Un parámetro
para saber qué tanto llevas a Cristo en tu corazón es la alegría
Mons. Pedro
Agustín Rivera Díaz
En
la Exhortación Apostólica del Papa Francisco “La Alegría del Evangelio”, el
Santo Padre nos dice que esta alegría llena el corazón y la vida entera de los
que se encuentran con Jesús, quienes se dejan salvar por Él son liberados del
pecado, de la tristeza, del vacío, del aislamiento; con Jesucristo siempre nace
y renace la alegría.
Por
eso el Papa nos invita a todos a una nueva etapa evangelizadora marcada por la
alegría. San Pablo también nos dice: “Un corazón que ama a Cristo no puede
estar triste”.
¿Pero,
qué podemos decir de la alegría de la Virgen María? Ella es la primera que se
entera de que el Mesías llega a la humanidad y lo hace a través suyo, por eso
es una mujer alegre, porque lleva a Dios en su corazón, es la portadora de la
Alegría porque lleva en su vientre a Jesús.
En
la Biblia, en Juan 15,11 encontramos que Jesús es alegre: “Les he dicho estas
cosas para que mi alegría esté dentro de vosotros y que esa alegría vuestra sea
completa”. Jesús es alegre porque vive en unión con el Padre y está dando su
vida por los demás. Por eso dejémonos amar por Dios Padre y entonces también
compartiremos nuestra alegría de dar la vida por los demás. Por tanto, un
parámetro para saber qué tanto llevas a Cristo en tu corazón es la alegría.
Un
bautizado tiene que seguir con gozo su camino. Hay quienes parecen vivir en el
sufrimiento, vivir como en una cuaresma sin pascua, por eso cuando tengamos
problemas o dificultades debemos saber que van a pasar, no nos quedemos nunca
en la tristeza, mejor tengamos la convicción de que Dios está con nosotros y
por esa convicción es que no podemos darnos por vencidos.
En
el camino de la vida podrás tener situaciones adversas, por ejemplo un engaño,
una pérdida; ciertamente hay un dolor, pero por encima de ello siempre deberá
estar la certeza de que Dios te ama.
En
Juan 16,20 Jesús les dijo a sus discípulos: “En verdad os digo: que vosotros
lloraréis y os lamentaréis, pero el mundo se alegrará. Vosotros os lloraréis de
tristeza; pero esa tristeza se convertirá en alegría”. Y ciertamente días
después de haber dicho estas palabras Él va a morir en la cruz y los apóstoles
se dispersan, están tristes y con miedo, pero cuando Cristo resucitado se
manifiesta su tristeza se convierte en alegría.
Cuando
hablamos de la fe, no hablamos de un cúmulo de ideas, conocimientos,
expresiones, dogmas o leyes morales, estamos hablando de una persona que es
Jesús. Por eso Jesús tomó nuestra naturaleza humana para que sepamos que está
con nosotros y nunca nos deja solos en los momentos alegres o tristes, tampoco
en la juventud o la vejez, ni en la muerte porque Él nos acompaña y nos da la
vida eterna.
De
esa manera la fe se incrementa cuando nos preparaos para compartirla con los
demás porque la fe no es sólo para mí, es también para aquellos que nos rodean.
Nunca permitas que la alegría de la fe se aparte de ti porque nuestra alegría
no procede de una situación material o un bienestar, sino proviene del amor de
Dios.
Me
da pena cuando hay quienes, dicen “Dios se olvidó de mi”, “Dios me está
castigando”. No queridos hermanos, Dios jamás castiga, Él desea que abramos
nuestro corazón a su amor y nunca nos demos por vencidos a pesar de los
problemas.
Grande
y buena es la fidelidad del Señor, de eso podemos estar seguros. El mundo
necesita del amor de Dios y saber que Dios le ama. El mundo necesita
experimentar la alegría de aquellos que se han dejado tocar por Él, por eso,
porque llevamos este gran tesoro en vasijas de barro, tenemos compartirlo con
los demás. No necesitamos saber mucho, lo que necesitamos es amar mucho.
Comparte la alegría y el amor de Dios y entonces a través de ti muchos serán
también alegres.