Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado.
Si te es posible haz esta oración de contemplación ante Jesús Eucaristía, expuesto o en el sagrario, o ante un crucifijo, o en el lugar que puedas. Persevera cada día y te aseguro que irás experimentando, cada vez más, la presencia de Dios en tu vida.
Por la señal de la santa Cruz… Padre Nuestro… Ave María… Gloria…
Ven Espíritu Santo y lléname con tu amor. Purifícame, renuévame, sáname y santifícame. Ilumina mi entendimiento para buscar y encontrar la Verdad. Orienta mis motivaciones hacia la Gloria del Padre y el bien de mis hermanos para que mis intereses sean los de Jesús. Fortalece mi voluntad para rechazar el mal y perseverar haciendo el bien. Amén.
PETICIÓN INICIAL: Señor Jesús, al meditar y contemplar las Palabras que dijiste en la Cruz, concédeme recibir el regalo de tu amor y el gozo de ser tuyo(a), en Ti confío. Gracias por tu perdón y por darme a la Virgen María como Madre. Te pido que me des la fortaleza y la Gracia de la Perseverancia Final, abandonándome, cada día, en los brazos amorosos de nuestro Padre Dios, y recibiendo al Espíritu Santo en mi ser. Amén.
LECTURA
Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado (Mt 27, 46). El Salmo 22 que el Señor Jesús recita en la Cruz, inicia con esas expresiones de súplica (versículo 2). Un poco más adelante, en los versículos 4 y 5, manifiesta la fe y la confianza en Dios: “Tú eres el Santo, que reinas entre las alabanzas de Israel. En Ti confiaron nuestros padres: confiaron, y Tú los libraste”.
Jesús sufre realmente y experimenta el dolor físico y moral, generado por aquellos que lo condenan, se burlan de Él, lo agreden y lo asesinan. En medio de estas realidades, Él no responde con la misma moneda, sino amando y recurriendo a Aquel que es la fuente de su amor, su Padre Dios. En medio del dolor y del sufrimiento, Jesús expresa su confianza en su Padre.
MEDITACIÓN
Jesucristo sufre por los pecados y ofensas de la humanidad. Yo también soy causante de su dolor: por mis indiferencias y pecados. Debo ser consciente que Jesús para redimir a la humanidad, no necesitaba sufrir, por lo que si experimenta en carne propia el dolor, es para acompañarme a mí y a todo el que se siente rechazado, abandonado o experimenta el dolor físico o espiritual, por causas naturales o por la maldad del hombre.
El Señor Jesús, en la Cruz asume sobre Sí el dolor de todo hombre o mujer, niño o anciano, que es despreciado, maltratado o asesinado. Como respuesta a su amor, puedo corresponderle, uniéndome a Él y acompañarlo en su Cruz, ofreciendo mi vida al Padre y sirviéndolo en los más pobres y más necesitados, con un espíritu misionero que haga presente su Misericordia Divina en los ambientes y lugares donde estoy: en el hogar, en el estudio, en el trabajo, etc.
Realmente con mis actitudes y palabras tengo que manifestar que amo a Jesús y que le sirvo acompañándolo en alegre testimonio en todo momento y en particular en los que la injusticia, el infortunio, la soledad o la enfermedad, se hagan presentes también en mi vida.
Ciertamente estas situaciones me dan la oportunidad de acompañar a Jesucristo en su Cruz y así manifestarle que agradezco y valoro su sacrificio y que quiero estar permanentemente unido a Él, ofreciéndome, unido a su sacrificio redentor por la conversión del mundo y la salvación de la humanidad entera. Debo decirle, una y otra vez, que acepto y agradezco el perdón que me da y pedirle que derrame su Espíritu para que en todo momento se incremente mi fe y mi confianza en nuestro Padre Dios.
Esta solicitud y entrega a Jesucristo, debo manifestarlas a través de las obras de misericordia, con todos y en particular con los más pobres y necesitados.
El dolor, la tristeza, la desesperación; realidades que se vuelven tentación, están a la puerta del corazón del creyente, y ellos han de ser asumidos y superados por la confianza en Dios. Al igual que muchos santos, siempre, quiero poder decir: Jesús, en Ti confío.
ORACIÓN
Señor me pesa que a causa de mis pecados y los del mundo, Tú experimentes el abandono del Padre. Concédeme que a partir de tu dolor en la Cruz, en los momentos en que yo me pudiera sentir solo, triste o abandonado, al tiempo que con el Salmista diga “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”, volviendo la mirada a Ti, clavado en la Cruz, diga, una y mil veces: “Jesús, en Ti confío”.
CONTEMPLACIÓN: Este es el momento más importante. Guarda unos momentos de silencio, cierra tus ojos, respira profundamente, repite varias veces y de manera pausada, el nombre de Jesús o la jaculatoria de este día. Deja que el amor de Dios inunde tu ser. Reflexiona sobre lo que has meditado, dejándote guiar por el Espíritu Santo, como la Virgen María que todo lo guardaba en su corazón (Lc 2,19). Hazte un propósito y esfuérzate por cumplirlo hoy. Concluye este momento de contemplación de la siguiente manera o de la forma que acostumbres hacerlo.
ACCIÓN
Haz un compromiso para este día y en la noche evalúa cómo y de qué forma lo cumpliste.
Por amor a Jesucristo hoy… ____________________
COMENTARIOS PERSONALES
Concluye tu meditación diaria haciendo la señal de Cruz sobre ti: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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