El
pasado 3 de junio, durante su homilía dirigida en la Misa de clausura del VII
Encuentro Mundial de las Familias, en el Parque Bresso de Milán, el Papa
Benedicto XVI pidió a las familias recordar que pese a las dificultades por las
que atraviesa la vida y la vocación matrimonial en estos tiempos, el amor “es
la única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo”.
En
su mensaje, el Vicario de Cristo, dirigiéndose a los esposos, indicó que “viviendo
el matrimonio no os dais cualquier cosa o actividad, sino la vida entera”, pues
el amor que ahí se da “es fecundo, en primer lugar, para vosotros mismos,
porque deseáis y realizáis el bien el uno al otro, experimentando la alegría
del recibir y del dar. Es fecundo también en la procreación, generosa y
responsable, de los hijos, en el cuidado esmerado de ellos y en la educación
metódica y sabia”. “Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida
familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el
respeto de las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la
solidaridad, la cooperación”.
“Dios
creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con
características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el
uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de
amor y de vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen
de Dios”, agregó el Santo Padre.
Por
otra parte, indicó que el camino para crecer en el amor se basa en “mantener
una relación constante con Dios y participar en la vida eclesial, cultivar el
diálogo, respetar el punto de vista del otro, estar dispuestos a servir, tener
paciencia con los defectos de los demás, saber perdonar y pedir perdón, superar
con inteligencia y humildad los posibles conflictos, acordar las orientaciones
educativas, estar abiertos a las demás familias, atentos con los pobres,
responsables en la sociedad civil”. Los cuales consideró elementos
constructores de la familia, por ello exhortó a vivirlos “con valentía, con la
seguridad de que en la medida en que viváis el amor recíproco y hacia todos,
con la ayuda de la gracia divina, os convertiréis en evangelio vivo, una verdadera
Iglesia”.
El
Pontífice solicitó a los esposos cuidar a sus hijos y transmitirles “razones para
vivir, la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en las
debilidades”, respecto a los hijos, les invitó a “procurad mantener siempre una
relación de afecto profundo y de cuidado diligente hacia vuestros padres, y
también que las relaciones entre hermanos y hermanas sean una oportunidad para
crecer en el amor”, para lo cual les ayudará solicitar la intercesión de la
Virgen María y San José, quienes enseñarán a las familias a acoger el amor de
Dios, tal como ellos lo acogieron.
El
Papa Benedicto XVI también se dirigió a aquellos fieles que, a pesar de
compartir y vivir las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia “están marcados
por las experiencias dolorosas del fracaso y la separación. Sabed que el Papa y
la Iglesia os sostienen en vuestra dificultad”.
A
su vez pidió no olvidar que para los cristianos el domingo es un día de fiesta,
el día del Señor: “Queridas familias, a pesar del ritmo frenético de nuestra
época, no perdáis el sentido del día del Señor. Es como el oasis en el que
detenerse para saborear la alegría del encuentro y calmar nuestra sed de Dios”.
Por
último, el Sucesor de Pedro aseguró que la familia, el trabajo y la fiesta son
“tres dones de Dios, tres dimensiones de nuestra existencia que han de encontrar
un equilibrio” porque “Armonizar el tiempo del trabajo y las exigencias de la
familia, la profesión y la maternidad, el trabajo y la fiesta, es importante
para construir una sociedad de rostro humano”.
“Es
necesario aprender, antes de nada en familia, a creer en el amor auténtico, el
que viene de Dios y nos une a él y precisamente por eso nos transforma en un
Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa,
hasta que al final Dios sea ‘todo para todos’”, concluyó.
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