él nuestro futuro.
A diferencia de los contemporáneos de Jesús, por el paso del tiempo del acontecimiento de la salvación, nosotros tenemos la experiencia del adviento de Jesús, en el pasado y estamos en espera de su segunda venida, llenos de alegría, porque en el presente, todos los días lo recibimos en nuestro corazón y lo podemos recibir en la Eucaristía.

Nuestra alegría es grande porque Dios está en su creación y en los acontecimientos diarios de la vida, en los que nos gustan, por la alegría que nos generan; como en aquellos que nos desagradan o no estamos de acuerdo. Jesús está en cada persona y está mí, la buena noticia, es que Él me ama y amándolo a Él y que al amar a los demás, mi vida se llena de gozo y me asemejo a Él; por eso, en Jesús, al compartir mi fe, puedo experimentar la profunda alegría del evangelizador (evangelii gaudium), como lo explica en Papa Francisco en la Exhortación apostólica que nos dio el 24 de noviembre del 2013, en la clausura del Año de la Fe.

La presencia de Cristo en el mundo, la da un giro a la existencia de aquellos que lo hemos aceptado individual y comunitariamente, pues el gozo del encuentro con Jesucristo es personal, nadie puede creer por mí; pero esta alegría también es comunitaria, se vive en familia y en la Iglesia. En la familia es donde recibimos los primeros elementos de la fe, que recibidos con la mente y el corazón, alegran el alma y moldean mi personalidad bajo la guía del Espíritu Santo, pero además de la familia, mi fe se enriquece y fortalece en la comunidad creyente de la parroquia, del grupo pastoral al que pertenezco y en la Iglesia toda. 

En la parroquia, todos los días y, en particular el domingo, recibo la Palabra de Dios y a Jesús Eucaristía. En el grupo parroquial profundizo en las enseñanzas de Jesucristo y encuentro además de amigos y hermanos en la fe, una comunidad que me reta a vivir un apostolado a través del cual, mi proceso personal se hace servicio al prójimo. Finalmente la Iglesia, que además de orientarme a lo largo del Año Litúrgico, me instruye a través del obispo diocesano y a nivel mundial, a través del Papa, quien, en expresión de santa Catalina de Siena, es “el dulce Cristo en la tierra”.

Valorar la dimensión comunitaria de la fe, hace que yo no decaiga ni me desvíe y si por alguna situación esto sucede, la comunidad creyente, con su testimonio y cercanía me estimula para levantarme y corregir el rumbo. Esto es bueno, pero lo mejor es que en la Iglesia, en mi comunidad parroquial, en el diálogo con los demás y con mi familia, tengo la oportunidad de crecer en la fe, ya sea por el trabajo apostólico, el material de espiritualidad que me proporcionan y sobre todo por la enseñanza del Papa que comparte a través de Homilías, Ángelus Dominical, Audiencias Públicas (cada miércoles), Discursos, Mensajes anuales (jornada de la paz, de las vocaciones, de los medios de comunicación social, etc.) y en especial en las Exhortaciones apostólica, las Encíclicas y otros documentos. Todo este material pontificio lo puedo encontrar  en www.vatican.vawww.aciprensa.com,www.zenit.org y en muchas otras páginas más de internet.

ACCIÓN: Procuraré consultar las páginas con información católica para enterarme de lo que ocurre en la Iglesia, a través de fuentes fidedignas y estar al tanto de la enseñanza del Papa; valoraré mi participación en la Misa dominical y en mi grupo parroquial, fortaleceré el diálogo y la vivencia de fe en mi familia, disfrutaré en la oración diaria de mi relación con Jesús y experimentaré la alegría de evangelizar (evangelii gaudium).


Si deseas hacer algún comentario puedes escribirme a
evangelizarorando@yahoo.com.mx

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