Hoy estarás Conmigo en el Paraíso.
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz.
Si te es posible haz esta oración de contemplación ante Jesús Eucaristía, expuesto o en el sagrario, o ante un crucifijo, o en el lugar que puedas. Persevera cada día y te aseguro que irás experimentando, cada vez más, la presencia de Dios en tu vida.
Por la señal de la santa Cruz… Padre Nuestro… Ave María… Gloria…
Ven Espíritu Santo y lléname con tu amor. Purifícame, renuévame, sáname y santifícame. Ilumina mi entendimiento para buscar y encontrar la Verdad. Orienta mis motivaciones hacia la Gloria del Padre y el bien de mis hermanos para que mis intereses sean los de Jesús. Fortalece mi voluntad para rechazar el mal y perseverar haciendo el bien. Amén.
PETICIÓN INICIAL: Señor Jesús, al meditar y contemplar las Palabras que dijiste en la Cruz, concédeme recibir el regalo de tu amor y el gozo de ser tuyo(a), en Ti confío. Gracias por tu perdón y por darme a la Virgen María como Madre. Te pido que me des la fortaleza y la Gracia de la Perseverancia Final, abandonándome, cada día, en los brazos amorosos de nuestro Padre Dios, yrecibiendo al Espíritu Santo en mi ser. Amén.
LECTURA
Hoy estarás Conmigo en el Paraíso (Lc 23 43). Jesús es crucificado en medio de dos ladrones. Jesucristo se hace semejante a nosotros en todo, menos en el pecado. Crucificado en medio de dos ladrones comparte toda situación humana, incluso las que están llenas de dolor, no sólo por causas naturales o la injusticia, sino también las que se viven como consecuencia de los propios errores o pecados. A uno de los ladrones le resulta imposible reconocer y experimentar el amor de Dios, quizá porque está lleno de dolor, de orgullo, de resentimiento o de pecado. El otro, más humilde, reconociéndose pecador, arrepentido de sus delitos, humildemente abre su corazón a la Divina Misericordia y alcanza no sólo el consuelo de saber que Dios le ama, que no lo rechaza, ni lo deja sólo, sino que le perdona y le ofrece la Vida Eterna. El Señor Jesús hace una promesa al buen ladrón y no es una oferta para un tiempo indeterminado, sino para el presente, es decir para “hoy”.
MEDITACIÓN
Yo soy de Jesús porque Él me ha comprado para Dios, con el precio de su preciosa sangre derramada en la Cruz (cf. Hech 20,28). Él es mío, no por mis méritos o porque yo tenga alguna especial cualidad para tenerlo, sino porque Él libremente se me da. Él es mío porque yo le abro mi corazón y en él se queda. Jesús pone su morada en mí, “hoy”: “Mira que estoy a la puerta de tu corazón y llamo, si me abres entraré y cenaré contigo y tú conmigo” (cf. Ap 3,20).
Si yo me acerco a Jesús y lo dejo entrar en mi vida, debo saber que gozaré del Paraíso en la vida futura, pero también debo reconocer que “la promesa es para hoy”. Debo confiar en que si me entrego generosamente a Jesucristo, Él vendrá a mí y pondrá su morada en mí, “hoy”. Por eso debo tener un fuerte anhelo por la vida de la Gracia, que es un anticipo del Cielo.
Mi confianza en Jesús se basa en su Misericordia Divina y no en mis méritos o cualidades, porque incluso, alguien puede estar en una situación difícil como consecuencia del error humano o de sus faltas, como por ejemplo, un enfermo de SIDA y sin embargo, Dios que no hace acepción de personas, está a su lado, le acompaña, le ofrece: su perdón, una vida nueva para “hoy” y la Vida Eterna.
El Papa Benedicto XVI ha afirmado que el Reino de Dios está en el corazón de los santos.
En la medida que anhelo hacer la voluntad de Dios, anticipo el Paraíso en mi corazón, hago presente el Cielo en aquellos a los que sirvo y construyo el Reino de Dios aquí en la tierra.
¿Qué es el Cielo, qué es el Paraíso? sino la presencia de Dios y la visión beatífica de Él. Anticipar el Cielo en la tierra es ponerme bajo la mirada amorosa de Jesús y experimentar que Él me ama y yo le amo a Él.
“El hoy de Jesús” es precisamente “el hoy de mi vida”. El pasado ya no existe, el futuro lo tendré que construir. El “hoy de Jesús”, me lleva a dejar mi pasado con mis pecados, odios y rencores, así como con mis fracasos y banalidades. El “hoy de Jesús” también me lleva a no tener miedos o temores con respecto a mi futuro. El “hoy de Jesucristo” me reta a vivir confiado(a), “hoy y siempre”, en su amor.
ORACIÓN
Gracias, Jesús, porque “tu promesa es para hoy”, concédeme, “hoy y cada día”, la Gracia de reconocer que te pertenezco y me perteneces; para vivir constantemente agradecido en tu presencia, disfrutando del gran tesoro, que eres Tú, a Quién llevo en la vasija de barro que es mí ser. Concédeme que te tenga en el centro de mi corazón y desde ahí celebre y alabe tu presencia, que me hace pertenecerte a Ti, de tal manera que en todo busque alabarte, amarte y adorarte. Señor, concédeme experimentar y decir “hoy y cada día”: Jesús, yo soy tuyo(a), Jesús, Tú eres mío.
CONTEMPLACIÓN: Este es el momento más importante. Guarda unos momentos de silencio, cierra tus ojos, respira profundamente, repite varias veces y de manera pausada, el nombre de Jesús o la jaculatoria de este día. Deja que el amor de Dios inunde tu ser. Reflexiona sobre lo que has meditado, dejándote guiar por el Espíritu Santo, como la Virgen María que todo lo guardaba en su corazón (Lc 2,19). Hazte un propósito y esfuérzate por cumplirlo hoy. Concluye este momento de contemplación de la siguiente manera o de la forma que acostumbres hacerlo.
ACCIÓN
Haz un compromiso para este día y en la noche evalúa cómo y de qué forma lo cumpliste.
Por amor a Jesucristo hoy… ____________________
COMENTARIOS PERSONALES
Concluye tu meditación diaria haciendo la señal de Cruz sobre ti: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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