11-08-12.
VIERNES XIX. Mt 19, 3,12.
Dios nos creó hombre y mujer
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
LEER. Unos fariseos, no para aprender de Jesús, sino para probarlo y encontrar algún motivo para condenarlo, le preguntan sobre el divorcio. Jesús da una respuesta que parte de lo fundamental. Dios y su designio de salvación sobre el hombre, la mujer y la familia. Su respuesta también cala en sus discípulos, porque ellos mismos veían “la conveniencia” de la norma judía que permitía el divorcio.
MEDITAR: Hoy también muchos católicos ven “la conveniencia” del divorcio y su aplicación y dejan a un lado el plan de amor de Dios y la salvación que conlleva. Ciertamente, tampoco se trata de continuar situaciones degradantes para una o las dos partes del matrimonio y arrastrar con ellos a los hijos, pero la respuesta no puede ser simplista, solamente un SI o un NO. Sino en base al plan de amor de Dios.
No negamos la realidad del divorcio y la conveniencia, en algunos casos, de la separación de los cónyuges, pero no se puede pensar que eso, siempre es lo mejor o lo único.
Antes de pensar en el divorcio, habrá que reconocer, valorar, defender y promover los beneficios del matrimonio y urgentemente dar una preparación adecuada a aquellos que quieren casarse o que enfrentan dificultades en su matrimonio. Si alguien, por ejemplo, quisiera ofrecer un jugo de calidad, no porque en algunos envases no obtuviera la calidad deseada o algunos se le descompusieron, dejaría de hacer sus productos; mucho menos lo haría si está convencido de la importancia de su producto para él y los demás. Más bien deberá revisar la materia prima y el proceso de elaboración para poner la solución. Ciertamente si el producto no es de calidad, la gente se acostumbrará y así lo comprará, sabiendo que a la mitad del envase lo tendrá que tirar o dejará de consumirlo. Seguramente que no faltará quien ofrezca un producto pirata o adulterado, y que no faltará quien se lo compre.
Urge una pastoral familiar, en la que participemos todos y que presente el plan de amor de Dios para la familia, camino de santidad. El punto de partida es Dios mismo que nos creó, hombre o mujer y nos creó por amor; que nos insertó en una familia. Todos, de una u otra forma, aún los solteros, estamos llamados a vivir en familia, por lo que debemos saber vivir creando y fortaleciendo siempre relaciones fraternas con todos los que nos rodean. Debemos alentar a las nuevas generaciones y sembrar esperanza en ellas, sobre el matrimonio y la familia. Debemos enseñarles a valorar y respetar su sexualidad, como un elemento de su personalidad y de proyectarse en el mundo, incluso en el don de la paternidad o de la maternidad, si Dios les concede ser padres de familia.
ORAR: Señor Jesús. Tú naciste en una familia que tuvo que enfrentar muchos problemas y que salió avante de ellos, porque Tú estabas en medio de ella y porque el amor, el diálogo, la fidelidad, además de otros valores, fueron cultivados por la familia de Nazaret. Señor hoy te pido por mí, por mi familia y por mis amigos y familiares solteros o a punto de casarse, casados o divorciados. Derrama tu Espíritu de Amor sobre nosotros y ayúdanos a comprender la belleza de tu plan de amor sobre cada familia y cada uno de sus integrantes, para que seamos promotores de la familia cristiana.
CONTEMPLAR: En el mundo globalizado en el que vivimos, entramos en contacto con muchas formas de pensar y de proceder. Esto es bueno porque enriquece nuestro acervo existencial y cuestiona nuestra forma de ver el mundo y de actuar. En la “crisis” que genera el intercambio de ideas, recibiré aportes que pueden ser buenos y debo asumir; pero también habrá cosas que por ser falsas y dañinas, tendré que rechazar. Ser crítico es importante porque significa que utilizo los dones de la inteligencia, de la voluntad y de la libertad, que Dios me dio, para tomar decisiones y conducir mi vida.
Por otro lado, un intercambio auténtico y justo implica que yo también pueda aportar algo a los demás. Un aporte desde la fe, será el reconocer y difundir que el matrimonio cristiano, de un hombre y una mujer es la base de la familia, donde además de los esposos, los hijos participan de los beneficios de una relación estable y duradera; con ellos la sociedad se ve beneficiada, pues serán personas integradas y desarrolladas, capaces de aportar siempre algo nuevo a los demás y de alcanzar la santidad.
Freud basó su línea psicológica en la detección de síntomas de enfermedad en sus pacientes. Psicólogos humanistas, como Maslow, se han basado en la búsqueda y promoción de los rasgos de éxito en cada persona. Para reconocer el plan de amor de Dios para cada uno y su familia, es importante valorar lo positivo, que también es real: existe una gran cantidad de matrimonios que han generado familias y personas exitosas.
Dicen que cada quien habla de cómo le fue en la feria, pero independientemente de las experiencias personales, sobre el matrimonio y desde la fe se puede compartir al mundo y a las nuevas generaciones: la importancia de la complementariedad de la unión del hombre y de la mujer, tanto en el plano físico, social, económico y espiritual y como vía de santidad. Con ello, los beneficios que aportan: la indisolubilidad y la fidelidad de la pareja, no es sólo para los cónyuges, sino también para los hijos que engendren.
ACTUAR: En oración revisaré mi situación familiar, la aceptaré tal y como está, y le pediré a Jesús que me ayude a mejorarla. Oraré y trabajaré para que los matrimonios en problemas superen las etapas difíciles y compartiré con las nuevas generaciones la importancia de conocer y vivir el plan de amor de Dios sobre la familia. Hay que trabajar para subsanar los efectos negativos de las campañas dirigidas a niños y jóvenes y que promueven relaciones sexuales fuera del matrimonio y sin compromiso.
Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.
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