martes, 4 de noviembre de 2014

JESÚS ES REY

 Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz



El Evangelio de Mateo 25, 31-46, el Señor Jesús nos invita a tomar conciencia del bien que podemos hacer y del descuido en que vivimos al no actuar, bien y mejor, poniéndonos al servicio de los demás.  Jesús nos invita a reconocerlo en los pobres y los afligidos, si rechazamos al pobre, rechazamos al mismo Cristo.

En una ocasión a Madre Teresa de Calcuta, una de sus novicias le comentó que le costaba mucho trabajo dejar de contemplar y adorar a Jesús Eucaristía, cuando la llamaban para atender a un enfermo de su asilo. Madre Teresa le comentó que le pidiera a Jesús, real y verdaderamente presente en la Hostia Consagrada, que le concediera la Gracia de reconocerlo y amarlo en la persona a quien servía. Dijo la Madre Teresa que tiempo después, al regresar a esa casa de las Misioneras de la Caridad, la misma religiosa se le acercó con una cara radiante, diciéndole: “Madre, ya he podido ver a Jesús en el pobre, ya no me cuesta dejar de adorarlo en la Eucaristía, ya lo puedo adorar todo el tiempo, de manera continua, así paso de la contemplación a la acción y de la acción a la contemplación”.

La realidad de que Dios se hace hombre nos coloca en la posibilidad de amarlo y servirlo en el hermano. En el mundo ninguna institución hace tanto por los demás como la Iglesia Católica, tanto en acciones asistenciales de salud hacia  huérfanos, ancianos y discapacitados, así como educativas y en otros campos de servicio social. Sin embargo, los católicos no somos trabajadores asistenciales, somos cristianos, hombres y mujeres de fe, que amamos a Dios en el hermano.

A Dios a Quien no vemos, lo amamos yservimos en el hermano, motivados y sostenidos por la adoración a Jesús Sacramento. Contemplar a Jesús en la Hostia Consagrada, no sólo nos impulsa a buscarlo y encontrarlo en el prójimo, sino que nos motiva y santifica al reconocer la presencia de Dios en nuestro corazón. La Adoración Eucarística, nos recuerda que Jesús es Rey, que Él ha de reinar en nosotros y que a Él lo hemos de servir en el prójimo.

Diariamente ocurren muchas injusticias, insultos, golpes, extorciones, secuestros, asesinatos. De ello nos enteramos a través de los medios de comunicación. El mal es noticia, el mal hace mucho ruido. Diariamente también y en mayor número, hay quienes por amor a Cristo atienden al menesteroso y desvalido, quienes comparten lo suyo, educan, acarician, dan su vida por el prójimo. El bien en el mundo es mayor que el mal. El bien no hace ruido y no es noticia, pero ahí está, realizado por personas concretas, como tú y como yo. Ciertamente entre todos los que hacen el bien, destacan aquellos que, diario y permanentemente, se enfrentan a supropia limitación y por amor a Dios, se ponen al servicio de los demás.

Para ello, siempre será importante reconocer la presencia de Dios en nuestro corazón. Es, en nuestro interior, donde debemos mantener el diálogo con Dios, que vive en nosotros y sale al encuentro del hermano. Nadie da lo que no tiene, por eso es necesario constantemente reavivar la llama del amor de Dios en nuestro corazón, disfrutar de la presencia de Jesús en nosotros mismos, para salir a buscarlo y encontrarlo en los demás.

Dado que Dios es Rey, yo puedo actualizar su reinado en mi corazón, desde hoy, de tal manera que amando a tan excelente Rey, yo disfrute el ser amado por Él y corresponderle, amándolo, no hasta que me muera, sino desde esta vida. Así, el gozo de contemplar a Dios, mi Rey, y experimentar su amor, no será hasta que ocurra mi muerte, sino ya desde esta vida. Por eso, qué mejor manera de demostrar que lo amo, que amarlo y servirlo en los demás.



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