Ayer,
3 de junio, en la Iglesia Católica celebramos a la Santísima Trinidad, uno de los
misterios centrales de la fe cristiana, donde reconocemos la existencia de Dios
como uno y trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En
esta fiesta, el Papa Benedicto XVI recordó que "la prueba más grande que
somos hechos a imagen de la Trinidad es esta: solo el amor nos hace felices,
porque vivimos en relación, y vivimos para amar y para ser amados". Luego afirmó
que los fieles estamos "llamados a ser una comunidad de amor y de vida, en
la cual las diversidades nos lleven a formar una ‘parábola de comunión’".
Respecto
al Espíritu Santo, el Santo Padre explicó que por medio de Él, los creyentes
podemos conocer la intimidad de Dios mismo, descubriendo que Él es la comunión
de luz y de amor, un eterno diálogo entre el Padre y el Hijo en el Espíritu
Santo.
En
su mensaje, el Vicario de Cristo indicó que la historia de San Agustín permite
ahondar un poco más en el misterio de la Trinidad. Es muy popular la anécdota
de que un día, mientras el santo paseaba por la playa, reflexionando el
misterio de la Trinidad, se encontró a un niño que había hecho un hoyo en la
arena e intentaba vaciar el agua del mar en él. Al saberlo, San Agustín dijo al
pequeño que eso era imposible, a lo que el niño respondió que si aquello era
imposible de hacer, más imposible aún era el tratar de descifrar el misterio de
las Tres Divinas Personas.
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