jueves, 11 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 11 de agosto del 2011


11-08-11.
JUEVES XIX. Mt 18, 21-19,1.

Perdonando en el nombre de Jesús

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Recordemos que el pueblo de Israel se regía por la Ley del Talión: “ojo por ojo y diente por diente”, que de alguna manera se asemeja “al que me la hace la paga”. En el fragmento del Evangelio de hoy, San Pedro le hace una pregunta al Señor Jesús sobre cuántas veces debe perdonar a quien nos ofende. El mismo san Pedro se adelante a la respuesta, quizá en espera de una felicitación y hace una segunda pregunta “¿hasta siete veces?” Jesús se pone a la altura de su respuesta y le responderá también numéricamente y le dirá que “setenta veces siete”.

MEDITAR: Dado que el “siete” para los judíos significa plenitud, la respuesta de Pedro parece acertada: Para el cristiano, la respuesta del Señor Jesús, “numéricamente” pone más alto la “cuota” del perdón, sin embargo, el perdonar no se trata sólo de lógica, de conveniencia o de números. Para Jesús, el perdón es una acción que nos debe poner a la altura de Dios y para ello contamos con su Gracia. Jesús se hace hombre para elevarnos a Dios; por eso el perdón cristiano es un aporte a la humanidad, pues en primer lugar el perdón, a cada uno, nos llega de Dios y el perdón que recibimos, lo compartimos con los demás. El ejemplo más claro lo tenemos en el Sacramento de la Reconciliación. Confesamos nuestros pecados. Dios nos perdona y retomamos nuestras actividades y relaciones, renovados en el perdón y en el amor de Dios, dispuestos y capaces de perdonar a quien nos ofendió o hizo daño.

Esta forma de actuar de Dios, no la conoce ni acepta, quien no ha experimentado el amor y el perdón de Dios.

ORAR: Señor Jesús. Tú me conoces y sabes lo que llevo en mi corazón. Desde hace tiempo, me acompaña el recuerdo de las acciones equivocadas que he realizado o en las que he participado. Perdóname y enséñame a perdonar.

Señor Jesús, también algunos odios y resentimientos me acompañan, algunos desde los primeros años de mi vida. En tu nombre quiero perdonar a los que me han ofendido o me siguen agrediendo.

Sabiendo que la gracia plena de tu perdón me lo das en el Sacramento de la Reconciliación, a manera de preparación para ella, en este momento, habiendo hecho el repaso de tu vida, de tus pecados, odios y resentimientos: Sentado(a), pon la mano en tu corazón, cierra los ojos, ponte en la presencia de Dios y dile. Padre en el nombre de Jesús, dame tu perdón y la capacidad de perdonar. Quiero ser libre para amar y perdonar, por eso: En el nombre de Jesús perdono a _____ <(puedes pensar en esa(s) persona(s)>. Deja que tu corazón, se vacíe de odios y resentimientos. Experimenta la paz que hay en tu corazón cuando dejas que Jesús perdone en ti a quienes sientes que te han ofendido.

Habiendo concluido este momento de oración, dale gracias a Dios por la Gracia recibida. Haz conciencia de cómo te sientes y vuelve a tus actividades diarias, con el propósito de pronto confesarte y con el deseo de compartir la paz y el amor que Dios te da.

CONTEMPLAR: La psicología reconoce la importancia del perdón y para ello nos señala una serie de conveniencias, desde la propia salud física y psicológica hasta lo necesario para tener buenas relaciones humanas. La fe nos sitúa en un plano superior. Dios nos perdona de nuestros pecados y ofensas, y nos ofrece Vida Nueva y Vida Eterna. Es decir: la felicidad en esta vida y su plenitud, la Vida Eterna. El perdón que podemos otorgar parte de haber experimentado personalmente el perdón liberador de Dios. Tenemos que ser testigos del perdón de Dios. Somos perdonados y debemos perdonar. Reconciliados con Dios y reconciliadores, al estilo de Jesús.

Ciertamente guardar odios o resentimientos me aísla de personas que son significativas para mí. Aunque yo no me dé cuenta o no lo quiera reconocer, el no perdonar me frustra y genera resentimientos e incluso pensamientos de muertos para mí o para la(s) persona(s) que siento me hicieron daño.
Señor quiero amar y perdonar como Tú, para ser feliz. Señor dame tu amor y perdona mis pecados. Jesús,  dame tu perdón y enséñame a perdonar como Tú. Yo sin Ti, no puedo nada, yo Contigo lo puedo todo. Quiero vivir convertido a Ti. Dame tu perdón y amor, que eso me basta.

Nuestro perdón siempre será limitado, pero si lo recibimos o lo ofrecemos en el nombre de Jesús, notaremos la diferencia, porque abriremos nuestra vida a la Gracia de Dios. El amor de Jesús estará en nuestro corazón, perdonándonos y enseñándonos a perdonar.

Quién está enfermo de odios y resentimientos, está como Lázaro en el sepulcro, atado e imposibilitado para vivir, amar y caminar. La presencia de Jesús le devolvió la vida, el amor y el caminar. Así también el pecado, el odio y los resentimientos me tienen imposibilitado(a) para vivir, amar y caminar. Señor Jesús, manifiéstate en mi vida y sácame del sepulcro del pecado y del resentimiento para tener la vida nueva que con tu perdón, Tú me das.

Para vivir en plenitud no necesito de odios o resentimientos, de hechos, ellos me estorban para ser feliz, pues son una barrera que me impide experimentar el amor de Dios. Le pediré a Jesús que me perdone para que yo experimente, que para mi plena felicidad, sólo Dios basta.

ACTUAR: En oración entraré a mi corazón y revisaré las cosas que he hecho y han lastimado a otros y en oración le pediré perdón a Dios. Haré también una lista de los hechos y  personas que considero me han hecho daño y en oración, en el nombre de Jesús les otorgaré el perdón.

Lo anterior es bueno, pero lo mejor es que acudiré con un sacerdote, me confesaré y arrepentido(a), expresaré mi deseo de recibir el perdón de mis faltas, errores y pecados y de perdonar a los que, me han ofendido.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios. 

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