jueves, 18 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 18 de agosto del 2011

11-08-18.
JUEVES XX. Mt 22, 1-14.

SOY INVITADO DE DIOS.

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. San Mateo presenta otra parábola del Reino de los Cielos. En esta ocasión Jesús compara el Reino de los Cielos a una fiesta en la que varios invitados ponen pretextos para no acudir. El Rey, que es el anfitrión ordena que salgan a invitar a otras personas, sin distinguir si son buenas o malas. El salón se llena, entre los comensales hay uno que no va vestido apropiadamente y es expulsado. La parábola concluye señalando que “muchos son los llamados y pocos los elegidos”.

Recordemos que equivalente a la expresión “Reino de los Cielos”, es, el “Reino de Dios”. San Mateo utiliza preferentemente la primera expresión, pues escribe la narración del Evangelio para las comunidades judías. Po otro lado y dado el aspecto dinámico de la parábola que hoy comentamos, vemos la conveniencia de hablar del “Reinado de Dios” para no confundir el “Reino de Dios” con un lugar físico o temporal.

El Rey es Dios, el salón de fiestas: la vida, la Iglesia, el Cielo. Los invitados: cada uno de nosotros. ¡Yo soy un invitado de Dios! Agradecido con Él, disfrutaré de la alegría de su presencia.

Que importante es saber que nuestra vida tiene un destino y que por lo mismo no somos “una pasión inútil”, ni un producto del azar o de una vicisitud. Que importante es saber que no estamos solos, que además de contar con nuestra familia de sangre, contamos con nuestra familia católica. Que importante es también reconocer que somos libres y no presa de condicionamientos astrales o determinismos cósmicos, sino en relación amorosa con Dios.

Para que cada quien amplié sus reflexiones personales, al final aparece el texto bíblico.

MEDITAR: La vida es un don de Dios, yo no me la he dado. Él me llamó a existir. Ser católico es un don. Él me llamó a ser su Hijo, yo decido si lo quiero seguir. Mi respuesta personal al llamado que Dios me hace a vivir es la felicidad. La respuesta a ser católico es la santidad. La conjunción de ambas respuestas es el “Reinado de Dios” en mi vida. En esta parábola,  el “Reinado” no sólo es motivo de alegría, es una fiesta en la que hay que compartir y departir gozosamente.

Dios me ha llamado a la vida, no solo a la biológica, sino sobre todo a la Vida Eterna, por lo que movido por la fe, en la realización de mi existencia terrena debo tener siempre en cuenta mi destino final: el Cielo, de tal manera que este sea una motivación que oriente mi vida.

¿Cómo estoy vestido para la vida, para ser católico y para llegar al Cielo? ¿Me parezco al convidado que no llevaba traje de fiesta y por eso fue expulsado? Recordemos el uso de la hipérbola en los textos bíblicos, la expulsión y el castigo destacan la importancia de tener una actitud ante la “fiesta” que se me ha invitado. La parábola en relación a la ropa del invitado expulsado no se refiere a que si su ropaje era lujoso o no, simplemente que “no era de fiesta”, por lo que podríamos pensar, que la expulsión se debe, a su actitud ante el anfitrión, ante los demás y ante la fiesta.

Cuánto desánimo siembran a su alrededor aquellos que todo critican. Qué mal ambiente generan, aquellos que son groseros en su trato. Cuánta pobreza crean aquellos que son mentirosos. Cuánto dolor, producen aquellos que son violentos. Cuánto… (pon tu lista), ocasionan aquellos que… (completa tu listado)      .
La fiesta de la vida, de la fe y del Cielo, son para todos, pero no todos las quieren, algunos ni cuenta se han dado de la fiesta a la que han sido invitados y algunos incluso la rechazan y pretenden destruirla.

Un signo de madurez es responder adecuadamente al estímulo que se recibe. Sí he sido invitado a la fiesta de la vida, de la fe y del Cielo, mostraré madurez humana y cristiana, siendo agradecido con Quien que me invitó, disfrutando con los demás los bienes recibidos, haciendo un mundo mejor, llevando la Buena Noticia, dirigiéndome en comunidad a Dios y guiando a muchos hacia Él.

Hoy me preguntaré cual ha sido mi actitud ante el “Reinado de Dios” en mí. Siendo honesto quizá me daré cuenta que en ocasiones no me he sabido definir. Afortunadamente la invitación es para buenos y para malos. Lo mejor es que soy libre y puedo cambiar para mejorar. LO IMPORTANTE ES QUE SOY UN INVITADO DE DIOS, a la vida, a la Iglesia, a la santidad, es decir a la Vida Eterna.

ORAR: Señor, hoy reconozco que no he aprovechado del mejor modo la invitación que de Ti he recibido. Hoy te digo que quiero cambiar y ser mejor. Ayúdame a disfrutar la fiesta de la vida y a hacer este mundo mejor, ¡Quiero ser feliz! Guíame para ser un mejor católico; ¡Quiero ser santo! Llévame al Cielo, ¡Quiero estar junto a Ti!

CONTEMPLAR: Dios me ha invitado a la fiesta de su Reinado de amor, de la vida, de la fe y del Cielo y me ha dado también “el ropaje”: todos los elementos para ser feliz y ser santo. Dios respeta mi libertad, de mí depende ser peor, quedarme igual o mejorar. Decía san Agustín: “Dame Señor el querer, <querer>” y eso es lo que hoy le pediré al Señor, para dejar lo que me impide ser feliz, para trabajar en mí de tal manera que se incremente en mi corazón la presencia de Dios y siendo testigo suyo, compartir la alegría de vivir, de ser católico y estar llamado(a) al Cielo.

ACTUAR: Haré un listado de mis acciones y actitudes contrarias al Reinado de Dios en mi y también un listado de las expresiones de su presencia en mí. Me esforzaré por superar las cosas negativas de tal manera que su Reinado crezca en mí. Después de un tiempo revisaré mi lista para evaluar los resultados. Mi mayor alegría será que cada día crezca en la experiencia del amor de Dios en mí.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.
Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar

Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (22,1-14):

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda". Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda". Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes". Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

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