lunes, 24 de marzo de 2014

Un parámetro para saber qué tanto llevas a Cristo en tu corazón es la alegría

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz





En la Exhortación Apostólica del Papa Francisco “La Alegría del Evangelio”, el Santo Padre nos dice que esta alegría llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús, quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío, del aislamiento; con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.

Por eso el Papa nos invita a todos a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría. San Pablo también nos dice: “Un corazón que ama a Cristo no puede estar triste”.

¿Pero, qué podemos decir de la alegría de la Virgen María? Ella es la primera que se entera de que el Mesías llega a la humanidad y lo hace a través suyo, por eso es una mujer alegre, porque lleva a Dios en su corazón, es la portadora de la Alegría porque lleva en su vientre a Jesús.

En la Biblia, en Juan 15,11 encontramos que Jesús es alegre: “Les he dicho estas cosas para que mi alegría esté dentro de vosotros y que esa alegría vuestra sea completa”. Jesús es alegre porque vive en unión con el Padre y está dando su vida por los demás. Por eso dejémonos amar por Dios Padre y entonces también compartiremos nuestra alegría de dar la vida por los demás. Por tanto, un parámetro para saber qué tanto llevas a Cristo en tu corazón es la alegría.

Un bautizado tiene que seguir con gozo su camino. Hay quienes parecen vivir en el sufrimiento, vivir como en una cuaresma sin pascua, por eso cuando tengamos problemas o dificultades debemos saber que van a pasar, no nos quedemos nunca en la tristeza, mejor tengamos la convicción de que Dios está con nosotros y por esa convicción es que no podemos darnos por vencidos.

En el camino de la vida podrás tener situaciones adversas, por ejemplo un engaño, una pérdida; ciertamente hay un dolor, pero por encima de ello siempre deberá estar la certeza de que Dios te ama.

En Juan 16,20 Jesús les dijo a sus discípulos: “En verdad os digo: que vosotros lloraréis y os lamentaréis, pero el mundo se alegrará. Vosotros os lloraréis de tristeza; pero esa tristeza se convertirá en alegría”. Y ciertamente días después de haber dicho estas palabras Él va a morir en la cruz y los apóstoles se dispersan, están tristes y con miedo, pero cuando Cristo resucitado se manifiesta su tristeza se convierte en alegría.

Cuando hablamos de la fe, no hablamos de un cúmulo de ideas, conocimientos, expresiones, dogmas o leyes morales, estamos hablando de una persona que es Jesús. Por eso Jesús tomó nuestra naturaleza humana para que sepamos que está con nosotros y nunca nos deja solos en los momentos alegres o tristes, tampoco en la juventud o la vejez, ni en la muerte porque Él nos acompaña y nos da la vida eterna.

De esa manera la fe se incrementa cuando nos preparaos para compartirla con los demás porque la fe no es sólo para mí, es también para aquellos que nos rodean. Nunca permitas que la alegría de la fe se aparte de ti porque nuestra alegría no procede de una situación material o un bienestar, sino proviene del amor de Dios.

Me da pena cuando hay quienes, dicen “Dios se olvidó de mi”, “Dios me está castigando”. No queridos hermanos, Dios jamás castiga, Él desea que abramos nuestro corazón a su amor y nunca nos demos por vencidos a pesar de los problemas.


Grande y buena es la fidelidad del Señor, de eso podemos estar seguros. El mundo necesita del amor de Dios y saber que Dios le ama. El mundo necesita experimentar la alegría de aquellos que se han dejado tocar por Él, por eso, porque llevamos este gran tesoro en vasijas de barro, tenemos compartirlo con los demás. No necesitamos saber mucho, lo que necesitamos es amar mucho. Comparte la alegría y el amor de Dios y entonces a través de ti muchos serán también alegres.

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