miércoles, 9 de noviembre de 2011

Cardenal Rivera: "valorar la vida y llenarla de contenido y de realizaciones, significa vivir en plenitud el tiempo que se nos ha concedido"

En la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el cardenal Norberto Rivera Carrera recordó durante la misa del mediodía del pasado 6 de noviembre, que la gente teme llegar al 2012, debido a la supuesta profecía maya que indica el fin del mundo para el próximo año.

Seguidamente, el Arzobispo Primado de México señaló que la “única profecía segura es la de Jesús: "Nadie sabe ni el día ni la hora, sino sólo el Padre". Y la consecuencia de esa incertidumbre no debe ser vivir como si nunca fuera a llegar el final y mucho menos vivir llenos de angustia, sino vivir en plenitud y vigilantes como si el final pudiera llegar en cualquier instante”. De ésta manera, exhortó a los fieles, según lo indican las Escrituras, a velar y a estar preparados para la llegada de ese momento.

Más adelante explicó que “con la parábola de las diez vírgenes que salen al encuentro del esposo, Jesús ha querido describir la actitud de sus discípulos en el mundo y el significado mismo de su paso por esta vida. El Señor ha querido ayudarnos a responder la eterna e inquietante pregunta ¿Hacia dónde caminamos?”.

Luego añadió que estas mujeres representan a la humanidad y lo importante que es saber esperar, pues “como cristianos estamos seguros que tarde o temprano nos encontraremos con la realidad de la muerte y que este acontecimiento, que en un primer momento nos parece trágico, es un acontecimiento que puede iluminar nuestro caminar. El saber esperar no es una actitud pasiva o un dejar que pase el tiempo simplemente, como el siervo que enterró el talento recibido esperando el regreso del patrón”.

El Prelado prosiguió su mensaje, argumentando que “para las vírgenes de la parábola la espera está llena de dos preocupaciones: el tener las lámparas encendidas y el estar preparadas para salir al encuentro del esposo, que traducido a nuestro lenguaje significa: vigilancia y fidelidad”. Éstas son dos características necesarias en la vida del cristiano, dado que no sabemos en qué momento moriremos.

A su vez, el Arzobispo insistió que esto no nos debe a llevar a pensar día y noche en la muerte, sino que, por el contrario, debe ser una invitación a “valorar la vida y llenarla de contenido y de realizaciones, significa vivir en plenitud el tiempo que se nos ha concedido. La lámpara encendida significa la fe que se alimenta con buenas obras, o como dice San Pablo, "la fe que se hace activa en la caridad"”.

“La vida del cristiano debe estar orientada entre la espera y la esperanza de la vuelta de Cristo Esposo que viene a celebrar las bodas definitivas y eternas con su Iglesia y con cada uno de nosotros”, comentó el Prelado, para después concluir que hay que estar atentos para no quedarnos fuera del banquete y que la preparación del católico se da “en cada una de nuestras celebraciones eucarísticas cuando decimos: "Dichosos los invitados a la cena del Señor".


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