11-08-05. Viernes XVIII.
Mt 16, 24-28.
¡El que quiera venir Conmigo!
LEER. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venir Conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Esto se los dice a sus discípulos, después de la profesión de fe de Pedro. También les dice que el que pierda su vida por Él, la encontrará.
MEDITAR: En el texto que leemos parecería que lo más importante es el negarnos a nosotros mismos o cargar la cruz que llevamos, pero no es así. Lo más importante es seguir a Jesús. Tanto “mi cruz” o de lo que “tengo que negarme” son cosas pasajeras. Jesús es Eterno, Jesús es Dios, Jesús es mi salvador. Mi “cruz” y de lo que “tengo que negarme” son “cosas” no son “yo”. Yo soy más importante que ellas y yo le importo a Jesús.
En la medida que aprendo a diferenciar mi yo, de lo que me pasa, de lo que me oprime, de lo que hago o de lo que me hacen o me han hecho, puedo entender mejor las palabras de Jesús. Pues, negarme a mí mismo significa dejar todo aquello que me impide ser feliz y seguir a Jesús. Ciertamente lo primero que tengo que dejar es mi pecado, y para eso Jesús murió por mí en la Cruz. Tengo que dejar las ideas recurrentes, llenas de temor, de ira o de envidia, que me impiden amarme y amar a los demás. Jesús me ama. Debo perdonarme y perdonar a los demás. Jesús ya me perdonó. Debo dejar de vivir esclavizado a mis ideas, vicios y criterios equivocados. Jesús ya me liberó.
Negarme a mí mismo y seguir a Jesús es aprender a ser libre, a perdonar, a amar y a servir en Cristo. Es aprender a vivir sin miedo ni temores. Es vivir cada día, sabiendo que el amor de Dios me acompaña. Es aprender a ser yo mismo, sin los condicionamientos del pecado y de la mentira, porque, por encima de lo que es pasajero, el amor de Jesús por mí, es eterno. En Jesús, mi verdadero yo se manifiesta alegre, fortalecido y decidido a vencer el mal haciendo el bien. Quién me pide que lo siga, es Jesús, quién a cambio de mi “cruz” y del “negarme a mí mismo”, me da vida nueva, en Él.
ORAR: Señor Jesús, Tú sabes que me parece duro e incluso imposible el seguirte, porque tengo miedo de perder “mis “comodidades” y “seguridades”, sin darme cuenta que por vivir apegado a ellas, soy un esclavo y vivo triste y oprimido por el pecado. Señor, quiero ser libre, quiero ser feliz. Derrama la Gracia de tu Espíritu en mi corazón y rompe las cadenas que me impiden seguirte.
CONTEMPLAR: Señor al revisar mi vida, me doy cuenta de cuánto tiempo he perdido, a cuantas personas he ofendido y cómo he dejado que la tristeza y el desaliento se aniden en mí, al haberme apegado a mis gustos y comodidades en lugar de seguirte a Ti.
Señor, sólo en Ti, mi auténtico yo se puede manifestar. Hoy tomo la decisión de cambia de vida, de seguirte para hacerte presente en mi corazón y ser feliz.
ACTUAR: Haz un examen de conciencia y ante Jesús renuncia a lo que te impide seguirlo y ser feliz. Si te es posible, busca un sacerdote para confesarte.
Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.
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