Las canonizaciones
nos invitan a ser santos
Lo
más importante en una canonización no es la persona canonizada sino DIOS. Así
lo señala la formula con la que el Papa ordena que el nombre del nuevo santo
sea inscrito en el libro pertinente.
La
fórmula completa con la que Papa declara esto, así lo señala, y añade que
también es para la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida
cristiana.
Los
santos son testigos del amor de Dios al ser humano, son un ejemplo a seguir y
son nuestros intercesores, pero esto es un efecto secundario, lo más importante
es la Gloria de Dios y en esto tenemos que imitarlos, procurar que toda nuestra
vida esté dedicada a ese fin. Como diría san Ignacio de Loyola; “en todo amar y
servir a Dios”.
Quien
es declarado santo(a) es una expresión de la acción de Dios en una persona y lo
que la persona es capaz de hacer, cuando se deja guiar por el Espíritu Santo y
es fiel a la Gracia de Dios. Por eso una canonización es una invitación para
que todos los católicos estemos conscientes de que en cuanto hijos de Dios
estamos llamados a la santidad, pues formamos parte del pueblo sacerdotal,
redimido por Jesucristo.
Así
los santos son un ejemplo a seguir, pues su testimonio de vida nos ha de
estimular para esforzarnos en ser santos. San Juan XXIII decía: “Me llaman
Santo Padre y no soy santo, pero deseo con toda la fuerza de mi alma, ser
santo”. Santa Teresa decía “Si no soy santa, lo intento”. San Juan Pablo II
afirmó que la búsqueda de la santidad tiene que ser el estilo de vida más alto
en la vida ordinaria de todo bautizado, contentarse con menos sería conformarse
con una vida mediocre (cf. Novo Millennio Ineunte No. 31 6-ene-2001). Demos
gloria a Dios con nuestra vida y esforcémonos en ser santos.
En
apoyo de lo que he señalado meditemos las palabras con las que el Papa Francisco
canonizó a sus antecesores: “Por honor de la Santísima Trinidad, exaltación de
la fe católica y el incremento de la vida cristiana, por la autoridad de
Nuestro Señor Jesucristo y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y nuestra
luego de una adecuada deliberación y tras frecuente oración pidiendo la
asistencia divina y habiendo recibido el consejo de muchos de nuestros hermanos
obispos declaramos y definimos Santos a los Beatos Juan XXIII y Juan Pablo II y
los inscribimos en el libro de los santos y establecemos que en toda la Iglesia
ambos sean devotamente honrados. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo” (PAPA FRANCISCO. Ceremonia de Canonización. Plaza de san
Pedro.27-abr-2014).
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